17 ago 2015

Neurociencias en el aula, modelo para armar

Hace dos semanas, la destacada investigadora Victoria Peralta  señalaba las reflexiones que había dejado un reciente congreso pedagógico  en Barcelona, en el cual se había colocado la mirada crítica sobre la calidad educativa en el ámbito de la educación pública. Entre ellas, Victoria  resaltaba la voz de alarma de la presidenta del  congreso acerca de la errónea lectura que se ha hecho en educación de las nuevas ciencias, poniéndolas al servicio del modelo neoliberal y citando como ejemplo a las neurociencias.

Sin duda alguna que toda teoría  que se emplea para reafirmar el malsano modelo económico en educación no hace sino ahondar un daño  en países que  buscan importar acríticamente todo lo nuevo.

Sin embargo, creo firmemente que  el modelo de  neurociencias aplicadas a la educación es precisamente un poderoso argumento  para  rebatir los nocivos efectos de políticas educativas centradas en lo económico.

A modo de ejemplo,  los avances en el conocimiento de los procesos de maduración y desarrollo cerebral que han aportado las neurociencias han permitido mostrar  que  los niños  están preparados para  la primera tarea de alfabetización: aprender a leer,  cuando cumplen 7 años de edad, porque es a partir de ese momento que  se abre una provechosa ventana sensible a nuevos aprendizajes, ventana que se extiende hasta los 10 a 12 años de edad.

Han demostrado también de modo fehaciente que la lectura “cristaliza” alrededor de los 7 años, pero que viene emergiendo gradualmente dos mil días antes de llegar a 1° básico, dependiendo íntimamente de las experiencias y oportunidades ofrecidas al niño.  De este modo echan por tierra las teorías que intentan consolidar la escolarización prematura en el período preescolar y afirman de modo rotundo la urgencia de trabajar por las mejores oportunidades para la primera infancia, en especial aquella más vulnerada en sus derechos, lo cual no implica en modo alguno forzarles a leer antes de los 6 años de edad.

Las neurociencias también son enfáticas en mostrar que  en las etapas iniciales de la escolarización la presencia cercana y sabia del profesor es clave, porque el niño está comenzando a elaborar nuevas redes  neuronales, un proceso que requiere de  tiempo para practicar y de metodologías y didácticas precisas, perfectas, centradas en estrategias y no en contenidos. Las neurociencias  también son absolutamente claras y enfáticas en mostrar el absurdo que implica exigir a todos por igual, evaluar a todos por igual  y  condenar a  quienes  no logran pasar la vara de las pruebas estandarizadas.

Según el modelo de neurociencias ya no es posible seguir hablando del “escolar”, del “niño que aprende”, porque existe una pluralidad de cerebros y mentes que surgen desde la íntima imbricación de genes y ambiente. Y es enfática en mostrar que  los primeros 10 años de la vida son claves para  desarrollar al máximo el potencial integral de cada niño, pero ello debe hacerse desde  el cabal conocimiento por parte del docente de esa pluralidad que le interpela cada día en el aula.

Según el modelo de neurociencias,  los términos  más comunes en el léxico pedagógico son peligrosos y traicioneros si no se saben emplear con conciencia científica. Es el caso de conceptos como “aprendizajes” y  “enseñanza”.

Los  primeros años de la educación básica (de 1°a 4° básico), lo clave no es aprender contenidos, sino desarrollar competencias esenciales, las que están hermosamente delineadas en las bases curriculares, pero  que  son desmanteladas por la presión de “la materia que hay que pasar”, presión sistematizada en una progresión secuencial implacable, al modo de una espada de Damocles  que cae inexorable sobre el cuello del docente si  llega  a fin de año sin haber cumplido la planificación.

Entonces  los contenidos a “enseñar”  fagocitan a las competencias  que es preciso desarrollar, las cuales  requieren tiempo para practicar y  docentes  muy diestros en el arte de  acompañar al niño en este proceso.  Ese docente nada tiene que enseñar, pero sí tiene como misión fundamental  desarrollar en la pluralidad de mentes infantiles  la capacidad de comprender  lo que lee, de organizar su pensamiento para expresarse por escrito, de  ingresar al sorprendente ámbito del sentido de número y de desarrollar innumerables estrategias que le conducirán a  la esencia de los buenos y sólidos aprendizajes: la autogestión del aprender.

¿Cuántas  composiciones escritas deberían realizar los niños entre 1° y 4° básico?   Un mínimo de 400, según investigaciones llevadas a cabo en diversos contextos por Helen Abadzin, experta en lectura.  Pero no hay tiempo, porque hay que “enseñar” contenidos, de modo que, como lo afirmó uno de los miembros de la Agencia de Calidad recientemente, “las competencias se van rezagando porque son muy lentas”…  ¡Pero si es imposible  tejer redes neuronales indelebles  sin tiempo para practicar! Sin competencias bien desarrolladas, los alumnos aprenden memorísticamente,  sin comprender. Crónica de un fracaso académico anunciado.

