17 dic 2013

H D Thoreau, no votar en este Chile puede ser desobediencia civil

“La mentira puede correr mil años, pero la verdad la pilla en un segundo”, le oí decir a una señora sabia en una población de Valparaíso.

La Constitución de 1980 tiene una base fascista indiscutible, pues nació de las actas constitucionales aprobadas entre 1974 y 1977, cuyo fundamento se encuentra en los escritos legislativos del Régimen de Vichy, instaurado en territorio francés en 1940 bajo el mando del Mariscal Pétain y en colaboración con el régimen nazi, según explicaba Enrique Silva Cimma.

Los “constituyentes” miembros de la Comisión Redactora y el Consejo de Estado fueron designados por un dictador.Otra comisión secreta revisó y adecuó el texto del Consejo de Estado.Ni mencionar que fue “aprobada” mediante un fraude electoral.

Ante esta farsa, asumí la convicción en 1993 de que mientras gobernara esa Carta de Pinochet, yo no votaría como protesta. Opté por el incomprendido camino del pensador estadounidense Henry David Thoreau, el de la desobediencia civil y empecé a soñar con el lago Walden.Vivimos más de dos décadasen una Francia ocupada, ¿con qué cara nos llaman a votar bajo una carta inspirada por nazis?

Sobre la alfombra de esta “fiesta de la democracia” recién vivida, abundan vasos mal olientes, guitarreos relamidos, puentes hacia grupos económicos, privatizaciones de mares, comisiones de hombres buenos, mesas de diálogo, cincuenta y tantas liposucciones constitucionales, democracia de mercado y discursos hipócritas sobre DDHH.

Respeto a las personas que van a votar, porque acuden con la intención de cambiar las cosas, respeto a los que votaron en el 88, porque un plebiscito es siempre una esperanza, pero el tema es más complejo.

Cuando a Mercedes Sosa,le pedían que actuara en nuestro país ella respondía: “no cantaré en Chile mientras esté Pinochet”.Pues bien, si la Constitución de ellos se eternizó gracias al binominal, recién trucado por la elite, no votaré en Chile.No hacerlo es un acto de profunda reflexión y protesta, muy pariente de la obra y vida de Thoreau.

Henry David, inició su filosofía cuando rechazó pagar el impuesto para financiar la guerra contra México, por ello fue encarcelado en 1846. Su acción buscaba protestar también contra un gobierno que avalaba la esclavitud. La desobediencia civil de Thoreau debe ser un acto público para distinguirse de la apatía e inspiró décadas después a Luther King, Gandhi y Mandela.

¿Es la democracia, tal como la conocemos, el último logro posible en materia de gobierno?¿No es posible dar un paso más hacia el reconocimiento y organización de los derechos del hombre?”, decía Henry David, siempre corriendo la frontera.

Antes que el amor, el dinero, la fe, la fama y la justicia, dadme la verdad”, dijo. La verdad no la podemos alcanzar, pero sí podemos acceder a la belleza que es su destello.

Thoreau se fue al lago Walden en busca de esa belleza, a vivir en el bosque la soledad, respecto a las personas y la sociedad. Tal como un Cristo que parte al desierto en protesta política y espiritual. Ante la naturaleza no se puede mentir ni mentirse, lo impiden los susurros de las hojas, la música del río, el viento que acaricia las dunas, las infinitas estrellas que fulguran las noches de la pampa o la playa.

En Walden, Henry aprendió que hay que ser primero personas y luego ciudadanos. En lo personal, fue en una duna del desierto de Atacama donde confirmé que no deseaba vivir una mentira respecto a nada.

“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida…para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido”, sostuvo al retornar y plasmar su experiencia en ese ensayo titulado como el lago.

La desobediencia civil tiene raíces profundas en la colisión entre persona y naturaleza, ahí no hay “justicia en la medida de lo posible”ni zorros cuidando gallineros.

Si somos testigos de un acto injustificado hay que gritarlo a pleno pulmón, si no se puede gritar hay que dejarlo por escrito, si no se puede escribir hay que murmurarlo y por último podemos decírnoslo a nosotros mismos, nos dicen los místicos.

En la década del noventa, soñaba con hordas de jóvenes que en días de elección bajo esta carta ilegítima tomaran miles de buses, trenes o botes para irse de las ciudades rumbo a parcelas, desiertos, lagos, islas o montañas sagradas, como una protesta de desobediencia civil, para dejar en evidencia esta democracia tutelada por golpistas, criminales y colaboracionistas.

Otra vez el congreso creado por Pinochet quedó sin los quórums para cambiar la constitución de Guzmán y de haber alteración será mediante bicameral regateada.

Otra vez dirigentes juveniles envejecieron al primer contacto con el poder convirtiéndose en diputados protegidos, pero también miles no votaron en conciencia, como protesta ante esta carta inmoral. Si los llaman a un plebiscito para superarla irán a votar, se los aseguro…pero no lo harán.

Para que envejezcas antes de tiempo te dicen que no se puede cambiar el mundo, “el poder envejece”, decía Aranguren.

“No importa que nadie esté de acuerdo conmigo. Mi palabra no se perderá. La repetirá alguien quizás y puede ser que vaya a oídos que la escuchen y se animen con ella.”

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16 dic 2013

Chile de todos, ¿también con los pueblos indígenas?

Acontecida la elección presidencial, en segunda vuelta y luego de las celebraciones y ritos propios de un bullante triunfo electoral, el país ingresará al período festivo de Navidad y Año nuevo.

