05 ene 2016

Cambio constitucional marca el 2016

El año 2016 deberá marcar un antes y un después de la reforma constitucional en lo que respecta al comportamiento ético y la calidad en la educación.Si mi abuelita estuviera viva, lo primero que me diría es que “no puedo pedirle peras al olmo”, al hablar de comportamiento ético del empresariado chileno.

Especialmente en el tema de educación, que pese a lo que todos esperamos, es uno de los ámbitos de desarrollo nacional, en el que estamos rodeados de empresarios, de administradores de los recursos, más que de académicos con intachable historial ético.

Y como bien lo señala Patricio Basso, en entrevista extensa al sitio web El Desconcierto, que titula “Las universidades son mejor negocio que la cocaína”, desde los comunistas hasta la UDI, desde los católicos hasta los masones pasando por los legionarios de Cristo, ¡todos tienen universidades! Entonces a nadie le interesa acotar el tema.

Y pese a todo lo que hagamos, mientras se mantenga la Constitución política actual, la educación seguirá siendo vista como un bien de consumo, por lo que la tarea que se viene por delante para toda organización ciudadana que se considere como tal, es exigir al Consejo de Observadores, la participación activa, por medio de comisiones de estudio de modificación a la Constitución.

Insisto en elogiar la teoría planteada por el ex secretario ejecutivo de la CNA, Patricio Basso, quien también recibió loas por parte del rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, en el programa Estado Nacional.

Para Basso el costo de los aranceles es un robo con aval del Estado. Es la manera en que el negocio de las universidades se ha convertido en mucho más rentable que el de la cocaína.

Por eso se hace mucho más urgente que los colegios profesionales universitarios se constituyan en garantes de ese cambio de la Constitución, para hacer que la educación vuelva a ser lo que nuestros padres añoraban para el futuro de Chile: una verdadera alternativa de cambio social, y no en lo que se ha convertido.

Es tarea entonces para los colegios profesionales de la salud, exigir centros de simulación, como es el caso de las enfermeras, y campos clínicos como es para todos, y hacer un llamado a los postulantes a no inscribirse en universidades que no den garantías al respecto.

Y es tarea de todos lograr que la cobertura de colegiados se amplíe a todos los profesionales para volver a tener la tuición ética.

Cada uno en su lugar de trabajo debe aportar un granito de arena.

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04 ene 2016

Mucha pasión poca razón

Una vez más a través de El Mercurio y en un domingo, los militantes DC hemos sido sorprendidos por una apasionada misiva firmada por  algunas ex autoridades y otros militantes de base en número cercano a 10.

La carta corresponde a ese sector de la DC que se encuentra en franca disconformidad con las políticas implementadas por el actual gobierno y con la mantención del Partido en la coalición de gobierno.

En ese sentido no tiene mucha novedad, la mayoría de sus dichos los hemos escuchado reiteradamente en boca de alguno de los personajes firmantes y su nostalgia concertacionista, también es repetida; pero lo más inquietante, es que  tiende al estilo de  las construcciones de la izquierda comunista a hacer de la Concertación un icono de pureza, habilidad y eficiencia que no se condice con la realidad de los 20 años que esa coalición gobernó.

No está de más recordar que la Nueva Mayoría surge de un consenso básico que daba cuenta del agotamiento de la Concertación de Partidos por la Democracia tanto en su estilo como en su fondo político y de políticas, después de 20 buenos años de gobierno algunos de ellos excelentes. Por eso que Ignacio Walker en representación personal y de todos los DC firma con beneplácito la identificación con el nuevo conglomerado.

Digamos además que el mensaje y los mensajeros son una cosa indisoluble y que de nuevo la inmensa mayoría si no todos, además de no votar por este gobierno hicieron manifiesta  su oposición desde los primeros borradores de las reformas.

Hay otras opiniones que sorprenden por su inexactitud. La primera tiene que ver con  la exigencia de políticas públicas eficientes de las cuales estaría careciendo la actual administración. Sorprende el argumento cuando uno podría clasificar como las peores políticas públicas diseñadas e implementadas en Chile al Transantiago, al crédito universitario a través de los bancos comerciales y a las casas tristemente llamadas “casas COPEVA”, entre otras.Ninguna de estas políticas públicas fueron obra del actual gobierno todas ellas se llevaron a la práctica en distintos gobiernos concertacionistas.

Sorprende cuando entre los firmantes hay varios doctores en Economía.

¿Por qué ese olvido, o intento de  sacralizar el pasado reciente? Quizás si porque los ejemplos anteriores no tuvieron en estos firmantes, el efecto diario que ha tenido la  reforma tributaria,  la reforma educacional o  la reforma laboral.

La Democracia Cristiana que conocimos y a la cual entramos a militar, tenía muchos defectos pero una gran virtud que se ha perdido: la opción por los pobres guió siempre al Partido aún en las peores encrucijadas.

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04 ene 2016

La porfiada inocencia de Karadima

Desde sus inicios la Iglesia ha ejercido la potestad de la justicia penal. Textos del Nuevo Testamento, así como la tradición, avalan dicha facultad. No obstante ello, los actos de la Iglesia se rigen por el principio de la salus animarum (salvación de las almas).

Consecuentemente, ante la presencia de un delito, la autoridad eclesiástica debe velar por la enmienda del delincuente, como también procurar la salud espiritual de las víctimas y de toda la comunidad cristiana.

Toda justicia reconoce tres finalidades de la pena impuesta a quien delinque: el propósito vindicativo o retributivo, mediante el cual el delincuente comparte, al menos parcialmente,la pena que a su delito ha impuesto la sociedad; el propósito preventivo general, con el que la sanción busca prevenir la comisión de nuevos delitos, actuando como advertencia social y el propósito preventivo especial, mediante el cual la prevención se realiza a través de la enmienda del delincuente.

