25 may 2015

Chile ¿organización política o marchas?

Si existe alta experiencia en los sectores dominantes del país es en superficializar todos los fenómenos importantes, haciendo parecer trascendental lo secundario. Así, se estimula toda herramienta que pueda apoyar los procesos de desideologización consciente al mismo tiempo que se fomenta el comportamiento anómico con el fin de estabilizar permanentemente el statu quo, es decir, seguir como se está aunque dando la impresión que hay cambios importantes.

Por ello, es preciso detenerse para evaluar dos aspectos básicos: el poder que ejercen las marchas en los gobiernos y, a su vez, qué significa no poseer una organización política que las respalde.

En el primer caso, es legítimo y conveniente expresar las reivindicaciones de los diversos sectores en las calles. Lo importante es que se logre el objetivo perseguido tanto en el número y significación de los convocantes como en el resultado final.

La difusión en los medios y su orientación puede convertir una manifestación en algo anodino, especialmente cuando el porcentaje de tiempo dedicado a los actos vandálicos es superior inmensamente. Por este mecanismo se logra oscurecer la protesta pacífica y, más bien, hábilmente los sectores de poder las estimula pues en la medida que no cause efecto son intrascendentes o desgastantes.

Por otra parte, la inexistencia de un frente político sólido que, además de convocatoria pueda ejercer una presión evidente en la sociedad, más allá de los paros, con una movilización en los más diversos puntos del país, reflejando la unidad de principios y la inclaudicable lucha por derechos inalienables, es un potente símbolo. No obstante, en Chile no existe ningún partido u organización de este calibre, por tanto, el bipartidismo aún sigue sin contendor real.

Ante quienes consideran las marchas fundamentales hay que analizar dos aspectos: uno, el impacto efectivo para lograr cambios estructurales y no meras reformas de quinto orden, especialmente atendidas aquellas que no graviten en el espectro político o económico. Dos, la viabilidad de continuarlas en conjunto con medidas de presión que impliquen un poder que genere debilidad a los sectores hegemónicos vigentes.

La conclusión es que en la medida que el descontento, la crítica, l@s quejosos, l@s indecisos, junto a aquellos que poseen conciencia clara de lo que ocurre, logre unirse solidariamente en una organización consistente como cuarta fuerza existirá la posibilidad de obtener lo que siempre se ha planteado: que los derechos sean constitucionalmente erigidos y no la garantía del “acceso”, lo que significa claramente modelarlos para la desigualdad.

Así, con dicha fortaleza, nunca más se regalará el dinero de todos los chilenos a Johnsons-$55.000.000,000-donde quien lo hizo y el dinero, desapareció del espectro judicial.

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24 may 2015

El lobby mata la democracia

La “crisis de confianza” que fuera definida como “el problema” que vive el país, por la propia Presidenta de la República, sigue en el centro de la preocupación de chilenos y chilenas, ahora por las investigaciones del Ministerio Público a las licitaciones de recolección de basuras en un grupo de municipios de la Región Metropolitana, las indagaciones a la empresa de Giorgio Martelli, así como por las declaraciones del recién renunciado, ex Director del SII.

En otras palabras, no hay día que pase en que no se dé a conocer o que no surja una nueva “revelación”, en la que otra vez se ven nombradas o comprometidas autoridades, de diferente rango o nivel, en conductas que violan la probidad y se configuren actos de corrupción.

Esta situación es la que detiene la lucha contra la desigualdad. No es como piensan algunos, que las reformas se han detenido por una voluntad oculta, un repudiable espíritu conservador, que “maquiavélicamente” se las arregló para obtener tan nefasto resultado. Si ese espíritu del mal existe, no cabe duda que se cobija y alimenta de los actos de corrupción.

Este escenario nacional es el que daña y perturba la contingencia política, transformándose en un factor sumamente ingrato y difícil de remediar, pues la confianza perdida y el descrédito no desaparecen por un mero y simple acto de voluntad.

Hay un camino que recorrer para reinstalar la confianza ciudadana en el sistema político. Ese propósito no se logra cuando se exhibe como gran excusa el argumento de que “todos” usaron o cayeron en las malas prácticas; sinceramente, esa triste y desafortunada manera de aceptar eventuales responsabilidades no es el  camino ni rehace las confianzas que se necesitan recuperar.

En materias relativas a la fe pública, tampoco se trata simplemente de anunciar y aprobar nuevas leyes o de exacerbar la retórica en contra de quienes ejecutaron las prácticas corruptas. Lo importante es que no se produzca un “arreglín” que signifique impunidad.

Asimismo, el sentimiento ciudadano exige mucho más que la crítica. Hay que separar aguas definitivamente de los protagonistas de esas conductas. Por eso, pedí en el Pleno constitutivo del nuevo Comité Central del PS, que se hiciera salir de la sala a un diputado imputado por fraude al fisco en Valparaíso. Aceptar que siguiera como si nada en la primera fila de los asistentes, sería someterse a la idea de la defensa corporativa que ciertos parlamentarios han buscado imponer.

Hay que asumir que ha habido debilidad en el trato a las malas prácticas. Una superficialidad que no permitió apreciar a tiempo la herida profunda que se estaba incubando en el alma ciudadana.

Hoy sucumbe un método reprobable, retorcido y funesto de hacer política, ese no es otro que un financiamiento desmedido e irregular, obtenido burlando la ley y los compromisos públicos de transparencia y probidad asumidos por las diversas fuerzas o actores políticos.