La sociedad, retornará con una calma expectante hasta la entronización del nuevo gobierno, esta vez de una coalición política que se ha reestructurado (la Nueva Mayoría), con una Presidenta electa por segunda vez (hecho histórico) y con una votación que en términos proporcionales no tiene comparación en los últimos 24 años de retorno de la democracia.

Sumemos a esto que, de manera holgada se cuenta ahora con mayorías parlamentarias en ambas cámaras, todo lo cual indica que diversas promesas, las de llamado “fácil despacho”, podrán ser -ahora si- aprobadas por el Congreso.

Lo difícil, en realidad, no ha sido el triunfo electoral cuyos resultados normalmente fueron previstos desde un comienzo, especialmente cuando la ex Concertación se dio cuenta que no había logrado generar nuevos liderazgos nacionales y solicitó a la ex Presidenta, con una cómoda y brillante carrera internacional en Naciones Unidas, volver a Chile para asegurar un nuevo proyecto político.

Tales resultados fueron estimados además, como probables, dadas las enormes y sorprendentes contradicciones del Gobierno de Piñera y de su Alianza por Chile.El mundo conservador ha sufrido una derrota histórica, de la que no le será posible recuperarse en el corto plazo.

Entremos entonces a un tema particular, bastante ausente en los diagnósticos recientes y para ello haré referencia, primero, a un dato electoral interesante.

En prácticamente 90 comunas con una marcada presencia de pueblos indígenas, la votación obtenida por Michelle Bachelet, hoy Presidenta electa de Chile, los resultados electorales fueron ampliamente ventajosos para la candidata, con excepción de dos comunas con mayoría de votantes aymaras (Camiña y Colchane) en donde la candidata de la derecha superó a Bachelet.

En Camiña, Michelle obtuvo 36% y Matthei 64%. En Colchane, Matthei se impuso con 66% contra un 34% de Bachelet.

Un segundo dato a considerar es que en 20 comunas con mayor electorado indígena en Chile, Bachelet obtuvo más del 70% de los votos (Sierra Gorda, Diego de Almagro, Huara, Lebu, Antuco, Hualquin, Quirihue, Collipulli, Renaico, Corral, Los Lagos, Chonchi, Puqueldon, Quinchao, entre varias otras).

Un tercer dato a tener en cuenta es que en aquellas comunas que han sido noticias por las tensiones derivadas de demandas de tierras y enfrentamientos, como es en el caso de Freire, Vilcún, Ercilla y Lumaco, principalmente, Bachelet obtuvo sobre el 60% de las preferencias.

Estos antecedentes son preliminares y podemos asumirlos como una hipótesis, en cuanto a que los electores indígenas, en gran parte del país y de manera convincente brindaron su voto a la Nueva Mayoría, en parte por desencanto con el actual gobierno, en parte por propuestas inconsistentes de la derecha, en parte por una mayor esperanza en cuanto a que la Nueva Mayoría pudiese encarnar una promesa de futuro, distinta a lo que hemos conocido en todos estos años.

Por cierto, un estudio más riguroso, mesa por mesa de votantes, en cada una de las comunas con una alta tasa de votación indígena podrá arrojar indicadores más precisos para confirmar éstas y otras apreciaciones.

Cualquiera sea, finalmente, el resultado final de este estudio (que requerirá también ser comparado con los datos electorales parlamentarios), lo esencial es que los pueblos indígenas de Chile (PPII) tienen también una legítima aspiración en cuanto a su destino y demandas históricas.

El Programa Presidencial de Michelle Bachelet ha incorporado contenidos sustanciales de reconocimiento de tales demandas, y dado que existe una acumulación de planteamientos y propuestas que provienen de los propios Pueblos, todo indica que debiéramos estar ante una oportunidad histórica determinante para la relación entre PPII, Estado y sociedad, si el nuevo gobierno diese un especial y mayor impulso a dicho reconocimiento que, como se ha dicho por parte de los propios PPII, no es sólo de carácter institucional sino que implica hoy una inclusión mayor de derechos colectivos que son integralmente políticos, sociales, económicos y culturales.

El programa presidencial referido a Pueblos Indígenas es bastante ambicioso. Invito a leerlo en la web michellebachelet.cl .Avanza mucho más allá de lo que se planteó en otras campañas presidenciales.

En ese sentido es una promesa de futuro.Pero si algo han aprendido los chilenos y más aún los propios PPII es que entre programa y realidad, entre razón de Estado y demandas sociales, o dicho de manera más criolla, una cosa son los programas y otra es el Gobierno, entonces hay legítimas razones para las aprensiones de todo tipo, las dudas e interrogantes en tanto cuánto será de continuidad y cuánto de renovación y auténticas reformas.

De partida, cuatro grandes ejes del programa indígena debieran ver la luz en los primeros 100 días de gobierno.

a.- Cambios relevantes en la institucionalidad indígena (el congreso debería debatir y aprobar la creación del Ministerio de Asuntos Indígenas y resolver el nuevo Consejo Nacional de PPII).

b.- El gobierno deberá destinar recursos financieros extraordinarios para acometer la tarea de brindar respuesta a la demanda de compra y transferencia de tierras de 166 comunidades que están a la espera desde el 2005.

c.- Para abordar los temas de construcción de un clima de paz y de entendimiento en el sur, una comisión de personalidades (indígenas y no indígenas) deberán estudiar los casos judiciales y proponer al país un camino de soluciones.

d.- En cualquier debate que el nuevo gobierno impulse para avanzar hacia una Nueva Constitución, los PPII tendrán que estar plenamente representados. Esto, en parte, sólo para comenzar.