Coherentemente, el Código de Derecho Canónico (CIC) aconseja a los obispos para que agoten los medios pastorales antes de imponer una sanción que permita “reparar el escándalo, restablecer la justicia y conseguir la enmienda del reo“. (CIC 1341).

Es evidente la finalidad reparadora del Derecho Canónico, tanto para el reo como para la sociedad y las víctimas. Ello queda manifiesto en el resultado esperado de la justicia canónica, donde reconoce que: “Se considera que ha cesado en su contumacia el reo que se haya arrepentido verdaderamente del delito, y además haya reparado convenientemente los daños y el escándalo o, al menos, haya prometido seriamente hacerlo.”(CIC 1347 § 2).

Así, el Derecho Canónico no sólo cautela el bien común de la comunidad, sino que aboga por la regeneración del reo, imponiéndole penas medicinales que favorecen la salvación de su alma.

El padre Karadima, acusado de la comisión de graves delitos de pederastia, fue investigado por la justicia penal ordinaria, delitos considerados verosímiles, pero no sancionados por haber prescrito jurídicamente.

Los mismos hechos fueron investigados por la justicia canónica, sin el beneficio de la prescripción, determinando que, “el reverendo Fernando Karadima Fariña es declarado culpable de los delitos declarados en precedencia y en modo particular del delito de abuso de menor en contra de más víctimas; del delito contra el sexto precepto del decálogo cometido con violencia y de abuso del ministerio a norma del canon 1389 del Código de Derecho Canónico” (delito referido al abuso de la potestad eclesiástica).Dicha sentencia vaticana data del 16 de enero de 2011.

Consecuente con ello, se le impuso como pena el “retiro a una vida de oración y penitencia” en un convento de la ciudad de Santiago. Y como pena expiatoria se le prohibió perpetuamente el ejercicio público del ministerio sacerdotal, específicamenteadministrar el sacramento de la confesión y practicar la dirección espiritual.

Cinco años después de haber sido declarado culpable por el Vaticano y de haber sido sancionado canónicamente por el Arzobispo de Santiago, es necesario y oportuno evaluar los efectos medicinales de la pena impuesta.

Es evidente que el retiro a una vida de oración y penitencia, así como las restricciones al ejercicio del ministerio sacerdotal, no han producido los efectos deseados por el Derecho Canónico, como son: “reparar el escándalo, restablecer la justicia y conseguir la enmienda del reo”. Tampoco se observa que el reo haya “cesado en su contumacia”, ya que no se manifiesta “arrepentido verdaderamente del delito”y por consiguiente, no ha “reparado convenientemente los daños y el escándalo”.

Prueba de lo anterior, es la pertinaz negación de los hechos por parte del victimario, lo que ha reiterado sistemáticamente ante la justicia ordinaria, con motivo del juicio civil que sus víctimas han interpuesto contra el Arzobispado de Santiago.

Existiendo constancia jurídica de los delitos,tanto en la justicia civil como en la canónica, la negación de los delitos configura un nuevo escenario, donde el sacerdote persiste en atormentar a sus víctimas, dejando evidencia de la contumacia de su actuación y de la impunidad práctica de los delitos cometidos.

Ninguno de los actos de Fernando Karadima, posteriores a la implementación de las penas canónicas, lo ha inducido a reconocer la gravedad de sus delitos, a manifestar sincero y doloroso arrepentimiento, como a pedir humildemente perdón a sus víctimas y a la sociedad, con lo cual la Iglesia no ha reperado lo que en justicia corresponde.

Contrariamente a lo esperado, la imagen sacerdotal del padre Karadima se mantiene intacta en no pocos círculos eclesiales, donde todavía goza de una soterrada fama de santidad e inocencia.

El poder de Fernando Karadima es evidente y sigue intacto. Consecuentemente, la eficacia del Derecho Canónico queda manifiestamente menoscabada. Asimismo, la impunidad delictual del padre Karadima ha comprometido seriamente a la alta jerarquía de la Iglesia, cuya inoperancia, en materia de justicia penal, ha quedado expuesta públicamente.

Entonces es justo preguntarse, ¿dónde radica la responsabilidad de dicha inoperancia? ¿en la justicia canónica, en la jerarquía o en ambas instancias?

Todo indica que la incapacidad de la Iglesia para hacer justicia verdadera en el caso Karadima no radica en el Derecho Canónico, sino en la liviandad de las sanciones impuestas en el arzobispado de Santiago, vale decir en la alta jerarquía.En efecto, la nimiedad de las penas impuestas son irrisorias al compararse con la gravedad de los delitos juzgados.

El mismo Código de Derecho Canónico contempla que ante tan graves delitos,“el clérigo que cometa de otro modo un delito contra el sexto mandamiento del Decálogo, cuando este delito haya sido cometido con violencia o amenazas, o públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad, debe ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical cuando el caso lo requiera. (CIC 1395 § 2).

Es sabido que la defensa canónica del padre Karadima, organizada en la Pontificia Universidad Católica de Buenos Aires, en coordinación como su férreo círculo de protección, consiguieron defender al victimario de la pérdida del estado clerical. Ésa fue la gran victoria de Karadima, similar a la obtenida por el mayor pederasta de la Iglesia, el sacerdote legionario de Cristo, el padre Marcial Masiel.

Quienes impusieron irrisorias penas al padre Karadima, optaron por salvar la dignidad sacerdotal de Karadima, hipotecando de paso la imagen y el bien común de la Iglesia, como es su credibilidad ante la sociedad chilena, situación provocada por la impunidad de graves delitos.