Este fenómeno no comenzó en la última campaña, la del 2013, se trata de una cultura perversa y nefasta que se inició con la práctica sistemática del lobby. Parecía una cuestión acotada y marginal, pero introdujo la cultura de “cerrar los ojos” que ahora  socava tan profundamente la propia legitimidad del sistema político. Esa sola expresión refleja la caída de los estándares éticos a un nivel catastrófico.

Mirando atrás hay que reconocer que, en su momento, no se atacó con la firmeza y tenacidad que se requería la entronización del lobby y el ejercicio del mismo en el seno de las fuerzas que constituían la Concertación; sus prácticas sembraron las semillas y luego estructuraron las  redes que concretaron la cohabitación entre política y negocios. Hoy se paga el costo histórico de no haber tenido la perspicacia de dimensionar cuánto daño se estaba ocasionando el sistema de Partidos a sí mismo y a las bases éticas de la gobernabilidad democrática del país.

La incubadora del afán por dinero fácil y el enriquecimiento indebido fue el lobby, que se convirtió en la verdadera cabeza de playa desde la que desembarcaron y se extendieron las ramificaciones del centauro formado por ciertos núcleos financieros y los llamados “operadores”, el binomio que hoy afecta tan profundamente los cimientos de la estabilidad democrática del país.

Personas cuya legitimidad democrática estaba fuera de duda y que iniciaron este sinuoso camino que hoy socava al sistema político, cuyo efecto, entre otros aspectos, es el debilitamiento del proceso de reformas. Día a día el gobierno sufre una nueva complicación, como los dichos de este viernes, del ex Director Michael Jorrat, en las que denuncia presiones del ex ministro del Interior para no investigar a SQM por los pagos irregulares a empresas como la de Giorgio Martelli.

Se confirma la soberbia insensata de quienes pensaron ocultar el mecanismo de financiamiento irregular. La idea que era posible presionar, para “tapar” lo obrado en forma totalmente indebida e irresponsable, se ha ratificado como una prueba de la absoluta irresponsabilidad de quienes así lo creían.

El daño causado por estos personeros que reclamaban una irrestricta lealtad hacia un diseño tan dramáticamente erróneo y tan enormemente distanciado de hacer bien al propio gobierno, del que formaban parte y al que decían defender, viene a ratificar cuán errados se encontraban en su conducta y cuánta razón tuvo la crítica política que, oportunamente, hice presente en forma recta y leal hacia el gobierno que apoyamos.

A la postre, al aparecer el lobby, se hizo aparecer como normal lo que se iba a constituir en un agresivo cáncer, que ha causado estragos a la legitimidad del sistema democrático en nuestro país. En el balance final, no tengo la menor duda, el lobby mata la democracia.

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24 may 2015

Arte y locura, un dúo invencible

Los dos paratextos que inauguran “Cartas desde el sanatorio” (La cadera rota, 2014), primera novela de la poeta Úrsula Starke, articulan de manera ejemplar la narración que buscan presentar. El primero es una cita que muestra a la depresión, enfermedad que atraviesa el libro al tiempo que lo sitúa (se desarrolla en un fantasmagórico sanatorio para enfermos mentales), como una forma de la disidencia y el inconformismo. El fragmento cierra con la siguiente sentencia: “La depresión es, entonces, una forma de decir NO a lo que nos dicen que debemos ser”.

El segundo paratexto, esta vez de la propia Starke, es contundente: “No hay una historia que contar. Sólo un estado de ánimo enloquecedor”. Se percibe, en este par de oraciones decisivas, la experiencia en poesía de la autora por su efectivo tratamiento del lenguaje.

Asimismo, desplaza el valor comúnmente asignado a la historia en la narrativa, en una clara sintonía con la producción novelística actual, con sus prerrogativas a la no-historia. Pero también señala que serán impresiones, sentimientos, emociones, antes que una anécdota, lo que comandará el texto que sigue a continuación, elementos tradicionalmente relacionados con la lírica, en una explícita manifestación de crisis genérica.

La misma sintonía con la narrativa contemporánea queda de manifiesto en el gesto de hacer coincidir las señas biográficas de la protagonista con las de la autora, ingresando al terreno de la autoficción. Y lo propio con las pinceladas metaliterarias: la protagonista es escritora (de “poesía y precaria narrativa”) y por ello el libro gira en torno a dicho oficio; el padre de la protagonista es, de igual modo, un escritor (aunque mediocre); ha tenido de amante a un profesor de poesía; al salir del sanatorio, trabaja en una librería.

Esto escenifica una especie de obsesión por la cultura. Así, los nombres de sus amantes resultan claros intertextos con el arte local y global (Otelo, Runrún, Humbert Humbert, Diego Rivera y Antínoo). Esto, sin embargo, le juega en contra y termina juzgando a quienes la rodean por sus capacidades cognitivas, grados de instrucción o relación con el arte y la cultura :“Es fácil querer a la gente que es menos inteligente que uno”; “hemos conversado bastante estos últimos días, no porque ella sea letrada, porque no lo es”; “¿no se da cuenta que tengo un talento que ella jamás tendrá?”

La estructura del libro se escinde en dos partes: adentro y afuera, en alusión al ingreso y salida del internamiento psiquiátrico de la protagonista, siendo, a todas luces, muy superior la primera parte, sobre todo por la coherencia temática del texto. En ambas, polemiza abiertamente con el género epistolar y las escrituras del yo, a medio camino entre las cartas (muchos fragmentos son en segunda persona y comienzan con un “querido” o con el nombre del amante al que se dirige) y el diario de vida, aunque siempre sin esclarecer la fecha de la escritura y, además, inscritas en un no-lugar, como es un hospital para enfermos mentales.

