15 may 2015

El capital político de la Presidenta

Transcurrido un año del inicio de su segundo gobierno, la presidenta Bachelet tenía un saldo más que positivo para realizar: una reforma tributaria que, aunque modesta, reintroducía un criterio redistributivo y una reforma política que acababa con uno de los principales cerrojos institucionales de la dictadura, el sistema binominal.

Con esos dos hitos, en su primer año, el gobierno de la Nueva Mayoría había avanzado más que cualquier gobierno de la Concertación en desembarazarse de la herencia política de la Dictadura y no conforme con ello se aprestaba para un segundo año en el que la Reforma Educacional sería la protagonista (desmunicipalización, Carrera Docente y gratuidad universitaria).

Sin embargo, como ya es sabido esa evaluación pasó a un segundo plano cuando el Caso Caval, en el que estaban implicados el hijo de la Presidenta y su esposa, se tomó la agenda pública y terminó por salpicar a la propia jefa de Estado.

Peor aún, Caval aparecía en momentos en que una serie de juicios laborales habían develado una sistemática evasión de impuestos por parte de algunas empresas a través del financiamiento espurio a los principales partidos políticos del país.

La emisión de boletas ideológicamente falsas para abultar los gastos de las empresas como PENTA y SOQUIMICH, para así reducir su carga impositiva, se había extendido a tal punto que llegaba incluso al círculo más próximo de la Presidenta. La salida del ex Ministro del Interior Rodrigo Peñailillo del Gabinete sería la principal evidencia de esa crisis política.

Al ex Secretario de Estado no se le perdonó la emisión pasada de Boletas por servicios presuntamente no prestados, sino que además se le responsabilizó por no haber advertido a la Presidenta hasta dónde esta crisis podría escalar. Lo que, a fin de cuentas, terminó por costarle una estrepitosa pérdida de valoración política a la mandataria, la que llegó rápidamente a su nivel más bajo de popularidad.

Cuando Rodrigo Peñailillo le recomendaba no suspender sus vacaciones a la presidenta por el Caso Caval ¿subestimaba el papel corrosivo que el caso podría tener o sobreestimaba un capital político que hasta ese minuto parecía incombustible?

El ex Ministro no hizo más que aplicar un criterio de actuación que hasta cierto punto tiene su origen en la máxima de Eugenio Tironi que dice “que la mejor política comunicacional es no tenerla”; que, en el caso de Bachelet, se traducía en una lógica de protección de su capital político mediante la no exposición y en la confianza en sus atributos (credibilidad y cercanía) para sortear cualquier crisis.

Sin embargo, tal como señala Pierre Bourdieu el capital político es un tipo de capital simbólico basado en la reputación y notoriedad que, en tanto acto de fe, precisa ser permanentemente renovado. Por tanto, el político es un tipo de capital que no se puede poner ni debajo del colchón ni en la bóveda de un banco sin la inminencia de su devalorización progresiva. El capital político debe circular y ser arriesgadoconstantemente, su naturaleza es dinámica e inestable: fácil puede venir, fácil se va y difícil es recuperarlo.

Michelle Bachelet parecía ser hasta ahora una extraordinaria excepción a esta idea, aunque se aprestaba a arriesgar su capital político en una serie de reformas que, a pesar de la mayoría parlamentaria con la que cuenta, no dejarían de mermarla, por la presión de los que no quieren cambios y de los que quieren que sean más profundos.

No obstante, su capital político se desvaneció sin siquiera iniciar la discusión de las reformas más complejas (educacional, laboral y constitucional) y por razones totalmente ajenas a su carta de navegación (el programa de gobierno). ¿Es posible recuperar ese capital político perdido?

Si se considera a Michelle Bachelet como una de las principales fuentes de legitimidad que le quedaban al actual sistema político, el que viene acumulando niveles de vaciamiento y desafección crecientes, entonces cabe preguntarse si acaso la súbita pérdida de popularidad de la Presidenta no contribuya a acelerar la necesidad de un cambio que relegitime la política chilena.

La propia mandataria dio luces sobre ello al anunciar el inicio de un proceso constituyente que dote a Chile de una Constitución democrática. Si bien en una nueva Constitución no están las respuestas a todos nuestros males, la generación de un nuevo pacto político-social que refunde las reglas que nos damos para ordenar nuestra convivencia colectiva en democracia es indispensable para re-aproximar a la sociedad civil con la política, sólo mediante el restablecimiento de este vínculo esta última recobrará legitimidad.

Ahora bien, el mecanismo empleado para eso no es secundario, ya que una restricción a la participación ciudadana podría mermar el potencial relegitimador de una nueva Carta Fundamental. Transferir el ejercicio soberano constituyente desde el pueblo a un Congreso en franco descrédito o a un grupo de expertos, podría más bien ampliar la distancia entre el sistema político y aquél.

Si antes de esta crisis el inicio de un proceso constituyente era un buen motivo para arriesgar el enorme capital político presidencial, hoy cuando el mismo se ha reducido, una nueva Carta Magna aparece como la oportunidad de traerlo de vuelta.

En ese proceso, obviamente el papel que le cabe a Michelle Bachelet no es menor.Para sortear la actual crisis, no será suficiente guarecerse con un equipo ministerial más o menos competente y, por más que sean bienvenidas las medidas de probidad anunciadas no revertirán un escenario de descrédito político más bien estructural.

La Presidenta debe arriesgarse y tomar la iniciativa, no ya para recobrar un capital político perdido, sino más bien para ser la principal catalizadora de la reconstrucción de un sistema político que sea coherente con los intereses colectivos del país.Una Nueva Constitución que empodere a los ciudadanos y en la que éstos se vean reflejados, no puede prescindir de ellos mismos.

Este es un espacio de libertad, por lo que solicitamos que no lo desaproveches. Contamos con que las opiniones se remitan al contenido de las columnas y no a insultos, ataques personales, comentarios discriminatorios o spam.

Por lo mismo y buscando el buen funcionamiento de este canal de expresión, requerimos de un registro previo utilizando Twitter, Facebook, Gmail o Disqus.

Si tienes problemas para registrarte, haz click acá.

  • JoseLuisSilvaLarrain

    Señor, el político trabaja en función de quienes lo pueden
    elegir mañana, no de quienes ya lo eligieron.

    La actual presidenta esta con la popularidad en picada no sólo por
    negligencia (y quizá traición) de su hijo político y su hijo de sangre
    (Peñailillo y Dávalos), sino porque se han ido cumpliendo exactamente los vaticinios mas “terroristas” de los que anunciaron el resultado de las reformas.

    La presidenta se olvidará de la odiosa retórica que tienen éstas reformas que nunca ha llevado a nada bueno aquí ni en la quebrada del aji. La presidenta va a evitar que la mayoría de mañana le enrostre reformas que causaron desempleo, pobreza y caos que quizá tardaría sangre sudor y lágrimas por generaciones en recuperarse con medidas mucho mas duras para los trabajadores y autoritarias para la ciudadania. Recuerde que el mejor nivel del país se logró de esa forma en los 80 y 90, no fue gratis.

    Saludos