12 feb 2014

La falacia tras la invocación de la “teoría del empate”

Más allá de los comentarios de fondo que amerita la designación de ex candidatos derrotados como funcionarios públicos, tema que amerita una columna en sí misma y que –anticipo- me parece una materia para nada escandalosa, sino atendible en el mérito del cargo y de las capacidades del propio funcionario, quisiera detenerme en un fenómeno que se ha vuelto cada vez más habitual, infortunadamente hablando. La de apelar al “empate moral” cuando la denuncia termina, como un boomerang, devolviéndose contra el denunciante.

Pudiéramos denominar la “teoría del empate” a la justificación de que todo lo que se está haciendo mal por parte de una autoridad, cualquier irregularidad o escándalo se justificaría porque situaciones anteriores, del propio acusador, han sido del mismo calibre.

Un ejemplo. Diputado “X”, pongámosle Gabriel Silber por nombrar a uno, acusa la existencia de un trato aparentemente injustificado, de contratar como funcionarios en el gobierno a ex candidatos derrotados. La denominó “Beca Piñera”.

Por cierto, el Diputado X omite que su hermana, llamémosla “Y” –aunque todos sabemos que se llama María Margarita Indo Romo- fue candidata a alcaldesa por la comuna donde X es diputado… y que cuando perdió, recibió la que podríamos denominar “Beca Bachelet”, esto es haber sido contratada por Sercotec el 1 de abril de 2009 por la entonces gerenta, a quien denominaremos “Z”, doña Cristina Orellana, cónyuge de… ¿adivina Ud.? Sí, del diputado “X”.

¿Qué debería alegar Silb…, perdón, el diputado X ante esto? Algo como “lo que intenta la derecha es desplegar un empate moral donde no lo hay, porque las irregularidades de este gobierno…” y seguir denunciando.

La falacia del “empate moral” no es sino la negación de la bíblica expresión de “mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga del propio”, o si se prefiere en términos más mundanos, de la lógica que los abogados conocemos como “ubieadem ratio, eademdispositio” (donde hay una misma razón, debe haber una misma disposición).

Es absurdo suponer que la crítica sea válida respecto de las actuaciones del contrario pero al mismo tiempo inválida cuando el afectado es el sector al cual pertenece el denunciante.

Es una contradicción de principios. Al final, una falacia sustentada en el principio aristotélico de la no contradicción: nada puede ser y no ser a la vez.

Esa clase de ejercicios, apelar al “empate” cuando se denuncia al denunciante, cuando se le “pilla” en un renuncio, tiene por objeto un resultado bastante discutible.

Apelar a la “igualdad moral” supone un escenario en el que todos resultan culpables y por lo tanto ninguno lo es realmente, y en el que la única víctima, de las dos “partes”, entre dos fuegos igualmente perversos, es el pueblo, que contempla estas anomalías. Es esta clase de reacciones, como la de los defensores de Silber, los que incrementan la deslegitimación de lo político.

Sin duda, todo hecho de corrupción es reprobable. Pero el furor mediático de quienes se aprontan a abandonar la oposición para llegar al gobierno –de la mano de Bachelet, porque solos no podían- tiene y tendrá un solo objetivo, instalar la percepción de que las cosas realizadas durante este gobierno se generaron de modo oscuro.

Me temo, espero que no sea así, que nos llenaremos de“cortinas de humo”, de invocaciones al “empate moral” destinadas a tapar lo evidente: que la Concertación y el PC –si quiere llamarlo Nueva Mayoría es bajo su cuenta y riesgo- no dan el ancho moral que pretenden dar, y que al final, de las promesas al Pueblo se debe responder. Y si se prometió transparencia e igualdad, no puede ahora promoverse el amiguismo y el compadrazgo… o la ineficacia.

Porque, al final del día, tras la invocación de la “falacia del empate” solo se esconde, en realidad, la necesidad de evitar “dar a cada uno lo suyo”, definición atribuida a Ulpiano respecto de la justicia.