Son señales políticas respecto de las cuales los PPII tienen fundadas esperanzas de que bajo la idea de Chile de Todos, ahora si habrá cabida e inclusión de sus derechos históricos y reconocimiento cabal de los mismos en la sociedad chilena.

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16 dic 2013

Entre la institucionalidad y la movilización

El próximo gobierno de Michelle Bachelet se va a instalar en un país que se encuentra sometido a la tensión entre dos tendencias, una hacia un fortalecimiento de la Institucionalidad y otro hacia la Movilización, una tensión que atraviesa a los distintos sectores políticos.

Se trata, ciertamente, de dos polos que se ordenan en diversos grados de radicalidad y que estructuran el espectro político desde el conservadurismo extremo hasta movimientos sociales y ciudadanos muy activos.

La presidenta electa ya ha comprometido una serie de reformas que pretenden mantener condiciones de gobernabilidad y, al mismo tiempo, satisfacer las demandas de los distintos sectores sociales, especialmente del mundo estudiantil.

Entre las muchas claves que determinarán los años venideros en Chile está, en primer lugar, la unidad de la Nueva Mayoría, un conglomerado diverso no exento de tensiones.Llevar adelante un proceso de reformas, escuchando a la calle.

Si bien el programa del nuevo gobierno apuesta a una nueva constitución para el país y a cambios sustanciales en cuestiones tan sensibles como la educación y las leyes tributarias, lo cierto es que muchas de ellas van a tener que ser consensuadas con sectores opositores en el parlamento.

La derecha chilena está lejos de ser un bloque compacto y uniforme, sin embargo, han demostrado históricamente gran cohesión ante reformas que llegan a considerar amenazas.El proceso de reformas se augura complejo y difícil, un camino no exento de riesgos.

La elección de la presidenta Bachelet ha mostrado, entre otras cosas, un amplio grado de desafección ciudadana hacia las prácticas democráticas.El abstencionismo es un síntoma que persiste, inquietante, en la democracia chilena.

Si bien la presidenta ha sido elegida por un amplio margen, lo cierto es que su votación, al considerar la totalidad del padrón electoral, desdibuja su aplastante triunfo. Esta es una mala noticia para el sistema democrático y requiere ser tomada muy en serio en el futuro inmediato.

El próximo gobierno de Nueva Mayoría tiene la tarea de demostrar que el apego a la Institucionalidad incluye la posibilidad de reformas democráticas serias y profundas.

Solo de este modo podrá exorcizar los fantasmas de dos décadas de gobiernos concertacionistas marcados por su incapacidad transformadora y una serie de malas prácticas que terminaron con su total descrédito.

El rostro amable de la presidenta electa Michelle Bachelet ha logrado desplazar a la derecha más dura de la Moneda, habrá que ver si es suficiente para encantar a los ciudadanos en un proceso de reformas democráticas en los años que vienen.

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16 dic 2013

Esperar y nada más que esperar

Hice trampa, y contrariamente a lo que debí hacer no escribí esto el domingo sino que el viernes en la noche. Con honestidad, y más allá de las buenas intenciones y de las frases de buena crianza, era más o menos predecible qué es lo que ocurriría el domingo. Las únicas dudas eran por cuánto y cuántos votarían, pero lo demás era un epílogo más que anunciado.

El pueblo, conociendo expresamente sus defectos y carencias, prefirió elegir a Michelle Bachelet. Lo hizo hace tiempo, cuando decidió signarla como la favorita en las encuestas.

No hay duda, Chile sigue siendo un país conservador en materias de comportamiento electoral: quien puntea en las encuestas un año antes de la elección, salvo una catástrofe, termina siendo presidente.

Lamentablemente todo indica que el éxito electoral, el fácil manejo de las instituciones del Estado mayoritariamente en sus manos, y la ambición de volver a ocupar los escritorios y remuneraciones que tanto añoraron por cuatro años, han generado que los bacheletistas ambicionen más poder, pretendiendo entrar a La Moneda con un ariete, a arrasar con todos los que no sean de su signo.

Muchos tememos que tanta ambición reformista provoque una inacción del Gobierno en materia de economía, seguridad, de crecimiento y superación de la pobreza.

Como recomendación, a los triunfadores, en especial a Bachelet, solo cabe recordarles humildad. Que sepan no ser soberbios, como nosotros sí lo fuimos.Sin prepotencia política, sin autoproclamarse “el gobierno de los mejores”, sin pretender hacer tabla rasa de todo lo anterior.

En la antigua Roma los esclavos que acompañaban al vehículo donde, sosteniendo la corona de laurel, cada cierto tiempo recitaban junto al oído de General triunfador la frase “Oh, César, recuerda que eres mortal”.

Dicho esto, es el tiempo propicio para hablar sobre las causas de la derrota de la derecha.

Porque una derrota, por más digna que sea, es una derrota. Y la derecha fue vencida en estas elecciones presidenciales. No por culpa de Evelyn Matthei, ella ha sido una candidata impecable, que supo ganarse el corazón de sus electores. Recordaremos ese último debate, donde nos representó a todos diciéndole a la candidata de la izquierda aquello que quisiéramos decirles en su cara.

¿Podría haberse hecho algo para evitarlo? Sí. Y mucho. Sólo me quedaré con dos aspectos a destacar, por ahora.

Lo primero, pudimos haber elegido al candidato correcto en el momento correcto y no lo hicimos. No sólo por su trayectoria, sino por su diagnóstico de cómo enfrentar a Bachelet, Andrés Allamand era realmente el que podría haber contrapesado esta elección, precisamente por la forma en la que propuso esta elección: él sabía, lo dijo y lo repitió hasta el cansancio, que el punto débil de Bachelet era lo político.

