17 may 2015

El tiempo que viene

Luego de una espera que se hizo interminable en el mundo político, la Presidenta de la República efectuó el cambio de gabinete de mayor alcance y profundidad que se haya realizado en los gobiernos democráticos desde la reinstalación de la democracia en 1990.

El bien del país aconseja entregar al nuevo equipo la colaboración necesaria para que salga adelante con las tareas y desafíos que deberá emprender en la nueva etapa que desplegará el gobierno. Esta se visualiza de alta complejidad y plagada de tensos desafíos. Ello determina que se espere con elevado interés el Mensaje presidencial del ya cercano 21 de Mayo. Allí se fijarán las orientaciones principales del nuevo periodo.

En suma, por más que se teorice viene ahora la acción práctica, en el tiempo que viene se reflejará la situación del país, la fuerza anímica y la capacidad colectiva e individual de los recién convocados a tan altas tareas de Estado y la correlación de fuerzas en que ahora se desenvuelven las vertientes políticas.

Sin embargo, ello no significa que se desconozca que se cerró un ciclo. Así lo han dicho las recién entrenadas autoridades de gobierno.

¿Qué significa eso? Hay que guiarse por lo que la misma Presidenta señaló al hacer el cambio, tanto en la ceremonia oficial como en las reuniones posteriores al mismo: retomar la lucha contra la desigualdad, dar velocidad a la agenda por la probidad y la transparencia, hacerse cargo del reto de la seguridad pública y re enfilar el rumbo hacia el crecimiento económico. En el Parlamento continúa su trámite la reforma laboral y se inicia una nueva etapa del tema educacional.

Resulta claro de las orientaciones presidenciales que no se puede hacer todo de una sola vez y de forma simultánea; es más que evidente que las reformas son sucesivas, que no caen como una vertiginosa cascada de millones de litros cúbicos de agua, sino que se despliegan de manera paulatina, con diálogo y participación social, asumiendo la diversidad de enfoques o de opiniones que necesariamente se expresarán en el debate y no como una especie de verdad revelada cuyo contenido es rígido e inmodificable.

Es evidente que ningún proceso de reformas podrá ser fecundo si se desplaza haciendo caso omiso de la realidad social en que se realiza. En tal sentido, el celoso hermetismo de ciertas reparticiones ministeriales ha entorpecido más que ayudado al buen trámite de las diversas iniciativas legales o de gestión. El diálogo en nada debilita a las reformas o resta fuerza a quién lo practica.

Se ha tratado de descalificar este punto de vista con el pretexto que sería una oblicua forma de intentar detener o abandonar los cambios estructurales. Quienes así actúan,  se quieren presentar como una especie de casta que tendría, ni más ni menos, que el privilegio de ser los sumos intérpretes de lo que está a favor y de lo que está en contra de los grandes anhelos reformadores del país.

Una especie de oráculos de la era digital. Sin embargo, desde el seno del movimiento social que promueve las reformas se reclama más apertura al diálogo y mayor interés para incorporar las ideas que surgen desde el dinamismo social.

Un grupo mesiánico se piensa a sí mismo como el depositario de la verdad, como los que detentan la primera y última palabra acerca del proceso de transformaciones; en el caso que analizamos quienes se presentan como los auténticos y definitivos exégetas de las reformas no han sido capaces de responder lo elemental: una propuesta que avance y no retroceda y que permita dirigir y orientar este proceso, que vaya sumando y no restando, dando cuenta de los desafíos que brotan en el camino, prácticamente a cada rato.

En particular, esta versión ya considerablemente veterana del izquierdismo infantil contenida en la idea absurda de la retroexcavadora, ha eludido enfrentar radicalmente el tema de la corrupción y bajo cuerda se dio el lujo de propiciar la impunidad o el arreglín, camino que hubiese sido fatal para el gobierno y la autoridad presidencial.

Las reformas son incompatibles con la tolerancia a la corrupción. Se ha planteado interesada y falsamente que habría una “vieja guardia” contra las reformas y una ilusoria “nueva guardia” a favor de las mismas.

Hay que decir las cosas como son, el gran enemigo han sido los escándalos de corrupción, eso es lo que ha disminuido decisivamente la base de sustentación del proceso de reformas; ese obstáculo es el que se debe atacar frontalmente y no inventar falsos enemigos para escabullir el problema real.

¿Cuánto daño no ha significado la corruptela en los municipios y otras reparticiones? No se puede actuar  tan livianamente desconociendo en los hechos, el enorme daño sufrido por la institucionalidad democrática con tales conductas. ¿Acaso no se perdió la iniciativa cuando el sistema político se vio inundado por la emisión de boletas fraudulentas y otras irregularidades?

Los hechos son indesmentibles. La debilidad, que se ha producido en los últimos meses, arranca de las malas prácticas, de la impopularidad que han provocado y no de quienes ejercemos el legítimo derecho de opinión, desde las filas de la Nueva Mayoría, y como parte de la diversidad que enriquece al bloque de gobierno.

Igualmente, en el debate relativo a la instalación de una Asamblea Constituyente como el vehículo idóneo para la consecución de una nueva Constitución, nadie ha sido capaz de indicar como se va a concretar la misma si no existen los mecanismos institucionales que la hagan posible.

Hasta ahora ese aspecto clave sigue en el más completo misterio y como no hay como responder a tal interrogante crucial, se toma el camino fácil pero errado del ataque personal, acusando de “conservadores” a quienes no lo somos e insistimos  fundadamente que, intentar obligar a que el gobierno tome ese rumbo, se puede convertir en una grave derrota política para la Presidenta de la República.

