01 abr 2014

Los errores del señor Rector

En una columna anterior, señalamos que la reforma educacional – en lo que dice relación con la educación superior y su componente universitario – debía ser la oportunidad de un amplio y necesario debate.

En ese sentido, hay que destacar y felicitar la gestión del ministro de Educación que en forma proactiva ha iniciado un diálogo con diversos actores, generando entonces un debate participativo acerca de los contenidos de la Reforma que impulsará nuestro gobierno.

Naturalmente en un sector de alta complejidad hay distintas posturas y surgen opiniones polémicas y encontradas, algunas tal vez demasiado apasionadas.

Pretendiendo contribuir al debate, el señor Rector de la Universidad de Chile ha señalado en un medio escrito de circulación nacional: “Es muy simple, las universidades públicas son las estatales”.

Lamentablemente, esta afirmación carece de rigor y siembra confusión, por venir de quien viene, alentando incluso visiones sesgadas de algunos dirigentes estudiantiles que intentan generar el mismo paradigma.

En el referido comentario anterior, indiqué que, “Tradicionalmente se ha considerado la Universidad pública como aquella generada por ley y/o aquella financiada por el Estado, siendo este último componente el que ha predominado históricamente en América Latina y en Chile para identificar a esta institución”.

Tanto es así que cuando se crea el Consejo de Rectores por la Ley Nº 11.575 de 14 de agosto de 1954 (art. 36, letra c), tuvo como objetivo inicial la administración de los fondos públicos de investigación y desarrollo, y ampliación de infraestructura de las 7 universidades reconocidas por el Estado y existentes a la fecha.

Dos creadas por Ley y por iniciativa del Estado, la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado, y cinco creadas por iniciativas privadas pero reconocidas por el Estado, la Pontificia Universidad Católica de Chile con sede en Santiago, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, la Universidad de Concepción, la Universidad Técnica Federico Santa María y la Universidad Austral de Chile con sede en Valdivia.

Posteriormente, este conjunto de universidades llamadas tradicionales, a las que se agregaría más tarde la Universidad Católica del Norte con sede en Antofagasta, pasaron a ser financiadas por el Estado – por Ley de Presupuesto y leyes especiales – en una proporción similar de sus respectivos presupuestos.

Al comenzar la década de los 70, este conjunto de instituciones que hemos llamado el patrimonio universitario de Chile, eran responsable de la formación profesional y técnica a lo largo del país donde algunas de ellas, particularmente las estatales, mantenían sedes regionales.

Bajo el gobierno del Presidente Allende, socialista y marxista, en pleno periodo de la Reforma Universitaria, el compromiso del Estado con sus universidades tradicionales se mantuvo y jamás se pretendió poner en cuestión el carácter público de estas universidades.

Así, en el presupuesto fiscal del año 1974 el financiamiento fiscal como porcentaje del presupuesto total representaba para la Universidad Técnica del Estado un 91.7%; para la Universidad de Chile un 87.9%; para la Pontificia Universidad Católica de Chile un 79.6%; para la Universidad Católica del Norte un 87.6%; para la Universidad Técnica Federico Santa María un 88.0%; para la Universidad Austral de Chile un 75.6%; para la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso un 83.3%; y para la Universidad de Concepción un 80.2%.

Es decir, Chile financiaba en promedio el 86.2% del presupuesto de sus universidades.

Como sabemos, con la dictadura militar este financiamiento comenzó a disminuir gradualmente y con la drástica intervención de la legislación del año 1981, no sólo se modificó la composición de este financiamiento público sino que además se impuso la separación de las sedes regionales de las universidades estatales que se convirtieron en Universidades independientes y tuvieron como efecto adicional que las Casas matrices debieran hacerse cargo de la deuda de estas instituciones agravando su crisis financiera.

Esto explica que en la actualidad el Consejo de Rectores esté integrado por 25 universidades para las cuales, en promedio, el aporte público respecto de su presupuesto representa hoy poco más del 20%.

Es cierto que, desde 1990, el gasto público en educación superior se ha incrementado fuertemente estimándose que alcanza sobre el 2% del PIB situándose sobre el promedio de los países de la OCDE.

Sin embargo, existe una gran diferencia con otros países cuando se observa la composición de este gasto. Mientras en los países desarrollados sólo el 23,6% del gasto proviene de fuentes privadas, en Chile este porcentaje llega a 84,2%.

Es decir que la mayor parte es aportada por las propias familias de los estudiantes.

Si, además, consideramos que la mitad del Aporte Fiscal Directo como del Aporte Fiscal Indirecto – al cual acceden por lo demás las universidades privadas creadas a partir de la legislación del año 81 – es captado por 5 universidades del Consejo de Rectores, tenemos que las universidades tradicionales se enfrentan a un financiamiento público precario, inestable y extraordinariamente diferenciado entre ellas.

La mayor parte de su financiamiento debe entonces provenir de las familias de los estudiantes y de una profesionalización y diversificación de las actividades de lo que se denomina la Tercera Misión, o la vinculación con el medio, y que incluye, además de la tradicional función de extensión académica y difusión cultural, actividades de asistencia técnica, transferencia tecnológica, licenciamiento y patentamiento como una contribución concreta al desarrollo regional y nacional, función esta última que al igual que en los países desarrollados seguramente se seguirá profundizando.

De allí que la demanda por un nuevo sistema de financiamiento y porque el Estado asuma su deuda histórica con sus universidades, agrupadas en el Consejo de Rectores, es tan potente y decisiva para el futuro del país.

Tenemos conciencia clara que nuestras universidades, en contrapartida deben hacer esfuerzos adicionales para alcanzar niveles de calidad y excelencia reconocidos en la formación de nuestros profesionales, en la acreditación internacional de sus programas de posgrado, en el desarrollo de investigación pertinente y de vanguardia que responda a los grandes dilemas nacionales en todas las áreas y en una vinculación estrecha con el medio.

Sabemos por otra parte que la Reforma de la Educación debe poner acento en los niveles básico y medio de la educación escolar y que la Educación Superior, hoy en nuestro país, no es sólo la educación universitaria sino que incluye de manera muy significativa la educación técnica a la cual tenemos que dedicar esfuerzos sostenidos y de gran magnitud.

