16 jul 2014

El baile de los que sobran

Corresponde felicitar y agradecer a todos quienes cooperaron en el acuerdo por la Reforma Tributaria, en especial a los partidos de oposición que entendieron que el país no les iba a perdonar una actitud atrincherada en torno a un modelo abiertamente inequitativo y en muchos casos abusivo.

El acuerdo tiene puntos buenos y otros que son debatibles, como en toda materia que trate de políticas públicas, y para eso está la posibilidad de ejercer las mayorías en el Congreso. Afortunadamente, aunque con una estrategia comunicacional a veces majadera, la derecha se ha sumado a un protocolo transversal que nos permitirá avanzar en un sistema de recaudación que financie la Reforma Educacional y muchas otras tareas que el Estado debe asumir frente a la ciudadanía.

Chile es un país sólido, responsable, atractivo y solvente y nada de la campaña del terror que la oposición intentó llevar adelante, incluso en el extranjero, tuvo eco. Para ratificar este acuerdo con votos, es necesario actuar con seriedad política, ya que las señales de desaceleración venían asomándose ya con el término del gobierno anterior. No hay mucho tiempo para eternos debates y es necesario trabajar desde ya en corregir esta tendencia.

Sigo profundamente convencido de que este tipo de cambios que impactarán en generaciones enteras, deben ser de carácter transversal, lo más amplios posible, de modo de darles estabilidad en el tiempo. Pero no hay que perder de vista que como país sí o sí requerimos más recursos fiscales para financiar mejores políticas públicas en Educación, Salud, Pensiones.

¿Se puede hacer lo mismo en Educación? Sería ideal, una gran noticia de alivio para las familias. Sólo se requiere voluntad de diálogo, de entendimiento y de cambio, porque digámoslo claramente: el diálogo y la conversación debe girar en torno al cambio de las actuales iniquidades que cruzan la educación chilena.

Se ha construido un modelo de educación segregado, injusto y que perpetúa las diferencias de cuna y las acrecienta en el trabajo. Hace años, el grupo de rock Los Prisioneros escribió la que debe ser una de las canciones que mejor refleja la profunda falta de justicia social de nuestra sociedad. “A otros enseñaron secretos que a ti no, a otros dieron de verdad esa cosa llamada educación/ ellos pedían esfuerzo, ellos pedían dedicación/ ¿Y para qué? Para terminar bailando y pateando piedras”.

La frase es dura, pero real tanto en 1986 como en 2014. Son miles los niños y niñas que por pertenecer a los estratos sociales más vulnerables, no tienen acceso a una educación de calidad que les asegure estándares mínimos de desarrollo en sus vidas adultas. Del mismo modo, son miles las familias que tienen una “libertad de elegir” aparente ya que en rigor, es a lo que se puede optar con recursos limitados.

Concuerdo con quienes han señalado que en nuestro entramado institucional, el derecho a la propiedad ha estado por sobre todos los demás derechos de una manera exacerbada.

Eso hay que corregirlo, sobre todo para evitar que a casi 30 años de que se haya escrito la canción “El baile de los que sobran”, persistan los mismos problemas y las mismas injusticias. Y que quede claro: en este baile, la DC no está dispuesta a poner la música.

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15 jul 2014

Acuerdos de ayer y de hoy

El acuerdo tributario sorprendió a muchos.

¿No habían los partidos de derecha realizado una fuerte campaña en su contra ganando incluso a una parte significativa de la opinión pública? Por su parte, ¿no había la Nueva Mayoría anunciado a los cuatro vientos el fin de la “política de los acuerdos”?

Sin embargo, hay ciertos datos que explican el giro de los principales actores políticos.

El proyecto tal como fue aprobado en la Cámara de Diputados encontraba dificultades para ser votado por los propios senadores de gobierno, que insistieron en que había que articular varios objetivos que no estaban plenamente garantizados en la iniciativa: a) una mayor recaudación para financiar las reformas sociales; b) mayor justicia tributaria y c) un eficaz incentivo al ahorro y la inversión, clave para el crecimiento.

Más que el debate sobre “el corazón de la reforma”, fue importante la distinción entre objetivos y mecanismos, para permitir un debate parlamentario más profundo e informado del tema.

No habría habido ningún revuelo mayor si al momento de la votación en general del proyecto, hubieran apoyado la iniciativa las fuerzas de gobierno y hubieran votado en contra las de oposición. Los votos de RN y UDI no eran, en este caso, indispensables para que el proyecto avanzara. La sorpresa se produjo por la probación unánime.

Primero, hay que señalar que no se pueden lamentar los partidos de Gobierno de que una iniciativa propia termine concitando un apoyo tan amplio, si se han mantenido los objetivos básicos y se han diseñado mejor los mecanismos para lograrlos.

Quiere ello decir que la idea de una reforma tributaria profunda había terminado por ser aceptada por la sociedad como una necesidad para alcanzar mayor justicia social y mejorar la educación. Y eso no es poco. Pese a las críticas al proyecto, la idea de fondo ganó espacio. En términos de Gramsci, diríamos que se volvió hegemónica. Pasó a formar parte de un “sentido común”. Se avanzó en lo que ese autor llamaba metafóricamente “guerra de posiciones”.

Me recuerda lo ocurrido con la nacionalización del cobre en la época de Allende, que terminó siendo aprobada en forma unánime por el Congreso. Nadie se lamentó por ello.Nadie puso en duda el sentido de ese cambio.

Algo parecido sucedió con las principales reformas durante los gobiernos de la Concertación con la reforma procesal penal, el AUGE, la pensión básica solidaria, la institucionalidad medio ambiental, la ley general de educación y los sucesivos cambios constitucionales que han ido democratizando y modernizando nuestro sistema político.

Las sociedades evolucionan, cambia la cultura, y ello se refleja en la política. El Parlamento – más allá de su variada composición política – no permanece insensible a estas transformaciones.

No es coherente denostar la política de los acuerdos en el pasado y, al mismo tiempo, propiciarla en el presente.