Al comienzo de un nuevo año del calendario gregoriano, es oportuno y pertinente plantearse una revisión de las penas canónicas al padre Fernando Karadima Fariña, considerando que la Iglesia tiene una deuda de justicia con las víctimas, con el Pueblo de Dios y con la sociedad chilena.

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04 ene 2016

Por la neo-liberal, no

La Democracia Cristiana tiene una tradición institucional que ni la Derecha ni sus medios de comunicación han considerado ni respetado nunca. Nuestros planteamientos y decisiones políticas son fruto de Congresos ideológicos, Juntas Nacionales y Consejos Nacionales que se realizan periódicamente y cuyos integrantes son elegidos democráticamente por los militantes.

No es la perfección pura, pero nuestros procedimientos dan garantías de legitimidad a la acción política del PDC. Esto, obviamente, no existe en todos los partidos.

Será por eso que me alegra ante todo constatar que entre los firmantes de la carta ¿Progresismo sin Progreso? promovida en los medios de la prensa escrita –todos sabemos en manos de quién está- y firmada por sólo 26 militantes y simpatizantes, no están connotados y connotadas camaradas que sí han hecho enérgicas críticas a la gestión política del Gobierno, pero desde la perspectiva partidaria y con el debido respeto a los mandatos de nuestros organismos superiores.

En el manifiesto publicado en El Mercurio – hecho no menor que debe ser un elemento a analizar políticamente -  se llega al núcleo de la crítica cuando se afirma rotundamente que “se impone una tendencia que privilegia expandir el rol del Estado” que, a juicio de los y las camaradas y simpatizantes firmantes, debe ser sólo “subsidiario”.

De esta manera contradicen de una manera rotunda el artículo 49 de los Acuerdos del V Congreso del Partido cuando se señala taxativamente, 49. i) Avanzar hacia un nuevo cuerpo normativo constitucional que defina a Chile como un Estado Social y Democrático de Derecho.En pocas palabras, ya no más subsidiario, según la óptica neo-liberal que transpira la carta.

Como si fuera poco, en el mismo articulado, el organismo máximo del PDC indica que hay que: iii) Otorgar al Estado los medios para participar en forma directa y eficiente de bienes y servicios de interés social cuando esto sea necesario.

Nada más claro que en la Educación, en el sistema tributario, en las normativas laborales, por nombrar sólo tres áreas claves de la vida social de Chile, en las que el Estado es requerido por la mayoría ciudadana que eligió el Gobierno de Michelle Bachelet.

Es más, el artículo 53 del V Congreso Ideológico del PDC es muy claro. Concebimos una economía en que el Estado, las empresas y las comunidades actúen concertadamente. Queremos un Estado que sea garante de la protección social en un mundo global.

En su artículo 54, el Congreso del PDC enfatiza que el crecimiento integral requiere un Estado fuerte, amable y eficiente. De allí surge la urgente necesidad de generar una mayor capacidad de diseño y ejecución de programas públicos para las rectificaciones requeridas.

El evento partidario, realizado en el 2006, o sea hace 10 años, ya anuncia la Reforma Tributaria cuando expresa. para que el Estado sea eficiente y eficaz en este rol se requiere que cuente con el financiamiento adecuado. Contamos para ello con el destino del actual superávit estructural; debemos avanzar al equilibrio estructural. Pero, más allá de ello, el actual sistema tributario debe corregirse para mejorar su progresividad y su rendimiento. Lugar prioritario ocupa un combate intensificado a la evasión tributaria, la eliminación de franquicias regresivas y el aumento de la progresividad efectiva.

Finalmente, el V Congreso del PDC pide: Más y mejor Estado que fomente la profundización democrática y resguarde la estabilidad macroeconómica; que garantice la sostenibilidad de un sistema de promoción y protección social no sólo focalizado en la población más pobre sino también que provea de los medios para la movilidad social a los sectores medios de la población; que regule el buen y correcto funcionamiento de los mercados; que provea eficientemente los bienes y servicios que la sociedad le demande; que articule la cooperación pública-privada para el fomento del desarrollo productivo y exportador de Chile y que fomente el desarrollo productivo apoyando la innovación tecnológica de nuestras empresas.

Guinda para la torta. En materia de relaciones laborales el V Congreso del PDC mandata a sus militantes en el artículo 76 a Garantizar el  derecho a huelga. Es esencial garantizar constitucional y legalmente el derecho efectivo a la huelga, eliminando todo obstáculo que impida el libre ejercicio de la misma, tal como la posibilidad de reemplazar a los trabajadores en huelga.

Entonces, las críticas y sugerencias que cada militante demócrata cristiano quiera plantear respecto del accionar del Gobierno de la Nueva Mayoría debe enmarcarse en el ideario del Partido y no según los intereses personales o de grupo. Quizás haya otras instancias políticas en las que puedan legítimamente explayarse y con mayor comodidad. Por la Neo-liberal. Pero en el PDC, no.

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04 ene 2016

Reflexión sobre el Congreso del Futuro

Las actuales directrices de su gobernanza mundial, las nuevas tecnologías y la forma de hacer política hoy no son condiciones muy esperanzadoras para pensar en un futuro mejor. Siempre tenemos curiosidad por saber acerca de nuestro porvenir y desde una perspectiva política (cultural), económica y social resulta evidente la relevancia, ya que así nos podemos adaptar de mejor manera a los cambios y además planificar mejor nuestras propias capacidades, ya sea como individuo, colectivo o país.

No obstante, me parece que ello es absolutamente insuficiente para afrontar de mejor manera los desafíos de la sociedad ante los cuales nos encontramos en un contexto de modernidad y transición posmoderna.