Faltaríamos a nuestro deber como académicos, sin embargo, si no insistiéramos en la legitimidad de nuestras demandas.

El propio Consejo de Rectores en un documento denominado “El Consejo de Rectores ante los desafíos de las universidades chilenas en el bicentenario”, publicado en octubre de 2009, afirmaba en una presentación firmada por el propio señor Rector de la Universidad de Chile:“Las instituciones del Consejo de Rectores, tienen una singularidad, representan valores y bienes públicos, que están ligados íntimamente a la historia patria, nos conducen a reafirmar, en el presente, nuestro compromiso con el progreso social de Chile y su gente”.

Simplificar en extremo el debate puede conducir a contradicciones y a errores, incluso al señor Rector, con grave daño para la reforma de la educación superior en su componente universitaria que debe combinar gratuidad con una nueva estructura de financiamiento y un nuevo compromiso del Estado con sus universidades tradicionales.

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01 abr 2014

¿Quién se preocupa de la participación de los jóvenes?

La desigualdad en la participación política tiene efectos en la representación democrática.Así, si ciertos grupos tienden a estar sobre representados electoralmente, lo más probable es que sus intereses también estén sobre representados en las políticas públicas, como lo señala el informe LAPOP 2012 sobre nuestro país.

Planteado de forma contraria, significa que mientras los jóvenes voten menos que los demás grupos etarios, sus problemas e intereses tendrán poca cabida en el sistema político. A excepción del tema educacional, y principalmente por el efecto que las movilizaciones generan, ningún otro tema vinculado a ellos logra copar las agendas de los medios y políticos.

Según la última encuesta del INJUV, el 80% de los jóvenes no está interesado en la política, el 90% no tiene intención en formar parte de un partido político, sólo la mitad cree que las votaciones son un factor de cambio, pero más del 60% afirma que las redes sociales son una mejor herramienta que el voto para dar a conocer las demandas de la gente.

Además, están más insatisfechos que satisfechos con la democracia, mayoritariamente no se identifican políticamente, tienen bajísimos niveles de confianza en las instituciones, y los clubes deportivos, campañas por internet, y comunidades o grupo virtuales poseen las tasas de mayor participación entre ellos.

Pero que no participen en las formas tradicionales, no significa que se abstengan de hacerlo, sino que prefieren estructuras más horizontales, flexibles, y específicas a la hora de participar.

Del mismo modo, que no tengan interés en la política, no es igual a que no tengan posiciones y definiciones sobre temas políticos, sociales, económicos, medioambientales, o valóricos. Detrás de esto hay lógicas y formas distintas de comprender y ver la política.

Estamos entonces ante la presencia de un enorme desafío que nos plantean los jóvenes de hoy, y que las instituciones tradicionales, como los partidos políticos y el Congreso, no han sabido o no han querido procesar adecuadamente. La pregunta es ¿cómo conciliar la baja participación tradicional con una efectiva representación en el sistema político?

En esta tarea queda claro que no basta con lo que hagan los partidos políticos.Es necesario que otras instituciones como centros de estudios y organizaciones no gubernamentales, se involucren mucho más en las temáticas que les importan y preocupan a los jóvenes.

¿Cómo hacerlo? En primer lugar, creyendo en las capacidades que tienen los jóvenes para liderar los cambios que están experimentando las sociedades.

En segundo término, tendiendo puentes y espacios de diálogo entre los actores políticos y los jóvenes.

Y en tercer lugar, con la convicción de que el trabajo en red, coordinado y colaborativo es la base para lograr los objetivos. En otras palabras, tratar de disminuir las distancias y barreras entre éstos y la denominada “clase política”.

Prestar más y mejor atención a los jóvenes es, sin lugar a dudas, preocuparse del desarrollo de nuestro país a mediano y largo plazo.

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01 abr 2014

Santiago, la ciudad-Estado y el estado de la ciudad

Diversas autoridades han venido planteando la necesidad de contar con un Alcalde Mayor para Santiago reconociendo que lo que denominamos como “El Gran Santiago” tiene problemas específicos que son distintos a los del resto de la región y que tienen que ver con el desarrollo de nuestra ciudad, de la que podríamos llamar nuestra Ciudad-Estado, dado el nivel de centralismo de nuestro país.

Muchos nos preguntamos ¿Cómo se coordina y dirige ese desarrollo metropolitano? ¿Quién o quiénes lo hacen o deberían hacerlo?

Los diferentes ministerios y servicios públicos actúan sobre la ciudad dejando las marcas de sus decisiones en el territorio, la mayoría de las veces sin la planificación necesaria, sin la coordinación intersectorial que se precisa y dejando las huellas de la descoordinación institucional y operativa. Notables son los casos relacionados con pavimentación, transporte, contaminación y seguridad pública.

En los debates por el Chile del futuro, no podemos olvidar el Gobierno de nuestras ciudades. Y no hay que pensar sólo en Santiago ya que Concepción, Valparaíso, Coquimbo y La Serena, por nombrar solo algunas, son hoy o serán en los próximos años grandes ciudades que requerirán de una gestión coordinada y eficiente.

Pero tan importante como definir a quién le ponemos la corona para dirigir nuestra ciudad-estado, interesante es visualizar con sentido de futuro, de qué se trata nuestra “cuestión urbana” hoy por hoy.

Se trata a mi juicio de la ciudad en su conjunto, con sus virtudes y sus desastres, con sus zonas modernas de nivel internacional contrapunteada con la segregación social y territorial.

Se trata también del sentido de ciudad que queremos construir y, en el caso de Santiago, que es el centro del país, cómo ese centro cambia en un sentido de calidad y de fortalecimiento como gobierno democrático representante de los ciudadanos en su conjunto, de manera plural, como plural y diversa es la sociedad urbana.

Se trata de cómo y hacia dónde se gobierna una metrópolis, con qué grados de autonomía, con qué tipo de autoridades, con qué grados de democracia y participación.

