07 nov 2014

La vocación en los jóvenes, ¿ser felices o exitosos?

Desde hace unos años me dedico a hacer charlas vocacionales a alumnos de enseñanza media o  apoderados, y en algunas ocasiones participan los padres con sus hijos. En estas actividades emergen temas muy interesantes, entre ellos, la tensión que se produce entre la felicidad y el éxito.

Hace unos meses, en una de estas conversaciones,  una mamá comentó que había impedido que su hija se dedicara a lo que ella quería -relacionado con las artes-, y la obligó a estudiar Derecho, aunque ahora sentía que no la había dejado expresarse.

En contraste, otro papá contaba que su hijo a los 15 años había decidido ser futbolista profesional, se había ido a Europa y estaba dedicado cien por ciento a eso. Él se sentía muy culpable por haber dejado ir a su hijo tan chico pero, por otro lado, sentía que lo estaba acompañando en la decisión que había tomado.

A veces los padres se muestran muy aprensivos, sienten que si sus hijos no tienen logros económicos van a ser infelices y no van a tener todo lo que quieren, entonces si les dicen que les gusta la música, el arte o el baile, el mensaje es: “eso tenlo como un hobbie y cuando seas ingeniero comercial o administrador de empresa, te dedicas a eso en tu tiempo libre”. Pero alguien que de verdad quiere dedicarse a algo, no puede hacerlo en su tiempo libre, si alguien quiere destacarse en el arte tiene que dedicarle ocho horas diarias como a cualquier profesión.

De aquí surgen las preguntas ¿qué es la vocación?, ¿a qué aspiran los jóvenes, a la felicidad o al éxito?, ¿se pueden integrar las dos o es necesario elegir?

Ante esto, los estudiantes sienten que la felicidad tiene que ver con la persona en su totalidad mientras que el éxito está más orientado a los logros obtenidos en el ámbito laboral, por lo tanto, si toman decisiones vocacionales en base a lo que ellos quieren hacer, la felicidad debería estar alineada con el éxito.

Sin embargo, a medida que vamos ahondando en el tema sale a la luz que para ellos es casi imposible integrar ambas dimensiones, porque sienten que tienen que lograr éxitos de manera muy rápida, que es muy competitivo el ambiente, que tienen que retribuir de cierta forma lo que le han entregado sus padres y la sociedad y que no tienen espacio para equivocarse, y esto termina siendo una exigencia altísima para ellos.

Los jóvenes perciben el éxito como una verdadera carrera de obstáculos y desafíos cuyo premio es una buena remuneración. Para que esta trayectoria sea exitosa tienen claro que no pueden estar más de dos años haciendo lo mismo y en una misma institución, y que a la gerencia se debe aspirar como máximo a los 35 años.Incluso se plantean que deberían estar en condiciones de retirarse y jubilarse antes de los 50.

Asociado a esto, una de las dinámicas que ha aparecido en los universitarios en los últimos años y en jóvenes que están trabajando, es que muchas veces disocian el mundo laboral del mundo de la satisfacción y de la realización, de aquello que realmente les gusta hacer.

Es frecuente escucharlos decir: “yo no trabajo un minuto más de lo que corresponde, salgo a la hora que tengo que salir y me voy y es ahí donde comienza la vida”. Como si el trabajo fuese un ámbito que está fuera de ese mundo más personal, como si no fuera un espacio de realización, sino que es visto como un medio para conseguir un fin.

La propuesta es tomar una decisión desde adentro, conectado con lo que se quiere y sintiendo el apoyo del círculo cercano. Ese modo de hacer las cosas es lo sano, porque si tomas una decisión y te equivocas, ese proceso es de mucho aprendizaje.

En cambio, si haces algo presionado por tus padres, por el colegio o las expectativas de otros, la sensación de frustración y malestar es muy alta. Al final de cuentas, nadie te asegura el éxito, pero el proceso de conocerse a sí mismo y tomar decisiones en forma consciente es donde se puede encontrar la sintonía entre felicidad y éxito.

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06 nov 2014

La opresión y el bloqueo continúan

En las últimas dos semanas, me tocó compartir la experiencia de visitar Palestina Ocupada e Israel, con una delegación de médicos chilenos que, bajo la campaña “Gaza Amor”, desarrollada por la Comunidad Chilena de Origen Palestino, para ir en ayuda de las miles de víctimas de la última masacre, pretendían realizar trabajos voluntarios en la Franja de Gaza, cada uno en sus respectivas especialidades profesionales.

Aunque algunos de ellos se encuentran ya en Gaza, realizando operaciones y atenciones médicas de urgencia, resulta importante destacar que parte importante de la delegación no ha podido hasta el día de hoy, cumplir con su misión humanitaria, pues el gobierno de Israel impidió nuestro ingreso, sin expresión de causa, a pesar de los últimos acuerdos firmados y de las innumerables declaraciones que hablan de su retiro de Gaza desde el año 2005.