Hay que reconocer que entre ambos períodos hay muchas diferencias, pero no tantas como para establecer un muro infranqueable entre la época de la Concertación y la de la Nueva Mayoría. Una de ellas es que hasta el actual mandato presidencial, nunca los gobiernos contaron con mayoría parlamentaria en ambas cámaras, salvo en un período muy breve en el 2006, que terminó con la partida de parlamentarios de varios partidos de la coalición gobernante.

El actual Gobierno cuanta con mayoría tanto en la Cámara como en el Senado. Pero hay que tener en cuenta dos circunstancias: primero, se trata de una mayoría heterogénea que para funcionar exige un gran esfuerzo de trabajo pre legislativo, y, en segundo lugar, los quórum supra mayoritarios exigen el apoyo de alguna fuerza o grupo opositor para llevar a cabo ciertas reformas, como la del sistema binominal y ciertos puntos claves de la educacional ( fin del lucro, por ejemplo).

En un acuerdo de gobierno como el actual, al que concurren fuerzas políticas muy diversas, no se puede dar por sentada, como un dato obvio, el funcionamiento de la mayoría parlamentaria correspondiente. Su unidad de criterio será siempre el fruto de un trabajo político persistente. Ningún partido debe sentirse menoscabado, pasado a llevar o no tomado en consideración. No cabe el predominio de ninguno de ellos. Todos deben respetarse a partir de su identidad.

Es natural que en los debates parlamentarios puedan surgir discrepancias de criterio, sobre todo cuando hay que negociar con algún sector opositor para aprobar una iniciativa.Algunos prefieren “morir con las botas puestas” dando un testimonio de coherencia; otros apelarán a la responsabilidad de gobernar aduciendo que a un Gobierno se lo juzga por sus resultados más que por sus buenos propósitos. Ahí surge, en toda su envergadura, el arte de la conducción política.

El trabajo parlamentario consiste en discutir los proyectos de ley. El Gobierno tiene una mayor iniciativa, pero el Parlamento conserva el poder decisorio de aprobar, modificar o rechazar lo que se le propone. El Congreso en Chile tiene una cuota importante de poder, incluso la minoría opositora luego de las reformas constitucionales del 2005 a las facultades fiscalizadoras de la Cámara de Diputados. Nadie puede pasar ninguna aplanadora.

El debate a fondo no puede ser obviado. Los proyectos mejoran luego de ese ejercicio de argumentación y de auscultación y examen. Ese proceso, si es bien llevado, puede dar origen a amplios acuerdos. Así lo afirmaban H. Kelsen al reflexionar sobre la formación de la ley y para resolver las diferencias, existe el principio de mayoría.

Más que debatir en abstracto sobre “la política de los acuerdos” y los nuevos acuerdos que ahora se dice que se buscan para avanzar, como si en el pasado no hubiera sido así, lo importante es que las fuerzas políticas de gobierno y oposición animen un trabajo parlamentario serio, que puede tener momentos de convergencia y de disenso, y que debe concluir en normas legales adecuadas para enfrentar los desafíos del país.

Ello, por lo demás, no debe llevar a confundir las funciones del gobierno y la oposición en el Parlamento. La dialéctica entre ambos siempre será de competencia de cara a la opinión pública teniendo en cuenta los desafíos electorales, lo que no excluye la colaboración puntual en torno a ciertas iniciativas en interés del país.

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15 jul 2014

Crisis del hospital Salvador

Hoy la sociedad chilena exige del Estado más garantías de participación. Transversalmente rechaza el lucro en educación; exige mayor transparencia; condena la colusión y rechaza la “letra chica” y otros vicios similares.

Este contexto, que no es el mismo de hace diez años, es lo que parece minar el proyecto de concesión del Hospital Salvador. Este establecimiento, que data de hace 143 años, ha sido parte fundamental de la salud pública de este país, y formado centenares de médicos.

Yo soy parte de esta comunidad y puedo decir, con responsabilidad, que no tuvimos todas las instancias de participación e información necesarias sobre el proyecto actual.

Existiendo un equipo de profesionales a cargo de la implementación, no incluyeron a la comunidad en la génesis del mismo. Y eso, antes pecado por omisión, en la actualidad es uno capital. Ya no se puede intervenir el ambiente, lugar de trabajo, la escuela, la plaza de una comunidad, en contra de las personas que lo habitan ó utilizan.

La totalidad de los gremios, reunidos en su “multi gremial” y el 67% de los médicos rechazan que nuestro hospital se construya por concesión a un privado. Entendemos que se pueda licitar a una constructora la edificación, pero de allí a entregar a un privado el funcionamiento de dieciséis servicios, hay un largo trecho.

Este proyecto obviamente le saldrá más caro al fisco, y no creemos justo pagar con plata de todos nosotros, los contribuyentes, un hospital público para ser administrado en parte por una empresa que ha invertido para recuperar y obviamente incrementar su patrimonio.

Independiente que se nos diga que la asistencia clínica seguirá a cargo de nosotros, existen varios tipos de incentivos o premios al concesionario que se relacionan con la gestión asistencial.Creemos que no hay en el mundo experiencias con hospitales complejos como el Salvador, que nos aseguren que funcionará mejor, entregando más calidad.

Peor aún, en Chile hasta ahora, no hay ninguna experiencia que avale este modelo, y más bien seremos el conejillo de indias. De todos los técnicos que hemos leído y escuchado, nadie ha podido extrapolar este modelo, desde carreteras ó cárceles, a salud, de forma que nos convenzan de su beneficio; nadie en este país nos ha presentado el proyecto analizado según estándares internacionales validados.

En 15 años, cuándo el proyecto ya haya devuelto utilidades al concesionario, es muy factible que el interés de éste por invertir en mantención, será menor, y si en algún momento se va “a pérdidas”, será difícil que un Estado como el nuestro resista la presión.Terminarán socializándose las pérdidas.

Este es nuestro Hospital. Basta recorrerlo una mañana para darse cuenta que los que por sus pasillos caminamos, nos conocemos hace años. Pensamos seguir trabajando en el por mucho tiempo. Más de lo que dure este gobierno. Más allá de la coalición política reinante.