Santiago, hiper-crecido (mas no hiper-desarrollado), mutando de Metrópolis a Megapolis, como un agregado de partes o fracciones urbanas, es una ciudad única sólo en sentido imaginario, pero es una, dos o tres ciudades en sentido real.Basta pararse en Apoquindo con Avenida El Bosque y luego hacerlo en Gran Avenida con Lo Martínez para preguntarse si estamos en la misma ciudad.

Y el desafío es gobernar esa ciudad tan dispar para generar y coordinar el amplio volumen de políticas públicas que se expresan en su territorio.

Como se señaló anteriormente, algunas autoridades y dirigentes políticos han planteado la idea de un Alcalde Mayor para Santiago y puede ser una opción tan válida como la idea de utilizar elementos que están presentes en la Ley de Gobiernos Regionales, como es el Consejo Coordinador de Alcaldes de Áreas Metropolitanas, mencionado en el Artículo 110 de dicho cuerpo legal y que ha sido escasamente utilizado por los Intendentes de la Región Metropolitana pero que, sin embargo, puede ser de gran utilidad en las labores de coordinación de las políticas públicas para nuestra ciudad.

Sea cual sea la figura, es urgente generar las instancias de gobierno y administración para nuestro Gran Santiago y para otras ciudades del país

Por delante, tenemos la tarea de definir o rediseñar las instituciones de gobierno metropolitano para nuestras ciudades, que tienen al menos tres tareas importantísimas : ser competitiva en un escenario globalizado; poder gobernarse, con amplios niveles de participación ciudadana y generar las condiciones para que sus habitantes y ciudadanos accedan a un desarrollo humano que tenga sustentabilidad social y ambiental. Es decir enormes desafíos que no podemos eludir.

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01 abr 2014

La leyenda de Enrique Osses

No hay caso con él, es un verdadero especialista en asegurar críticas. Las puteadas de las barras rivales hacen crecer su personalidad, la que muchos consideran ególatra, soberbia y hasta excesiva, pero aun así, tanto para la ANFP y la FIFA estamos hablando del mejor árbitro chileno de la actualidad. Entonces ¿quién está mal?

La última polémica de Enrique Osses comenzó después del partido de Colo Colo vs Universidad de Concepción, aunque a quienes nos gusta el fútbol y seguimos cada detalle, ya sabíamos que algo vendría, porque es una constante que este juez concluya sus partidos con un escándalo.

Ahora fue la expulsión a Paredes, ya que antes no había pasado nada extraordinario. Un penal no cobrado a Colo Colo, una falta inexistente a Jaime Valdés previa la preciosa ejecución del goleador albo, pero cuando ya terminaba el encuentro vino la sanción a Esteban Paredes y después de eso, las obvias teorías conspirativas con Enrique Osses como protagonista excluyente.

“Se nota que eres de la ‘U’, cagón…”, dice el informe de Osses, tras el partido.Paredes asegura haberle dicho solo la primera parte, pero seamos claros, quedando menos de dos minutos para el final del partido, perfectamente el árbitro podría haber hecho vista gorda y cerrar el partido, sin tanto escándalo… claro, eso pasaría con otro juez, este es Enrique Osses.

Que a un árbitro le guste un equipo de fútbol no creo que sea tan terrible, que un árbitro cometa errores es normal, es un ser humano cualquiera. Pero que un juez termine casi todos sus partidos con una polémica es llamativo, más aún, que cuando se mencione su nombre, inmediatamente, se recuerde un escándalo en el que estuvo involucrado.

Para dedicarte al arbitraje debes tener una personalidad particular, después de todo no debe ser muy agradable que 40 mil personas te puteen y griten lo que se les ocurra.A eso se suma que los hinchas tienden a pensar en teorías conspirativas, creyendo que toda “la mafia futbolera” está contra suya y el hombre de las tarjetas es quien lidera este ataque.

Ahora, podemos tener la certeza que Enrique Osses muy amigo de las polémicas será, pero le falta mucho para acercarse a figuras icónicas de árbitros sencillamente, sinvergüenzas y que, sorpresivamente, fueron considerados los mejores en su momento.

En otras palabras, lo podemos criticar, crucificar en la conversa futbolera de los lunes, pero está lejos de transformarse en un sinvergüenza de la pelota.

Si de desvergonzados del balón hablamos, aquí tiene tres exponentes internacionales: el mexicano Edgardo Codesal, el brasileño Romualdo Arppi Filho y el ecuatoriano Byron Moreno. Es más, los dos primeros, son considerados por muchos, como “los mejores árbitros de la historia” y los tres llegaron a arbitrar mundiales y copas internacionales al por mayor.

Ahora, si hablamos de especímenes nacionales les daré tres nombres: Víctor Ojeda, ex árbitro y dueño de una agencia de juegos; Adolfo Reginato, ex presidente del Comité de Árbitros y Alberto Martínez, ex árbitro, quienes en la década del 80’ no encontraron nada mejor que arreglar un par de partidos para ganar el premio mayor de la Polla Gol.

Resultado, los pillaron y para la casa, pero el premio igual se lo repartieron.

Enrique Osses Zencovich es y será un personaje vinculado a la pelota, con polémicas al por mayor y aciertos en el olvido. Así que amigos míos, lo mejor acostumbrarse a él, después de todo las críticas no lo van a retirar.

Además, estoy seguro que las puteadas solo potencian su particular personalidad, acrecientan su leyenda y atraen más polémicas en torno a su labor…y como decía un viejo técnico: “No los joda, estos h… las cagan con tan solo entrar a la cancha”.

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01 abr 2014

Una Iglesia para todos

Yo no siempre he ido a la iglesia ni he tenido una relación cercana con la religión. Sin embargo, hoy puedo decir que voy a la iglesia. No me considero religioso pero sí creyente, seguidor de Cristo y la fe cristiana.

A lo largo de mi vida me sentí lejos de la iglesia, especialmente al ver que dentro de ella había hipocresía. Esto es lo que más conflicto me causaba en ese tiempo.Ver personas que durante la semana no mostraban ni una gota de amor por el prójimo, pero el domingo caminaban con un aire de superioridad casi como si fueran pequeños dioses.

No es mi papel juzgar a nadie, menos cuando yo mismo como creyente cometo errores, soy egoísta, no siempre amo al prójimo y hay días en los que dudo de mi fe. Por eso hoy entiendo que la iglesia es un lugar justamente para aquellos que no somos perfectos y que tampoco lo seremos en nuestro tiempo en la tierra.