Ha sido irresponsable la forma de entender y entusiasmar acerca del futuro que algunos nos presentan. Las discusiones acerca de los cambios de civilización se realizan en ausencia de actores en la discusión, sobre todo que aporten desde la historia y las ciencias morales. Se ha tendido a circunscribir el debate acerca del futuro en una cuestión de ciencia y tecnología como vehículo para resolver muchos de los problemas o desafíos que ha creado el propio hombre.

En efecto, la propuesta al debate acerca del futuro se aprecia más ligada a una utopía (no lugar en su interpretación clásica), a una invitación para adquirir erudición más que a enfrentar los reales problemas de las sociedades.Pareciera que el interés es desviar la atención sobre los asuntos de fondo de la política.

Historia y futuro son parte de una misma moneda, ya que no comprendemos los desafíos y la génesis de los asuntos si no conocemos la historia. No busquemos atajos, las preguntas culturales estarán siempre ligadas al futuro, así nos enseña la antropología. Por ello el esfuerzo sustantivo de cara al futuro en cuanto a la acción política está en respondernos de dónde venimos y para dónde vamos, es decir desde los planteamientos filosóficos tan ausentes en la propuesta de comprensión del porvenir a la que nos invitan.

Las respuestas a las interrogantes culturales requieren más que expertos en prospectiva o analistas de tendencias, ya que el asunto es de naturaleza política.

La propuesta del Congreso del Futuro, que debe haber demandado un gran trabajo de planificación y organización, no está vinculado con el futuro, porque no hace partícipe a la historia, ni a la filosofía. Más bien parece un esfuerzo de un grupo selecto de parlamentarios por mostrar vigencia y competencia en algunos temas.

En razón a la contingencia y salud de la política, pareciera necesario que dicho esfuerzo esté más abocado a los requisitos o condición mínima que tiene la política para brindar las bases del buen gobierno que nos permitan proyectarnos en el futuro. En otras palabras, más que preocupaciones sectoriales, la política debiera estar pensando y reflexionando sobre el buen gobierno, historia y tradición, es decir, lo verdaderamente importante para mirar el futuro, partiendo por el nosotros mismos, ¿Quiénes somos?, ello lleva implícito aspiraciones, idiosincrasia, legado cultural, en definitiva, pertenencia a un colectivo. Desde allí toda la información de las megas tendencias puede ser útil e incluso necesaria.

Por otro lado, el porvenir no será prometedor, sin importar las tecnologías que nos esperan, si no ponemos las cosas en su justo orden, es decir, sin ciencias morales que permitan dar sentido a nuestras acciones.

Una política sin ética no va a cohesionar a la comunidad, nos imposibilitará tener objetivos comunes y trasformará a la gestión pública en una esfera “cosística”, sin respuesta de sentido social. Es decir, sin ética no hay buen gobierno, y sin buen gobierno no existe posibilidad de realización personal y comunitaria, por tanto es el fin de la política y el fortalecimiento de desconfianzas, el edén de los existencialistas, y en esa corriente no hay futuro que valga.

Tener fascinación por la ciencia y la tecnología me parece plausible, sobre todo en un país con un gran déficit en inversión y recurso humano que aporte al desarrollo tecnológico y científico, pero lo que preocupa es que pareciera que algunos están más interesados en que los supuestos temas de futuro puedan reemplazar a los asuntos propios de la Política, que son, en código clásico, la templanza, fortaleza, justicia y prudencia. Todas virtudes que se comprenden al alero de la moral, hoy tan distanciada del quehacer político.

Si cada vez preocupa menos servir a prójimo, si mentir o decir medias verdades es parte de la profesión del político profesional, si la gran política es sólo una cuestión operacional y transaccional en lógica de cuotas de poder, si la política no tiene dentro  principios ordenadores y discusión ideológica, lo cierto es que miraremos el futuro absolutamente desprovistos de cualquier posibilidad de sacar provecho colectivo.

En otras palabras, el político no puede aspirar a que el científico realice el trabajo de servicio que a él le corresponde.

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03 ene 2016

Los Diostores

La profesión que perdió la capacidad de ver al prójimo.

Las  2  de la madrugada en el box del servicio de urgencias de una clínica privada de Santiago. La chica, que no habla español, se ve asustada pero la reconforta la presencia del novio y de la futura suegra. Se ha apretado los dedos de una mano en un portón eléctrico; estos están cada vez más edematosos y al dolor físico se suma el miedo natural de una joven europea que es pianista además de abogado.

Entra con actitud majestuosa un médico de pulcra bata blanca. No saluda. Le pregunta qué le ocurre. Hablan en inglés. Observa la mano de la joven pero sin cogerla y por ende sin examinarla. Ordena una radiografía. Una hora después reaparece. Le dice parcamente que no hay fractura, escribe un receta de antiinflamatorio, le indica  el procedimiento de pago ( US$ 200) y la cita a control. La joven le dice “me voy mañana a Alemania”. Entonces se controla allá. Buenas noches”  es su respuesta mientras  sale tan majestuosamente como ingresó.  No hay un saludo. El novio y la casi suegra han jugado el papel e invisibles e incómodos fantasmas.

Una médico jubilada sufre una caída de altura. Politraumatizada llega a una clínica, servicio de urgencias. Es atendida por tres médicos. Acumula órdenes de radiografías y orden de hospitalización, pero hasta ese momento ninguno de los tres médicos la ha examinado.Se limitan a escribir, a ordenar exámenes. A derivar. Caminan majestuosamente.

Francisco Occhiuzzi, médico y cirujano hospitalario en Córdoba,  se refiere a la nueva generación de médicos  como “enfermos de broncemia” :  prisioneros del deseo de contar con una efigie de bronce que les inmortalice porque se  ven a sí mismos como infalibles y de elevada importancia.