Esto nos permitió constatar que a pesar de lo que se dice, Israel mantiene el control absoluto de este territorio en donde viven hacinados más de 1,6 millones de palestinos, con una densidad de 4.583 hab/km2, definiendo cuándo, qué productos y quiénes pueden ingresar y salir de la misma, convirtiéndola en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo.

Esto, sin duda, dificulta el proceso de reconstrucción que ya se ha hecho rutinario producto de la crueldad sistemática de la potencia ocupante y profundiza el sufrimiento impuesto a los palestinos durante más de 47 años, como si la muerte y la destrucción causada por Israel, para castigar colectivamente al pueblo palestino, impedir su desarrollo y destruir cualquier posibilidad de surgimiento económico, no fuera suficiente, en una sociedad que carga con un 35% de desocupación y con un per cápita que bordea los USD 1.000, gracias a la ocupación.

Paralelamente, Israel ha informado al mundo su determinación de continuar colonizando Cisjordania, con la ampliación de los asentamientos ilegales y con la extensión del muro de segregación, a pesar de las innumerables e impotentes declaraciones de la comunidad internacional, que llaman a Israel a abstenerse de continuar con estas prácticas que constituyen el principal escollo para la búsqueda de un solución permanente a la cuestión de Palestina, lo que sólo se hará realidad una vez que se ponga fin a la ocupación y se permita al pueblo palestino materializar sus derechos nacionales inalienables que incluyen el retorno, la autodeterminación y el establecimiento de un Estado Independiente en Palestina, con Jerusalén como su Capital.

Esto demuestra la falsedad de las afirmaciones hechas por las autoridades de Israel y sus agentes esparcidos por toda la tierra durante la última masacre, en cuanto a que el problema no era con los palestinos sino con Hamas y que son las acciones de este último grupo y no el proyecto histórico de construir el Eretz Israel sobre la totalidad de los territorios palestinos, lo que impide poner fin a la ocupación militar que oprime a los palestinos.

Por otro lado, la constatación en el terreno, de la presión constante y el incremento de los obstáculos a la libertad de movimiento, de expresión y asociación, a la que siguen siendo sometidos los palestinos diariamente, tanto en Gaza como en Cisjordania como en el mismo Estado de Israel, sumadas a la imposibilidad más absoluta de desarrollar una vida digna y acorde a los derechos humanos y a los derechos colectivos de los pueblos, lejos de permitirnos prever un futuro más estable en la región, auguran, más temprano que tarde, un nuevo estallido social como parte de la resistencia, contra la ocupación y su política de exterminio físico y político de un pueblo que lo único que sabe, es que estaba ahí antes de la llegada del primer invasor y seguirá estando en la misma tierra después  que el último se haya marchado.

No faltará quienes vuelvan a criticar al pueblo palestino cuando nuevamente estalle de impotencia.  Seguramente serán los mismos que pretenden tender sobre Israel un manto de impunidad para que pueda continuar con su absoluto desprecio por el derecho internacional y los derechos de los palestinos, masacrando impunemente a todo un pueblo que clama libertad, al tiempo que sepulta, cada día un poco más, la solución de dos Estados de la que tanto se habla, al continuar con su política de colonización como base fundamental para el genocidio y la desaparición del pueblo palestino.

Lo más grave de todo, es que lo anterior sucede en un contexto en el que La Autoridad Nacional Palestina sigue perdiendo influencia y credibilidad entre su propio pueblo, gracias a la política israelí que le ha impedido presentar avances significativos, en más de 20 años de negociaciones que solo han aumentado la frustración y profundizado el sufrimiento de un pueblo que solo sueña con vivir en paz en la tierra que ha habitado desde siempre.

Que nadie se sorprenda entonces, si en las próximas elecciones palestinas, se ven fortalecidas las posiciones más radicales, incluso en Cisjordania y si comenzamos a ver, en los próximos días, semanas o meses, una nueva escalada de tensión y violencia en Palestina Ocupada y en Israel, ya que al menos estaremos todos de acuerdo en que nadie puede pedirle a ningún pueblo del mundo que se deje exterminar, sin utilizar todos los medios a su alcance para intentar impedirlo.

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06 nov 2014

Es urgente una política de salud de hombres

“Cada vez que una mujer muera a manos de un hombre, cada uno de nosotros (los que nos consideramos honestos, pacíficos, buenos) debería sentirse injuriado en lo más hondo de su persona, debería experimentar el peor de los remordimientos porque, pacíficos o criminales, todos hemos sido los herederos de una misma tradición aberrante: la del dominio “natural” del hombre sobre la mujer”.

(Extracto de una carta de José Saramago al intendente de Montevideo Ricardo Ehrlich, fechada en Guadalajara (México) el 27 de noviembre de 2006, tras enterarse de la primera marcha contra el machismo y la sociedad patriarcal en Uruguay.

Es sabido que los hombres viven menos años que las mujeres en la mayoría de los países del mundo, y los hombres chilenos no son la excepción. Estos tienen en la actualidad una esperanza de vida de 76 años, seis menos que las mujeres chilenas.