En ese contexto, pasa del registro de habla culto formal, a la manera de una relación epistolar clásica, decimonónica, al culto informal, plagado de coloquialismos, algunos quizás excesivos por el contraste que se produce con el lenguaje rígido y serio de la mayoría de los primeros fragmentos (“me quiere comer con papas”; “las palabras melancolía y belleza son de lo más cursis y valen callampa en cualquier poema”).

Ahora bien, el centro de la novela está claramente definido y, pese a que aborda un tópico literario del que se ha abusado últimamente, es resuelto con inteligencia y buen gusto. Este centro es siempre un juego binario que se desplaza entre las siguientes diadas: arte y locura; amor y enfermedad; psicoanálisis y literatura. El trabajo con estos materiales impresiona como honesto, sin pedanterías, atingente a la obra.

En ese bamboleo constante, notamos que el sanatorio a veces parece real y en otras producto de desvaríos psicóticos o de los fármacos que los corrigen; lo mismo la epidemia de suicidios que asola un espectral Santiago o incluso las tiernas perras que la acompañan en su reclusión.

El cierre de la novela, empero, naufraga en alguna medida, por hundirse, sin ninguna justificación aparente, en una crítica explícita a nuestro modelo de sociedad consumista, saliéndose de los juegos binarios antes mencionados.

Desde luego, ese desenlace empalma con la radicalidad del epígrafe, pero no da cuenta de la tensión que se fue tramando al ritmo de estos pares de conceptos que tanto sentido tienen al interior de un libro. Pese a ello, la novela logra indagar  un poco más en las relaciones del arte con la enfermedad, valiéndose de técnicas narrativas a la par vigentes y sofisticadas.

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23 may 2015

Los Rondizzoni, héroes olvidados

Francisco Rondizzoni, marino ítalo-chileno, era liberal como su padre Giuseppe Rodizzoni Canepa. Ambos sufrieron en el siglo XIX los rigores del sectarismo de los conservadores y de los O’higginistas respectivamente, pese a los inmensos servicios prestados por ambos a Chile en sus primeras décadas como nación independiente.

El padre, nacido en Parma, Italia, salvó al Ejército Libertador de la emboscada realista con su experticia adquirida en el ejército napoleónico en lo que pudo ser el Desastre de Cancha Rayada, con una retirada estratégica. Gracias a esta performance, los independentistas pudieron llegar a la batalla de Maipú.

El hijo Francisco, cuatro décadas después, fue condecorado por el Gobierno de Bolivia comoTeniente 1o., luego que hallándose embarcado en la corbeta “Esmeralda”, tomó parte en toda la campaña de Guerra contra España. En febrero de 1866 participa en el Combate Naval de Abtao entre la escuadra aliada chilena-peruana y las fragatas españolas “Blanca” y “Villa Madrid”, las que fueron rechazadas.

Este episodio no es tratado con la debida relevancia por la asignatura de Historia de Chile. Se trata de la alianza boliviana-chilena-peruana para repeler la agresión española, cuya armada bombardeó los puertos de Valparaíso y del Callao. Llama la atención que sólo se conmemoren los episodios que nos confrontaron con los países vecinos y se tienda un manto de oscuridad sobre esta gesta que incluso, como curiosidad, se luchó bajo una bandera igual a la chilena pero con tres estrellas en vez de la solitaria.

Terminada la Guerra contra España, y después de una corta licencia por enfermedad, participa bajo el mando del Capitán Enrique Simpson Baeza en una serie de trabajos hidrográficos.

Durante la Guerra del Pacífico participa al mando del vapor “Itata”, protegiendo a los transportes que viajaban entre Valparaíso y Antofagasta y viceversa, pernoctando siempre fuera del puerto en previsión de cualquier emergencia. Terminada la campaña naval de la Guerra del Pacífico, desde 1881 hasta 1890, fue Inspector de Faros, dependiente de la Dirección de Oficinas de Faros y Capitanía de Puertos.

No inclinándose al bando de la Escuadra en la Guerra Civil de 1891 a causa de su simpatía por el liberalismo, fue excluido del escalafón, siendo purgado por los mandos conservadores de la Armada y no regresó al servicio cuando se promulgó una de las leyes de amnistía.

Destino similar tuvo su padre José. En los días en que se fusilaba a José Miguel Carrera, su gran amigo, salió al exilio. Se asiló en El Salvador, Centroamérica.

Sin embargo regresó a Chile y sus méritos profesionales lo llevaron a convertirse en Jefe del Estado Mayor del Ejército y luego Intendente de Concepción.

Murió en Valparaíso, poco después de homenajear a su compatriota Giuseppe Garibaldi junto a la comunidad italiana de la ciudad-puerto.

Dos Rondizzoni, héroes nacionales, olvidados por la historia oficial.

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22 may 2015

Participación e institucionalidad

El discurso de la Presidenta Bachelet fue sobrio, realista y centrado en cómo la acción del Estado se enfoca en mejorar la calidad de vida de la familia, de todos los chilenos, dejando claro que su rol es el de emparejar la cancha y no permitir que abusos y desigualdades históricas sigan siendo el sello de la sociedad chilena.