La campaña de Matthei logró generar entusiasmo entre sus votantes sólo cuando apeló a eso, en el debate, cuando la encaró y la llevó al plano de sus carencias.

Pero, en fin, para un sector de la derecha el precio de intentar ganar, de que Allamand fuera candidato, era demasiado alto.

Algunos en la Alianza decidieron unilateralmente entregar la presidencial y potenciar las campañas parlamentarias… y se quedaron sin una cosa -la presidencia- y perdiendo mucho de la otra: once diputados menos es una derrota abismante. Una lástima, pues la gracia la pagó todo el sector, y –por qué no decirlo- el país.

Lo segundo, el Gobierno debió hacer política. No creo justo personalizar esta discusión en el Presidente, pero sí creo que su gobierno, un gran gobierno, no hizo lo que más le pedimos sus partidarios: pedagogía política.

Primera lección de la política: se está en campaña desde que se asume. Como los tecnócratas no entienden eso, perdieron. Los técnicos que tanto presumieron de su condición de tal, hoy tendrán que buscar empleo, porque sus políticas no sólo no sirvieron para ganar una elección, sino que no serán seguidas por sus sucesores.

¿Y ahora, qué hacer, se preguntan muchos en la derecha? Lo único que se me ocurre hoy es esperar.Solo esperar.Esperar que las aguas en el nuevo oficialismo –decirle Nueva Mayoría a la Concertación, a sus malas prácticas y al Partido Comunista que aún no abjura de la violencia me resulta demasiado cínico- se amansen y que, luego del “espejismo Bachelet”, la Democracia Cristiana defina su rumbo hacia su derrotero histórico.

Porque, ya han de tener claro, los comunistas llegaron a La Moneda para no salir de ella. Esperar que para que aquello ocurra se modifique de una vez la camisa de fuerza que nos tiene atados al “SI” y al “NO”: el sistema binominal.

Esperar. Nada más que esperar que algunos, los verdaderos responsables de esta derrota, asuman su responsabilidad y sepan pasar al segundo plano que la historia les demanda. Porque ya no es su tiempo. Se extinguió el proceso de “coroneles”, “patrullas juveniles” y todo aquello que olía a los noventas.Se acabó el tiempo de los defensores de Pinochet. Es hora de que otros lleguen a ocupar esos lugares.

Esperar. Al fin, esperar tiempos mejores. Porque en política los vientos cambian. Quién sabe, puede que el 2017, sin el ícono que representa Bachelet, los que con tanto ahínco ansían volver a sus antiguos escritorios deban desalojarlos nuevamente.

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16 dic 2013

Para que los derechos no sean letra muerta

Hay derechos que no sirven para nada. Son como una cáscara vacía. Como el derecho a la libre expresión, cuando una persona no tiene condiciones materiales que le permitan pensar en algo más que subsistir. Por eso en 1949 el británico T.H. Marshall acuñó la idea de “ciudadanía social”.No es posible, decía, participar de las decisiones colectivas si no se tienen satisfechas ciertas condiciones mínimas, derechos “habilitantes” de otros derechos.

Para hacer posibles los derechos civiles y políticos, es necesario satisfacer primero derechos sociales. De lo contrario, los primeros se convierten en derechos meramente en el papel.

En el marco del actual debate sobre cambio constitucional en Chile, los derechos económicos, sociales y culturales han vuelto a la agenda política. Están ahí porque son percibidos como una deuda del país, que no ha revertido lo suficiente los legados institucionales y económicos de la dictadura.

Si por alguna razón alguien no puede procurarse su subsistencia en el contexto del mercado, parece razonable pensar que hay injusticia en dejarlo morir de hambre o frío, o en negarle la penicilina.La justicia social es una intuición que la mayoría de las personas en Chile percibe como un deber del estado.

El programa de gobierno de la Nueva Mayoría se hace cargo de esta demanda cuando propone una nueva constitución en la que confluyan las tradiciones liberal, democrática y social.“La nueva constitución deberá consagrar un estado social y democrático de derecho, que asume los derechos económicos, sociales y culturales como verdaderas obligaciones de la actividad estatal, para asegurar mínimos de igualdad social para un disfrute efectivo de todos los derechos”, dice el programa.Agrega que el estado social “protege el goce efectivo de derechos económicos, sociales y culturales”.

Aunque muchos estarán de acuerdo con estos principios, los problemas surgen a la hora de ponerlos en práctica.

¿Hasta dónde puede un país con recursos limitados comprometerse a satisfacer necesidades materiales?

¿Sería una amenaza a la responsabilidad fiscal consagrar estos derechos en la Constitución y permitir que los jueces asignen gastos por la vía de recursos de protección, desordenando la Ley de Presupuesto aprobada en el Congreso?

El tema es complejo, y por lo mismo los ciudadanos debemos hacernos parte de el.Es demasiado serio para dejárselo a economistas y abogados.

En primer lugar, hay una clara vinculación entre estos derechos y la calidad del sistema político.Es necesario fortalecer los derechos para mejorar la legitimidad de la representación política. La crisis que hoy viven Chile y América Latina se basa en los “abusos” del sistema económico y la percepción de que las instituciones políticas no hacen más que perpetuarlos.

Los derechos económicos, sociales y culturales son una necesidad para una noción democrática de ciudadanía, como señaló en su informe del 2004 el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Por eso, el tema debe preocupar a la ciencia política y a los políticos.