Afirma Occhiuzzi que  cuando el bronce que circula por  la sangre de estos médicos alcanza el cerebro, ya no ven ni escuchan; el bronce les impide caminar ágilmente y con premura, se desplazan majestuosamente. Nada es urgente ni valioso, excepto su tiempo.

Por ese motivo  no pierden tiempo examinando: escriben veloces en sus laptops llenando fichas electrónicas intentando no superar los 6 minutos de atención al paciente. En esos 6 minutos alcanzan a  escribir una larga lista de exámenes.

Un gastroenterólogo broncémico me solicitó hace un tiempo diez exámenes gastrointestinales, pero no me preguntó si toleraba bien la leche de vaca. Ese era mi problema. Tuve que insinuarlo yo, resistiendo su mirada airada. De nada sirvió aclararle que yo también era médico.

“Los médicos enfermos de broncemia pierden la capacidad de sonreír”, afirma Francisco Occhiuzzi. Pienso que allí radica la gravedad de su mal, por cuanto la mirada y la sonrisa  son los más valiosos recursos con los que cuenta el ser humano  a la hora de ejercer su humanidad,  llamada vínculo profundo con el otro.

Hace unos días  me siguió una perrita callejera y se instaló a las afueras de mi puerta.Acongojada, le pregunté a mi hermana qué podía hacer ( ya tengo 6 perros, la mitad recogidos). Me respondió “¿la miraste a los ojos? ” Frente a mi respuesta afirmativa, comentó “ entonces, nada que hacer… ya hay un vínculo profundo entre ambas.” Recordé a los doctores broncémicos que  he conocido en este tiempo: todos ellos  sólo miraron su laptop. Allí radica  su vínculo más profundo.

Estudié antes que la broncemia fuera endémica y transformara a los doctores  en diostores. Estudié, gratuitamente, en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile; el que yo perteneciera a la Liga de Estudiantes Pobres de Santiago no fue motivo para que mis profesores me miraran desde lo alto de su ego, porque carecían de él. Eran modestos además de  sabios, lo que en esos tiempos se reconocía como “eminencias”.

Desde  el primer año nos enseñaron que el secreto de ser un buen médico residía en el respeto por el paciente y que ningún examen, por sofisticado que fuese, podía preceder o remplazar al acucioso examen físico, que incluía toda la anatomía del enfermo, incluyendo el cabello y las uñas. Un examen que debía  ser  respetuoso de la intimidad del paciente, lo cual  se  ejercía  a través de un trato gentil e incluso lleno de ternura frente a su fragilidad de enfermo.

Leíamos a Pedro Laín Entralgo para imbuirnos de su mirada humanista, cristiana y al mismo tiempo profundamente científica. El Cuerpo Humano, Cuerpo y Alma , ¿Qué es el Hombre? eran nuestra inspiración al momento de acercarnos al paciente,  que complementábamos con Ortega Y Gasset.

Conocimos la  psiquiatría humanista del Profesor Dr. Mario Vidal, de la Dra. Ivette Claudet, quienes valoraban mucho más  el que nos acercáramos a las  más sólidas fuentes de la cultura humanista  para comprender  al enfermo que ser expertos en  las clasificaciones  estadísticas del DSM.

Occhiuzzi  tiene un antídoto contra la broncemia y su fatal resultado, un diostor.  Afirma que es urgente intentar que en ellos florezca la voluntad de servicio. Y que  golpeen antes de entrar en la habitación de un enfermo, que se despidan al marcharse  y que lo miren a los ojos. La mirada es  una ventana al alma. Cuando las miradas se cruzan nace el compromiso real, verdadero y único: el compromiso con el otro  desde la más profunda humanidad , que es el amor.

Escribo este artículo después de escuchar que  es imposible ingresar a la carrera de medicina en las universidades de Chile y Católica a menos que  el joven  tenga  más de 820 puntos en la PSU. Pero ¿qué reflejan esos 820 puntos? Nada dicen de la humanidad de ese  postulante. Apenas reflejan un poderoso intelecto lógico y conceptual.

En cuanto a esas habilidades mal llamadas “ blandas”,  tras las cuales  podemos descubrir la vocación de servicio y el espíritu humanitario,  no hay  ninguna  sofisticada prueba de selección  universitaria que las garantice. En consecuencia, será tarea de  la docencia de pregrado en la carrera de medicina  el  insuflar esas virtudes. Pienso que  ello está sucediendo, porque  conozco  muchos médicos jóvenes  con una espléndida vocación de servicio.

Y entonces  me pregunto ¿estarán todos ellos convenientemente vacunados contra la grave broncemia, que  se estima comienza alrededor de los 35 años de edad en el médico?

Quiero ser optimista,  porque hasta la fecha no ha habido ministro de Salud que sea además mago. Y es en la recuperación de la humanidad de esta profesión donde  se inicia todo cambio en la situación de salud de este país. Un real acto de magia en los tiempos que corren.

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03 ene 2016

Lo principal, la gobernabilidad democrática

En estos días en que finaliza un año y comienza uno nuevo, se reitera la pregunta ¿qué hacer?, ¿qué es lo que viene?, ante la avalancha de hechos que cruzan la vida nacional. Por una parte, está el proceso de reformas que se impulsa desde el gobierno y, por otra, las nuevas exigencias propias de la dinámica social, entre ellas, el alto interés ciudadano en la lucha contra la corrupción, por la transparencia y la probidad en la gestión pública.

Ante el debilitamiento de la autoridad y legitimidad que afecta al sistema político en su conjunto, la tarea de las tareas (en ello no puede haber duda alguna) es el fortalecimiento de la gobernabilidad democrática del país. Eso es lo que hace posible un curso sostenido a las reformas en marcha.