A pesar de que creo que la iglesia, hablo más que todo de la católica y protestante, ha disminuido su discurso de un Dios castigador que lo único que busca es prohibirnos cosas, creo que todavía nos queda mucho por hacer para ser una comunidad inclusiva con todos y todas.

Si bien muchas iglesias hablan de ser un lugar donde se acepta a todas las personas, este discurso no siempre se traduce en la práctica. Se sigue marginalizando a las personas divorciadas, pobres, gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, alcohólicos, drogadictos, indigentes, etc.

Cada grupo sufre mayor o menos discriminación dependiendo de la iglesia, sus doctrinas y su contexto social y cultural. En ningún caso la experiencia de una persona divorciada es la misma que la de una persona de la comunidad GLBT. Quizás hayan puntos en común pero ninguna experiencia es igual a otra. Todos somos individuos.

Una de las maneras en que la iglesia “muestra” su inclusividad es diciendo que en la iglesia se ama al pecador, pero no al pecado. Sin embargo, hay pecados que parecen ser más aceptados que otros. ¿Por qué se hace diferencia entre unos pecados y otros? ¿Por qué unos se aceptan con facilidad y otros se condenan públicamente?

Lo único que se logra con estas posturas es alejar a la gente de la Iglesia y de Dios. Jesús resumió los 10 mandamientos a solo dos: amar a Dios con todo nuestro cuerpo, mente y alma y amar al prójimo como a nosotros mismos.

Tomando esto como base no hay excusas ni nada que justifique la discriminación. Las personas que viven más cerca de los márgenes son las que más necesitan de nuestra ayuda, amor y compasión.

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31 mar 2014

Octavio Paz, árbol de la libertad

Uno de los rasgos más distintivos en lo que va de nuestro Siglo XXI, ha sido el de las grandes conmemoraciones o aniversarios de nuestra vida política.

En 2010, se conmemoró el bicentenario de la independencia nacional en varias repúblicas latinoamericanas y el centenario de la revolución mexicana; en 2013, cuarenta años del golpe de Estado en Chile y veinticinco del memorable plebiscito, que terminó pacíficamente con la extensa y brutal tiranía del general Augusto Pinochet y ahora, en 2014, se conmemoran cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial, el conflicto bélico que marcó el inicio del agitado siglo XX.

Pero este año también se celebra un aniversario político no menos relevante para la historia del mundo, especialmente de América Latina. Me refiero al centenario de uno de los más lúcidos testigos de nuestra pasada centuria, el célebre poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, nacido el 31 de marzo de 1914 y fallecido el 19 de abril de 1998.

Y digo que se trata de un aniversario político, porque Octavio Paz, además de ser el penúltimo escritor latinoamericano en recibir el Premio Nobel de Literatura (1990) –el último fue el aclamado novelista y ensayista Mario Vargas Llosa en 2010-, al igual que el Nobel peruano, fue un gran pensador de la conversación política y un incesante defensor de la libertad, especialmente en el mundo de las artes y la expresión del pensamiento.

Aunque –a diferencia de Vargas Llosa- su condición de artista romántico (y no solamente liberal) lo mantuvo escéptico y muy crítico ante la denominada “libertad económica” o libertad del mercado.

Tal como lo recuerda la destacada escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska, ganadora del Premio Cervantes en 2013, la obra poética de Paz fue siempre la de “un hombre al pie de un árbol”.

Así comienza uno de sus más conocidos poemas, “Piedra de sol” de 1957: “Un sauce de cristal, un chopo de agua,/ un alto surtidor que el viento arquea,/ un árbol bien plantado más danzante,/ un caminar de río que se curva,/ avanza, retrocede, da un rodeo/ y llega siempre”.

“Árbol adentro” se titula uno de sus últimos libros de poesía, publicado en 1987, donde destaca el emotivo poema “Carta de creencia”, que sintetiza su concepción del amor.

“Tal vez amar es aprender/ a caminar por este mundo./ Aprender a quedarnos quietos/ como el tilo y la encina de la fábula./ Aprender a mirar./ Tu mirada es sembradora./ Plantó un árbol./ Yo hablo/ porque tú meces los follajes”.

Esta figuración del árbol en la poesía de Octavio Paz es la expresión más fehaciente de la noción de naturaleza humana como un ser individual, único e irrepetible, capaz de auto crearse y auto transformarse a partir de sus propias decisiones, exento de la coacción arbitraria de los demás seres humanos. Concepción que sustentaron no solamente los exponentes de la revolución romántica, sino también los portavoces de la tradición política del liberalismo.

A este respecto, dice el más célebre pensador liberal del siglo XIX, John Stuart Mill, “la naturaleza humana no es una máquina que se construye según un modelo y dispuesta a hacer exactamente el trabajo que le sea prescrito, sino un árbol que necesita crecer y desarrollarse por todos lados, según las tendencias de sus fuerzas interiores, que hacen de él una cosa viva”.

Fiel a esta concepción del individuo libre, en su extensa y variada obra ensayística, Paz expresa una “libertad contra la fe”.No sólo religiosa, dado su declarado ateísmo heredado del pensamiento ilustrado de su abuelo, sino contra toda ortodoxia ideológica, es decir, una libertad contra todas las formas de absolutismo, autoritarismo, dogmatismo y totalitarismo.

En 1978 escribe, “la libertad no es ni una filosofía ni una teoría del mundo; la libertad es una posibilidad que se actualiza cada vez que un hombre dice No al poder (…) la libertad no se define: se ejerce. De ahí que sea siempre momentánea y parcial, movimiento frente, contra o hacia esto o aquello. (…) Es verdad que la libertad no es una fe; es algo mejor, una elección. En esto, en ser algo que escogemos y no algo que nos escoge, radica no su debilidad sino su fuerza.”

Y aunque Paz no fue un filósofo político, sino fundamentalmente un poeta, sus ensayos políticos –como señala el politólogo canadiense Yvon Grenier- se inscriben “en la mejor tradición de Montaigne, en un siglo durante el cual los ensayos cedieron terreno ante la academia y el periodismo”.