Llama mucho la atención que ante la idea que en el caso de una pérdida irreparable de la legitimidad del Congreso Nacional, por la extensión del escándalo de “las boletas”, sólo y exclusivamente en ese caso, se hiciese una reforma constitucional que adelantara las elecciones parlamentarias, fuera muy elocuente la inmediata negativa de un elevado número de quienes sostienen la tesis de la AC, que en una defensa corporativa de sus intereses desecharon esa posibilidad.

Tal incoherencia habla a las claras que tales “honorables” usan como consigna la AC sólo en cuanto mecanismo de popularidad mediática y no por ser un eficaz instrumento para reemplazar la Constitución Política del Estado.

Reafirmo mi decisión de apoyar el procedimiento, democrático y participativo, que la Presidenta resuelva para avanzar hacia una nueva Constitución, una vez que precise el contenido del concepto “proceso constituyente” que usó en reciente declaración al país. Lo que no acepto es que el extremo voluntarismo de algunos se transforme en agua cuando se trata de enfrentar la corrupción, pero haga ampulosas manifestaciones en temas que exigen del gobierno ir más allá de lo que sus fuerzas y resortes institucionales le permiten.

Una vez más, se hace evidente que la deliberación política no se puede suprimir, y ahora que hubo cambio en el equipo ministerial, se espera que este sea tolerante, promueva el debate de ideas y cada vez que existan legítimas diferencias ante temas tan complejos, no se vuelva a reeditar esa división maniqueista que encasilla entre buenos y malos, obedientes leales y presuntos desleales, ya que en definitiva, la marcha del gobierno es materia que compromete a todos quienes  hemos abrazado la lucha por la democracia y contra la desigualdad.

Algunos han desacreditado nuestras opiniones presentándolas como “desleales”; no obstante estas desfiguraciones, las ideas que expusimos en su momento están vivas, han sido integradas y seguirán aportando al objetivo común, de colaborar al gobierno y el proceso de cambios. Las odiosidades sólo denigran a quienes las practican.

Lo que importa será que la ruta que viabilice las reformas será muy similar a la que hemos sugerido, aquella que sea capaz de construir las necesarias mayorías nacionales para ello y no caiga en la exacerbación artificial del clima político que, finalmente, genera  una falsa polarización social que no hace más que anular e inviabilizar el progreso del país. La amplitud y no la estrechez decidirá el tiempo que viene.

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17 may 2015

La nómina

Jorge Sampaoli entregó la prenómina para la Copa América y como era de esperarse las críticas aparecieron, pero de inmediato. Hay nombres que no calzan con el discurso público del entrenador de continuidad y nivel de competencia, pero ahí están, en desmedro de los que venían con ritmo en ligas importantes.

Sin embargo, independiente de los nombres, las críticas siempre estarán. Y es que ocurre que despotricar contra las nóminas de la Roja debería ser inscrito como deporte nacional y dejar en el olvido, de una vez por todas, el rodeo.

Pero no contentos con las críticas, junto las nóminas vienen las polémicas que entregan más sazón a las comentadas ausencias. En esta ocasión los jugadores del Celta de Vigo: Fabián Orellana y Pedro Pablo Hernández, fueron los protagonistas. Según El Mercurio, ambos habrían exigido su lugar en la nómina final, pero horas después Hernández aseguró “me llamaron y me dijeron que iba a estar en la lista de 30, pero no en la de 23”, versión que fue corroborada por Orellana en Instagram. Es decir, que serían los reemplazantes de los 23 que iban a la Copa América. Una determinación particular por parte de Sampaoli y su staff.

Mientras en Brasil informaron los 23 y días después anunciaron los reemplazantes en caso de lesión. El resto de los equipos, entregaron la lista de sus 30 preseleccionados y en la fecha estipulada informarán la nómina definitiva para la Copa América. Pero Chile, en su particularidad histórica, llamó a los 30 jugadores, pero junto con eso notificó a 7 para que solo vengan a entrenar, sabiendo que no irán a la Copa América porque serán suplentes, una cosa bien, pero bien extraña.

Ahora, esta polémica me da lo mismo, porque el problema nuestro es otro: la cantidad de jugadores de nivel para armar el plantel de 23 jugadores. Cada vez que tenemos que participar en un torneo FIFA, en un partido de clasificatorias y tenemos lesionados la pregunta siempre es la misma ¿quién va a reemplazar al titular?

Hace unos días, Gerardo Martino le preguntaron por qué Mauro Icardi o Franco Di Santo no estaban en su prenómina de Copa América la respuesta fue tajante: “Tanto él (Icardi) como (Franco) Di Santo y (Paulo) Dybala no tienen posibilidades, porque tengo a los mejores delanteros del mundo”, justamente algo que Sampaoli no puede decir.

Falta menos de un mes para la Copa América, los 23 jugadores que elegirá o que ya eligió Jorge Sampaoli tendrán que tener la dermis bien gruesa, porque no soportarán una nueva derrota.Habrá jugadores que serán receptores de las críticas, insultos y de todas las culpas nacionales, hasta del retraso en las reformas.

¿Tiene la culpa Junior Fernandes, Felipe Gutiérrez, Marcelo Díaz? Ahora no, su nominación es responsabilidad de Sampaoli y él aún cuenta con crédito, puede darse algunos lujos, porque con sus ideas han logrado buenos resultados. Eso sí, cuando termine el torneo y si no tenemos la Copa América en nuestras vitrinas, en Juan Pinto Durán el ambiente estará muy, pero muy tenso.

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17 may 2015

Crítica al sistema de trabajo de los médicos

Recientemente, la revista British Medical Journal llevó como editorial la “Crítica al sistema de trabajo de los médicos”, del Dr. John Dean. Este cardiólogo británico, en síntesis, propone que los médicos trabajen en el sistema público o en el privado de salud, pero no en ambos, ya que hacerlo, constituiría, a lo menos, un conflicto de interés.