Precisamente, en relación al proceso de reformas, algunos se apuran más de la cuenta y  quisieran desmontarlo todo para rehacerlo no saben cómo, son los maximalistas marcados por la euforia de arreglar la sociedad de una sola vez. Hay otros que no quieren cambiar nada, es el conservadurismo de los favorecidos por mantener el orden de cosas existente, cuya idea es que sus vidas prosigan igual, sin quebrantos de ninguna especie.

Entre ambas actitudes, he sostenido el camino reformista, de los cambios graduales, por vía institucional y con sólidas mayorías nacionales detrás de las mismas. En esta opción se entrelazan y unifican las propuestas y matices propias de la diversidad de una nación democrática, que deben tener como voluntad política y perspectiva estratégica la articulación de avances sucesivos que realicen la justicia social en democracia.

Por ello, hay que promover la alternativa reformadora, que logre mover los límites de lo posible, pero que lo haga sin poner en duda sus propios avances ante las luchas y contradicciones que el proceso de reformas va creando en su desarrollo. No hay que hundir el escenario con un peso que no sea capaz de soportar. Se trata de ubicar una línea de avances reformistas que abra nuevos espacios y horizontes, que se diferencie de un salto al vacío, de esos que pueden poner el país frente a un dilema que, a la postre, sólo provoque regresión social.

Se ha visto que uno de los mayores desafíos de este periodo, es lograr un adecuado equilibrio entre el fuerte presidencialismo del actual régimen político con el carácter plural del bloque social y político que lo sustenta. Más aún cuando en nuestro país, las mayorías nacionales necesarias para gobernar se forman con alianzas amplias e inclusivas.

En especial, ello debiese reflejarse en una nítida preocupación por la integración y participación del gabinete de ministros en la marcha del gobierno.En su composición se manifiestan las diversas fuerzas que lo sostienen y, en consecuencia, el aporte y respeto de sus miembros es fundamental. Un desencuentro en ese ámbito produce de inmediato tensiones evidentes.

Sin embargo, cada uno de los Partidos debe tener un superior y coherente sentido de responsabilidad política y no intentar sacar ventajas indebidas de episodios aislados. Hay incluso una exigencia mayor, los partidos que conforman el bloque de gobierno debe otorgar significado y trascendencia a sus deliberaciones si no éstas se tornan irrelevantes.

En suma, hay que robustecer la gobernabilidad democrática y lograr que el debate político no se consuma sólo en la contingencia, más allá de lo urgente que suenen esas controversias. Eso significa fortalecer la gestión en la conducción del Estado, financiar adecuadamente sus múltiples responsabilidades sociales, las que agregan ahora la gratuidad en la Educación Superior, así como, se debe modernizar el Estado, su aparato técnico y profesional, a la vez que asegurar la defensa del país y sus relaciones internacionales.

La gobernabilidad democrática implica tratar, por vía institucional, el proceso de avance hacia una nueva Constitución Política, que afiance un Estado social y democrático de Derechos, que corrija el fuerte presidencialismo del actual texto constitucional y genere instrumentos de participación ciudadana, como la iniciativa popular de ley, que realice traspasos efectivos de poder a las regiones y descentralice el país, sin colapsar el aparato estatal ni su rol, como el más potente inductor de un desarrollo que se haga cargo de la desigualdad que tensiona la convivencia nacional.

Un Estado potente, eficiente, en ningún caso burocrático, y tampoco copado por funcionarios indolentes o insensibles que actúan, muchas veces, sin reparar el daño social o nacional que provocan sus acciones, es decir, una institución cuyos sujetos  asumen con autenticidad y coherencia la responsabilidad y la condición de servidor público, que deben contar con una ética que otorgue garantías y legitimidad a su acción ante el país. El fruto de ese múltiple esfuerzo dignificará la acción política y repondrá su legitimidad.

Sin un Estado democrático con una capacidad de gestión a la altura del fortalecimiento de la sociedad civil, el proceso de reformas difícilmente saldrá airoso; en el caso en que además el Estado se vea tensionado  por una serie incontrolable de exigencias e impere el populismo en las demandas, esa será la mejor ayuda a la regresión social con que la derecha enfocará las próximas elecciones presidenciales.

No sería raro que se repita la paradoja, que el conservadurismo sea el que agite las aguas, con acciones de desgobierno tendientes a hacer más frágil la situación de orden público y seguridad ciudadana.

En este contexto, hay que ser claros, no todas las movilizaciones ayudan; no lo hace el vandalismo de los encapuchados, ni el desorden en las carreteras, ni la paralización de servicios esenciales a la población  o en los servicios de navegación aérea, en suma, no es un aporte impulsar peticiones que se alejan de las condiciones actuales de Chile.

De modo que debiese revertirse la actitud de exprimir y agotar el Estado en un completo desbalance entre derechos y deberes. Es difícil pero hay que frenar el debilitamiento de su papel y el desgaste de su legitimidad, para dotarlo de una real capacidad de regulación y orientación de las grandes decisiones nacionales, un rol que permita a Chile avanzar con pie firme por una ruta que de seguridad, crecimiento y justicia social.

La derrota de la desigualdad es un objetivo y, a la vez, una vía estratégica de largo aliento que rechaza el desgobierno y se funda y apoya en el fortalecimiento de la gobernabilidad democrática del país.

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02 ene 2016

El año que vivimos en peligro

Hace años venimos hablando del fin de la transición, del fin de un período histórico que ha sido bisagra entre la dictadura de Pinochet y el establecimiento de una democracia fuerte, moderna y desarrollada. En su momento pensamos que la transición terminaba con la detención del General Contreras o la entrega del mando del Ejército por parte de Pinochet o quizás con su propia muerte.