Así, desde su más popular obra de ensayos, “El laberinto de la soledad” (1950-1959), pasando por “Postdata” (1970), “El ogro filantrópico (1979), “Tempo nublado” (1983), “Pequeña crónica de grandes días” (1990), hasta llegar a “Itinerario” (1993), su más espléndida autobiografía intelectual, se manifiesta el más elevado compromiso con la crítica y el pluralismo como pilares fundamentales de la vida política, y se aprecia una profunda defensa de la democracia liberal y de la separación de poderes, como únicos medios posibles para defender los cambios sociales desde el respeto a la diversidad de formas de vida, tanto de los individuos como de las asociaciones culturales (léase pueblos originarios), complementadas con el escrutinio de la sociedad como retroalimentación necesaria.

“Sin democracia –escribe Paz- los cambios son contraproducentes; mejor dicho, no son cambios”. Pero también nos advierte que “la verdadera democracia (…) no consiste sólo en acatar la voluntad de la mayoría sino en el respeto a las leyes constitucionales y a los derechos de los individuos y de las minorías. Ni los reyes ni los pueblos pueden violar la ley ni oprimir a los otros”.

Sin embargo, como dije al principio, Octavio Paz se mantuvo escéptico y muy crítico frente la llamada “libertad económica”. No fue un liberal económico, sino un liberal estrictamente político.

Tal como lo reconoce Mario Vargas Llosa (un devoto partidario del capitalismo moderno), “el mercado libre le inspiró siempre una desconfianza instintiva –estaba convencido de que anchos sectores de la cultura, como la poesía, desaparecerían si su existencia dependía sólo del libre juego de la oferta y la demanda- y por ello se mostró a favor de un prudente intervencionismo del Estado en la economía para –sempiterno argumento socialdemócrata- corregir los desequilibrios y excesivas desigualdades sociales”.

Ello porque, como bien apunta Grenier, “Paz fue al mismo tiempo un romántico que rechazó el materialismo y la razón, un liberal que alabó la libertad y la democracia, un conservador que respetaba la tradición y un socialista que lamentaba el debilitamiento de la fraternidad y la igualdad”.

Y aquí se aprecia una valiosa convergencia entre Octavio Paz, un artista romántico que escribió en favor del liberalismo, y el británico Isaiah Berlin, un pensador liberal que a menudo escribía a favor de los románticos.

Ambos escritores fueron muy afines en su apología al pluralismo de valores, entendido como equilibrio inestable entre valores contrarios e inconmensurables, justamente para evitar que, “en lo posible –como decía Berlin-, no surjan situaciones que obliguen a los hombres a hacer cosas contrarias a sus convicciones morales más hondas. (…) negociando es posible evitar lo peor.

“Tanto de esto por tanto de aquello.

¿Cuánta igualdad por cuánta libertad?

¿Cuánta justicia por cuánta compasión?

¿Cuánta benevolencia por cuánta verdad?”

Porque “la idea de una solución definitiva a todos nuestros problemas es incoherente”.

Hoy, cuando vivimos una época en que la defensa de la democracia, la libertad, la igualdad, la crítica, el pluralismo y los derechos humanos se hace necesaria como en ninguna otra para reivindicar nuestra deteriorada vida pública, allí está la sombra de ese árbol de la libertad que fue Octavio Paz, arrojada por sus palabras, para rendir el mejor homenaje a nuestra convivencia civilizada.

Nunca la vida es nuestra, es de los otros,

la vida no es de nadie, todos somos

la vida –pan de sol para los otros,

los otros todos que nosotros somos,

soy otro cuando soy, los actos míos

son más míos si son también de todos,

para que pueda ser he de ser otro,

salir de mí, buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo,

los otros que me dan plena existencia,

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,

la vida es otra, siempre allá, más lejos,

fuera de ti, de mí, siempre horizonte,

vida que nos desvive y enajena,

que nos inventa un rostro y lo desgasta,

hambre de ser, oh muerte, pan de todos.

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31 mar 2014

La reforma de la Constitución

Cuando ejercía en el ámbito de las Ciencias Jurídicas, estuve vinculado al Derecho Político y mi memoria para licenciarme fue una propuesta institucional para que Chile superara la inminente crisis que terminó en el golpe de Estado de 1973.

Bajo el título “Nueva Constitución para una nueva Sociedad”, formulaba una propuesta que recogería las crecientes ansias de participación y permitiría canalizar las aspiraciones de grupos y personas en un marco institucional para el debate y la resolución de los conflictos sociales.

Sostenía entonces que o dábamos un salto hacia el futuro o sobrevendría una solución violenta a la crisis para la instalación de una dictadura.

Y pasó lo segundo. Quienes orientaron la intervención militar tenían un proyecto fundacional: conservador, elitista, autoritario y neo liberal en lo económico, con todas las contradicciones que el modelo podía contener.

En vista de ello y sólo para justificarse, siguieron aplicando las partes que le convenían de la Constitución de 1925, hasta que en forma nada de democrática impusieron una Constitución Política hecha a su medida. Parte de ese texto fue dificultar las modificaciones mediante el establecimiento de altos quórum para su aprobación. Pese a ello, algo se pudo hacer, dejando lo fundamental sin tocar.

La actual Presidenta de Chile lanzó su propuesta de una “Nueva Constitución, que sería generada por un mecanismo democrático, institucional y participativo”.De inmediato se produjo un gran revuelo porque mientras algunos creen en la necesidad de una asamblea constituyente, otros buscan caminos diferentes, más ajustados al modelo institucional vigente.

Incluso, hay quienes dicen, con majadera insistencia, que el plebiscito, la convocatoria de una asamblea u otras ideas que se despiertan en el seno de la sociedad, no se pueden llevar adelante pues son “inconstitucionales”.

Hay que recordar que Chile nunca ha tenido una Constitución generada por un mecanismo democrático, institucional y participativo. Todas las cartas fundamentales han nacido de pequeños grupos que con distintas maniobras lograron imponer el texto.

La de 1925 fue mediante un plebiscito no contemplado en la institucionalidad y hecho con evidente intervención electoral en favor del proyecto del Presidente Alessandri, tanto que la oposición se abstuvo.