Segundo, ¿quién debe velar por el cumplimiento de estos derechos? ¿Corresponde que estén en la Constitución? En teoría, los temas redistributivos deben discutirse en un foro político representativo que permita la deliberación democrática. Ese foro es el Congreso nacional.

La legitimidad democrática para definir el gasto público está en el parlamento y no en los tribunales. Sin embargo, vemos que las instituciones públicas, incluido el parlamento, suelen replicar las desigualdades sociales.

En Chile, a los problemas de vivir en la región más desigual del mundo se suma el tener un Congreso elegido con un sistema ilegítimo: el binominal.Como ha señalado Domingo Lovera, hay una correlación entre desigualdad económica, social y cultural, y desigualdad política.

En tercer lugar, si se trata de generar una sociedad más justa parece que no basta con enumerar derechos en la Constitución. Esa es la crítica del argentino Roberto Gargarella a los reformadores “progresistas” de América Latina, que se han dedicado demasiado a incorporar derechos sin abordar la distribución de poder que se expresa en la parte orgánica de las cartas fundamentales.

Las declaraciones que hacen las constituciones latinoamericanas respecto de los derechos sociales, dice Gargarella, chocan con estructuras que concentran el poder y convierten esas declaraciones en letra muerta. Una parte de la constitución se vuelve contra la otra.

En consecuencia, si bien la justicia puede tener un papel positivo en la defensa de derechos económicos, sociales y culturales, las medidas redistributivas deben estar garantizadas en última instancia a nivel político.

Ello requiere un cambio de reglas del juego que empareje la cancha tanto a nivel de relaciones económicas, sociales y culturales como de la distribución institucional del poder político.

Un primer paso en esa dirección sería instaurar en Chile una Defensoría del Pueblo, institución que ha sido exitosa, en otros países, defendiendo los derechos de las personas y ayudando de paso a fortalecer la legitimidad de las instituciones públicas.

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16 dic 2013

Un Mandato para los cambios

Aun cuando el resultado de la primera vuelta presidencial no dejaba lugar a dudas, el contundente nuevo triunfo de Michelle Bachelet viene a confirmar la voluntad de cambio que la gran mayoría de los chilenos ha manifestado tanto en las votaciones populares como en las distintas instancias de expresión social y lo han confirmado diversos estudios de opinión.

El nuevo periodo de gobierno que deberá iniciar la presidenta electa en marzo próximo, es quizás el más desafiante luego del que le correspondiera encabezar también por cuatro años a Patricio Aylwin a partir de 1990.Al igual que Aylwin, Michelle Bachelet deberá dar respuesta a los profundos anhelos de la sociedad chilena de erigir un Chile distinto al existente al comienzo de sus mandatos.

También al igual que a Aylwin, a Michelle Bachelet le corresponderá liderar una coalición política inédita, que marca un encuentro de sectores históricamente adversarios, pero que entienden que la necesidad de hacer un país más justo e inclusivo es una tarea superior y exige una convergencia amplia de las fuerzas políticas y sociales.

En este nuevo escenario político, resultará fundamental la convicción y templanza que tengan los partidos integrantes de la Nueva Mayoría y sus parlamentarios para respaldar el Programa de Gobierno de la nueva presidenta.

Particularmente para la Democracia Cristiana, es una oportunidad de revalidar su histórica vocación transformadora y su capacidad de ser un fiel representante de quienes entienden que la paz social es producto de la justicia, y no de la negación de las controversias, que la cohesión social es una condición básica para hacer un mejor país, lo cual exige terminar con las discriminaciones, y que se requiere ampliar las libertades civiles y trabajar junto a las fuerzas sociales en la construcción activa de la gran comunidad que es el país.

Pero el mandato es también corresponsabilidad. Si bien el Gobierno tiene el deber de establecer los lineamientos para generar los cambios esperados y liderar los procesos conducentes a ello, a la vez que generar los espacios e instancias para que los ciudadanos y sus organizaciones participen efectivamente en la definición de los contenidos y caminos precisos para alcanzar los objetivos planteados, es imprescindible comprometer a los ciudadanos en acciones posibles y necesarias que complementan la acción del Estado y en el cumplimiento de las responsabilidades propias de todo miembro de la comunidad.

Se trata, en definitiva, de un tiempo distinto, que exige compromisos y acciones nuevas, donde los contenidos pero también las formas harán a la esencia de la nueva época que se abre.

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15 dic 2013

¿Qué viene ahora?

Apenas 3 años y 9 meses después de haber dejado La Moneda, Michelle Bachelet ha sido elegida para gobernar en el período 2014-2018. Su amplio triunfo es, ante todo, una demostración de confianza en su persona y, es justo decirlo, en los antecedentes de responsabilidad política que acumuló la centroizquierda entre 1990 y 2010, período en el que gobernó fructíferamente.

La adhesión recibida por Bachelet se explica sobre todo por el buen recuerdo que muchos ciudadanos tienen de su anterior mandato. Es útil recordar que en la encuesta CEP que midió la aprobación y desaprobación a su primer gobierno, efectuada en junio/julio de 2010 (cuando ella ya había dejado la Presidencia), obtuvo 77% de aprobación y apenas 8% de desaprobación, lo que reveló un juicio globalmente positivo sobre su gestión.

Se puede afirmar, entonces, que los electores han confiado en Bachelet porque valoran su experiencia. Ya tienen una idea de cómo puede gobernar, lo que está más allá de ciertos discursos de campaña que intentaron borrar la experiencia concertacionista y anunciaron que Bachelet se preparaba para hacer algo muy distinto.

El país ha cambiado en muchos sentidos, pero no es ocioso recordar cómo se produjeron los cambios fundamentales que hicieron que Chile diera un enorme salto en su desarrollo en el último cuarto de siglo.