Hay diversos factores sociales y culturales que llevan a los hombres a conductas de riesgo para su salud e integridad. La brecha en la mortalidad por accidentes laborales según sexo es impactante: los hombres afectados por estos accidentes representan el 70% del total.Estos afectan más a los varones jóvenes y se dan con más frecuencia en las áreas de transporte, minería y construcción.

Las consecuencias de estos accidentes no solo repercuten en la calidad de vida de los hombres adultos, sino también en la de menores de edad, ancianos y mujeres; de los cuales son padres, hermanos, parejas y/o hijos.

Además los hombres son más propensos a generar situaciones de violencia que afectan a mujeres y niñas/os, a otros hombres y a sí mismos.

Según el estudio Situación Actual del Suicidio Adolescente en Chile, con Perspectiva de Género (Minsal, 2013) la tasa de suicidio de los hombres triplica a la de las mujeres.

Por su parte, la violencia de género tiene una expresión dramática en Chile y así lo indican las cifras. Una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física por parte de una pareja o ex pareja. De acuerdo a lo que reporta SERNAM, a esta altura del año ya han muerto 33 mujeres a manos de sus parejas o ex parejas. Los hombres que cometen violencia de género pertenecen a una sociedad patriarcal donde la vida de las mujeres parece no ser tan valiosa.

Por todo lo anterior, pensar en prevención en salud de los hombres desde la perspectiva de equidad de género, supera ampliamente la misión de un ministerio de salud: necesariamente requiere de cambios en todas las esferas incluyendo la cultural.

Modificar los determinantes sociales de la salud requerirá políticas intersectoriales, con participación ciudadana y comunitaria, y apostar fuertemente por la promoción de salud así como la prevención en todos los niveles.

Tres países han sido visionarios y han planteado frontalmente este desafío: Australia, Nueva Zelanda y Brasil. En agosto de 2009 el Ministerio de Salud de Brasil lanzó la Política Nacional de Atención Integral de Salud de Hombres. Esta acción tuvo por objetivo facilitar y ampliar el acceso de población masculina a los servicios de salud. Además de crear los mecanismos para mejorar la asistencia ofrecida a esa población, la meta de este plan es promover un cambio cultural.

En Chile han existido intercambios desde hace algunos años para conocer la política de salud de los hombres en Brasil, sin embargo, no se han concretado en objetivos y acciones concretas.

Es imprescindible que pronto comencemos la tarea de educar a nuestros niños para ser solidarios y para demostrar sus capacidades intelectuales, afectivas y físicas  para vivir en comunidad. La  virilidad no puede continuar siendo un arma contra otros y otras y contra sí mismos. Es en este sentido que el machismo y el neoliberalismo se han potenciado: vale más el que tiene más y la ley del más fuerte.

Es imprescindible un cambio de rumbo, para que la dominación de unos pocos  hombres sobre la mayoría de los hombres y de muchos hombres contra muchas mujeres y niños deje de ser la regla.

Los servicios de salud también debiesen modificar sus prácticas: incluir a los varones en los programas comunitarios y de salud familiar con un componente preventivo es fundamental. Y una vez más decimos: no es un tema meramente técnico, es un tema político con toda la riqueza del término.

Queda claro que los programas aislados de prevención no logran las metas deseadas, basta revisar las cifras en salud.

Porque, en definitiva, lo que está “enfermo” es el modelo de masculinidad hegemónico. Promover su cambio, requiere de una política pública integrada que aborde con eficacia y eficiencia la violencia de los hombres, la falta de autocuidado, los factores comportamentales que les conducen a situaciones de riesgo, y la salud física y mental en los hombres.

Es hora de avanzar  e innovar en propuestas de salud en el marco del gobierno de la Nueva Mayoría, para generar cambios auténticos y sostenibles.

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06 nov 2014

Los cambios sociales en Chile y el rol de la Presidenta Bachelet

Que los cambios sociales generan inexorablemente polémicas, controversias y conflictos, es algo que no sólo se encuentra plasmado en los diferentes manuales de sociología, sino que también está avalado por múltiples evidencias en la historia de la humanidad.

Lo anterior adquiere una especial y más nítida expresión, en un mundo en que el sistema socio-económico y  cultural preponderante, el modelo neo-liberal,  se ha desplegado con pretensiones de ” única alternativa”,  de  ”científicamente fundado” y mostrando dimensiones similares a las que llevaron a Walter Benjamin, hace ya casi un siglo,  a caracterizar el capitalismo como una religión cuyos dogmas centrales son el mercado y el consumo y su dios el dinero.

La pregunta que resume  “el estado de la cuestión ” es ¿hay algo más difícil en el mundo actual que cambiar la modernidad neo- capitalista?

En el caso de la sociedad chilena de estos días, en primer lugar y sin estar nunca demás recordarlo, la transición a la democracia se ha llevado a cabo con significativos logros de los gobiernos concertacionistas.