Creímos que estaba determinado por la eliminación de los senadores designados o por los cambios constitucionales de Lagos; quizás por el triunfo de la derecha tras cuatro gobiernos de la Concertación o más tarde por la reelección de una Bachelet empoderada y reformista. Pero probablemente ninguno de estos hechos ni otros han marcado con tanta claridad el fin de una época y el inicio de otra como los acontecimientos ocurridos este año 2015 en que la clase política y empresarial ha sufrido su peor crisis de confianza desde el retorno a la democracia.

La transición estuvo marcada por el tenso relato de una justicia en la medida de lo posible y la de una alegría que ya venía, el descaro y la desvergüenza de un sector político acomodado en su insaciable posición de privilegios o de un empresariado generando riqueza en colusión con la política, permiten hoy, pese al creciente descalabro de nuestra institucionalidad, mirar con optimismo las oportunidades que se nos abren en el futuro en la construcción de un país adulto y maduro tras los dolores propios de una crisis de adolescencia,.

En buena hora hemos despertado de nuestro letargo juvenil definido por el triunfo del individualismo neoliberal y por un autocomplaciente onanismo cultural que tiene a medio Chile indignado por el envilecimiento de lo público, la ambición desmesurada, el egoísmo galopante y la falta de credibilidad en las instituciones, que hechas para ser un bálsamo en la salvaje jungla del capitalismo en el cual estamos insertos, han merecido el desprecio atrevido de la ciudadanía cansada de eslóganes y promesas bobaliconas.

Aquí no se trata de borrar todo lo avanzado como advierten interesada y temerosamente los dueños del statu quo, tampoco de tener demasiado cuidado con no atreverse a modificar lo que haya que modificar.

El acuerdo sobre la gratuidad en la Educación Superior, el Proceso Constituyente, la desmunicipalización de la educación pública, los nuevos límites que se impondrán entre la política y los negocios, son todos proyectos quizás todavía imperfectos e incompletos, pero con seguridad el punto de partida de una etapa que inaugure el camino definitivo a la madurez de una democracia sin garantes ni padrinos.

Han sido tiempos difíciles, nos asusta la amenaza que esta falta de confianza destruya lo que queda de los frágiles cimientos de nuestra feble democracia recuperada, sin embargo, del propio descrédito de la gente, de la indignación ciudadana, de esa sensación de cambios que se respira en el ambiente, debe surgir la fuerza y madurez necesaria para cerrar esta larga transición e iniciar conforme al espíritu de una nueva Constitución Política un Chile más justo e inclusivo.

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02 ene 2016

2015 un año caval

El año 2015 para el gobierno sin dudas será un año para el olvido. Al ya conocido caso Caval, se suma la seguidilla de errores e improvisaciones en materia de educación, salud y trabajo que han catapultado a esta administración, como el peor gobierno desde el regreso a la democracia.Hagamos un recuento.

El pasado mes de febrero para la Presidenta Bachelet, no será recordado precisamente por sus vacaciones en Caburga. Por el contrario,  quedará en el recuerdo por el destape del negocio que establecieron Sebastián Dávalos, su señora Natalia Compagnon y otros para conseguir un crédito de 6.500 millones de pesos para la compra y posterior venta de tres predios en Machalí. De ahí en adelante comienza el sostenido descenso de la aprobación de la Presidenta, el cual sólo puede atribuirse al pésimo manejo político que le ha dado el gobierno al tema.

Los meses de marzo y abril no distan mucho del anterior. Si en el mes de febrero, la crisis política la originó el hijo biológico de la Presidenta, los dos siguientes meses, la crisis la acrecentaría el hasta entonces -hijo político- ministro del Interior Rodrigo Peñailillo, quien en conjunto con Giorgio Martelli emitieron boletas ideológicamente falsas a Soquimich durante los años 2012 y 2013.

Lo anterior traería consecuencias en el mes de mayo, las que se traduciría en el anuncio de renuncia de toda la planilla de Ministros. Dicho cambio implica evaluar la medida, pues en política la forma es igual de importante que el fondo. De ello sólo se concluye la irresponsabilidad de la Presidenta de haber expuesto mediáticamente las instituciones, pues son ellas los principales elementos con los que cuenta el país para poder revertir la situación que empaña la actividad pública.

Por otro lado, el 21 de mayo estuvo cargado de anuncios que hasta la fecha sólo quedaron en eso, en anuncios e improvisaciones.

Atrás quedó el anuncio de la mandataria en materia de Salud, que estipulaba un plan de inversión de 4.000 millones de dólares, el cual buscaba fortalecer la red hospitalaria y de atención primaria de nuestro país, el que tristemente debió ser recortado en la discusión de la ley de presupuesto debido a los escasos recursos que se disponen.  Junto con esto, se suma el fuerte incumplimiento que afecta seriamente las aspiraciones de una atención digna, los que se ejemplifican en el retraso de la construcción de 12 de los 16 hospitales prometidos, junto con un 60% de retraso en la construcción de infraestructura de atención primaria.

En ese sentido, no podemos olvidar la discusión ideológica en la que se encuentra entrampado el gobierno y que justamente tiene que ver con el sistema de concesiones. El sesgo ideológico sigue siendo un enorme lastre que el gobierno arrastra y que conspira en contra de una mejoría en su gestión.

Siguiendo con las promesas, no podemos olvidar la tan “anhelada” gratuidad en la Educación Superior. Así fue como la Presidenta se salió de libreto prometiendo que a partir del 2016 el 60% más vulnerable que asista a Centros de Formación Técnica (CFT), Institutos Profesionales (IP) acreditados y sin fines de lucro, o a Universidades del Cruch, accederán a la gratuidad efectiva, beneficiado a 264 mil estudiantes.