La crítica del Dr. Dean es provocativa para los médicos que ejercemos la medicina en Chile, donde hace décadas el ejercicio profesional es libre y la mayoría de los médicos trabajan indistintamente en el sector público y privado, lo que acomoda a las personas que acuden a ambos sistemas, en especial los beneficiarios del sistema público, a través de la modalidad de libre elección.

A continuación fundamento por qué no comparto las apreciaciones del Dr. Dean.

En primer lugar, hay una marcada diferencia entre el modelo de salud británico y el chileno en cuanto cobertura y oferta de servicios que es fundamentalmente estatal y con un fuerte énfasis en la atención primaria y medicina familiar. El Sistema Nacional de Salud del Reino Unido -creado por el gobierno laborista en 1948- se divide en servicios hospitalarios, de salud comunitaria y médicos generales, que ejercen una función de puerta de entrada.

En segundo lugar, el Dr. Dean -que dejó la práctica privada- menciona que sintió no poder continuar en ella “porque estaba involucrado en un negocio” y en tal sentido, esto se contrapone con la práctica de la medicina “pues se alienta al médico a decidir sobre la base de la ganancia en lugar de la necesidad”.

Este punto es especialmente cuestionable por encontrarse en las fronteras de una práctica médica falta de ética, mandato para la profesión médica sin distinción del sector donde trabajan.Más grave aún, el Dr. Dean deja entrever que los incentivos para ejercer su práctica eran francamente perversos al obtener comisiones agregadas por la indicación de un tratamiento versus otro. Si tal situación es real, está en el borde de un ejercicio profesional delictivo.

Dice el Dr. Dean que la práctica privada “se ejerce en solitario”, “no existiendo el apoyo de un equipo, que sí hay en un hospital público”, convirtiéndose los colegas del sistema privado en “competidores”. Esta afirmación debe obedecer a una experiencia muy particular del Dr. Dean, puesto que el trabajo en equipo es innato al trabajo en salud y no está vedado en un centro de salud por el sólo hecho de no ser de propiedad estatal.

También hace referencia a la calidad de la medicina, la cual según él es sólo una promesa detrás de la máscara de la mejor hotelería que se ofrece en el sector privado y, finalmente, el colega Dean invita a los médicos a ejercer sólo en un sistema, dada la disonancia de ejercer en ambos, haciendo un llamado a normar la actividad sanitaria.

No queda claro el problema, el dilema ¿es trabajar en ambos sistemas simultáneamente? ¿o desempeñarse en el sistema privado?

En Chile, la práctica médica y los prestadores institucionales privados están cada vez más regulados, debiendo responder a los mismos stándares de calidad que el sector público, distinguiéndose los prestadores privados por ser pioneros en someterse a rigurosos procesos de acreditación, seguidos por los establecimientos públicos de los que hay una importante rémora para ello.

Relevante es el control social ejercido por colectividades de pacientes y familiares quienes han posicionado sus posturas, robustecidos por las leyes de derechos y deberes y de garantías explícitas.

Los hospitales o clínicas privadas están cada vez más institucionalizados, organizados según los clásicos y virtuosos patrones del sistema público y han desarrollado los campos de docencia, haciéndose cargo de cohortes de estudiantes de diversas carreras de la salud, exigiendo a sus integrantes, especialmente de la profesión médica, estrictos estándares para dar cabida a la enseñanza y al buen testimonio de prácticas ejemplares.

Entonces, ¿cabe esta crítica amarga del Dr. Dean?

O mejor lo invitamos a Chile a ver si cambia de opinión.

* El editorial  de BMJ fue comentado en una nota periodística, en la edición del 06 de mayo de 2015 de El Mercurio.

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16 may 2015

Ciudades chilenas sustentables: el desafío del Alcalde Mayor

A principios de la semana pasada, la Cámara Chilena de la Construcción y el Departamento de Estudios Urbanos y Territoriales de la Universidad Católica de Chile presentaron su informe anual sobre calidad de vida en las ciudades de nuestro país. Entre los resultados, se evidenció un hecho altamente preocupante: el Gran Santiago concentra nueve de las diez comunas con peor calidad de vida y seis de las diez que destacan con el mejor índice.

Este hecho explica la razón del descenso de cuatro puestos de la capital –respecto del sondeo del año anterior- en el ranking de las diez áreas metropolitanas del mismo estudio, ubicándose en el noveno lugar y superando únicamente a la zona urbana de Iquique y Alto Hospicio.

Ambas cuestiones demuestran el perpetuo estado de la enorme segregación y su gravedad exponencial en el principal centro urbano de Chile, especialmente si se considera que el 90% de la población nacional vive en ciudades y el 45% de ese total reside en Santiago.

La histórica y sistémica falla en la planificación de nuestras ciudades ha impactado severamente en un crecimiento injusto y sin control. Esta fórmula sectaria y excluyente se explica, en parte, en la desarticulación de los gobiernos locales al momento de pensar sus comunas, generando estrategias de desarrollo atomizadas y al servicio de una disímil capacidad presupuestaria, con foco en un interés que está lejos de acoplarse a políticas inclusivas y al beneficio general del resto de la ciudad.

Las más perjudicadas son las familias más pobres. Con un menor acceso a bienes y servicios básicos como educación y salud, su capacidad de movilidad dentro de la ciudad en la que viven es casi nula debido a la falta de oportunidades, espacios y recursos para instalarse en los sectores con mejor calidad de vida. Esto las obliga a trasladarse a la periferia, donde no existen equipamientos adecuados, áreas verdes ni servicios públicos, una combinación que produce el caldo de cultivo de la inequidad y los problemas socioeconómicos asociados.

Por tales razones, los desafíos del futuro de nuestras ciudades están ligados a la sostenibilidad urbana que implica inclusión y planificaciones armónicas y éticas. A su vez, configuran un imperativo de responsabilidad social para quienes somos profesionales del área, impulsándonos a participar activamente de la forma en la que queremos construir y vivir nuestros centros urbanos.