Muchas veces se cae en la crítica fácil y banal de que “no se ha hecho nada”, pero cuando analizamos las cifras presentadas por la Mandataria, vemos que el país avanza. Puede que esto no le guste a la derecha, a los sectores más conservadores y a los grupos que por décadas han tenido beneficios que hoy se ven afectados, pero lo concreto es que cuando hay mejor acceso a la educación, cuando esa educación ya no es un negocio sino un derecho, o cuando la salud pública se fortalece para atender a personas y no clientes, son miles los que ven estos cambios con esperanza.

Estamos contentos por temas como la gratuidad real para el 60 % de los hogares más vulnerables en materia de educación superior, o el reimpulso a la cobertura de la enseñanza preescolar, o los más de 4 mil millones de pesos para mejorar la red hospitalaria.

Cómo no celebrar el fin de la cotización de salud para mayores de 65 años que hoy entregan el 5 %, o cómo no sentirse alegres con los anuncios en materia de mejoramiento de obras de riego, desalinización de agua para consumo y riego, así como en temas de obras públicas y conectividad, pero es cierto que debemos trabajar con más fuerza para que estos cambios se hagan con más participación e información a la ciudadanía.

El tema institucional no es menor. Ninguno de estos objetivos tendrá real impacto y no serán acariciados como propios por la gente, si las instituciones no son bien valoradas y si no vuelve la confianza en la política.

Como partido, creemos que es indispensable que la reforma a la Constitución sea un proceso impecable que nos dé un marco respetado por todos, reconocido por todos como fruto de una democracia y no de un parche a ideas amasadas en dictadura. Creemos firmemente en el camino institucional con la debida injerencia de la ciudadanía, tal como lo dijo la Presidenta: participación vinculante, pero con apego a la institucionalidad formal.

La DC dará su total apoyo a este proceso porque creemos que es tiempo de ponernos a tono con una democracia más demandante de parte de sus participantes. La Nueva Mayoría va a tener que actuar con una generosidad enorme y una sabiduría a la altura del desafío para no generar ruidos en un asunto que ante todo, nos une.

Si vamos a darle al país una Constitución democrática de verdad que sea capaz de albergar estos cambios en materia tributaria, educacional, de salud, de seguridad ciudadana, crecimiento e inclusión, debemos hacerlo sobre la base de la amistad cívica y la colaboración. Nadie puede quedarse al margen de esta discusión, ni nadie puede pretender ganarlo todo sin ceder.

Este fue un discurso que puso en el centro a los ciudadanos y ciudadanas de la Patria; puso énfasis en que la cancha debe ser pareja para que todos jueguen en igualdad de condiciones. Ese sello es clave para entender la tarea que nos espera en lo que resta de Gobierno y por eso es que nuestros votos, nuestras habilidades y nuestra voluntad política y de diálogo, están con las reformas que la Presidenta ha impulsado y que no admiten frenos ni cambios de rumbo. 

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22 may 2015

Canal cultural y proceso constituyente

La creación de una señal de televisión cultural abierta y sin publicidad fue, sin duda, uno de los anuncios más sorpresivos de la Presidenta Michelle Bachelet durante la cuenta pública. Las características que tendrá este nuevo canal vienen a significar un quiebre en la política comunicacional sostenida por los gobiernos del período posterior a la dictadura. Desde 1990, la política de los consensos se expresó – entre muchos otros ámbitos- en la televisión estatal, con un modelo híbrido consistente en un  gobierno corporativo binominal con financiamiento exclusivamente proveniente del mercado.

Pese a que no están  claros aún los detalles de la apuesta, los componentes del anuncio dan cuenta de un cambio en la concepción sobre las comunicaciones masivas, hasta hoy un bien de consumo más, producido la más de las veces por una poderosa minoría. La mención de que el nuevo canal no tendrá publicidad contiene implícita una crítica al resultado, en términos de la calidad y de aporte a la democracia, de la sujeción de la televisión – incluida aquella de propiedad estatal- a intereses económicos privados.

Implica también un reconocimiento a la existencia de un interés público que debe satisfacer la televisión y que no ha hecho por largas décadas y, desde luego, la necesidad de democratizar el acceso a los bienes culturales.

El nuevo canal cultural y educativo será un gran avance. Pero no será suficiente para abordar los desafíos políticos que vienen. El gobierno tiene otros  compromisos en materia de libertad de expresión cuyo incumplimiento conspira contra el éxito de las reformas y, en particular, contra el desarrollo del proceso constituyente. El programa de Michelle Bachelet asumió que el pluralismo informativo es una deuda de la democracia. Para enfrentar el control oligopólico de los medios de comunicación el programa prevé el establecimiento de límites a la concentración de la propiedad, la apertura del espectro radioeléctrico y una distribución distinta del avisaje estatal.

El 21 de mayo del año pasado, la cuenta del ministerio Secretaría General de Gobierno – que tiene a su cargo las  políticas relativas a libertad de expresión- comprometió la elaboración de proyectos de ley sobre tres materias mencionadas para el período que va de mayo de 2014 a mayo de 2015. Como es evidente, nada de eso se cumplió. En lo que parece ser una negativa señal, la cuenta de la misma cartera, publicada este 21 de mayo, no menciona ninguno de estos compromisos programáticos.

Uno de los flancos más débiles del actual gobierno es el campo comunicacional. La experiencia enseña -no a todos al parecer- que emprender reformas  bajo fuego nutrido de la inmensa mayoría de los medios no es una tarea fácil.