No obstante, en la primera década del nuevo siglo, las dimensiones de injusticia y desigualdad en la distribución de la riqueza, en la segregación educacional, en las relaciones laborales, en la toma de decisiones y participación ciudadana, en la elección de los representantes de las mayorías, en  el abuso y utilidades desproporcionadas de algunos  privados, incluidos los que administran recursos naturales, entre otros, crearon la convicción moral y política en la población de la necesidad  de implementar reformas estructurales en nuestra sociedad.

El que hayan surgido variadas opiniones y hasta vehementes discrepancias al respecto entre diferentes actores  del quehacer nacional, claramente no debería ser algo que sorprendiera a nadie y mucho menos que se le otorgara el carácter de un indicador inequívoco de la próxima “debacle chilena”.

Lo que sí resulta inquietante, es que esta tensión entre quienes realmente desean realizar cambios en la situación actual y los que simplemente desean seguir administrando lo existente, pudiera dar lugar a un inmovilismo inertico en que, al llegar a fines del gobierno, se constate que poco o nada ha variado.

Es aquí donde surge el rol fundamental que debe asumir la presidenta Bachelet, de manera de cumplir con la peculiaridad de los liderazgos carismáticos, los que, precisamente, están llamados a convertirse en factores esenciales  de los cambios históricos, generando un entusiasmo y compromiso en torno a sus propósitos y proyectos entre sus colaboradores directos, en la coalición política que la eligió y en la mayoría de la población.

Las transformaciones sociales requieren, más temprano que tarde, de estos líderes que son capaces de concitar una adhesión a sus causas, superando las dudas y pasividades y rompiendo con la continuidad y permanencia de determinadas situaciones.

A mi juicio, sería un error con consecuencias irreversibles, repetir lo ya observado en el primer gobierno de la Presidenta, en el que, en aras de proteger su popularidad, se optó por una suerte de “blindaje” en su rol pro-activo como jefa de gobierno de una coalición política (la Concertación en ese entonces),  sin inmiscuirla en temas o ámbitos en que su perfil mandatante sobre la coalición y/o su mediación en determinados conflictos fuera puesto a prueba. Esto se observó, concretamente, en relación a las conductas, desórdenes y cierta diáspora que evidenció la Concertación en la última parte de su gestión.

La difícil, pero a la vez tan privilegiada oportunidad que presenta nuestra sociedad de concretar transformaciones en pro de una mayor justicia social, con todo lo que ésta implica, amerita que la presidenta Bachelet se posesione definitiva  e indiscutiblemente en su rol de líder del gobierno de la Nueva Mayoría y recorra el país socializando en la población el verdadero sentido de los cambios que la mayoría espera y que han sido, en variadas oportunidades, tan tergiversadamente comunicados. 

Paralelamente, creo que ha llegado el momento que los actores políticos y sociales (partidos políticos, sindicatos, empresarios, estudiantes, iglesias, etc.) se pronuncien clara e inequívocamente sobre lo medular de los cambios que se están proponiendo y actúen en consecuencia.

A veces uno tiene la sensación de que  “diferencias” sobre aspectos procedimentales y/o materias más bien marginales, se elevan a razones  “fundamentales” para cuestionar las respectivas reformas, menguando significativamente la dinámica y agilidad necesaria que requieren las transformaciones esperadas.

Si las discrepancias de fondo existen y se explicitan, creo que estaremos en presencia de un necesario y saludable debate propiamente ideológico, en el que todos podremos saber quién es quién y, lo más importante, la ciudadanía estará en condiciones de evaluar y redefinir sus referentes políticos y sociales.

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06 nov 2014

El sueño de Quimantú

Hay un sueño chileno -exclusivamente chileno, como las empanadas y el vino tinto- que se resiste a morir y renace cada tanto, de la mano de debates, conversaciones o reportajes sobre la lectura: la experiencia Quimantú. En días reciente, lo renueva un libro de Hilda López, una histórica “quimantusina” o “quimantusiasta” que lleva el título que encabeza este comentario, y algunas ideas surgidas del natural proceso de actualizar nuestras políticas hacia la lectura: la editorial del Estado. Algo así como una pócima mágica que resolverá todos los problemas, que son muchos y variados.

Primero, cabe recordar que acaba, tristemente, de morir la primera editorial estatal que tuvo Chile: Jurídica Andrés Bello, fundada el 28 de enero 1947 por Ley 8.737, corporación de derecho público de propiedad de dos socios potentes: el Parlamento y la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, que no pudo sobrevivir en el concentrado mundo editorial de hoy, a pesar de haber desarrollado clubes de lectores, líneas de libros auxiliares de la educación y otra estrategias de lectura masiva.

La primera restricción entonces a una editora nacional es precisamente su condición de tal, es decir, el alcance limitado sólo a un territorio mientras tres o cuatro trasnacionales llegan, literalmente, a todo el mundo. Competir en esas condiciones es complejo por no decir imposible.