La actual Constitución se fundó en un acto de fuerza, fue redactada por un grupo pequeño de “expertos” de una sola tendencia y sometida a un plebiscito a todas luces fraudulento (1980).

Y ahora se quiere exigir que una Constitución nueva sea discutida sólo por las instancias previstas en el propio texto, aprobada con las mayorías ahí asignadas, como si eso fuera realmente posible. No se condicen en proceso democrático con los procedimientos constitucionales, porque en Chile hoy existe una apariencia democrática, sujeta a controles que desnaturalizan el sistema desde sus bases más fundamentales.

Desde 1963 los políticos chilenos tenían claro que la sociedad estaba cambiando y sería preciso tener una nueva Constitución.

Cuando en 1964 Eduardo Frei Montalva propuso sus reformas, la izquierda y la derecha unidas pusieron todo tipo de obstáculos para evitar una reforma profunda que democratizara la sociedad. Unos no querían más democracia y los otros no querían que Frei encabezara el proceso.

Y pasó lo que pasó y cuando ahora la mayoría de los chilenos quiere una nueva Constitución, los conservadores, elitistas, institucionalistas, se oponen a ello.

Este es el dilema de hoy. ¿Se atreverá la Presidenta a enfrentar a las fuerzas conservadoras de dentro y de fuera de su gobierno?

¿Será capaz de ir más allá de los límites y convocar al pueblo a pronunciarse?Sin salirse de las reglas, pero haciendo un juego paralelo que haga entender a las elites que la vida avanza aunque ellos quieran mantener los ojos cerrados.

Este debate recién comienza.

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31 mar 2014

Reforma Tributaria, los cambios que Chile espera

El Programa de Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet tiene tres reformas estructurales que permitirán hacer las transformaciones que requerimos, y hacer de Chile un país más justo, equitativo e inclusivo.

Hoy existe un amplio consenso en todos los sectores políticos, sociales, académicos e incluso en parte importante del mundo empresarial, que ha llegado el momento de hacer cambios significativos a nuestra estructura tributaria. Esto es una buena noticia para Chile y allana el camino a una discusión con altura de miras, poniendo el bien común por delante de intereses particulares.

Esta reforma nos permite pensar en un nuevo contrato social, en el cual la justicia y la equidad son valores que toman forma y contenido en el esfuerzo cotidiano de quienes trabajan por un mejor país para sus ciudadanos.Un país donde el interés colectivo es prioridad, donde entendemos que la educación es el motor de la movilidad social, que premia el esfuerzo, y hace que nuestro futuro no dependa solo de la cuna donde nacimos.

Todos hemos sido testigos de cómo la ciudadanía se ha movilizado, adquiriendo mayor protagonismo en las decisiones y en el rumbo de la política, exigiendo mayor participación y derechos. Ciertamente este escenario -que algunos llaman el nuevo ciclo- es una oportunidad que no podemos perder.

De acuerdo a lo expuesto por el ministro de Hacienda, Alberto Arenas, el patrimonio fiscal que hemos construido como nación nos ha costado y tenemos que velar por el. Así, cuando hablamos de responsabilidad fiscal estamos considerando un programa de gobierno que en régimen cuesta US$ 15.100 millones, y esperamos que la reforma tributaria recaude US$ 8.200 millones, correspondiente al 3% del PIB.

En líneas generales, la iniciativa del gobierno propone aumentar el impuesto a las empresas de un 20% a un 25%. Este aumento nos acerca a la carga tributaria de los países desarrollados y no afecta la inversión privada, factor esencial en el crecimiento y el empleo, dos variables que no debemos descuidar al definir estos cambios estructurales.

Asimismo, es relevante incentivar el ahorro de las personas y de las empresas, por tanto el desafío de la reforma es modernizar los mecanismos que se ponen a disposición para este fin.

También se ha hablado mucho de la eliminación del FUT y es importante saber que es un mecanismo único en el mundo, que permite a los dueños de las empresas tributar solo por las utilidades retiradas y no por el total de las utilidades generadas por sus empresas.

Un instrumento anacrónico y que genera disparidades entre la tributación de las personas y el capital que debe ser corregido.Es por ello que se busca eliminarlo, para lo cual se discutirá el cómo lo haremos y también, cómo garantizaremos nuevos mecanismos que estimulen la inversión.

Estos objetivos propuestos son muy claros y precisos, conocidos por todos, y forman parte del programa de gobierno, que la ciudadanía apoyó en forma mayoritaria: son entonces los ciudadanos quienes legitimaron esta propuesta en las urnas, que es el mejor mecanismo democrático para validar las transformaciones profundas que queremos efectuar.

Esta reforma busca generar condiciones tributarias más equitativas entre las personas y las empresas, aumentando el impuesto a las empresas y rebajando gradualmente el tributo a las personas. De igual forma, busca recaudar el financiamiento necesario para la Reforma Educacional, eje clave para tener una nación que dé oportunidades, independiente de la situación económica de cada cual.

La actividad económica de nuestro país depende principalmente de las empresas, ciertamente de las grandes, pero también de miles de medianas, pequeñas y microempresas, que con su esfuerzo aportan al crecimiento del país. Es por esto que la Reforma Tributaria, no es contra los empresarios, sino por el contrario debemos convocarlos en esta tarea que es de todas y todos.

A comienzos de abril iniciaremos un proceso deliberativo en el Congreso, al cual están invitados todos los actores a participar, enriqueciendo la discusión con las diversas miradas que legítimamente sostienen los distintos sectores de nuestra sociedad.

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31 mar 2014

Los principales desafíos de la Presidenta Bachelet

Es un hecho que, acorde con los tiempos que corren en un mundo y una América Latina globalizada, la presidenta Bachelet deberá enfrentar diferentes dificultades en el curso de su segunda administración.Esto, sin olvidar que fue precisamente en los momento duros y desfavorables de su gobierno anterior, donde ella, con inteligencia y humildad, fue forjando el liderazgo y la popularidad con que concluyó dicha administración.

Entre los posibles condicionantes y/o escollos que podrían preverse en la perspectiva de concretar las propuestas medulares del actual programa gubernamental, legitimado por la ciudadanía, me parece que hay tres especialmente importantes.