La primera urgencia es pensar a Santiago y el resto de las áreas metropolitanas chilenas como una gran unidad articulada, poniendo en práctica lo que expertos y la literatura especializada consideran como un aporte decisivo a la falta de acciones inclusivas y a la coherencia en la distribución territorial: la existencia de un Alcalde o Arquitecto Mayor.

Empoderado de la autoridad necesaria, esta figura puede coordinar el cumplimiento de todas las políticas públicas de diseño urbano y determinar acciones destinadas a enfrentar los desafíos de la construcción de una ciudad coherente y desde un enfoque sistémico. Se trata de una institución con una clara visión a corto, mediano y largo plazo que facilite buenas prácticas de planificación y fiscalización, aplicando planes de desarrollo destinados a, precisamente, elevar la calidad de vida de los habitantes de la zona urbana, su principal desafío.

Las experiencias son variadas y encontramos buenos ejemplos en las principales ciudades de Europa y Estados Unidos. Pero también los hallamos en la región: el Alcalde Mayor de Bogotá, en Colombia, se ha convertido en un caso de éxito debido a su desempeño –en estrecha colaboración con el sector privado- en la coordinación de la renovación del sistema de transporte y los espacios públicos, logrando superar los problemas de inseguridad y violencia que caracterizaban a la ciudad.

Ciertamente, pensar que el Alcalde Mayor pueda solucionar todos los problemas de una urbe es desmedido e irreal, pero sí representa una parte de un proyecto de asociación que permite avances claves. Es el tránsito que debe emprender la figura chilena del Intendente, obteniendo una representatividad democrática (elegido directamente por el voto) y jurisdicción para la toma de decisiones para cumplir con una gestión urbana integrada en varios niveles y con la cooperación de todos los sectores que puedan participar.

El avance institucional y la convergencia de los esfuerzos multisectoriales permitirán salir de una negativa pendiente que agobia a los ciudadanos y conseguirá cumplir con la necesaria meta de ciudades más justas, humanas y éticas.

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16 may 2015

Factores territoriales y persistencia de pobreza rural

La pobreza rural en Chile no ha recibido la atención suficiente por parte de las políticas de Estado y las zonas rurales de nuestro país están en una clara situación de desventaja respecto delas urbanas. Así se desprende de la “Serie de Análisis de la Encuesta Casen 2013”que realiza el Grupo de Trabajo sobre Inclusión y Desarrollo Social de RIMISP-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, que indaga en los factores territoriales tras la persistencia de la pobreza rural.

Como nunca antes, la Nueva Metodología de Medición de Pobreza (NMMP) que incorpora la Encuesta Casen 2013 permite comparar con propiedad las zonas urbanas y rurales, evidenciando que las primeras se encuentran en mejores condiciones que las segundas: entre el 2006 y el 2013 la pobreza en zonas urbanas se redujo un 53%, mientras que en las rurales esa cifra sólo llegó al 48%. Es así que un 25,4% de los hogares en el campo continúa viviendo en la pobreza, en comparación al 11% de las ciudades.

El análisis de las cifras de la Encuesta Casen 2013 muestra que aquellos aspectos en que los hogares rurales pobres se encuentran en una situación más desventajosa respecto de sus pares urbanos, dicen relación con las oportunidades que ofrece el territorio y no tanto con factores individuales o familiares.

Al comparar las posibilidades de acceso a servicios básicos que tienen los hogares pobres, tanto urbanos como rurales, encontramos diferencias abismantes, por ejemplo en cuanto a calidad de la vivienda (81% de hogares pobres urbanos están en condiciones aceptables, mientras sólo 48% de los hogares pobres rurales están en similar situación) o a condiciones de saneamiento de los hogares (96% de los hogares urbanos y 60% de los hogares rurales en condición de pobreza tienen condiciones aceptables de acceso a agua potable, servicios higiénicos y origen del agua).

En acceso a servicios de educación escolar, 11% de los hogares rurales asegura que la principal razón por la que los niños de 0 a 6 años de su hogar no asisten a un establecimiento educacional, es que no existen escuelas que presten ese servicio.Mientras, en las zonas urbanas éste no es un motivo de preocupación para los padres (0,7%).

Asimismo, a pesar de que las zonas rurales tienen peores condiciones de ingresos y pobreza, los dos programas públicos para la superación de la pobreza más emblemáticos –Chile Solidario (ChS) y el Ingreso Ético Familiar (IEF)- están mucho más concentrados en las áreas urbanas: sólo el 24% de los beneficiarios del ChS y el 27% de los del IEF habitan en zonas rurales.

Los programas para la superación de la pobreza en Chile son neutros, tanto a las diferencias territoriales como a la heterogeneidad de las situaciones de pobreza. Esto significa que el diseño de las intervenciones es estándar y no recoge las particularidades territoriales ni las trayectorias individuales para la superación de la pobreza.

Es cuestionable el excesivo énfasis en los hogares que ponen las políticas de superación de la pobreza en Chile, como si con sólo abordar los factores que tienden a perpetuar la pobreza a nivel de hogar pudiera resolverse un problema que tiene evidentes aristas territoriales.

En la medida en que persisten notorias diferencias en la incidencia de la pobreza por zona, cabe esperar que los factores propios del territorio contribuyan (al menos parcialmente) a explicar por qué resulta tan difícil de erradicar la pobreza rural.

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16 may 2015

Ottone, en busca de la relevancia perdida

Desde los balbuceos de un recién nacido a los deseos postreros del moribundo, las primeras y las últimas palabras han sido siempre significativas en la vida de los seres humanos. Si advertimos las terminales de la ex Ministra Claudia Barattini,”me faltó relacionarme mejor con el Parlamento y las comunicaciones” y las primeras de su sucesor, Ernesto Ottone, “el arte y la cultura no son un lujo, son todo: una necesidad de cada grupo humano”, podemos advertir las explicaciones iniciales de un cambio, para algunos, sorpresivo.