Pero tal como ha sido la tónica de este gobierno, del dicho al hecho. Así es como desde el anuncio del 21 de mayo hasta la fecha, la discusión en torno a la gratuidad ha estado sometida a constantes cambios de criterio. Finalmente la discusión vio la luz el pasado 23 de diciembre, aprobándose la gratuidad en una ley corta para el año 2016, el cual no contemplará a los CFT ni tampoco a los IP y sólo llegara a 178 mil estudiantes.

Mención aparte es el mecanismo que motivó al gobierno – glosa presupuestaria- para intentar financiar la gratuidad para el próximo año, el cual –afortunadamente para los estudiantes más vulnerables- por resolución del Tribunal Constitucional, consideró que la glosa presupuestaria en sus fundamentos generaba discriminaciones arbitrarias.

En resumen, el año 2015 para el gobierno ha sido un año cargado de errores, horrores e improvisaciones, no siendo extraño las declaraciones de parlamentarios pertenecientes al oficialismo que han criticado el accionar del gobierno en la generación y formulación de política.Desde esa postura, sólo es posible cuestionarse la sustentabilidad de la Nueva Mayoría en el tiempo.

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02 ene 2016

Sykes-Picot, a 100 años de la incertidumbre

El 2016 se cumplirán 100 años desde las negociaciones de Sykes-Picot, mediante las cuales, los poderes coloniales franco-británicos se repartieron zonas de influencia en lo que actualmente se asemeja al Oriente Medio. Este reparto, favorecido ante la inminencia de la caída del Imperio Otomano, fue realizado bajo criterios que obedecieron a los intereses geopolíticos de las potencias de la época, y que ignoró por completo las realidades étnicas, lingüísticas, culturales y religiosas de aquel espacio geográfico que hasta el día de hoy se hacen sentir.

Cuando a fines de junio del 2014, el Estado Islámico (ISIS) lanzó un video propagandístico titulado “El fin de Sykes-Picot”, el relator, Abu Safiyya (curiosamente de nacionalidad chilena) prometía que la aparición de ISIS borraría el orden territorial impuesto, el cual graficó simbólicamente mediante una caminata por sobre una señalética que hacía referencia a un puesto iraquí de comando fronterizo en su paso a Siria.

Lo cierto es que más allá de la retórica propagandística de ISIS, el orden territorial de Sykes-Picot se ha visto amenazado no tanto por la presencia o las acciones de los terroristas como por las ambiciones territoriales o geopolíticas de algunos países dentro y fuera del Oriente Medio.

Israel ha consolidado su presencia militar en los Altos del Golán sirio, ocupado desde la Guerra de los Seis Días (1967); Arabia Saudita recientemente ha intensificado una campaña con miras a debilitar a los rebeldes hutíes en Yemen (en un intento de restablecer al derrocado Abd Rabbuh Mansur al-Hadi) y Turquía ha presentado una negativa a abandonar su militarización al norte de Irak, asegurando que cuenta con el beneplácito del gobierno nor-iraquí.

En algunos de estos casos, los conflictos se arrastran desde hace décadas (Israel), otros son consecuencias de la Primavera Árabe (Yemen), y en otros se deben a hechos que desencadenaron la existencia de ISIS (Irak).

Sin embargo, tienen en común la consolidación de la influencia y el poder geopolítico en un espacio regional en el que abundan los análisis, y con la misma abundancia se tiende a caer en criterios orientalistas, como si el conflicto fuese algo propio o característico de las sociedades y Estados árabes. El neo-coloniaje de países dentro de la región puede ser tan amenazante como la presencia de ISIS.

Ante esto, y dejando de lado la obvia responsabilidad que recae en las potencias europeas por el orden de Sykes-Picot, es preocupante que más allá del plan de paz dibujado por Naciones Unidas para Siria – y que entre otras cosas contempla la realización de elecciones en un plazo de 18 meses – no se haya trazado o insistido en la idea que los países dentro y fuera de la región no pueden actuar militarmente en Siria o Irak sin el consentimiento de los gobiernos locales, ya que precisamente el párrafo 8 de la Resolución 2254 establece que el alto al fuego no se aplicará a ISIS, el Frente al-Nusra o a personas/grupos afiliados a ellos.

Lo conflictivo de tal párrafo, es que esta situación daría luz verde a que se mantengan los “errores colaterales” que se tienden a ver en escenarios de guerra como estos, y que sólo por nombrar tres casos recientes estarían las situaciones en que la aviación saudí bombardeó un puesto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la ciudad de Saada, Yemen; el caso en donde la aviación estadounidense bombardeó un puesto médico de la misma ONG en Kunduz, Afganistán o aquel donde los médicos de la misma organización han reclamado a las autoridades israelíes que no pueden tratar libremente a los civiles palestinos (según sus datos, principalmente de mujeres y niños) ante los continuos bombardeos de Israel en la Franja de Gaza.

La actuación militar indiscriminada y sin supervisión ni coordinación internacional, permitirá que el 2016 sea un año en el que la guerra en Siria y los conflictos que azotan el Oriente Medio, se mantengan por más tiempo. Esto indudablemente permitirá que “errores colaterales” como los que hemos descrito, seguirán ocurriendo en la región mesoriental.

Si el 2015 fue un año que se caracterizó por buscar una contención política del conflicto sirio, las señales muestran que el 2016 deberá ser un año que se enfoque en limitar el neo-coloniaje de países dentro del Oriente Medio. Esta situación si no se encausa debidamente, podría terminar siendo el verdadero motivo que remueva las fronteras de Sykes-Picot.

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