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  • Felipe Ignacio Peñaloza Marín

    Excelente columna… como bien tu dices, es por estas razones (y muchas mas) que la “clase” política anda por los tumbos, no existe un real recambio en los políticos. Cambian los nombres pero al parecer sus “maestros” son los mismos de siempre, y los alumnos son muy mateos

  • Tani Amaya

    confunda pero no ofenda

  • Sergio Terán

    A ver, ¿lo uno justifica lo otro? ¿LA mejor defensa es el ataque? No olvide que cuando salió Piñear, el “cuoteo” de la Concertación se transformó, según El Mercurio, en una “justa repartición de cargos”.
    Seamos vigilantes y exijamos el cumplimiento del programa para el cual fue elegida Bachelet. La derecha tampoco pasa la prueba de la blancura…

  • Manuel Sepúlveda

    Si de falacias hemos de hablar, pues la columna misma y el suceso político al cual hace referencia me parecen un claro ejemplo de la falacia “tu quoque”, la cual, en lengua castellana, se puede traducir como… “Y tú también”. Y en lengua imberbe… “Y bosnia”. Y en lengua de mi abuela… “Y como andamos por casa”.

    Hubiese sido mejor, don Marcelo, que se hubiese dado la tarea de desarrollar la idea que solo anticipó, pero que igual se encargó de resaltar con negrillas a fin de presumir cierta autoridad en la materia.

    Fíjese, don Marcelo, que a mí, más allá de los méritos y las capacidades personales de los personajes aludidos, sean de hoy, ayer o anteayer, sí me parece escandaloso que a través de dudosas asesorías se haga usufructo del erario nacional. También me produce escozor el hecho que este gobierno, al cual le confié mi voto el año 2009, que prometió un cambio radical en la forma de hacer política, haya gobernado cometiendo los mismos vicios que tanto criticó y que recontra nos juró iba a dejar en el pasado.

    Ahora bien, su afirmación, ligera y gratuita, de que la concertación y el PC no dan el ancho moral, desconociendo las incoherencias y las promesas incumplidas del actual gobierno, delatan la precaria objetividad de su argumentación e incluso me llevan a pensar que, junto al ánimo de prevalecer, también busca que los lectores nos rindamos fácil y sin pleito ante “lo evidente” y solo porque para usted resulta así. En otras palabras, y parafraseándolo a usted mismo, su columna bien pudo titularse… “La falacia del empate y lo evidente o porque yo lo digo”.

    Para mí, don Marcelo, que probé los dos sabores, el de la diestra y el de la siniestra, me resultó demasiado evidente que ni el uno ni
    el otro dieron con el ancho político. El ancho moral, no lo sé, no soy quien para juzgarlos. A veces, no importa porque, no he podido cumplirle algunas promesas a mi hijo.

    Por último, sí jugar al empate es una cuestión enquistada en lo más profundo del alma de un hipócrita, y sí siempre se ha de terminar con una alusión a la justicia o a lo justo, yo me preguntaría… ¿Basta con negar la autoridad moral de una acusación hipócrita? ¿Y si el hipócrita tiene razón?

  • RuizMnica

    Esto es un espectáculo de idioteces que se han ido cultivando en los gobiernos y desarrollando según los personajes fenómenos que creen que todo lo que han criticado del adversario u oposición es .malo . Sin embargo ellos no demoran en hacer lo mismo para su lado y mostrar las hilachas de la misma cuestión copiada y aprendida , cuya acción es irracional y porqué no pensar que son mentes enfermas que detienen su pensamiento al demostrar que repiten los mismos errores que ellos mismos han criticado tanto en el adversario. Como País acostumbrado a los empates desde muchos puntos de vista … la mediocridad acecha por todos lados. Pero dónde es más delicado y que corroe a la sociedad es en el campo de la política que se ha manifestado a través de personas pseudo políticas de mediocre formación entonces el tirar a empate les libera de esa mediocridad ya que no son capaces de abordar los errores del otro de otra manera , .¿ Como? pues demostrando lo contrario y lucir un mejor ropaje político . La técnica del empate es el recurso que lleva a la mediocridad . .. nadie aquí en política gana … El único aquí que debiera ser el gran ganador es Chile como País en cuestión…. Sólo así se definirán los buenos políticos y tendremos claros los perfiles verdaderos de cada político que trabaja en determinadas materias para el País .