Fue necesario establecer grandes acuerdos y avanzar gradualmente. Incluso, las innumerables reformas a la Constitución han sido el fruto de amplios consensos.

Algunos razonan como si “consenso” se hubiera convertido en una mala palabra, la cual parecen asociar con rendición o, peor aún, con traición.Esa manera de mirar las cosas no contribuye a tener una visión realista sobre los nuevos retos.

Los consensos logrados en Chile no han surgido de la nada, sino que han sido el producto del diálogo y de las convergencias, que son al fin y al cabo, los factores que hacen avanzar a una nación.

Se plantean hoy nuevas exigencias en todos los campos, pero habrá que enfrentarlas sobre la base de lo que existe. Ningún gobierno puede actuar como si partiera de cero. O imaginar que puede tomar un atajo de manera voluntarista. El progreso duradero se consigue paso a paso y requiere, como está demostrado, la cooperación entre el Estado y el sector privado.

La tarea de gobernar una sociedad compleja es, obviamente, compleja, por lo que es conveniente tomar distancia de las simplificaciones y los fundamentalismos.Se desprende de ello que las consignas de un desfile no pueden convertirse en políticas de Estado.

Los cambios deben mejorar las cosas. No hay que olvidarlo. Eso exige trabajo y espíritu de comunidad. El triunfo del bloque que apoya a Bachelet no puede interpretarse como si la mayoría quedara autorizada para hacer y deshacer. La democracia implica respetar a las minorías y proteger el pluralismo.

La Presidenta electa tendrá que plantearse una cuestión ineludible: qué se puede hacer en 4 años. Eso es algo que sólo ella puede definir. Ya gobernó y sabe cuán difícil es equilibrar los deseos con la realidad, las aspiraciones con las posibilidades.Será indispensable establecer prioridades realistas, las que deben traducirse en políticas públicas bien diseñadas. Eso será vital en el terreno de la educación.Se acabó el tiempo de las interpretaciones sobre sobre lo que se hará o no se hará.

Bachelet cuenta con la buena voluntad de la mayoría de los electores y probablemente del país.

Eso debería permitirle iniciar su gestión en un clima constructivo. Chile puede seguir progresando en los años que vienen si su gobierno tiene un rumbo coherente, que no se confunda respecto de lo que es sustantivo. De partida, el asunto de la Constitución debería despejarse en 2014, porque si se posterga su resolución, ello será nocivo para la estabilidad y la gobernabilidad.

Los cambios constitucionales deberán ser resueltos por el gobierno y el Congreso.La elección demostró que los procedimientos democráticos se han consolidado entre nosotros. No se divisan riesgos de involución autoritaria.

Por eso, hay que rechazar las manifestaciones desorbitadas de pinochetistas como el abogado Hermógenes Pérez de Arce o el empresario Sven von Appen, que son la expresión de una minoría que aún no termina de asimilar los principios democráticos.

Chile tiene una gran oportunidad de avanzar hacia nuevos horizontes de progreso, en los que se articulen la prosperidad y la solidaridad. Podemos tener un país más justo y más humano si hacemos bien las cosas. Michelle Bachelet tiene la responsabilidad de liderar ese esfuerzo, y todos necesitamos que tenga éxito.

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15 dic 2013

Lo que nos deja la abstención de la 2da vuelta

Durante la jornada de hoy hemos sido testigos de cómo los medios de comunicación fueron instalando como actor principal de la segunda vuelta la alta abstención, lo que fue ratificado con las cifras de participación, probablemente una de las más bajas desde el retorno a la democracia.

Es así que ya son diversas las voces desde la academia y especialmente en la clase política que coinciden en que la Ley N° 20.568 sobre inscripción automática y voto voluntario fue una mala ley y que es necesario modificarla. Seguramente tendremos novedades durante el 2014 sobre esta materia.

La Alianza a través de distintos personeros – de forma bastante irresponsable – buscó deslegitimar desde un primer momento el contundente triunfo de Michelle Bachelet cuestionando su representatividad y lo seguirán haciendo, para de esa manera evitar hacer un mea culpa por perder lo que hace 4 años parecía el inicio de un nuevo ciclo gobernado por la derecha y así evitar que ella cumpla su programa de reformas trascendentales en lo económico y político.

Lo que se produjo, en cambio, fue el rotundo triunfo de Michelle Bachelet, que vino a refrendar los resultados de una exitosa primaria en la que la ciudadanía ya había expresado unas cifras de apoyo que significaban una distancia insalvable para la candidata Evelyn Matthei.

Por esta razón, la verdadera protagonista sin lugar a dudas es Michelle Bachelet, quien confirmó que es un verdadero fenómeno electoral, que tendrá el desafío nada menor de responder a las altas expectativas de la ciudadanía respecto a disminuir la creciente desigualdad de nuestro país.

Lo anterior no omite la necesidad de reflexionar sobre el fenómeno de la abstención que ha ido en alza en nuestro país desde el Plebiscito de 1988, pero que previo al voto voluntario se expresaba en la no inscripción en los registros electorales. Por tanto, era menor la abstención real, pero con cifras muy similares al período pre dictadura, contrario a la extendida creencia de que en Chile tenemos una larga historia de masiva participación ciudadana.

A comienzo de los años 70, la participación electoral no llegaba a más de un tercio de los que potencialmente podían hacerlo. Si se considera la representación del tramo etario de 18-29 años en el conjunto del electorado era de un 36,0% para el Plebiscito de 1988, de 13% en las parlamentarias del 2001, en diciembre del 2002, esta cifra disminuía al 10,73% del total de inscritos e inscritas y así sucesivamente.