Las intensas campañas mediáticas desplegadas contra la reforma educacional, la reforma laboral y, en suma, contra el programa de gobierno, dificultan gravemente el acceso a información plural y el diálogo con la ciudadanía. No se requieren poderes adivinatorios para prever la férrea resistencia a un proceso constituyente en que participen las mayorías nacionales.

Sin duda, tomar la iniciativa para enfrentar el problema de la concentración de la propiedad de los medios requiere una voluntad excepcional y, por qué no decirlo, coraje. Pero antes que eso, es imperativo asumir que se trata un problema político que no solo impacta a un gobierno en particular, sino que a la esencia del sistema democrático.

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22 may 2015

Nueva Constitución ¿participación simbólica o vinculante?

Una de las definiciones más esperadas del Mensaje presidencial del 21 de mayo –cómo será  el “proceso constituyente” anunciado anteriormente por la Presidenta-, finalmente no estuvo presente en la Cuenta Pública que en éste y otros aspectos se movió en las aguas de la ambigüedad. Pero surgieron nuevas pistas que hacen posible no descartar que el mecanismo para que nuestro país cuente con una Nueva Constitución sea la Asamblea Constituyente.

“El proceso constituyente deberá garantizar un equilibrio adecuado entre una participación ciudadana realmente incidente y un momento institucional legítimo y confiable”, señaló la Presidenta ante el Congreso Pleno, en medio de un complejo momento político en que el financiamiento irregular de campañas golpea al gobierno y hasta hizo caer al equipo político que la acompañó desde los inicios y con quien diseñó el programa y las reformas estructurales.

La realización de un proceso constituyente abierto a la ciudadanía para generar una nueva Constitución, había sido anunciado por la Presidenta en cadena nacional al recibir el Informe Engel contra la Corrupción y hasta tiene fecha: septiembre, “mes de Chile”. Diálogos, debates, consultas y cabildos deberán desembocar en una Nueva Carta Fundamental plenamente participativa y ciudadana.

La definición del mecanismo que conducirá a la Nueva Constitución –Comisión bicameral en el Parlamento, Asamblea Constituyente, Comisión de Expertos- adquiere especial relevancia en los tiempos que corren y será una potente señal política sobre el énfasis y la intensidad de las reformas. Especialmente tras el giro a la moderación que ha implicado el cambio de gabinete con Burgos en Interior (que apenas asumido manifestó su rechazo a la Asamblea Constituyente) y el perfil técnico de Rodrigo Valdés en Hacienda, quien ya rayó la cancha de la reforma laboral, descartando de plano la negociación por rama, reeditando la preeminencia de esa cartera en el gabinete tal como en los años 90.

La actual crisis política y de confianza ha generado cuestionamientos ciudadanos a la legitimidad de los representantes del pueblo en el Congreso, dado el financiamiento ilegal de sus campañas por empresas como Penta o SQM. Se instaló la pregunta por las verdaderas motivaciones de los parlamentarios al momento de votar los proyectos de ley, ¿se deben a los ciudadanos o a las compañías que los financian?

Asimismo, los incumbentes difícilmente apoyarán leyes que les afecten directamente, como quedó demostrado con el proyecto de ley votado recientemente en la Comisión Especial de Probidad y Transparencia del Senado que pone fin a la reelección indefinida de senadores, diputados, alcaldes, concejales y consejeros regionales, que no tendría efecto retroactivo.

Ello, por la cláusula incluida en el proyecto que sostiene que “para los efectos de los límites a la reelección se considerará su actual período como el primero”. En la práctica ello significaría que recién se implementará en 12 años más, sólo afectará en forma directa a una minoría de parlamentarios en ejercicio y que sumando periodos varios de ellos podrían cumplir hasta 40 años en el Congreso. Paradojalmente, el proyecto que hace parte de la Agenda de Probidad y Transparencia, que busca renovar los liderazgos y evitar clientelismos de parlamentarios apernados en el Congreso, partió con una oscura “letra chica”.

Con todo, el gobierno necesita los votos para aprobar en el Congreso las reformas comprometidas en el programa de gobierno en este periodo que está viviendo Chile, que fue definido en el discurso presidencial como “uno de los procesos transformadores más importantes de su historia”. Por ello, resulta poco probable que la Presidenta se case con un mecanismo que no considere al propio Parlamento en la generación de la Nueva Constitución.

Siguiendo las “pistas” entregadas en el discurso presidencial y en anuncios anteriores, la definición del mecanismo para generar una Nueva Constitución deberá cumplir con el compromiso programático de ser un proceso participativo, democrático e institucional; incluir diálogos, debates, consultas y cabildos que desemboquen en una Nueva Carta Fundamental y equilibrar participación ciudadana realmente incidente y un momento institucional legítimo y confiable.

Basta recapitular las condiciones anteriores para concluir que el camino hacia una Nueva Constitución perfectamente puede ser el propuesto por un grupo de abogados constitucionalistas a la bancada de la Asamblea Constituyente: una reforma constitucional de los artículos 15 y 32 N°4, para que la Presidenta pueda convocar a plebiscito y que la ciudadanía elija entre Asamblea Constituyente, Comisión de Expertos o Comisión Bicameral en el Congreso.

El plebiscito cumpliría con los requisitos del programa de gobierno, en la medida en que se requiere la aprobación del Parlamento para su aplicación (variable institucional) y como mecanismo de consulta implica un proceso participativo y democrático. El propio Parlamento puede ser el garante del “momento institucional legítimo y confiable”, primero, aprobando la reforma constitucional para llamar a plebiscito y, luego, las leyes electorales en caso de que se imponga en las urnas el mecanismo de la Asamblea Constituyente.