Cuándo las cosas se pongan difíciles, ó quizás no, pero llegue la hora de asumirlo por el Estado, iremos a pedir cuenta, y ninguno de los que hoy hace oídos sordos a nuestro clamor, estará para responder. Se defenderán con editoriales y entrevistas, en diarios y radios. Se culparán unos a otros.

La prensa escrita y TV que por estos días hablan de salud, campaña de invierno, camas críticas, ni siquiera mencionan, que uno de los Hospitales más grandes y complejos de Chile, está paralizado.

Pero no se equivoquen, que la salud pública en Chile está en crisis hace rato. Y pasado el Mundial con su “marea roja”, veo como desde lejos se avecina, por fin, “la marea blanca” por una salud pública, para todos.

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15 jul 2014

Parelé

Los partidarios del modelo vigente han logrado frenar la ofensiva de los que quieren cambiarlo.Éstos mantienen la iniciativa y han venido desplegado una ofensiva bastante amplia y profunda, pero ésta ha sufrido un traspié importante, en el frente principal.

Ese parece ser el significado político del acuerdo histórico que el ministerio de Hacienda ha concedido en la comisión respectiva del Senado. Parece oportuno detenerse un momento a evaluar las causas de lo ocurrido y efectuar las correcciones necesarias, para conducir a buen puerto la ineludible continuación de la ofensiva por las reformas que el país requiere y demanda.

En primer lugar hay que constatar que la batalla por la reforma tributaria no ha terminado.El “acuerdo histórico” del Senado es pésimo y debería ser rechazado por la Cámara de Diputados.Deja en pie la esencia del FUT, al mantener casi dos tercios de las utilidades en el esquema de “tributación integrada”, bajo el cual los impuestos de primera categoría que pagan las empresas sólo son anticipos de lo que deberían pagar sus dueños, que nunca lo hacen porque estas utilidades no las retirarán jamás.

El tercio restante de las utilidades que quedarían como tributación a firme de las empresas mismas, equivale a una tasa corporativa de apenas 9 por ciento (un tercio del 27 por ciento que se acordó para el impuesto de primera categoría), una de las más bajas del mundo.

Adicionalmente, el “acuerdo histórico” redujo la tasa máxima que pagan las personas a 35 por ciento, desde 40 por ciento en la actualidad; en los años 1990 dicha tasa máxima era de 50 por ciento, como en la mayoría de los países desarrollados.

Como si lo anterior fuera poco, el “acuerdo histórico” amplió aún más los boquetes tributarios a través de los cuales las personas de altos ingresos han venido haciendo malabares que terminan en enormes devoluciones de los impuestos anticipados por sus empresas. Destacados economistas como Andrea Repetto y Eduardo Engel, entre muchos otros, han advertido que a consecuencia de esto, la elusión se va a incrementar todavía más.

Como resultado, la tasa efectiva que terminan pagando hoy las personas de altos ingresos no anda ni cerca del 20 por ciento que anticipan sus empresas y para qué decir del 40 por ciento que les correspondería según la legislación actual.

Según los cálculos del diario El Mercurio, la tasa efectiva que pagan hoy las personas que ganan entre seis y doce millones de pesos mensuales es cero coma siete por ciento, y los que ganan más de 12 millones terminan pagando nueve coma dos por ciento, al utilizar todos estos boquetes de elusión.

Todo eso queda “igual que ahora” como cándidamente ha declarado uno de los principales gestores del “acuerdo”, el tributarista Bernardo Fontaine.

Este “acuerdo histórico” puede y debe ser rechazado en el siguiente trámite parlamentario, para que sea luego mejorado en Comisión Mixta de ambas cámaras. Los diputados parecen en disposición a hacerlo, dada la inconfortable posición en que los ha colocado el Gobierno, que no acogió ninguna modificación al proyecto en el primer trámite legislativo, para luego conceder todo en el Senado.

Si los diputados se ponen firmes y la Nueva Mayoría hace valer allí su peso, el resultado final de esta batalla puede no ser tan malo. Ojalá que lo hagan.

Por otro lado, hay que conceder en beneficio de los que negociaron el “acuerdo”, que la resistencia desplegada por la derecha en contra de la reforma fue feroz. Concentraron todos sus fuegos, que no son pocos, para frenarla en el Senado, sabedores que la Nueva Mayoría presenta allí su flanco más débil.

Sin embargo, la verdad es que la derecha y el empresariado no cuentan hoy con la fuerza política suficiente para frenar las reformas indispensables. Se equivocan medio a medio los que sacan cuentas alegres tras el parelé que lograron propinar en el Senado a la reforma tributaria.

Por estridentes que sean sus pataletas en los medios y perseverantes sus lobbystas y grupos de presión, los que llegan a todos lados, sólo pueden oponerse a las reformas, sin tener otra alternativa que dejar las cosas como están.

No tienen solución para los agobiantes problemas que hoy afectan a la sociedad y la economía, los que son el resultado directo de la crisis del modelo extremista que pretendieron imponer a la fuerza en todos los ámbitos. Esa es su principal debilidad.

La correlación general de fuerzas no sólo es favorable a las reformas y lo sigue siendo aún después del “acuerdo histórico”, sino que se hará todavía más favorable, a medida que el gran ciclo de participación política de la ciudadanía que viene cursando desde hace algunos años, continúe necesariamente su curso ascendente. En los hechos, la movilización ciudadana seguirá creciendo –a enviones sucesivos, como siempre ocurre–, hasta que logre sus objetivos principales, de lo cual estamos muy lejos todavía y peor aún después de lo ocurrido.

Por esta razón, hay que evaluar críticamente la conducción de la ofensiva gubernamental que se ha frenado en el Senado. El proyecto de reforma tributaria presentaba debilidades evidentes, por la negativa del ministerio de Hacienda de enfrentar el verdadero corazón de la elusión, que no es otro que el esquema de tributación “integrado”.Éste significa que las empresas en Chile no tributan, sólo anticipan impuestos de sus dueños.