Barattini no vacila en evaluar su gestión positiva destacando la consulta indígena, dónde no hay dos opiniones, y los preparativos de la Ley que crearía un ministerio de las Culturas y el Patrimonio. Ninguna de las dos suficientemente comunicadas ni puestas al alcance del Parlamento. En el primer caso, quizás agravado por el proverbial desprecio de los medios de comunicación a los pueblos originarios; en el segundo, sin justificación, debido al natural interés que la gente de la cultura y también los medios tienen al respecto. No obstante, hasta la fecha a una semana del 21 de mayo, no hay luces. Y sí muchas sospechas.

La administración saliente no le otorgó urgencia a la tramitación del proyecto, ni la instaló en el debate con los incumbentes, reduciéndola a simulacros de participación sin contrapartes con capacidad de respuesta a las proposiciones, lo que desembocó -aparentemente- en una arquitectura institucional que pegotea entidades existentes, como se ha encargado de comunicar la DIBAM en desmedro de un discurso alternativo del Consejo Nacional de la Cultura.

Por ello, entre las labores prioritarias de Ernesto Ottone está sacar al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de la irrelevancia en que está sumido, por ausencia pública de un sueño respecto del desarrollo cultural en Chile e invisibilidad de sus autoridades unipersonales y colegiadas.

Las primeras tareas son, en consecuencia, básicas: restablecer visibilidad; dialogar con el mundo de la cultura; repotenciar los órganos de participación que caracterizan y diferencian a este Consejo del resto de la administración; compartir tareas con los centros culturales que sustentan las artes en todo el país, y agilizar la gestión del servicio, orientándolo hacia desafíos país, por ejemplo, la reforma educacional, los diferendos con los países limítrofes o el rol solidario de la cultura ante los desastres naturales.

Señales como la recién actualizada política del libro y la recepción por parte de Ottone de un anteproyecto de las artes escénicas, parecen indicar que el camino inmediato va antes por leyes sectoriales que por apresurar el Ministerio.

Las primeras palabras públicas de Ottone, aludiendo a la imprescindibilidad de las artes y la cultura para las personas, bien pudieron estar en boca de su antecesora, pero no fue así. No hubo capacidad en su equipo de constituir un discurso propio que infundiera mística a un mundo cultural que no requiere de mucha provocación para adherir a buenas causas.

Más allá de mejorar su capacidad en comunicaciones, el ministro Ottone debería tener espacio para revisar aspectos del proyecto de ley y deberá optar por hacerlo antes de su presentación al Congreso o hacerlo durante el debate legislativo. Es decir, presentando indicaciones a la anunciada indicación sustitutiva.

No se le puede imponer a un nuevo secretario de estado que asuma sin revisión una gestión pre legislativa deficiente. Hay antecedentes: el ex Ministro Ampuero dio una vuelta de tuerca al proyecto que había generado su antecesor, convocando a un encuentro plural en el Congreso; su esfuerzo no alcanzó a ver frutos a causa de los escasos meses que estuvo en el cargo.

Ottone tiene un horizonte cercano a los tres años, que es, según el OPC lo que suelen tomar los proyectos de este sector en el Parlamento. Es de esperar que los use para llevar adelante una institucionalidad que supere la existente, conservando su carácter autónomo, participativo, con patrimonio propio y vinculante en la formulación de sus políticas.

De otro modo, no valdría la pena modificar lo existente.

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15 may 2015

Nuevo Gabinete

Se acabó la especulación y la Presidenta Bachelet ha dado una potente señal al modificar a su equipo político-económico, con un sello de moderación y de invitación al diálogo y los acuerdos de cara a las reformas que aún están en trámite y a los cambios institucionales que el país requiere.

La DC sin duda celebra que el nuevo ministro del Interior sea de sus filas, más aún cuando Jorge Burgos tiene la ventaja de ser una persona que conoce el Ministerio, conoce el trabajo parlamentario y tiene una vasta experiencia en el trabajo político-partidario.

Pero con esto no estoy diciendo para nada que el partido esté sacando cuentas alegres.No es la actitud que queremos en este momento. Dijimos que íbamos a respaldar la propuesta de la Presidenta para ponernos a trabajar. No es el momento de cuoteos, sino de apoyar al equipo de la DC que tendrá que trabajar desde dentro del Gobierno para sacar el programa adelante.

Esta es una decisión presidencial y desde ese punto de vista, la DC celebra que la Mandataria tenga entre las filas de nuestra colectividad colaboradores leales y eficientes para enfrentar el desafío de gobernar con seriedad, calidad y responsabilidad. La Presidenta pudo armar un equipo y a ese equipo, indistintamente de su partido, lo vamos a apoyar y aconsejar.

Lo que ahora se requiere es mucha coordinación y diálogo político; la Nueva Mayoría debe ser capaz de acercarse también a la oposición y a nuevos actores que puedan aportar con ideas nuevas y mejores soluciones, a la agenda que el país debe encarar en materia de reconstrucción por los desastres naturales, y en materia de reformas y crecimiento económico.

Es vital que se cumplan los acuerdos asumidos con la gente, sin olvidar que hay emergencias en curso y que hay una situación económica delicada que requiere de acciones concretas.

En tal sentido, concordamos plenamente con el nuevo ministro del Interior quien ha señalado que en esta etapa habrá un especial esfuerzo por el diálogo profundo y por el logro de acuerdos y consenso amplios y de largo alcance. La conducción política va a impactar en materias tan claves como la creación de más y mejor empleo, mejores soluciones a los problemas de vivienda, salud o educación, así como la respuesta temprana a situaciones de catástrofes.