Reafirmando su compromiso con las reformas (aunque aún está por verse la intensidad de éstas), la Presidenta señaló en su Discurso del 21 de mayo que “necesitamos una nueva Constitución. La demanda ciudadana es clara y mi compromiso es firme” y que el mandato ciudadano fue claro: “conducir las transformaciones que nos permitan ser una sociedad menos desigual y más cohesionada”.

Para cumplir con dicho mandato y en el contexto de la crisis política y de confianza que vive el país, más que una participación que incida en el proceso constituyente (que corre el riesgo de no ser suficientemente considerada si quienes tomarán las decisiones son una Comisión de Expertos o los parlamentarios), lo que Chile necesita es participación vinculante, que sea obligatoria para la definición de la Nueva Constitución.

Nuestro país se merece la oportunidad de que el poder soberano regrese momentáneamente al pueblo (su fuente originaria), para que la ciudadanía logre de una vez por todas superar los cerrojos constitucionales impuestos por la dictadura, darle legitimidad de origen a la Constitución y por primera vez en su historia desarrollar un proceso fundante desde las bases.

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21 may 2015

La dura tarea del nuevo gabinete

Durante mucho tiempo, la Presidenta Bachelet gozó de la buena voluntad de la mayoría de los chilenos. Ello fue evidente en su primer gobierno, en los dos años que estuvo en la ONU, en su nueva campaña y en la primera etapa del actual gobierno, y se expresó incluso en cierta indulgencia hacia sus errores.

En el fondo, los ciudadanos –sobre todo, las mujeres-, habían establecido un nexo emocional con ella, cuyos orígenes parecían claros: era la hija del general Bachelet, una víctima de la dictadura; ella misma había sufrido los rigores de la represión pinochetista; había sido ministra de Salud y de Defensa del Presidente Lagos y su primer gobierno siguió la fructífera senda de los gobiernos concertacionistas y consiguió logros significativos en materia de protección social.

Ese fue el capital que le permitió ganar con 62% la elección de 2013. Los electores le entregaron un voto de confianza a ella, no a su conglomerado. Votaron por la inclusión social y contra las desigualdades, pero no por un programa que pocos habían leído, y menos por proyectos de ley que ni siquiera existían.

Lo determinante fue el vínculo afectivo con una mujer hacia la cual, hay que insistir en ello, había crecido una corriente de simpatía que ya desearían tener muchos gobernantes. No cabe duda que un gobernante que empatiza fácilmente con la gente tiene una gran ventaja. Eso no es suficiente para gobernar bien, pero mientras dura se le facilitan las cosas.

Esa buena voluntad hacia Michelle Bachelet ya no existe. Se rompió el vínculo afectivo de ella con la mayoría de los chilenos. La valoración de sus atributos personales se vino abajo en las encuestas. La empatía ya no funciona y la credibilidad está muy dañada. Más aún: ha crecido la mala voluntad hacia ella, incluso la tendencia a “no perdonarle nada”, lo que podría llevar incluso a no reconocerle nada y no creerle nada. La política puede ser muy cruel.

La primera causa de lo ocurrido es que ella y sus colaboradores efectuaron un diagnóstico errado de la realidad nacional, del cual surgió un programa marcado por la idea de efectuar un gran viraje en la vida del país, cuyo fundamento era hacer crecer el peso de “lo estatal” en todos los ámbitos.

En 14 meses, se demostró que no era suficiente hablar de “transformaciones estructurales” para que el país fuera más igualitario. Las reformas debían estar bien concebidas y representar un progreso claro, y a poco andar la mayoría percibió lo contrario en el caso de la reforma tributaria y la educacional.

La Presidenta pagó muy caro el impacto público de los negocios de su hijo y su nuera, como también de su propia dificultad para articular una posición coherente al respecto. A ello se agrega ahora el “factor Martelli”: en los próximos días, el encargado de la caja pagadora de la precampaña presidencial de Bachelet declarará ante los fiscales, y ello puede acarrear un nuevo sismo político

En tal contexto, el Mensaje del 21 de mayo no fue lo que se necesitaba para enfrentar la crisis de confianza. Mostró solo un incipiente esfuerzo por reconocer las dificultades y ajustar la hoja de ruta del gobierno. Se esperaba la concreción de un plan que alentara más resueltamente la inversión privada, el crecimiento económico y la creación de empleos, pero eso implicaba aclarar qué pasará con la reforma laboral, frente a la cual hay muchas dudas.

Faltó un eje articulador en la lista de anuncios. El cambio de gabinete todavía no se nota respecto del estilo de gestión. Es positivo que el Mensaje haya anunciado diversos beneficios para los sectores más desprotegidos, pero si la economía no rinde lo suficiente, las medidas de protección no se sostendrán.

En la campaña, hubo demasiadas promesas que el Estado no está en condiciones de financiar, de las cuales la más notoria fue la que ofreció “gratuidad universal en la educación superior”. El año pasado, entrevistada por Cooperativa, la Presidenta dijo que en 2016 habría “gratuidad para todos y todas”. Pues bien, el gobierno no podrá hacer realidad esa promesa desmesurada y, por consiguiente, quienes creyeron en ella se sentirán estafados. La lección es rotunda: no se deben hacer promesas que no se pueden cumplir.

Sobre la Constitución, la Presidenta dijo en el Mensaje: “Llevaremos a cabo un proceso constituyente que garantice un equilibrio adecuado entre una participación ciudadana realmente incidente y un momento institucional legítimo y confiable. Ello debe ocurrir en el contexto de un Acuerdo Político Amplio, transparente y de cara al país, que sostenga este proceso”.