De igual forma, la abstención real también fue incrementándose de manera progresiva, siendo ya hoy sólo un recuerdo las cifras de menor abstención de las elecciones presidenciales de 1989 (5,3%).

Sólo la segunda vuelta entre Lagos y Lavín en 1999 significó una interrupción de la tendencia por lo incierto del resultado. Al respecto, existe abundante información que muestra que una amplia mayoría de los chilenos no se interesa por la política, no participa en actividades relacionadas con la política, evalúa negativamente a los partidos y a los parlamentarios y otorga un bajo grado de importancia y credibilidad a los partidos y al Congreso Nacional.Todas estas actitudes y percepciones se acentúan entre los jóvenes.

Cuando se analiza el fenómeno, por lo general el debate responsabiliza a un cierto malestar con el sistema económico, con la distorsión de la representación debido al sistema binominal, como reacción a algunos hechos de corrupción, como un voto de castigo a la clase política.

Sin embargo, en la primera vuelta quienes pudieran haber representado esas voces discordantes y rentabilizado esta sensación de malestar respecto al sistema económico y político como fueron Marcel Claude y Roxana Miranda, sólo obtuvieron una votación de 2,81% y 1,24%, respectivamente.

Sin lugar a dudas, jugó este domingo en contra de una alta participación el que ésta fuera la tercera elección del año, que no estuviera garantizado el transporte público y evidentemente que ésta se considerara una elección sin incertidumbres. Quienes concurrimos a votar sabíamos de antemano quien sería electa al final de la jornada.

Sin embargo, cuando se analiza la abstención no se considera la pérdida de centralidad de la política. Hoy en día son menores los asuntos cotidianos que afectan a las personas que resultan de responsabilidad del estado y por tanto, de competencia política, y más los vinculados al mercado, producto de la internacionalización de la economía, de los capitales y de la producción.

Por tanto, se está produciendo una divergencia entre las altas expectativas y una desigual y sólo parcial satisfacción de las demandas.

También las altas cifras de abstención son un éxito de la derecha y de la dictadura, en que los partidos políticos quedaron proscritos y la actividad pública definida como vana, sin sentido, e incluso como dañina. A lo anterior, hay que sumar los efectos en lo cultural que conlleva el modelo económico.

Los chilenos y chilenas sienten que no es necesaria la política y el estado para salir adelante; es decir, la cultura del self-made men que prioriza los proyectos individuales por sobre los colectivos.

Una preocupación que surge respecto a estas altas cifras de abstención, más allá que la derecha vaya a utilizarla para deslegitimar el gobierno de la nueva Presidenta, es que se constituye en el germen para futuros outsiders de la política con un potencial éxito, que con propuestas populistas logren lucrar con la desafección que crece día a día.

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14 dic 2013

Ganó Piñera, por ahora

Finalmente y después de una interminable serie de rechazos, por diversos errores de forma y fondo, el 26 de noviembre pasado se publicó en el Diario Oficial la toma de razón con alcances, por parte de la Contraloría General de la República (CGR), de la Resolución Nº 153 del Gobierno Regional Metropolitano firmada por el disciplinado intendente José Antonio Peribonio.

Esta decisión administrativa contempla el cambio de uso de suelo de 10.000 hectáreas agrícolas localizadas en 8 comunas periféricas de nuestra saturada región y el gobierno, el influyente sector de la construcción y los especuladores que la solicitaron argüían que como no habían terrenos aptos para las edificación de viviendas al interior del radio urbano era necesario ampliar los límites para construir viviendas sociales requeridas con urgencia por los pobres.

Todas las organizaciones civiles conocedoras de la situación, incluyendo al propio Colegio de Arquitectos de Chile, le expresaron por escrito al presidente Piñera y al ex intendente Fernando Echeverría, eficiente articulador del cambio normativo, que esta modificación en las reglas del juego no se justificaba por ningún motivo por las razones técnicas y de catastro que oportunamente les dieron a conocer a ambos.

El proyecto se denomina PRMS100 y contempla la creación de las Zonas Urbanas Condicionadas (ZUC) en superficies de 60 hectáreas, reservándose solo un 8% del total de los futuros negocios inmobiliarios para vivienda sociales y las Zonas Urbanizables de Reconversión Condicionada (ZURC).

¿Cómo entonces se concibe esta evidente contradicción, si los promotores de la ampliación urbana sostenían que era para ayudar a los pobres?

¿Ellos creen que con ese guarismo del 8% se auxilia a los más vulnerables?

Nosotros decimos que no y si se trataba de implementar una política pública seria orientada a reducir el déficit habitacional para ese segmento de la población, ese porcentaje al menos debió haber sido el 50% con efectivos condicionamientos y obras complementarias.

En la votación del Consejo Regional (CORE) Metropolitano se había rechazado esta iniciativa y después de un cierto tiempo, cuando el intendente Echeverría ya había convencido con grandilocuentes argumentos a algunos despistados consejeros regionales en orden a que se desistieran de sus votos negativos, se produjo una segunda votación en la que se aprobó este modelo de negocio que brindará plusvalías a quienes son los dueños de esos territorios rurales.

El mismo día de la votación final en la Intendencia, en la cual estaba presente la ex ministra de Vivienda Magdalena Matte, un muy alborozado Piñera felicitó por la prensa a Echeverría por la excelente labor de convencimiento desplegada por él.