Y para todo eso, queremos que haya un clima de construcción y no de constante ataque y desconfianza mutua; como partido pondremos lo mejor de nuestra gente e iniciativas para que este Gobierno se sienta acompañado desde la base. Porque lo que no se nos puede olvidar nunca, es que la legitimidad de esta coalición política la ha dado las urnas y a ellas nos debemos. Hay que cumplir el programa que es nuestra palabra empeñada.

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15 may 2015

Un modelo con corazón

¿Qué es la economía social? En nuestro esfuerzo por difundir este tema, que hemos reactivado en el gobierno de la Presidenta Bachelet, muchas veces surge la pregunta. Este sector de la economía aparece poco en los medios, aporta menos del 2% del PIB, pero llena la vida de casi 4 millones de chilenos.

Entendemos la economía social como el modelo de negocio cuyo fin último no es la rentabilidad, sino la resolución de un problema o una necesidad. Y agrupamos dentro de este concepto a las empresas cooperativas, las empresas B, las redes de comercio justo y las asociaciones gremiales.

Basta revisar un poco la historia para reconocer el éxito de las cooperativas en los años 50, que tradujo en un aporte al desarrollo económico del país con significativos avances en electrificación rural, vivienda, agricultura, comercio, agua potable, ahorro y crédito, entre otras. Hasta los 70, estas empresas –que dan el nombre a esta radio- siguieron conformando un sector relevante para en la dictadura sufrir un deceso importante debido a la persecución política. Pero nunca desaparecieron.

Hoy, en rigor hace un año, desde la Subsecretaría  de Economía y Empresas de Menor Tamaño, nos hemos propuesto reposicionar y fomentar a las cooperativas y a su sector, la economía social. Porque creemos firmemente que tenemos que devolverle el lugar que se merece a este modelo  que reivindica el valor de la persona sobre el capital, prioriza la humanidad para alcanzar objetivos de bien común y encontrar soluciones.

Recientemente, en una visita que hizo a nuestro país, el Vice Presidente del Consejo Mundial de Cooperativas de Ahorro y Crédito (WOCCU ) Mark Cifuentes, con quien tuve la suerte de reunirme,  describió asertivamente el modelo de economía social como un modelo con corazón, como el que “tienen las madres al interior de sus familias, un sistema donde no se busca el bien propio sino del conjunto de la familia, el bienestar de todos”.

Esta descripción grafica bien la razón por la que esta economía ha ganado adhesión a nivel internacional: cien millones de personas trabajan actualmente vinculadas a un sistema más humano y democrático. A nivel de empresas, 10 por ciento de las empresas europeas están relacionadas con este modelo. En Latinoamérica, el desarrollo no se ha quedado atrás. ¿El resultado? Un impacto directo en la calidad de vida y en parte de las sociedades, que persiguen un mundo más humanizado.

Esto no significa que no valoremos el mercado ni el aporte que diariamente hacen en el país y en el mundo, las pequeñas, medianas y grandes empresas tradicionales. Pero la economía social tiene beneficios y principios admirables, que le harían muy bien al sistema tradicional.

Aquí me permito destacar un aspecto notable: el género. Aunque todavía falta por avanzar en las instancias directivas, para las empresas de la economía social, por ejemplo, para las cooperativas, las mujeres han tenido siempre voz y voto. Porque la no discriminación forma parte de los principios que las rigen.

Por todas estas virtudes, y porque sabemos del impacto que tienen las empresas sociales en gente de escasos recursos, muchas de regiones, nos hemos propuesto el desafío de fomentar la economía social. Para eso, hemos presentado un Plan de Acción 2015-2018, consensuado con el Consejo Público-Privado, en que participan actores del sector cooperativo, de las empresas B, asociaciones gremiales, redes de comercio justo; del ministerio de la Mujer; de los servicios dependientes del ministerio de Economía: Corfo y Sercotec, entre otros. Con 28 medidas concretas y recursos que bordean los US$ 20 millones (fondos de diversos sectores públicos), queremos impulsar y visibilizar este modelo.

El propósito final es que la economía social se encadene mejor al desarrollo productivo del país, que muchos más se entusiasmen con sus beneficios y que cada vez más personas sepan responder la pregunta ¿qué es la economía social?

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15 may 2015

Respecto de la calidad en la Educación Superior

Mucho se dice acerca de la inexistencia de la variable calidad a la hora de las reformas que se están discutiendo. Sobre esto tengo alguna experiencia y opinión que quisiera compartir.

Hay al menos tres aspectos a revisar en la variable calidad, a saber, lo concerniente a los estudiantes, lo que corresponde a los académicos y lo propio de las autoridades académicas.

De los primeros varios son los aspectos a considerar. En primer lugar el sistema de selección.Este por antonomasia es malo y sólo diferencia en la cantidad de conocimiento adquirido mas no en las habilidades de los estudiantes. Sobre este aspecto podríamos redactar miles de argumentos (en pro y en contra del mismo) pero el hecho, es que no discierne en los aspectos que debiera a la hora de seleccionar a un estudiante apto para tal o cual carrera.

Dado el hecho que el sistema de selección es el que hay, los estudiantes son seleccionados por las universidades e institutos considerando otros aspectos, de los cuales uno de los más importantes es la capacidad de pago, pero esto no viene al caso en mi análisis y es materia también de otros escritos.

Los estudiantes ya en pleno desarrollo de sus estudios han sido empoderados de tal irracional manera que su opinión es la que rige los destinos de sus propias carreras. Si bien es importante su participación en la creación y desarrollo de espacios estudiantiles, se les ha considerado también en la decisión de asuntos estrictamente académicos.

Esto es tan así, que de ellos depende la continuidad laboral de muchos docentes, que muchas veces siendo autoridades en sus respectivas áreas del conocimiento son desechados por ser “malos profesores”, siendo esto último sinónimo de “malos motivadores”, “malos evaluadores”, “malos profesionales” etc.