¿Qué quiere decir eso? ¿Qué sentido tienen los adjetivos incidente, institucional, legítimo, confiable, transparente? Por si fuera poca la confusión, ciertos diputados entusiastas insisten en pedirle a la Presidenta que llame a un plebiscito para avanzar hacia la asamblea constituyente. Es un regalo envenenado. Cualquier plebiscito en las actuales condiciones, sería una oportunidad para manifestar la desaprobación a la propia Presidenta.

A la mandataria parece preocuparle sobremanera mantener a su lado a los 7 partidos de la Nueva Mayoría. No es sencillo porque se trata de un conglomerado muy heterogéneo. Para conseguirlo, trata de no incomodar a ninguno de los partidos. O sea, equilibrio precario, hasta que dure. El problema es, por supuesto, cómo juzgan esta situación todos los chilenos que no tienen cercanía alguna con la Nueva Mayoría.

El tiempo útil que le queda al gobierno son dos años: en mayo del 2017 la suerte estará echada y los candidatos presidenciales taparán al gobierno. Hay que aprovechar ese tiempo para realizar una gestión realista, que estimule la actividad económica y atienda las necesidades de seguridad, salud, educación, previsión. Chile tiene fortalezas que hay que potenciar, para lo cual el gobierno debe fomentar los grandes acuerdos.

La agenda de probidad y transparencia es una oportunidad para sanear el financiamiento de la política, combatir la corrupción y mejorar las instituciones de fiscalización. Si allí se consiguen avances reales, estos serán más importantes que varias reformas del programa.

¿Recuperará autoridad la Presidenta? Ojalá sea así, pero nadie puede garantizarlo. Las revelaciones sobre las platas de su campaña pueden provocar nuevos problemas, frente a los cuales es deseable que el gabinete que encabeza el ministro Jorge Burgos sepa actuar con cabeza fría, y por supuesto con la verdad.

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21 may 2015

Romero de América

El Papa Francisco beatifica a Monseñor Óscar Arnulfo Romero. Reivindica a la Iglesia de los pobres.

El obispo Romero ha sido llamado “San Romero de América”. La Iglesia de los pobres latinoamericana se ha adelantado a la Santa Sede, llamándolo así. La Santa Sede, sin embargo, no se ha hecho problema con esta anticipación. Se trata de un hombre grande. Gigante, porque evoca de un modo impactante a Jesús de Nazaret, el primero de los mártires cristianos.

Romero se convirtió al Dios de los pobres. El Dios de su bautismo y de su formación presbiteral se podría decir que cambió, que creció en la misma medida que el obispo se comprometió más y más con la suerte del pueblo salvadoreño.

¿Es posible que un obispo se convierta? Ocurrió. Lo trastocó el martirio de su amigo sacerdote Rutilio Grande. Lo transformó Puebla, la conferencia episcopal que formuló la “opción por los pobres”. Existía en Romero esa apertura espiritual a la realidad que sólo se da en esas personas que aman la verdad y están dispuestas a dejarse afectar por los acontecimientos históricos.

Romero fue un mártir de la fe cristiana en cuanto mártir de la justicia. Representó en carne propia a un pueblo mártir: pobres, campesinos, miles de oprimidos y asesinados  por una sociedad salvadoreña tremendamente desigual e injusta.  Impresiona que le hayan metido un balazo en el corazón justo cuando alzaba la hostia en la consagración eucarística. Más debiera impresionar un hombre que corrió el riesgo, en tiempos de extrema violencia, de ser la “voz de los que no tienen voz” y que haya “resucitado en la lucha de su pueblo” (cómo él mismo quiso).

La Iglesia popular de América Latina ha “canonizado” a Romero antes de su beatificación oficial, porque nadie la representa mejor. Con Óscar Romero se reivindica a las comunidades de base.

Esta ha sido la Iglesia de la conferencia de Medellín (1968) y de Puebla (1979), de las conferencias episcopales que acompañaron a sus pueblos en tiempos de dictadura y de persecución.

Ha sido la Iglesia de las monjas de población , de los curas obreros y de los catequistas que apenas sabían leer y escribir; de las misas en las que la gente con la biblia en las manos entendió la palabra de Dios a partir de su vida y viceversa; la Iglesia de las ollas comunes, de la canastas de ayuda fraterna y de los vía crucis de la solidaridad; la  Iglesia de la Teología de la liberación, la única reflexión cristiana (católica y protestante)que ha tenido el coraje de hacerse cargo de la experiencia latinoamericana de Dios.

El Papa Francisco beatifica al representante latinoamericano de la “Iglesia pobre y para  los pobres” que él mismo desea, y vota por el diputado de aquellos que aun sin tener fe en Dios han creído en el valor trascendente del hombre y la mujer que suelen no contar más que como mano de obra.

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21 may 2015

Se salvó el Instituto Zambrano

En la Alameda Bernardo O´Higgins 3129 de la ciudad de Santiago se localiza el ex establecimiento educacional Instituto Zambrano, inmueble neorromántico construido en 1890, donado al Arzobispado de Santiago por herencia del “señor cura don Ignacio Zambrano”, su propietario original, para que allí se impartiera enseñanza a sus alumnos con los valores de la Iglesia Católica. Contiguo al colegio está la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, edificación patrimonial protegida por el Consejo de Monumentos Nacionales.