Finalmente, las neurociencias aplicadas a la educación han llegado para mostrar al docente  una  realidad incuestionable que echa por tierra la mayoría de las prácticas pedagógicas: en la mente del niño no hay un programa pre-instalado al servicio del “aprender” desde la “enseñanza”. Digamos, un programa listo para que “le pasen materia”.  Lo primero que el docente debe hacer es  instalar esos “software” llamados competencias académicas en mentes que poseen ese prodigio de versatilidad que las neurociencias denominan plasticidad cerebral,  y esa tarea  debe ocupar  a la pedagogía desde la edad del párvulo hasta el 4° año de primaria. “Enseñar” desde  esta mirada pierde  sentido,  y pasa a ser reemplazado por “acompañar en el desarrollo de competencias”, entendiendo por competencias  un número cercano a 20 habilidades específicas para lograr una adecuada escolarización.

Estas competencias pueden desarrollarse tardíamente, como lo ha demostrado  Joseph Ramos con su Escuela de Desarrollo de Talentos en la Universidad de Chile y los numerosos propedéuticos en las universidades intentan lograr, pero  lo natural  y  lógico es desarrollarlas antes de  pasar a 5° básico, para lo cual se requiere de una teoría – y el modelo de neurociencias es plenamente válido -  y de un arte, representado por  profesores  a la vieja usanza, al estilo del profesor normalista, soberano en el aula en lugar de prisionero de las planificaciones, un creador desde la libertad de su praxis y no un mero eslabón entre un currículo ajeno y su rol docente, reducido al de un mero técnico de la “enseñanza”.

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  • Pedro Pagliai

    Padres a la escuela, padres desandados caminos.
    Padres junto a sus hijos para re-aprender.

    Informarse para comprender es también un deber de los padres y adultos. Es cierto, es la profesión docente un puntal de este cambio. Mientras no haya una crítica y acciones concretas que sitúen la educación en cuanto al desarrollo humano y no exclusivamente al ámbito económico, la influencia de estas opiniones son cercanas a 0.

    Se trata de una reorganización más profunda de lo que parece ser su abordaje comunicacional y medial, donde el protagonismo discursivo no es educativo o relacionado a los pilares de la educación sino proselitista y partidario. Cabe agregar que la misma opinión pública adolece de aquel escepticismo respecto al panorama actual, o como vemos en la marchas, la gratuidad es el estandarte, pero no así, la calidad, una especie de criptograma en cuanto a su definición

    Si la educación es transversal a la sociedad, cabe cuestionarse los rótulos de oficialismo u oposición. De hecho, los aspectos que plantea Céspedes, el resultado (esperable) del modelo que sugiere, traerá como consecuencia el empoderamiento individual, por ende colectivo, sujetos con capacidades de gestionar sus emociones y emptizar adecuadamente con las de sus pares. Ya ese aspecto es suficiente para presenciar y ser parte de un cambio real.

    Es necesario informarse y comprender, reitero.

  • Maria Victoria Peralta

    Estimada Amanda:

    Lo que se criticaba en el Congreso informado en mi columna, era el mal uso y abuso de las ciencias en cuanto a su tratamiento mercantilista, no las neurociencias en sí, cuyos aportes obviamente son valorados per se; ejemplos como los que entregas y tantos otros, son muestras de ello. Sin embargo, diversos estudios y la realidad muestran cómo personas e instituciones han profitado de ciertos conocimientos en beneficio propio. De hecho, diversos
    programas están haciendo por ejemplo, “estimulación compulsiva precoz” con bebés enseñándoles matemáticas o cualquier otra disciplina en el sentido más tradicional, “porque en esta etapa interesa generar conexiones neuronales” como sea, sin pensar en la características e intereses de los niños y sus aprendizajes en esa etapa; igualmente me ha tocado asistir a otros Congresos y
    ver aberraciones como la supuesta producción artificial de neurotransmisores fuera de todo contexto, “porque la serotonina es buena “. En síntesis, considerando a los niños y sus cerebros como una caja donde se manipula su desarrollo, sin que medien las características, intereses y sentidos de los niños. Es decir
    tratados como objetos y no cómo personas, sujetos de sus aprendizajes.
    Si las investigaciones de las que das cuenta se hubiesen considerado suficientemente, no estaríamos viendo el
    triste espectáculo de la sobreescolarización en educación parvularia que observamos en nuestro Chile actual y que he descrito en mis columnas anteriores, con niños llorando ante la sobreexigencia de algo que no entienden ni les agrada. El difundir esa información, no es buena para ciertos sectores interesados en la competencia y el exitismo propia del modelo neoliberal.

    Por este tipo de manipulación de la ciencia, es que la OCDE en un libro muy interesante: “La comprensión del cerebro” (2007), aborda los “neuromitos“, el tema ético y las precauciones a
    tener presente. Esa era la intención central y la denuncia que creo se planteó en el Congreso in comento, realizado en Barcelona, que aporta a develar el currículo oculto de muchas acciones.

    Un gran abrazo, Victoria

    • gabriela riveros

      Hola Victoria,
      he leido con gran detencion tu escrito que esta mas arriba, y, me gustaria contarte que, como Matrona y terapeuta emocional, desde el 2004 he estado trabajando con bases cuanticas en preparados para mis consultantes infantes con situaciones neurologicas distintas, y he logrado bellisimos resultados con neurotransmisores vibracionales (programa QXCI). Es primera vez que lo digo publicamente, y ciertamente sé te sorprenderá, muchas veces habia querido compartirlo, y, casualmente la vida y esta mañana me llevo a este articulo de la Dra Amanda Cespedes de quien soy admiradora por su magnifico trabajo en pos del bienestar psicoemocional de los niños especialmente y su entorno.
      Sea esta una ventana y no un muro.
      Un abrazo