La mentada Evaluación Docente implementada en la casi totalidad de las instituciones no hace sino entregar a los estudiantes la oportunidad de diseñar a su propio antojo sus carreras, pues además se les consulta acerca de la pertinencia de asignaturas y materias.

Además se les ha entregado la posibilidad de decidir acerca de porcentajes de asistencia a clases, notas mínimas de eximición de examen, etc. Todo lo que tiene que ver con inventados “derechos” es más importante que sus propios deberes, los que no son considerados y atentan contra la excelencia académica. He sido testigo que por culpa de estudiantes flojos (los que más conocen de sus supuestos derechos) docentes de alta calidad son “invitados” por las autoridades académicas a “mejorar” sus sistemas de enseñanza y evaluación dado que han sido mal evaluados por los estudiantes. Y muchos han sido “desvinculados” por no haber mejorado es estos aspectos. Primer pucha.

Los académicos por su parte, son sometidos a las ya mencionadas evaluaciones, a una cada vez mayor inversión de tiempo para “planificar” (lo pongo entre comillas porque si bien es cierto que esta actividad es practicada desde siempre por los académicos, no es menos cierto que se han diseñado sistemas informáticos que hacen de esta práctica una metodología inhumana y ajena a toda realidad temporal y de variables que son endémicas al desarrollo de la actividad docente), a “subir” a las plataformas informáticas todo, esto es, las fechas de pruebas, las recuperaciones de clases (incluso las clases perdidas por sus propias marchas y paros estudiantiles), los contenidos, las guías de trabajo, la bibliografía fotocopiada (no saben ir a la biblioteca, muchos ni la conocen), el día del profesor, el día del alumno, el día del joven combatiente, el paro de micros, la fecha de sus cumpleaños y de su santo,etc., etc.

Y todo esto bajo un sistema contractual miserable que los obliga a trabajar desde sus hogares muchas más horas de las que se les están pagando, que dicho sea de paso, a la mayoría de los académicos se les paga por hora de clases y esto involucra más obligaciones de las que el propio dinero pueda pagar, pero la pega es la pega y hay que cuidarla.

Como sea, actualmente es mejor docente quien realiza todas las actividades que se les solicita desde la autoridad y quienes deben motivar a los estudiantes (desentendiendo que estos estudian los que les gusta y por lo mismo se supone que están motivados), sin importar que sean reconocidos en sus campos de conocimiento y que muchas veces ostenten grados académicos de magister, doctor y/o valorados como altos académicos por la sociedad específica pertinente. O sea, si el alumno no aprende, es culpa del docente y no de los estudiantes. Segundo pucha.

Las autoridades académicas hacen suyo el mecanismo actual y ponen por sobre todo la opinión de los alumnos como la variable más importante a la hora de encontrar soluciones y mejoras a los procesos académicos. Seguramente esto obedece a la solicitud de autoridades superiores, las que requieren de cifras positivas en términos de rendimiento, retención de estudiantes, porcentajes de titulación, etc. para poder acceder a la Acreditación (de esto hay que escribir mucho en otros artículos).

El hecho es que por lo dicho y seguramente esgrimiendo cualidades de líder mediático y/o de resultados en las variables acreditables, y vulnerando totalmente la tradición y por cierto la calidad, hoy en día es posible encontrar autoridades académicas que sin haber desarrollado carrera verdaderamente académica universitaria como se debe, lo son. Es así que encontramos Decanos y Directores de Escuela y de Carrera sin pos grado e incluso algunas veces sin título universitario (ni siquiera de esos que hoy se obtienen por correspondencia), pero son del gusto de los clientes,perdón, de los alumnos, los que ahora se hacen llamar “estudiantes” dado que el calificativo de alumno, que significa “sin luz” los ofende. Tercer pucha.

Entonces, aunque no generalizado, el escenario es:

Autoridades académicas dedicadas a dar el gusto a los estudiantes. Estudiantes que hacen lo que quieren y los académicos como la salchicha del completo (no sé cómo se escribe “zanduish” para haber escrito jamón).

Creo que se requiere de autoridades académicas que hayan hecho verdadera carrera académica, que hayan estudiado pos-grado y que pongan la calidad académica por sobre cualquier variable. Académicos que sean respetados y valorados por sus autoridades y que tengan la posibilidad de hacer su labor en ambientes contractuales también de calidad y con el reconocimiento debido de sus jefes y estudiantes. Y finalmente de estudiantes que se dediquen a estudiar, aprender, a considerar que la posibilidad de alcanzar una profesión, sea cual sea el sistema que les tocó vivir, no es sino el mejor de los emprendimientos personales para mañana ser mejores personas y profesionales de calidad.

La calidad es la variable que mejor definirá el futuro de todos, entonces dejemos a la mediocridad y la demagogia fuera de las gestiones académicas y de las aulas. Serán mejores profesionales los que se esfuercen y soporten el rigor académico.

Por cierto que muchas Facultades y Escuelas no obedecen a esta realidad, pero sobre la misma realidad esto existe en varias universidades e institutos, especialmente de las que reciben alumnos por debajo de la cota PSU600.

Ojalá la autoridad ministerial intervenga en las variables que menciono. O sea, obligar tener autoridades académicas de verdad, sin que esto sea por ejemplo haber escrito lindas canciones, poemas vistosos o ser hijo de alguien circunstancialmente reconocido. La actualidad reciente da fe de que ser hijo de alguien no es garantía de nada, docentes competentes y valorados (académica y laboralmente) y estudiantes que hagan lo que tiene que hacer, es decir estudiar.

Como dijo un emblemático Presidente de Chile en un recordado discurso “…el académico universitario respeta al buen alumno, y tendrá que respetar sus ideas cuales quiera que sean…”.  Pero primero hay que ser buen alumno pues.