El FUT, o como se llame el registro de utilidades que no han tributado, es una consecuencia necesaria del esquema integrado. La pretensión de obligar a tributar de inmediato por la totalidad de utilidades devengadas generó un esquema que presentaba evidentes problemas por varios flancos.

En los hechos, el “acuerdo histórico” reconoce esta debilidad y abre tímidamente la puerta para terminar con el sistema “integrado”.El principal problema que tiene el “acuerdo” es que mantiene dos tercios de las utilidades bajo dicho esquema, que continuará siendo la fuente principal de elusión por mucho que se esfuercen en tapar boquetes, lo que también hay que hacer.

Esta debilidad, que es responsabilidad exclusiva del ministerio de Hacienda, ayudó a descarrilar la reforma cuando enfrentó artillería pesada en el desfiladero más desguarnecido para la Nueva Mayoría. Sin embargo, la responsabilidad de los senadores que propiciaron el “acuerdo” fue asimismo decisiva. Eran ellos y no los tecnócratas de Hacienda, los que deberían haber advertido las consecuencias más generales que tiene el haber cedido al “parelé” de la Derecha.

Así lo entendieron en cambio los diputados, que estaban tan conscientes como los senadores de las debilidades del proyecto, pero lo aprobaron igual, sabedores de las consecuencias políticas de no haberlo hecho.

Ciertamente, los asuntos técnicos son siempre secundarios y se podrían haber corregido en la implementación de la ley y sus reglamentos.La amenaza de inconstitucionalidad era en buena medida un bluf, puesto que hubiese conducido al país directamente a la discusión constitucional, cuestión que la Derecha habría ponderado cuidadosamente antes de lanzarse por ese derrotero.

En conclusión de todo lo anterior, lo primero que parecería bueno considerar por parte de la Nueva Mayoría es rechazar el “acuerdo histórico” en la Cámara de Diputados y mejorarlo en Comisión Mixta.

En segundo lugar, apenas pase este mal rato, no parece una mala idea que se considere reemplazar a los principales responsables de este papelón, que son el Ministro y Subsecretario de Hacienda. Es lo que usualmente se hace con los generales cuyos errores empantanan una ofensiva.

Lo más importante de todo, sin embargo, es medir fuerzas con la cabeza fría y no aflojar en la conducción de las reformas que el país necesita y la ciudadanía demanda y seguirá exigiendo con fuerza creciente.

Hay que recordar que el gobierno será sobrepasado si no conduce este proceso y ese es el peor escenario de todos, para todos.

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15 jul 2014

Regiones más fuertes y menos centralismo

Junto a senadores de diversos partidos y también independientes hemos conformado la Bancada Regionalista en la Cámara Alta, con el propósito de trabajar en forma coordinada y unida para avanzar en la necesaria descentralización del país y fortalecer a nuestras zonas.

Debemos romper el centralismo y buscar que nuestro país se desarrolle armónicamente conformando a lo largo de todo su territorio diversos polos, pujantes y atractivos, que encadenen sus economías locales y que cuenten con servicios básicos, como educación y salud de calidad.

Los desafíos más urgentes para apuntar a ese objetivo son, por una parte, seguir fortaleciendo la institucionalidad a nivel regional. En este punto es urgente avanzar en el cumplimiento del compromiso contenido en el Programa de Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet de elegir democráticamente, en forma directa, a los Intendentes Regionales.

El Intendente debe ser un líder local, con la fuerza del mandato popular para dirigir la región, llevar su voz, defender sus posiciones y requerir para ella los recursos que se necesitan. Creemos que esto no rompe la lógica del estado unitario. Nuestra democracia está madura y consolidada para compatibilizar la administración central con un poder regional fuerte.

Por otro lado, necesitamos una mayor descentralización financiera. Nuestras regiones no cuentan aún con suficientes recursos para atender sus necesidades y muchas decisiones relevantes siguen tomándose en Santiago.

El ejemplo más evidente es el Transantiago donde, aún con dificultades, se logró instalar la política de replicar en regiones la inversión que se hace en la capital para el transporte público. Sin embargo, el criterio 1 : 1 hace que entre todas las regiones sólo equiparen lo gastado en la Región Metropolitana.

Debemos avanzar para que nuestras regiones logren tener más autonomía, trasladando recursos desde el poder central y analizando, también, la posibilidad de que los puedan generar, por la vía de retener parte de lo que se genera en cada zona o creando sus propios tributos locales.

Otro tanto debe pasar con las competencias y atribuciones. No es posible seguir con el criterio de no entregar mayores recursos a las regiones por su falta de capacidad para invertirlos adecuadamente. Debemos crear esos recursos humanos y técnicos y también la institucionalidad para gestionar con eficiencia. Es un proceso, que probablemente tardará años en consolidarse, pero que debe iniciarse ahora.

Nos asiste la convicción de que la actual estructura política y administrativa del país se agotó. El centralismo de Santiago frena el desarrollo y limita las posibilidades y oportunidades de los habitantes de regiones.

Una mejor democracia y un Chile más justo e inclusivo pasa por enfrentar con energía la desigualdad territorial.

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14 jul 2014

Renzi, 6 meses para cambiar Europa

El 1 de julio comenzó el semestre de la Presidencia italiana en la Unión Europea. Seis meses en los que Matteo Renzi quiere cambiar el Viejo Continente.Los italianos creen que la determinación es total y en el Gobierno insisten en que Renzi «está absolutamente comprometido a cambiar Italia; y si Italia cambia, puede que también lo haga Europa».

“Il rottamatore” (el desarmador), como se ha autodenominado, de tan sólo 39 años de edad, está convencido de que en este medio año logrará reinventar el paradigma europeo para lograr que Italia, fundadora de la UE, recupere su protagonismo continental y vuelva a estar «en el liderazgo de Europa».

Su objetivo continental «es devolver la esperanza, la pasión y el entusiasmo a los ciudadanos europeos». «Hay que cambiar Europa, hacerla más cercana a los sueños de los ciudadanos, y que Italia muestre finalmente de lo que es capaz, viendo su propio cambio administrativo», dice el primer ministro italiano.

