01 abr 2014

Una Iglesia para todos

Yo no siempre he ido a la iglesia ni he tenido una relación cercana con la religión. Sin embargo, hoy puedo decir que voy a la iglesia. No me considero religioso pero sí creyente, seguidor de Cristo y la fe cristiana.

A lo largo de mi vida me sentí lejos de la iglesia, especialmente al ver que dentro de ella había hipocresía. Esto es lo que más conflicto me causaba en ese tiempo.Ver personas que durante la semana no mostraban ni una gota de amor por el prójimo, pero el domingo caminaban con un aire de superioridad casi como si fueran pequeños dioses.

No es mi papel juzgar a nadie, menos cuando yo mismo como creyente cometo errores, soy egoísta, no siempre amo al prójimo y hay días en los que dudo de mi fe. Por eso hoy entiendo que la iglesia es un lugar justamente para aquellos que no somos perfectos y que tampoco lo seremos en nuestro tiempo en la tierra.

A pesar de que creo que la iglesia, hablo más que todo de la católica y protestante, ha disminuido su discurso de un Dios castigador que lo único que busca es prohibirnos cosas, creo que todavía nos queda mucho por hacer para ser una comunidad inclusiva con todos y todas.

Si bien muchas iglesias hablan de ser un lugar donde se acepta a todas las personas, este discurso no siempre se traduce en la práctica. Se sigue marginalizando a las personas divorciadas, pobres, gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, alcohólicos, drogadictos, indigentes, etc.

Cada grupo sufre mayor o menos discriminación dependiendo de la iglesia, sus doctrinas y su contexto social y cultural. En ningún caso la experiencia de una persona divorciada es la misma que la de una persona de la comunidad GLBT. Quizás hayan puntos en común pero ninguna experiencia es igual a otra. Todos somos individuos.

Una de las maneras en que la iglesia “muestra” su inclusividad es diciendo que en la iglesia se ama al pecador, pero no al pecado. Sin embargo, hay pecados que parecen ser más aceptados que otros. ¿Por qué se hace diferencia entre unos pecados y otros? ¿Por qué unos se aceptan con facilidad y otros se condenan públicamente?

Lo único que se logra con estas posturas es alejar a la gente de la Iglesia y de Dios. Jesús resumió los 10 mandamientos a solo dos: amar a Dios con todo nuestro cuerpo, mente y alma y amar al prójimo como a nosotros mismos.

Tomando esto como base no hay excusas ni nada que justifique la discriminación. Las personas que viven más cerca de los márgenes son las que más necesitan de nuestra ayuda, amor y compasión.

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  • Dolores Alé

    Querido Andrés:

    Concuerdo contigo en muchas cosas, empero debo recalcar que la Iglesia es una Madre que ensaña constantemente a sus hijos con el fin de educarlos, como haría cualquier otra madre que ame a sus niños. De esta guisa ha de ser clarísima con ellos en temas que son potencialmente dañinos para sus pequeños, como lo sería remarcarle que está muy mal cruzar la calle con luz roja debido a que es posible que lo atropellen y que en algunas zonas es más peligroso que en otras porque nada es homogéneo en este mundo de humanos.

    Es por esto que la Santa Madre Iglesia nos da directrices respectivas a nuestro comportamiento: Quiere evitar que muramos a la Vida de Gracia, de Amistad con Dios; quiere evitar que desordenemos nuestro interior porque el mal siempre nos hace mal -valga la redundancia-, nos vacía de Dios y nos deja en pecado. No es que quiera desprotegernos, sino mostrarnos el camino a nuestra Verdadera Felicidad: Dios.

    Para acercarnos a Dios, hay que ser perfectos como Él, según dijo Jesús. Esto se logra con los mandamientos que nos ha dado -los ha resumido en dos, debido a que de estos nacen los otros-, sin olvidar que están en orden por algo.