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15 may 2015

El capital político de la Presidenta

Transcurrido un año del inicio de su segundo gobierno, la presidenta Bachelet tenía un saldo más que positivo para realizar: una reforma tributaria que, aunque modesta, reintroducía un criterio redistributivo y una reforma política que acababa con uno de los principales cerrojos institucionales de la dictadura, el sistema binominal.

Con esos dos hitos, en su primer año, el gobierno de la Nueva Mayoría había avanzado más que cualquier gobierno de la Concertación en desembarazarse de la herencia política de la Dictadura y no conforme con ello se aprestaba para un segundo año en el que la Reforma Educacional sería la protagonista (desmunicipalización, Carrera Docente y gratuidad universitaria).

Sin embargo, como ya es sabido esa evaluación pasó a un segundo plano cuando el Caso Caval, en el que estaban implicados el hijo de la Presidenta y su esposa, se tomó la agenda pública y terminó por salpicar a la propia jefa de Estado.

Peor aún, Caval aparecía en momentos en que una serie de juicios laborales habían develado una sistemática evasión de impuestos por parte de algunas empresas a través del financiamiento espurio a los principales partidos políticos del país.

La emisión de boletas ideológicamente falsas para abultar los gastos de las empresas como PENTA y SOQUIMICH, para así reducir su carga impositiva, se había extendido a tal punto que llegaba incluso al círculo más próximo de la Presidenta. La salida del ex Ministro del Interior Rodrigo Peñailillo del Gabinete sería la principal evidencia de esa crisis política.

Al ex Secretario de Estado no se le perdonó la emisión pasada de Boletas por servicios presuntamente no prestados, sino que además se le responsabilizó por no haber advertido a la Presidenta hasta dónde esta crisis podría escalar. Lo que, a fin de cuentas, terminó por costarle una estrepitosa pérdida de valoración política a la mandataria, la que llegó rápidamente a su nivel más bajo de popularidad.

Cuando Rodrigo Peñailillo le recomendaba no suspender sus vacaciones a la presidenta por el Caso Caval ¿subestimaba el papel corrosivo que el caso podría tener o sobreestimaba un capital político que hasta ese minuto parecía incombustible?

El ex Ministro no hizo más que aplicar un criterio de actuación que hasta cierto punto tiene su origen en la máxima de Eugenio Tironi que dice “que la mejor política comunicacional es no tenerla”; que, en el caso de Bachelet, se traducía en una lógica de protección de su capital político mediante la no exposición y en la confianza en sus atributos (credibilidad y cercanía) para sortear cualquier crisis.

Sin embargo, tal como señala Pierre Bourdieu el capital político es un tipo de capital simbólico basado en la reputación y notoriedad que, en tanto acto de fe, precisa ser permanentemente renovado. Por tanto, el político es un tipo de capital que no se puede poner ni debajo del colchón ni en la bóveda de un banco sin la inminencia de su devalorización progresiva. El capital político debe circular y ser arriesgadoconstantemente, su naturaleza es dinámica e inestable: fácil puede venir, fácil se va y difícil es recuperarlo.

Michelle Bachelet parecía ser hasta ahora una extraordinaria excepción a esta idea, aunque se aprestaba a arriesgar su capital político en una serie de reformas que, a pesar de la mayoría parlamentaria con la que cuenta, no dejarían de mermarla, por la presión de los que no quieren cambios y de los que quieren que sean más profundos.

No obstante, su capital político se desvaneció sin siquiera iniciar la discusión de las reformas más complejas (educacional, laboral y constitucional) y por razones totalmente ajenas a su carta de navegación (el programa de gobierno). ¿Es posible recuperar ese capital político perdido?

Si se considera a Michelle Bachelet como una de las principales fuentes de legitimidad que le quedaban al actual sistema político, el que viene acumulando niveles de vaciamiento y desafección crecientes, entonces cabe preguntarse si acaso la súbita pérdida de popularidad de la Presidenta no contribuya a acelerar la necesidad de un cambio que relegitime la política chilena.

La propia mandataria dio luces sobre ello al anunciar el inicio de un proceso constituyente que dote a Chile de una Constitución democrática. Si bien en una nueva Constitución no están las respuestas a todos nuestros males, la generación de un nuevo pacto político-social que refunde las reglas que nos damos para ordenar nuestra convivencia colectiva en democracia es indispensable para re-aproximar a la sociedad civil con la política, sólo mediante el restablecimiento de este vínculo esta última recobrará legitimidad.

Ahora bien, el mecanismo empleado para eso no es secundario, ya que una restricción a la participación ciudadana podría mermar el potencial relegitimador de una nueva Carta Fundamental. Transferir el ejercicio soberano constituyente desde el pueblo a un Congreso en franco descrédito o a un grupo de expertos, podría más bien ampliar la distancia entre el sistema político y aquél.

Si antes de esta crisis el inicio de un proceso constituyente era un buen motivo para arriesgar el enorme capital político presidencial, hoy cuando el mismo se ha reducido, una nueva Carta Magna aparece como la oportunidad de traerlo de vuelta.

En ese proceso, obviamente el papel que le cabe a Michelle Bachelet no es menor.Para sortear la actual crisis, no será suficiente guarecerse con un equipo ministerial más o menos competente y, por más que sean bienvenidas las medidas de probidad anunciadas no revertirán un escenario de descrédito político más bien estructural.

La Presidenta debe arriesgarse y tomar la iniciativa, no ya para recobrar un capital político perdido, sino más bien para ser la principal catalizadora de la reconstrucción de un sistema político que sea coherente con los intereses colectivos del país.Una Nueva Constitución que empodere a los ciudadanos y en la que éstos se vean reflejados, no puede prescindir de ellos mismos.

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