La segunda estatal de los libros fue en 1970, Quimantú. Nació con el sueño del Presidente Allende de erradicar de una población desnutrida física e intelectualmente, tales lacras. Lo cumplió con el medio litro de leche en el primer caso y con libros del precio de una cajetilla del cigarrillo más popular -los Hilton- y luego de los libritos más baratos que era posible encontrar en los kioscos de periódicos: Corín Tellado y Texas Ranger.

Nadie pudo, entonces -1970 a 1973- dejar de leer. Los ejemplares salían al encuentro del lector en las organizaciones sociales, en los puestos de diarios y, obvio, en las librerías, que eran considerablemente más que en la actualidad.

El objetivo era democratizar la cultura, a lo que colaboraban un exceso de circulante, escasas opciones de entretención en las capas populares que se incorporaban al proceso político, el entusiasmo innegable del mismo y una política cambiaria que favorecía una divisa muy barata para las importaciones relacionadas como el papel y las tintas.

Un escenario bastante diferente al que hoy acoge el sueño de la editorial estatal.

Sin embargo, la idea que subyace es pertinente a un momento de adecuación de las políticas lectoras. ¿Cómo el Estado contribuye a mejorar los índices lectores?

Los caminos son dos -ni la editorial ni la eliminación del IVA-, el primero es sembrar el país de bibliotecas y otros centros culturales donde el libro aborde al lector en un buen entorno, cantidad adecuada y en horarios de tiempo libre para el estudiante y el trabajador.

La segunda, es el perfeccionamiento del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura, creado el 1ª de julio de 1993 por Ley 19.227, con su consiguiente dotación de recursos para estimular a los autores, la industria y los lectores, orientado por un Consejo Nacional del Libro y la Lectura tan participativo como representativo del sector, que vaya afinando las políticas públicas al respecto.

Lo que está ocurriendo en este plano es alentador: el Borrador de indicación sustitutiva del Proyecto de ministerio de Cultura pone en una misma mano a bibliotecas públicas y Consejo del Libro, desarticulando así la actual DIBAM que pone en un mismo saco a museos y bibliotecas, cada vez más antitéticos desde el punto de vista de su gestión.

Por otra parte, la Presidenta Bachelet ha anunciado para enero 2015 una nueva política hacia el libro y la lectura que está, en estos momentos, surgiendo del debate y la participación de todos los incumbentes. Único camino para consensuar lo que viene.

¿O acaso, se piensa que, hoy por hoy, una editorial estatal tendría los niveles de acuerdo para elaborar su lista de títulos como lo hizo Quimantú?

Quimantú fue una editorial de gobierno y sus líneas de publicación eran bastante semejantes al resultado de las interesantes discusiones de los comités de producción, del sindicato de la empresa, de los comités de la Unidad Popular y de la lectura que éstos hacían de la lucha ideológica que legítimamente existía en Chile.

Hoy, con una opción sólidamente instalada de sostener políticas de Estado, el mejor camino lo ofrecen los Consejos de la Cultura, del Libro y de otras disciplinas que establecen transversal y participativamente dichas políticas, alejados de los cambios electorales.

Dejemos entonces a Quimantú en su honrosa condición de sueño.

Un sueño maravilloso que inundó el país con millones de libros.

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06 nov 2014

¿Qué quieren los chilenos?

Parafraseando a Sigmund Freud, que se preguntaba ¿qué quieren las mujeres? y reconocía su incapacidad para resolver ese dilema, los analistas políticos deben estar devanándose los sesos para solucionar el problema del momento, ¿qué quieren los chilenos?

La Presidenta Michelle Bachelet fue electa con una amplia mayoría y la promesa de avanzar hacia una reforma educacional que comprendía la gratuidad y la calidad.   Era claro que la ciudadanía respaldaba entonces esa promesa, era parte del contrato suscrito entre la candidata y los electores, pero ocurre que a menos de siete meses de la actual administración ya la gente no apoya mayoritariamente la reforma educacional.

¿Es que el contenido de la promesa ha cambiado, o es que los chilenos han cambiado de opinión?

Los sociólogos han comentado con anterioridad sobre la idiosincrasia nacional, y es sencillo encontrar ejemplos sobre la capacidad de los habitantes de esta larga y angosta franja de tierra para cambiar sus opiniones con el más mínimo incentivo.  Es cosa de ver cómo se ensalza y se derrumba a las figuras del deporte o del espectáculo.  No hay razones para pensar que en el campo de la política sea distinto, y quien goza de la popularidad y el aprecio ciudadano un día puede fácilmente transformarse en un desapego en cuestión de poco tiempo.

¿Será esa la única razón que explique que, por primera vez, una encuesta muestre un mayor rechazo que aprobación a la actual Primera Mandataria?  Naturalmente que no. Sin considerar los márgenes de error de cualquier encuesta, es improbable que un fenómeno social tenga una sola causa, y en este caso se puede recurrir desde la capacidad de la oposición para cuestionar las iniciativas del Gobierno hasta el desencanto de la ciudadanía por la falta de resultados en el corto plazo.