1- El rol a jugar por el pacto de la Nueva Mayoría y cada uno de sus partidos integrantes. Los desafíos de los próximos años demandan de este conjunto de organizaciones políticas y de sus militantes, una coordinación, lealtad, solidaridad y coherencia en las acciones para con el programa de gobierno, lo que debería reflejarse particularmente en cada una de las decisiones y conductas asumidas en el Parlamento nacional, así como en su capacidad dialogante, socializadora y comunicativa frente a sus respectivos electorados.

Las a veces mediocres disputas por el poder, los afanes de figuración personal (políticos “talk-show”), las negociaciones destinadas a transar los cambios que el país requiere y otras conductas que en definitiva desdeñan las consecuencias negativas para con los fines superiores y el bien común, no solo aumentarán la distancia entre el movimiento social y la política, sino que expondrán al nuevo gobierno a terminar en una mera administración de lo existente (en el mejor de los casos) y se desaprovechará una oportunidad poco común para transformar la sociedad chilena en pro de una mayor justicia social.

2- La confianza de la ciudadanía y de las organizaciones sociales y estudiantiles. La pérdida de confianza en las instituciones ha pasado a ser un tema y realidad recurrente en nuestro país, lo que se ha constatado en diferentes estudios y encuestas de organismos calificados. El gobierno de derecha encabezado por Sebastián Piñera, no hizo más que agravar esta situación.

Entre nuestra gente y especialmente entre nuestros jóvenes, hay una desesperanza aprendida y un escepticismo exacerbado.Esto redunda en una falta de sintonía y colaboración con lo público de parte de la ciudadanía en general y de las organizaciones sociales en particular, que se hace absolutamente imprescindible de romper y superar.

Dada la radicalidad de la situación, surge como exigencia prioritaria para el nuevo gobierno la de restablecer y fortalecer la vinculación y retroalimentación entre la población y los proyectos nacionales que van en beneficio de las grandes mayorías.

Esto no solo se torna una condición necesaria para un auspicioso resultado gubernamental, sino que constituye un ingrediente esencial para la buena salud de la democracia.

3- Voluntad política de la máxima autoridad plasmada en proyectos y acciones concretas.En un país en que como lo señalábamos recién se encuentran más que trizadas las confianzas entre la sociedad civil y la política, se requiere de una toma de iniciativa, precisamente de las autoridades y particularmente de la Presidenta, que dé lugar a un proceso interactivo positivo y acumulativo entre poder político y comunidad.

Se trata de que el gobierno muestre con evidencias que va cumpliendo e impulsando sus promesas de cambiar el actual estado de cosas, concretamente el sistema socio-económico generador de desigualdades francamente agresivas y las aún pendientes transformaciones político-institucionales, de manera tal que la comunidad (sociedad civil) vaya adquiriendo un mayor compromiso y confianza con la acción del gobierno y despliegue una actitud distinta y positiva que vaya recreando una nueva relación entre lo político y social.

Sin ser estos obviamente los únicos factores influyentes en el desenlace del nuevo período de gobierno de Michelle Bachelet, me parece eso sí que ellos son insoslayables.

Aún más, estando ellos mutuamente relacionados, es posible, a modo de hipótesis, esperar que la forma en que se den y vinculen, pueda dar como resultado situaciones que vayan desde un círculo vicioso letal para la gestión gubernamental, hasta una sinergia que catapulte al éxito de la Presidenta y de la Nueva Mayoría.

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31 mar 2014

Jurgen Habermas, más allá de la utopía

El filósofo Jurgen Habermas, que a sus 85 años es considerado el más influyente teórico alemán después de Heidegger y principal heredero de la “Teoría Crítica” alemana de Horkheimer y de Adorno, fue uno de los primeros en plantear , ya en los años 80 del siglo pasado, es decir antes de la caída del llamado “socialismo real”, la función insustituible del Estado de derecho, la democracia como medio y fin y el surgimiento de temas culturales y de libertades individuales y existenciales que se agregaban a las razones sociales de la izquierda.

Se diferenció también del marxismo, aportando una visión crítica a la segunda generación de teóricos de la Escuela de Frankfurt, ya que subrayó su oposición “al tentativo de trasponer la Filosofía del Derecho de Hegel en una filosofía materialista de la historia” y la reductividad mecanicista que ello significó en el pensamiento socialista.

Su teoría de la “política deliberativa” es la contraposición a la visión elitista de la democracia política, reducida a la selección de líderes, y representa un modelo de descentralización del poder que va unido a su visión del Estado como órgano distributivo en la economía para alcanzar mayores niveles de igualdad que el mercado no garantiza. De allí como del reconocimiento del rol dinamizador y comunicativo de los movimientos sociales, la enorme actualidad de su pensamiento crítico.

La característica principal de su elaboración reside en que nunca ha explicado el mundo a partir de una intuición única. De allí que para Habermas la idea de la sociedad emancipada-o de la inter subjetividad de los agentes comunicativos libres, como prefiere llamarla- no puede prefigurar la totalidad de una forma de vida enunciada como un futuro ineluctable, como utopía destinada a cumplirse por las razones ciegas de la historia.

El propio socialismo –y a esto atribuye el filósofo alemán el principal error del marxismo- no se puede comprender como la totalidad concreta de una determinada forma de vida futura.La idea de socialismo-afirma Habermas-es aún útil solo si se la concibe como una síntesis de las condiciones necesarias para establecer variadas formas de vida emancipadas, en las cuales son los intereses de las personas autónomas los que deben constituir el consenso.

Ya en su obra más significativa que es la “Teoría de la Acción Comunicativa”, él desarrolla la crítica de un proceso de mercantilización que engloba, siempre más extendidamente, a la sociedad y a todas sus formas de vida.

Esta verdadera colonización del mundo, como la llama Habermas, sustrae espacios vitales a la “racionalidad comunicativa” con el fin de ampliar el área dominada por el dinero, por las diversas formas de instrumentalización, por los aparatos burocráticos del Estado, reduciendo con ello el espacio real de la acción política que debe jugar el rol de resistencia a la mercantilización y tecnocratización de la vida.