Renzi deberá superar la muralla alemana, que se presenta con diversas máscaras en este controvertido escenario.

La máscara financiera. El primer ministro italiano ya lanzó un serio mensaje al presidente del Bundesbank (Banco Federal alemán), Jens Weidmann, que le había acusado de intentar ganar tiempo anunciando reformas que nunca se cumplen: «No creo que el mandato del Bundesbank sea inmiscuirse en el debate político italiano. Y yo tampoco me meto con lo que pasa con las cajas de ahorros regionales en Alemania».

La máscara política. Esta polémica con Weidmann y otros dirigentes alemanes, como el actual presidente del grupo popular del Parlamento Europeo, Manfred Weber, es en realidad su frente de batalla para lograr un cambio de rumbo en la aplicación de las reglas de la gestión de la economía, reemplazando la palabra de orden, “crecimiento” en vez del actual diktat alemán, “austeridad”.

Aún más. El discurso de Renzi ha sido rebatido por el presidente del Partido Popular en la Eurocámara, el alemán Manfred Weber, que le ha recordado que Italia tiene una deuda pública superior al 130% del PIB. “¿De dónde vendrá el dinero?”, se ha interrogado.

En su réplica, el primer ministro italiano ha preguntado a Weber si hablaba en nombre del PP europeo o de Alemania.En el primer caso, Renzi le ha recordado que cuando gobernaba el conservador Silvio Berlusconi, Italia siguió aumentando su deuda y que los miembros italianos del PP apoyaban su ejecutivo.

“Si hablaba en nombre de Alemania (…), si hubo un país al que se le concedió flexibilidad y se le permitió violar los límites, ese país fue Alemania con el proceso de reformas que le ha permitido ser hoy un país que crece”, ha dicho el primer ministro italiano en referencia a la ruptura del Pacto por parte de Berlín y París en 2003.

El líder del Partido Democrático tiene legitimidad política a su favor: ha sido la fuerza más votada en términos absolutos y en todos los países en las pasadas elecciones europeas.

El primer ministro italiano, Matteo Renzi, ha afirmado ante el Parlamento Europeo que “sin crecimiento, Europa no tiene futuro” y quedará atrás respecto al resto del mundo, que “corre a una velocidad extraordinaria”.

De esta manera, Renzi ha presentado las prioridades del semestre de presidencia italiana de la UE, que se prolongará hasta final de año, en un discurso pronunciado sin leer papeles.

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14 jul 2014

Algo sobre Palestina

Mi hijo Pablo ha escrito una columna de opinión llamando a la paz y dejando en claro que ser pro palestino no es ser antijudío.Yo agrego, de acuerdo con él, que mucho menos es, como dicen alguno en diversos medios, ser “antisemita”.Su mejor amigo es judío y también su tío más querido (mi cuñado) y por lo tanto sus primos. Pero así como tenemos un profundo respeto por el judaísmo y sus seguidores, por su religión y su cultura, no nos gusta lo que los gobernantes del Estado de Israel hacen en ese territorio.

Dicen algunos cronistas y “twiteros” que todo lo que allí pasa seguirá mientras los palestinos no reconozcan el Estado de Israel. Esto tiene dos lecturas.

La primera es que el hecho de que no haya reconocimiento oficial justificaría todo lo que sucede en términos de violencia o agresiones de distinto tipo por parte de las autoridades del Estado de Israel, cualquiera que sea su gravedad o las violaciones de los derechos humanos que ello implique.

La segunda es que no se han dado cuenta los que ello sostienen, que el Estado ha sido reconocido no sólo por los palestinos y demás árabes que viven allí, sino también por las actuales autoridades palestinas que han aceptado dialogar en igualdad de condiciones con las de Israel.

Y también lo han reconocido aquellos países – incluidos árabes – que mantienen relaciones políticas o diplomáticas con el Estado de Israel. Pero, además, hay un hecho real: el Estado existe y su situación está sólidamente respaldada por Estados Unidos y la mayor parte de la comunidad internacional que ha resuelto y aceptado la creación de un país dentro de otro país (1947) y no ha sancionado – o ha sancionado sin imperio – las violaciones a las normas que Naciones Unidas ha impuesto al Estado de Israel.

Para empezar, los límites, que el Estado en sucesivas guerras, ha conseguido extender más allá de lo que le fue concedido hace casi 70 años. Es verdad que ello se ha corregido algo a partir de la recuperación de Sinaí por parte de Egipto y del reconocimiento de la Autonomía Palestina para ciertos territorios (autonomía parcial, por los asentamientos de colonos que continúan cada día, por el muro que el Estado de Israel ha construido y por la presencia del ejército de Israel).

En este tema de los límites hay que señalar que en el Parlamento de Israel hay un mural con el mapa del territorio al que aspiran sus fundadores y gobernantes: El Gran Israel del reinado de Salomón y David, que incluye el Líbano, Jordania y Siria. Para evitar equívocos, un actual dirigente político de Israel ha sostenido que ésa es su meta y no descansarán hasta conseguirlo. Gracias a dios, él no tiene la mayoría.

El problema no se sitúa, como algunos han querido sostener, en la lucha contra los judíos por su religión. Eso no es cierto. Más aún, durante siglos los pueblos árabes, politeístas primero, cristianizados después o musulmanes mas tarde, han sido refugio y protección de otras religiones, incluida la religión judía. Más aún, los judíos sefarditas (árabes, semitas, de religión judía) fueron figuras significativas en el imperio musulmán, respetadas, veneradas, admiradas e incorporadas en su historia como grandes sabios.

Digamos las cosas por su nombre: los únicos que no quieren reconocer el Estado de Israel son ciertos grupos ortodoxos del judaísmo, pues ellos sostienen que no debe haber Estado Judío, sino cuando llegue el Mesías y sea él quien lo instale. La creación del Estado de Israel es, desde este punto de vista, un profundo pecado que ofende la confianza que el pueblo elegido debe tener en dios, pretendiendo apurar procesos que tienen un ritmo que el propio dios ha fijado y que, justamente la acción humana ha dificultado.