Se puede argumentar asimismo a partir de la falta de unidad y el clima de beligerancia entre los partidos de la Nueva Mayoría, así como recurrir a una falta de liderazgo por parte del Gobierno y hasta a la necesidad de cambiar parte del gabinete ministerial.

El caso del ministro Peñailillo es otra víctima más de esta actitud veleidosa del público.  Hace un par de meses, algunos medios de prensa destacaban su carrera e insinuaban la posibilidad de levantar su candidatura presidencial   Hasta se hicieron notas periodísticas respecto a su sastre y hoy aparece como el gran responsable de la pérdida parcial de apoyo ciudadano.

Luego están los demás ministros, los que no han logrado siquiera convocar al público para tener un grado de conocimiento superior al cincuenta por ciento, que arrastrarían consigo también un perjuicio al conjunto del Gobierno.

También se puede endilgar parte de la responsabilidad a intendentes, gobernadores, Seremis, jefes de servicio y, en general, a cualquiera que podría haberlo hecho mejor o que tenga dentro del ámbito de su competencia complacer o defraudar la confianza ciudadana.

Pero el problema de fondo sigue siendo el mismo, ¿qué quieren los chilenos?¿Cambios sin costos, llegar a las metas propuestas sin sacrificios ni esperas?  Hay que asumir que es imprescindible considerar dentro de la ecuación la idiosincrasia nacional y que ello requiere un permanente proceso de diagnóstico para afinar el conocimiento sobre su voluntad.

Hoy en día, todos los sectores políticos hacen sus afirmaciones sobre cualquier tema en debate presentándose como los representantes -únicos y auténticos- de la mayoría de la ciudadanía, pero las mismas encuestas que pueden ser interpretadas en uno u otro sentido cuando los resultados no son definitivos, son concluyentes en mostrar que el apego de la gente respecto a la clase política sigue siendo invariablemente bajo.

En este sentido, quizás sea una tarea imposible saber qué quieren los chilenos, aunque sí se podría avanzar en la resolución de la duda opuesta, ¿qué es lo que NO quieren los chilenos?

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05 nov 2014

Profesión, Compositor

Muchas veces ante la pregunta ¿profesión? contesto “compositor.” La cara de asombro de quien consulta se antepone a la siguiente pregunta ¿y qué canciones ha compuesto? La respuesta suele ser incómoda y debe ser explicada: “No, soy compositor de música clásica, de música de concierto, para violines…” y la cara de asombro es mayor, incluso algunos continúan con la pregunta ¿cómo Mozart? (o algún referente que conozca el interlocutor). “Hum..sí”, y el comentario final”… “no sabía que había compositores en Chile”.

A esta situación –supongo- se han visto enfrentados sino todos, la mayoría de los compositores actuales, y no sólo en Chile.

El estudiar Composición es una tarea difícil. Primero porque seguramente significa un trance familiar, después porque es una carrera larga en años de estudio y finalmente porque no hay campo laboral.

Lo del trance familiar es un asunto que se puede salvar de mil maneras y en casi todos los casos con éxito. Lo de los años de estudio, bueno, es así no más. Pero lo del campo laboral es el asunto que me impulsa a escribir estas líneas.

En la cadena alimenticia de la música, el primer eslabón es el compositor. Este crea la materia prima. Esta es utilizada por los intérpretes, quienes le dan vida para que sea escuchada –y en algunos casos disfrutada- por el público.

Ahora, el público paga por escuchar, o sea, consume música; el intérprete (casi siempre) cobra por tocar, pero el compositor se debe conformar con que su creación sea interpretada. 

El campo laboral del Compositor no existe como tal, es decir, el Compositor debe hacer otras labores para subsistir en este mundo. Algunos tienen otras profesiones (médicos, ingenieros, abogados, la mayoría profesores), pero no hay compositores que puedan vivir de su quehacer creativo. De esta manera, el estudiante de Composición sabe (o debe saber) que no podrá vivir de su profesión.

Se me viene a la mente algunas variables esgrimidas hace poco por los ideólogos de los sistemas de acreditación de las carreras universitarias, esto es, empleabilidad y remuneración. En ambos casos, para los compositores la respuesta es cero. A riesgo de perder, apuesto a que nadie encontrará algún aviso en el que se lea “Se necesita Compositor”.

Esporádicamente algunos compositores son contratados por instituciones para componer. Esto se reduce a una obra por encargo, en los cuales los honorarios suelen ser bastante reducidos al menos en nuestra realidad nacional.

Y los contratantes se reservan el derecho de usufructuar de la música escrita cuando les plazca, sin que haya para el compositor más que la gratificación de que su obra “suena”, y por lo tanto se hace “famoso”.

O sea, la música se vende, a los intérpretes se les paga por cada vez que tocan, pero el compositor recibe como remuneración habitual el puro hecho de que su creación sea interpretada.