Al hablar del “actuar comunicativo”, Habermas explica el proceso emancipativo como la conquista de un alto grado de libertad individual, de seguridad social y de participación política que en las áreas más “afortunadas” del mundo le han conferido al hombre, singularmente concebido, un valor más alto que el que poseía durante el período del iluminismo, antes de los cambios que se inician, como época, a partir de la Revolución Francesa y que se proyectan en los siglos posteriores en la lucha social, en las conquistas de la mujer, en el aparecimiento de las condiciones ecológicas al desarrollo económico, en la consagración de derechos de universalidad de las personas, a su vida y a sus condiciones de libertad y autonomía.

Coincide, en esta visión, con Horkheiner y Adorno que hablan, justamente, de una “dialéctica del iluminismo” para explicar los límites ocultos detrás del espejo ilustrado.

La emancipación nace, entonces, de los hombres independientes, autónomos, capaces de colocar los grandes valores morales de fondo que una cultura progresista debe preservar, en la proyección de un proceso crítico permanente.

Era, ya en aquel momento, inicio de los años 80, en que Habermas escribía estas ideas tan alejadas de la ideología oficial de la burocracia del comunismo real, cuando una izquierda alternativa debía asumir la tarea de defender y reconstruir las “gramáticas” de las formas de vida que no fueran reducibles a las leyes del mercado, teniendo presente que la emancipación no trae automáticamente aparejada lo que debe ser el gran objetivo “utópico” de la izquierda: construir los espacios de felicidad humana en la autonomía y la libertad de todos.

Era, también, el momento para darse cuenta que los nuevos conflictos sobre las minorías étnicas, los nacionalismos, la ruptura cultural del dominio de género, la promoción de nuevas tecnologías trasladadas incluso a la creación artificial de la propia vida, obligarían a repensar el mundo y a efectuar radicales elecciones de valores sobre la imagen de nosotros mismos y de la sociedad a la cual aspiramos. No hay duda que la izquierda clásica llegó atrasada a este gran encuentro.

Habermas ha contrapuesto a la vieja política, destinada a defender equilibrios económicos-corporativos-militares, una nueva política orientada a los problemas de la existencia, de la paridad de derechos, de la autovalorización individual, de la exaltación de la diferencia y de la defensa de los derechos humanos.

Ha concebido como protagonistas posibles a la nueva generación y a los sujetos heterogéneos que se constituyen en torno a la nueva transversalidad temática, cuyo campo de acción expresa los microconflictos presentes en la defensa de formas de vida no colonizadas.

La reflexión de Habermas, que siempre reivindicado la función insustituible de un pensamiento general de la sociedad y de su evolución, es muy vecina a los humores de los grupos críticos al crecimiento económico sin límites ambientales y sin claros contenidos sociales.

Habermas, en sus nuevos estudios, no reniega de esta profunda perspectiva crítica, pero parte del hecho que la democracia se presenta hoy como el elemento central en la búsqueda de la fuente de legitimización de toda acción social. Él va a la raíz del proyecto moderno, buscando justamente las fuentes de su legitimidad racional a través de los procedimientos de la democracia y del consenso y de una lectura original de un Estado de los derechos.

¿Porqué resulta importante este matiz que traslada la atención de la temática social?De una parte, por una multiplicidad de razones teóricas, y de otra, porque intenta una respuesta radical a la crisis de nuestro tiempo después de la derrota de los diversos tentativos de crear una alternativa a la economía de mercado.

También Habermas constata que no existe ninguna forma de legitimización de la acción política que pueda hoy extraer sus fundamentos simplemente de la utopía o de una racionalidad que se sustraiga a la discusión, al cuestionamiento y a la superación crítica.

Es significativo que sea Habermas quien sostenga que si se quiere identificar, aún hoy, el proyecto de la izquierda con la “idealidad socialista”, ella debe ser entendida como la idea “de las condiciones necesarias para formas de vida emancipadas acerca de las cuales, antes que nada, deben entenderse los propios participantes” y debe reconocerse definitivamente que la autoorganización democrática de una comunidad de derechos constituye el núcleo normativo también de este proyecto.

Es a partir de este núcleo normativo del Estado desde donde se debe partir para la construcción de una “democracia radical”, es decir para la búsqueda de la sociedad civil, en las condiciones, ya no más de grupos homogéneos, sino de una sociedad extremadamente diferenciada y altamente compleja.

Para ello- afirma Habermas- la democracia no puede agotarse en su practicidad, debe mantener un alto contenido abstracto, que desaloje para siempre el ser la base de un modelo, de un macrosujeto que se proponga construir un “Leviatán prologado por Rousseau”.

Es decir, en la base de cualquier tipo de legitimidad para un proyecto de cambio, están los procedimientos democráticos del consenso y de la participación que, al menos en esta fase, deben ser capaces de generar las condiciones para un control y para formas de “domesticación” y superación social-estatal-ecológica del capitalismo.

Ello implica, incluso, reconocer que hay lineamientos utópicos de la existencia moderna y darse cuenta que las realizaciones de las esperanzas depende del crecimiento en términos de autonomía. Tal como señalaba Sartre “estamos condenados a la libertad” idea que no sólo expresa el temor cartesiano denunciado por los heideggerianos, sino los presupuestos que están detrás de la nueva estructura de la modernidad.

Puesto así el problema, Habermas se propone el objetivo de construir el “motor normativo” de las promesas contenidas en el proyecto de la democracia y del Estado de derecho. En definitiva, una nueva tensión entre la realidad y la racionalidad, entre el carácter concreto de los datos existentes y los valores, entre intereses e ideales, entre desigualdades reales y aspiraciones a la igualdad de oportunidades.

El problema del “deber ser”, el problema kanteano del “sollen”, debe pasar a través del ejercicio más claro de una verdadera y extendida soberanía popular.

Habermas, nos propone, a partir de la acción comunicativa, de la democracia deliberativa y de la idea que el cambio social se da en el plano simbólico, refundar un proyecto radical de regeneración democrática que busque incorporar las promesas no mantenidas de la cultura política de la era de las revoluciones y configurarlas en el nuevo escenario del siglo XXI.

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