Tal vez habría que mirar un poco la historia.

El mundo semítico (no olvidemos que los árabes son semitas) tenía diversas religiones y una de ellas se alzó con mayor conciencia nacionalista al tener la convicción sus seguidores de que su dios era más poderoso que los dioses de los otros pueblos.

Un dios fuerte, guerrero, los escogió como suyos. Los objetivos no quedan claros, pero les dijo que les daría una tierra para instalarse. En los libros bíblicos, Yahvé reprende las infidelidades de su pueblo diciéndoles que él les ha dado la tierra que pertenecía a otros pueblos, pero ellos no han respondido como se esperaba.

Queda claro que la tierra que Yahvé les ayuda a conquistar no era un terreno baldío, sino un lugar donde otros grupos humanos vivían cultivando la tierra y pastoreando, desarrollando la tradicional hospitalidad de la región y adorando sus propios dioses.

Este pueblo que llega a instalarse en esas tierras lo hace mediante una guerra de ocupación, pero la rica y generosa tierra de Palestina era un pasillo ansiado por muchos, no sólo para el comercio, sino para el paso de ejércitos en una y otra dirección. Una tierra regada con sangre por el uso de guerreros que querían conquistar el mundo.

Y no se trata sólo de pueblos salvajes, sino también de otros que se autodenominan civilizados. Asirios, Persas, Griegos, Romanos, Árabes de varios reinos, Turcos, Ingleses y Franceses. Todos ellos convirtieron, por su ambiciones de distinto tipo, esta tierra en campo de batalla para dirimir sus ambiciones.

Cuando los ingleses quieren obtener apoyo para su expansión en esa zona, logran aliarse con los árabes que estaban oprimidos por los turcos, con la promesa de que esa sería una “guerra de independencia”. Falso: era una guerra para instalar una nueva colonización.

En medio de eso, obtienen apoyo de organizaciones vinculadas al judaísmo, básicamente grupos de judíos no semitas (eskenazi, se les denomina) que tenían gran poder en la economía mundial. Los ingleses prometen satisfacer las aspiraciones de esos grupos, consiguiendo un territorio para que se instale el Estado de Israel. Ofrecen – como si fueran dueños – sus territorios coloniales en África y también, sin derecho alguno, la Patagonia.

Ante el rechazo de sus interlocutores, prometen darles una parte de la Palestina que ellos ocupaban, creando primero un “Hogar Judío”. No son los judíos religiosos, no son los seguidores de Yahvé, no son los semitas: son grupos económicos poderosos que imbuidos de sus propios objetivos organizan los mecanismos militares, políticos, económicos, para fundar un Estado en el territorio de otro Estado.

Por cierto, luego se incorporan otros grupos vinculados a la tradición y a la religión judía, a la cultura que se desarrolla en torno a esta religión. Y nace el Estado. La misma noche en que los ingleses se retiran, las fuerzas militares del naciente Estado atacan el territorio de los árabes y se apoderan de una parte de el. Eso se extiende en 1956, con la ayuda de franceses e ingleses que estaban resentidos con Egipto por la nacionalización del canal de Suez. Y luego en 1967 ocupan toda Palestina.

El objetivo de los palestinos es recuperar su identidad nacional, su país. Hoy se habla de dos Estados: Israel y Palestina. Antes se soñaba con un solo Estado, en el que pudieran convivir personas de distinta raza, religión e ideas, con plenitud de derechos. Como sucede en otras partes, donde las discusiones no cruzan esos parámetros, sino otros muy diversos, pero sin desconocer el derecho a vivir en el territorio y transitar por el. La violencia terrorista de algunos sectores palestinos no es el origen de las agresiones, sino al revés. La guerrilla palestina y también sus seudo ejércitos, tiene más que ver con una respuesta que con una iniciativa antojadiza.

Hay que reconocer la realidad. Es lo que hacen las autoridades palestinas cuando quieren dialogar y conseguir la instalación y reconocimiento de dos Estados. Cuando ello suceda, tendrán la autoridad para controlar a los grupos partidarios de la violencia. El camino de la paz pasa por allí, porque si no, cada vez que haya gestos, como el encabezado ahora por el jefe católico Francisco, los violentistas de lado y lado desarrollarán acciones para impedir que se logre la concordia y ellos puedan seguir haciendo su negocio. Y que es negocio de los vendedores de armas y de tantos que lucran con este conflicto.

No quiero extenderme en otra faceta, que sólo insinúo: la desproporción de la respuesta del ejército de Israel ante las acciones de grupos guerrilleros. La semana culminó con el llamado a la población civil a desalojar sus casas, pues ya sea por tierra o por aire, el ejército atacará las ciudades. Eso es para otro comentario.

Lo único que puede parar esta violencia es la decisión de caminar hacia el reconocimiento de dos Estados independientes, que puedan relacionarse como vecinos. Y que los palestinos – o sus descendientes – que vivan en Israel, tengan los mismos derechos y obligaciones que otros habitantes del lugar y recíprocamente los israelíes que vivan en Palestina, reconozcan a la autoridad local y reclamen sus derechos como contrapartida de sus obligaciones. Estado abiertos, comunicados, plurireligiosos, pluriraciales, pluriculturales, abiertos.

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14 jul 2014

Un acuerdo que garantiza la reforma tributaria

El acuerdo sobre la reforma tributaria alcanzado en el Senado es positivo para el país por varias razones.Primero, por su contenido.Habrá reforma tributaria que recauda 8.200 millones de dólares para el cumplimiento de las reformas impulsadas por Bachelet y ello se produce, dentro de la filosofía de la equidad en la distribución de ingresos, con un aumento de la tasa impositiva a las grandes empresas y a los que más ganan. Se termina el FUT, aumentan las facultades fiscalizadoras del SII y, a la vez, se incorporan medidas que favorecen a las pequeñas y medianas empresas, el ahorro y la inversión.