A pesar de lo anterior, los encargos más emocionantes son los que hacen los intérpretes (a veces hay honorarios de por medio, pero al alcance de las posibilidades financieras del intérprete, lo que suele ser –de común acuerdo- reducido). Estos apuestan al trabajo de uno, le dan vida a la creación y promueven la creación como los que más. Pero esto no es constante y por lo mismo no se traduce en una fuente laboral cotidiana para el Compositor.

Con estos párrafos sueltos con carácter de panfleto, quiero compartir el hecho que los compositores creamos la materia prima de la música de concierto, nos ganamos el pan de cada día haciendo otras cosas, nos sentimos gratificados por las interpretaciones y, por el puro amor que sentimos por la creación y por la música seguimos adelante, sintiendo el orgullo del trabajo honesto, pero con la pena de no poder vivir de nuestra profesión.

Finalmente, quiero hacer saber a los lectores (oyentes de música), que cuando escuchan música, especialmente música clásica (docta, de arte o como quieran llamarla), siempre hay un compositor detrás, que la compuso en sus horas libres del trabajo que le permite subsistir. Este destinó tiempo y conocimiento para crearla, lo hizo con amor y sabiendo que alguien escucharía y tal vez la disfrutaría.

Y que no suenen mis líneas como un reclamo resentido, pues, soy feliz con lo que hago y lo disfruto como el que más, pero adoraría vivir de lo que estudié, como lo hacen la mayoría de los profesionales.

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05 nov 2014

Desigualdad y segregación

Las profundas desigualdades que viven millones de chilenos diariamente forjaron las últimas décadas un proceso de creciente segregación social, cultural, urbana y política que nos hemos negado a reconocer.

Es cierto que es de una enorme gravedad que el uno por ciento más rico de la población acapare el 31 por ciento del ingreso nacional, pero mucho más inquietante es que como sociedad estemos construyendo un país de ghettos.

El lenguaje, la educación, los lugares de residencia o los códigos éticos varían hondamente hoy al interior de nuestra sociedad, según alguien nazca en un hogar pobre, de clase media o acomodado. Sabemos donde nació alguien con mirarlo o verlo, así de segregados estamos

En definitiva, somos un país fracturado, incapaz de dialogar con sus diferencias.

Es decir, con nuestra desigualdad estamos construyendo profundas diferencias sociales, quiebres impredecibles en nuestra propia identidad.

El mayor problema es que estas desigualdades no son sólo económicas o sociales. No es un problema de dinero,  bien o mal distribuido.Estas desigualdades -o segregaciones- tienen cuatro grandes pilares, mucho más profundos.

Uno es la desigualdad en el ejercicio de la política, expresada por una parte en un sistema binominal que excluye la representación de la diversidad y, por otra, en la marginación de los ciudadanos, en especial de provincias, de la elección de sus propias autoridades regionales.Somos el único país sudamericano con esa herida democrática.

Otra de esas desigualdades políticas es la forma autoritaria en que hemos construido nuestro diálogo con las naciones y pueblos originarios. Incapaces nuevamente de construir en el respeto y la diversidad tolerante.

A estas segregaciones políticas se unen por cierto las desigualdades sociales, expresadas en que los chilenos simplemente no ejercemos idénticos derechos. Millones de compatriotas lo padecen cada vez que llevan a sus hijos al liceo, acuden a los sistemas públicos de salud o simplementen viajan en transporte público.

Además, tristemente, transformamos estas desigualdades políticas y sociales en segregación urbana, uno de los procesos más graves de esta segregación global.

De hecho, los últimos 30 años las ciudades enfrentaron un proceso de reordenamiento que derivó en la virtual expulsión de los pobres a las periferias, ahondando físicamente nuestras distancias como sociedad.

Una última desigualdad finalmente se expresa en la falta de diversidad en los medios de comunicación, donde escasean voces regionales y/o representativas de todas nuestras culturas, de todas nuestras lenguas. ¿Por qué no tener diarios en quechua o rapa nui?

Necesitamos enfrentar estas segregaciones o construirenos un país al borde de su propio abismo, enfrentado a su propia fractura social y cultural. Al borde siempre del estallido social.

Nuestra democracia debe construirse sobre un esfuerzo global por la igualdad de derechos, no basta con una reforma tributaria.

Es un desafío enorme, pero cada vez más impostergable.

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05 nov 2014

Comisión Penta, una prueba de independencia para la Cámara

El pasado miércoles 8 de octubre la Cámara de Diputados aprobó por setenta votos la conformación de una comisión investigadora sobre el Caso Penta. La Sala, libre e informadamente, juzgó oportuno ejercer sus facultades fiscalizadoras ante un caso que hoy preocupa a la ciudadanía y que simboliza la injerencia ilegítima del dinero en los procesos políticos.

Pero en este corto tiempo transcurrido, hemos sido testigos de numerosas maniobras destinadas a evitar que se constituya la comisión investigadora.