Recordemos que con anterioridad la ex Corema ya había aprobado la Declaración de Impacto Ambiental (DIA), la que hoy en día ya está desactualizada y así fue como dicho intendente envió a la CGR la Resolución Nº 89 del 20/04/11 solicitando la toma de razón.

Ya sabemos que la CGR no cursó esa Resolución Nº 89 por las desinteligencias que contenía, sino la Nº 153 fue posible sólo porque los competentes funcionarios de la CGR asistieron a los del Minvu en la redacción de la misma.Luego se concluye que el acto administrativo publicado en el Diario Oficial no está respaldado por una votación del CORE.

Ahora tenemos cores elegidos por la voluntad popular quienes hasta el momento no se han pronunciado al respecto y en razón a que esta decisión no cuenta con la obligatoria Evaluación Ambiental Estratégica (EAE) necesaria para que se produzcan los cambios en el territorio, se incluyeron en el cambio infinidad de predios rústicos acogidos al DL 3.516, los que por ley deben conservarse como agrícolas, tal como lo reconoció oportunamente el ministerio de Agricultura en oficio enviado al ministerio de Vivienda.Esperamos que en el gobierno de Bachelet se ordene la casa y sean ellos los que resuelvan si procede la ampliación urbana en los exactos términos que la legalidad exige.

En todo caso valga la ocasión para decir que este mal concebido PRMS100 es absolutamente contrario a los buenos deseos y lineamientos contenidos en la Política Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU), recién publicada por Piñera, lo cual es indicativo del desorden que observamos al interior del Palacio de La Moneda y por ello la mayoría de los alcaldes de esas 8 comunas e incluso la alcaldesa de Peñalolén, Carolina Leitao, ya han expresado sus rechazos a la improvisación.

En síntesis, Piñera ha obtenido un efímero triunfo porque finalmente prevalecerá la racionalidad en el ámbito del desarrollo de la ciudad que queremos para nuestros hijos y nietos.

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14 dic 2013

Voto voluntario, desafío ciudadano

Paradójico. El voto voluntario se convirtió en materia de debate político, legislativo y comunicacional, donde el eje instalado tiene que ver con el nivel de abstencionismo y participación que provocaría ese mecanismo aprobado hace poco en el país.

En lo central, los críticos de esa herramienta señalan que incentiva la baja en los sufragios.Algo que, por cierto, sucede en casi todos los países latinoamericanos que tienen voto voluntario.En Chile, desde que se instaló esa facultad, se produjo una abstención arriba del 59% en las municipales y del 50% en las presidenciales y parlamentarias.

Sin embargo, algunos analistas recuerdan que cuando el voto era obligatorio, el nivel de no participación electoral rondaba los mismos porcentajes; alrededor del 50 por ciento de ciudadanos con derecho a voto no se inscribían en el registro electoral.En esa realidad el abstencionismo se disfrazaba porque todos los datos eran en base a los “votos válidamente emitidos”.Pero en lo concreto, la mitad o más de la población no sufragaba.

Es decir, el tema de la no participación en los procesos electorales en Chile se viene arrastrando desde la etapa pos/dictatorial, con o sin voto voluntario.

Por lo tanto, pareciera que el tema apunta no al mecanismo, sino a factores más profundos. Es así que académicos, parlamentarios y cientistas políticos apuntan a que detrás del abstencionismo hay un cuestionamiento al sistema político, tiene que ver con la desconfianza en los partidos políticos y a que el espacio de participación se limitaría a emitir un voto que, a la larga, no tendría mayor efecto.

Hay otros elementos, como los indicados en un estudio del Observatorio Político-Electoral de la Universidad Diego Portales, donde se demuestra que votan más los ricos que los pobres o señalamientos de partidos políticos y legisladores en cuanto a que no se otorgan facilidades para que la gente concurra a emitir su voto.

Es en este marco que en esta segunda vuelta estuvo tan presente el tema del abstencionismo, incluso con la preocupación de legitimar el proceso político/electoral.

Como sea, el desafío de la institucionalidad y de las entidades políticas es cómo bajar el abstencionismo y convocar a una mayor participación.

Pero junto a ello, varios analistas apuntan a que los ciudadanos también tienen un reto, porque hoy en Chile la posibilidad de transformaciones para, por ejemplo, mejorar la calidad de vida, tener educación gratuita, conseguir mayor tributación de las grandes empresas y aspirar a una nueva Constitución democrática, tiene que ver con la participación política y las movilizaciones, donde votar pasa a ser una herramienta de cambio.

No es menor que, por ejemplo, por la vía del voto se avanzó en proyectos transformadores profundos en naciones como Ecuador, Uruguay, Venezuela, El Salvador y Bolivia, lugares incluso donde la participación electoral fue alta.

Incluso un movimiento que podría considerarse “fuera de la institucionalidad” como es el llamado a una Asamblea Constituyente, encontró en el voto una herramienta de demanda y legitimidad, marcando “AC”. Así como la experiencia de votar que implementaron chilenos residentes en el exterior.

Académicos y parlamentarios han planteado otros temas, como la necesidad de llevar la educación cívica a escuelas y universidades, instalar mecanismos de plebiscitos y referéndum, limitaciones en la re-elección, espacios de participación política y hasta revocación de mandatos, que pudieran aumentar la convicción de concurrir a votar.

Así las cosas, pareciera que el tema no se limita a los partidos políticos o la institucionalidad.Tampoco a si el voto es voluntario u obligatorio.

El voto también tiene que ver con la decisión de la gente de asumirlo como una herramienta propia, junto a la voluntad de movilizarse, protestar y exigir. Es parte de derechos ciudadanos que, como en otros países, puede tener un efecto en la vida cotidiana.

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