Segundo, porque pone fin a una incertidumbre instalada en el país básicamente por la campaña de comunicación de la derecha y los gremios empresariales contra la reforma, y da una señal de confianza poderosa que sirve de inflexión en las expectativas de la economía que se muestran a la baja por los factores internacionales conocidos.

Tercero, porque la derecha se ve obligada a negociar una reforma tributaria que no quería y contra la cual había construido una verdadera campaña del terror, validando, con ello, la necesidad y justeza de un cambio estructural inspirado en la igualdad, que es el eje de las propuestas programáticas de Bachelet, el sostén de la reforma educacional y de las políticas sociales del gobierno.

Ello cambia el clima político y la correlación en el país, desdramatiza el tono apocalíptico con que sectores empresariales y tecnocráticos la había presentado, facilita el camino a otras reformas de fondo y le da sustento a la nueva tributación en el largo plazo. Es un acuerdo donde gana el cambio y la estabilidad.

Por cierto, todo acuerdo, implica concesiones y en este caso el gobierno ha debido renunciar a algunos aspectos conceptuales con los cuales había presentado la reforma, modifica ideas como la de la renta atribuida, que apareció por momentos como un aspecto esencial, transformándola en un mecanismo voluntario para las empresas y establece excepciones tributarias que dejan espacios para la evasión y elusión que deben ser contenidas fuertemente en la redacción de las indicaciones.

Más complejo aparece el alegato de las fuerzas políticas que no estando presentes en el Senado quedaron fuera de esta negociación realizada en segundo trámite en el Senado.

Hay allí una evidente responsabilidad del aparato político del gobierno que debiera haber informado oportunamente a los diputados y a los presidentes de los partidos de la Nueva Mayoría de cada aspecto que se modificaba en el Senado y no, como ha ocurrido, que algunos de estos se enteraran por los medios.

Tiene razón Camila Vallejo en su crítica “no queríamos estar en la foto, sino en la discusión política” y esto debiera haber sido garantizado por el gobierno de manera de evitar suspicacias y exclusiones sobre todo cuando lo acordado en el Senado resguarda los principios de la reforma y no constituye, de manera alguna, una vuelta a la política de los consensos neutralizantes del pasado.

Lo mismo debiera haber ocurrido con los diputados que votaron el proyecto de reforma tributaria tal como venía del gobierno, porque así se les solicitó, y máxime cuando que esa aprobación y la agilidad con que el proyecto fue despachado fue determinante para que la derecha estuviera dispuesta abrir una negociación en el Senado.

Lo esencial es, por cierto, aprobar la reforma tributaria, pero las formas y los gestos en política cuentan sea con todos los partidos de la Nueva Mayoría que con otro poder del Estado y el gobierno debiera tomar nota de ello.

Sin embargo, la Cámara de Diputados no debe sentirse menoscabada en su rol y autoridad política, dado que es normal, y está en la esencia del sistema bicameral, que un proyecto pueda ser modificado y se abra una negociación en una Cámara distinta a la de origen.Justamente, el sistema bicameral permite que los actores reflexiones, dialoguen e incluso cambien de opinión entre un paso y otro.

Es lo que ha ocurrido en el Senado, donde la oposición ya no rechazó el proyecto, como ocurrió en bloque en la Cámara, porque este ya estaba aprobado por la mayoría de los diputados y corría el riesgo que el cambio se hiciera sin su participación o condenar al país a no tener reforma tributaria con los costos políticos y sociales que ello conllevaría para ellos. Pero también en el gobierno hubo un repensamiento.Esto porque hubo conciencia que la batalla comunicacional se había enredado y que, como mostraron las encuestas, la derecha y el mundo empresarial habían logrado crear temor en las capas medias y en sectores de pequeños empresarios.

Principalmente se pensó en la conveniencia que la economía y sus actores tuvieran de esta reforma y de la manera como se aprobaba en el Parlamento una señal de estímulo para su crecimiento.

A ello se agrega la acción decisiva de los senadores de la Nueva Mayoría de la Comisión de Hacienda, encabezados por su Presidente Ricardo Lagos Weber, que desde el primer día buscaron escuchar a todos, recogiendo las inquietudes, críticas y propuestas, y fraguar un acuerdo, para lo cual hubo allí, también, una actitud positiva de los dos senadores de la Alianza, que mantiene lo esencial de la reforma.

Incluso, los gremios empresariales se abrieron al diálogo y contribuyeron al clima de acuerdo, dejando en una insostenible posición a la derecha dura que quería hacer fracasar la reforma, entre ellos al propio ex Presidente Sebastián Piñera que actuó completamente desconectado y sin pensar en los intereses del país.

Por tanto, ¿ “tutto e bene quel che finisce bene”? Queda en el aire la polémica si este acuerdo implica retornar a la política de consensos del pasado. En mi opinión es una discusión que no tiene asidero real.

El momento de una compleja transición, con Pinochet de Comandante en Jefe del Ejército, senadores designados y vitalicios, donde los consensos ocuparon el espacio de lo que seconsideró posible, ya pasó definitivamente. La búsqueda de consensos para hacer avanzar reformas que terminarán con una parte de la dictadura que continuaba viviendo dentro del proceso de transición y lograra reformas sociales, se da en un contexto histórico distinto y hoy no es reproponible entre otras cosas porque ese cuadro de tutelaje de los poderes militares y fácticos, pese a los límites de la transición, fue modificado y porque hay una ciudadanía que exige reformas de fondo.

Es otro ciclo político y otra sociedad. En este, el bloque de gobierno tiene mayoría en ambas Cámaras, hay un fuerte liderazgo presidencial con un Programa que reúne un gran consenso ciudadano y hay diputados y senadores independientes y sectores políticos con espíritu positivo para avanzar en las reformas más allá de Nueva Mayoría. Es legítimo, y ninguno debiera escandalizarse porque está en la esencia de los procedimientos democráticos, que se ejerza la mayoría y nadie puede renunciar a ello porque sería menoscabar el poder entregado por los electores.