Durante muchos años la educación era impartida por la Congregación Religiosa Legionarios de Cristo y por motivos muy insólitos el Instituto Zambrano, a pesar de sus interesantes características arquitectónicas, nunca contó con una protección patrimonial y por ello el Arzobispado de Santiago se lo vendió en agosto de 2012 a la sociedad Prounión en un suma del orden de los $ 1.900.000.000. Los socios de la empresa actualmente dueña de inmueble son unos empresarios chinos que intentan demolerlo para habilitar allí un centro comercial tipo mall.

El rol del Servicio de Impuestos Internos (SII) asignado al colegio es el número 477-3 y como su destino es educación-cultura, según se aprecia en el Certificado de Avalúo Fiscal, hasta estos días sus propietarios están exentos de pagar contribuciones de bienes raíces y como tiempo atrás se supo que existía la idea de demolerlo, un aguerrido y numeroso grupo de ex alumnos se organizaron para evitar la desaparición del colegio en donde recibieron su educación.

Ahora bien, el miércoles 20 de mayo reciente sesionó el Concejo de Municipal de Santiago, con la alcaldesa Carolina Tohá a la cabeza y, como es lógico, con la presencia de todos los concejales, acto público que congregó a vecinos de la comuna, a diversas organizaciones sociales, ex profesores del colegio y los más activos ex alumnos que claman con justa razón por la protección íntegra del Instituto Zambrano. En la sesión municipal se trató en votación a mano alzada la pertinencia de declarar, bajo la figura de “Conservación Histórica”, un listado de inmuebles, uno de los cuales era el colegio en comento.

La alcaldesa Tohá es la promotora de incorporar en el Plan Regulador Comunal (PRC) el resguardo patrimonial a la totalidad de los inmuebles seleccionados en un acucioso proceso de investigación y análisis por las arquitectas Sandra Gysling y Mireya Danilo, ambas funcionarias de Asesoría Urbana Municipal.

Algunos concejales, al fundamentar a viva voz su votos, manifestaron que la protección buscada era una indebida carga económica a los propietarios de los inmuebles, pero los concejales que entendieron que era indispensable preservar la memoria histórica de la ciudad capital de nuestro país fueron más y por ello, entre otros, el Instituto Zambrano se salvó de las picotas y de las máquinas exterminadoras.

Cuando se analizaba en la sesión, caso a caso, la declaratoria de “Conservación Histórica” en el respectivo PRC, mostrándose la fotografía de cada inmueble, su dirección y un plano de ubicación, para que los concejales emitieran sus votos con certeza, dado que el suscriptor de esta columna también estaba presente en esa reunión, observó con asombro que en muchos casos se mencionaba que la edificación a proteger formaba parte de “Zonas Típicas”, lo cual era un evidente contrasentido, pues la figura de “Zonas Típicas” es una de las seis categorías de los “Monumentos Nacionales” que custodia el Consejo de Monumentos Nacionales conforme el mandato de la Ley Nº 17.288.

Es más, las “Zonas Típicas” al estar regidas por una ley, tienen mayor y más efectiva custodia que las figuras municipales de “Conservación Histórica” y por ello, en medio de la votación, se consultó en voz baja a 2 profesionales allí presentes, cuál era el motivo  de esa doble protección patrimonial. Se nos respondió que ello obedecía a un informe emitido por la Contraloría General de la República (CGR), la que en un arranque súbito de excentricidad funcionaria decía que solo las fachadas de las edificaciones que integran las “Zonas Típicas” se deben preservar.

Con ese inusitado criterio del ente fiscalizador todas las Zonas Típicas del país desaparecerían para siempre y no tendría ningún sentido el artículo 30º de la Ley Nº 17.288 que ordena lo siguiente :  “Para hacer construcciones nuevas en una zona declarada típica o pintoresca, o para ejecutar obras de reconstrucción o de mera conservación, se requerirá la autorización previa del Consejo de Monumentos Nacionales, la que solo se concederá cuando la obra guarde relación con el estilo arquitectónico general de dicha zona, de acuerdo a los proyectos presentados”    

Es evidente que la CGR se extralimitó en sus atribuciones y al respecto transcribimos el artículo 38º de la ley : “El que causare daño en un Monumentos Nacional, o afectare de cualquier modo su integridad, será sancionado con pena …”. Tal como lo indicamos anteriormente las “Zonas Típicas” son Monumentos Nacionales y por ello Ángel Cabeza, Director de la DIBAM y jefe del Consejo de Monumentos Nacionales, tendrá que explicarle a la CGR que la ley, por ser muy clara, no es interpretable y que la discrecionalidad administrativa no tiene cabida.

En resumen, los ex alumnos del Instituto Zambrano lograron el objetivo buscado y suponemos que los empresarios chinos tendrán que rescindir el contrato de compraventa del inmueble con el Arzobispado de Santiago, institución eclesiástica católica que tendrá que darle el uso educativo previsto por el donante y si carece de fondos el Ministerio de Educación tendrá la última palabra ya que el inmueble, con unos retoques, está en óptimas condiciones para acoger a más de mil alumnos. 

Por último decimos que el proyectista del Instituto Zambrano fue el arquitecto francés Eugenio Joannon, el mismo que proyectó el edificio situado en la Av. Vicuña Mackenna 20, comuna de Providencia, construcción que ocupó por muchos años la Facultad de Química y Farmacia de la UCH, la que, sin respetarse su valor histórico, algunos desean demolerlo para aprovechar la céntrica ubicación del predio.

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