Pero, justamente, porque hay mayoría parlamentaria y social y una clara decisión de cambio, es que hoy es posible buscar el diálogo y acordar las reformas con un arco mayor de fuerzas sin que ello implique mediatizarlas, reducirlas o jibarizarlas. No hay que temer al diálogo si este es transparente, convocante hacia la sociedad y si ella se mantiene alerta y movilizada para impedir cualquier intento conservador que conduzca a un gatopardismo encubierto.

La ultraderecha ya no está, como en el pasado, en condiciones de bloquear todo, ha perdido hegemonía política y cultural y en sectores de la derecha hay la búsqueda de un perfilamiento más autónomo que no puede desoír por completo la voz de una ciudadanía activa y con capacidad de comunicación.

El debate y el diálogo es parte vital de la vida parlamentaria. Es allí donde se enfrentan las diversas visiones y se buscan acuerdos y mientras más sólida sea la mayoría que apoye reformas estructurales estás tendrán mayor consenso en la sociedad y se harán más sustentables en el tiempo.

Si en un tema no hay acuerdo, pues bien, el electorado ha decidido las mayorías y minorías parlamentarias y ambas deben ser ejercidas en plenitud.

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14 jul 2014

Entre DF México y Santiago

Si me preguntan cuáles son las primeras impresiones sobre la cultura mexicana les diría que de asombro.

Un país de casi 120 millones de habitantes que cuenta con una diversidad de paisajes, climas y culturas es lógico que trascienda a su territorio y nos impregne de sus múltiples expresiones y colores, no sólo a Chile sino que a Latinoamérica.

Ciudad de México se construye como Santiago en una mega metrópolis que alberga a millones de personas buscando un bienestar mayor que signifique acceso social económico y cultural.

La idea de interactuar a través de las políticas públicas culturales entre ambos países es una gran tarea que demanda un compromiso de cooperación constante. Los agentes diplomáticos que por distintos caminos llegamos a representar este objetivo, tenemos una responsabilidad de gestión sobre las oportunidades de desarrollo integral que demandan los actores sociales económicos y culturales en Santiago y Ciudad de México, representando más allá de las capitales los intereses de muchas otras regiones.

Tal vez la desigualdad económica nos marca como a todos los países latinos y así podemos encontrar mucha de nuestra identidad bolivariana, pero las diferencias culturales también están presentes.

Veo una sociedad más abierta a las libertades de pensamiento y que se hace cargo de ellas, en cambio Chile está abierto a las libertades económicas y el desequilibrio se nota más fuerte desde aquí.

Esperamos transportar los vientos más progresistas que México nos muestra desde la cultura y el mundo social basados en la memoria y el reconocimiento constante de su historia a través del respeto a la multiculturalidad en la educación, entretención e información que se entrega por los diferentes medios de comunicación.

Santiago y Ciudad de México ciudades distantes entre sí muestran más similitudes que diferencias considerando sus debilidades y fortalezas.

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13 jul 2014

El gran perdedor fue Piñera

Es la primera vez que una reforma tributaria del volumen que alcanza el proyecto de ley, actualmente en trámite en el Congreso Nacional, cuenta con la firma de los dos partidos de la derecha criolla.

Este hecho logra que brote la desconfianza en amplios sectores de opinión, precisamente porque esta misma derecha ha mostrado una alergia fulminante hacia toda idea o iniciativa que pudiese significar fortalecer el rol del Estado en la orientación estratégica del país o en la conducción de aspectos relevantes de las políticas sociales o de la gestión económica.

Ha surgido una sospecha, ella arranca de ese largo expediente de atomización del Estado que exhibe la derecha. Pero, no nos equivoquemos, no dejemos que la sospecha oculte el tema de fondo. El dilema que enfrentó la derecha fue si se ponía de punta o no frente al clima social que exige del sistema político del país hacerse cargo de la desigualdad que deteriora severamente la convivencia nacional.

Ante esta encrucijada, los senadores de derecha tomaron el camino de no resignarse a ser minoría social y depender de la posición que tenga Sebastián Piñera en las encuestas para competir en las próximas presidenciales. Para este último, ello constituye una clara derrota.

Hay quienes dicen que Chile cambió, sin embargo, no aplican esa afirmación al hecho que se ha producido. Es evidente que lo suscrito en el compromiso respaldado por sus Partidos, entre los cinco senadores de la comisión de Hacienda y el ministro del sector era impensable hace pocas semanas.Ganó el nuevo estado de ánimo existente en la opinión del país.

Asimismo, de la misma manera que no he compartido las torpes descalificaciones a la Democracia Cristiana, debo señalar como un mal paso la omisión en las consultas del Partido Comunista. Hay que reiterar que la amplitud del bloque de la nueva mayoría resulta esencial para la marcha de las reformas comprometidas con el país.

En todo caso, quienes no son solidarios con los acuerdos amplios y con sentido de país que tomó el Ejecutivo no debiesen parapetarse en ello para rechazar decisiones políticas que permiten avanzar y sin las cuales la tarea gubernamental se tensaría de forma enteramente inconveniente.

Insisto en la idea que reformas estructurales de tan amplio alcance exigen la mayor apertura y flexibilidad de criterio para abrirse paso eficazmente en el tipo de sociedad que el Programa presidencial se propone transformar.

Las reformas para su viabilidad estratégica deben ser complementadas con la marcha del país. Chile debe cambiar y crecer. Esa es la clave de este periodo. Que la economía pierda dinamismo y se genere desempleo conlleva la pérdida de vigor de las reformas y el debilitamiento de la mayoría nacional que se requiere para sostenerlas.

No es casual que el ex Presidente Piñera, desde España, encendiera toda su retórica contra el gobierno y las reformas, a contrapelo de los propios partidos de la derecha que, a diferencia del ex mandatario, asumían una conducta exactamente contraria.

En definitiva, el gran perdedor del entendimiento por la reforma tributaria fue Sebastián Piñera. Deberá recalcular sus futuras inversiones, ahora el impuesto a las utilidades será del 27%. Bien por Chile.

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