La UDI ha intentado derechamente impedir su formación y, últimamente, postergarla por un tiempo indeterminado, sujeta a la elaboración de informes de expertos, en principio, y luego sumará nuevas condiciones dilatorias. Para  pesar de quienes pretenden obstaculizar la labor del parlamento, el Reglamento de la Cámara no establece la posibilidad de dejar sin efecto una comisión investigadora ya aprobada, como tampoco permite posponer su constitución. Solo la unanimidad de Sala podría modificar lo ya resuelto, una votación que advertimos como inalcanzable.

El mandato de la comisión está delimitado con precisión y se ajusta fielmente a lo dispuesto en las normas constitucionales, legales y reglamentarias. Su objeto está conformado por las actuaciones de los organismos públicos en relación a las operaciones de Penta y no se refiere a  “actos de particulares”,  como interesadamente se ha presentado en algunos medios de comunicación afines a ese grupo económico.  

Cuatro son los aspectos que ordenarán el trabajo de la comisión. En primer lugar, interesa conocer la actividad  del Servicio de Impuestos Internos durante el período en que se habrían cometido los ilícitos que la opinión pública conoce, como asimismo la información reunida por el mismo servicio acerca de las donaciones efectuadas por Penta y sus socios a la Universidad del Desarrollo.

En tercer lugar, la información recabada por la Superintendencia de Valores y Seguros respecto a ciertas empresas del grupo. Finalmente, la comisión investigadora podrá indagar sobre las contribuciones financieras a partidos políticos realizadas por Penta y sus controladores Carlos Délano y Carlos Lavín.

En relación a este último punto, no corresponde evaluar actos o negocios personales, sino que precisar si los órganos del Estado con competencia en estas materias cumplieron adecuadamente con su deber de fiscalización.

Con toda seguridad podremos esperar nuevas cortinas de humo y el incremento de la presión  de Penta hacia las instituciones. Allí radica el fondo del asunto. Es indispensable que la Cámara de Diputados de una señal de probidad e independencia y no ceda al chantaje  de los grupos económicos.

La ciudadanía demanda el esclarecimiento de la verdad sobre el caso Penta y, por lo tanto, cada institución debe actuar en el ámbito que le corresponda.

En lo que compete a la Cámara de Diputados,  la comisión investigadora debe constituirse en los plazos reglamentarios, funcionar y entregar sus conclusiones.Cualquier acuerdo en contrario será interpretado como la concesión de privilegios de  dudoso origen, como un manto de impunidad para el que no estaremos disponibles.

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05 nov 2014

El “mandato” de la Presidenta Bachelet

Querida abuela. Te pido sinceras disculpas por enviar esta columna sin antes haberla conversado y discutido contigo, pero supe que habías tenido un alza de presión arterial y no quise empeorar tu condición de salud.

Los chilenos elegimos por una inmensa mayoría a Michelle Bachelet para que dirigiera los destinos del país en un segundo periodo presidencial. Lo hicimos con una votación histórica más del 62% de los ciudadanos optaron por ella.

Yo y un grupo de mis amigos, que semana tras semana nos juntamos a conversar sobre política, economía, leyes, empresa, educación y otros temas que nos interesan, votamos por ella.

Junto con elegirla Presidenta le otorgamos un respaldo parlamentario muy bueno, casi excepcional.

¿Cuál fue el motivo por el cual votamos por Bachelet?

Hemos conversado largamente sobre este tema, existen diversos motivos. Sin embargo, hemos encontrado algunos comunes denominadores: las promesas de cambio y la descripción de tres reformas sustantivas, fueron los argumentos que en definitiva nos sedujeron.

Un cambio fundamental en educación que nos permitiese tenerla de calidad, además de gratuita y sin exclusiones ni selección; una reforma tributaria que, además de aportar una cierta justicia impositiva, diera el piso financiero a la reforma educacional y, por último, el anhelo de contar, por fin, con una nueva Constitución que diera cuenta del “pacto social” del que queremos ser parte. También y, por qué no decirlo, la esperanza de un país más equitativo y más justo.

Así de simple, esa fue la oferta y el sueño que gustosos apoyamos.

Estábamos convencidos que la “oferta” programática de nuestra Presidenta llegaba en un momento muy especial. Un minuto donde parte muy importante de la población tenía un sentimiento de estar siendo “abusada”. Los estudiantes estaban, como es casi tradicional, a la cabeza de las protestas.

Esta sensación de desamparo atravesaba a toda la ciudadanía. El sentirse maltratado por el servicio de transporte que tenemos a nuestra disposición, por la Banca, por el sistema de salud representado por nuestros hospitales, clínicas, servicios de atención primaria, por nuestras ISAPRES … Todos nos maltrataban.

Los abusos cometidos por entidades como La Polar, los productores de pollos, las empresas que producen cerdos que no tienen respeto alguno con quienes deben sufrir por sus malas prácticas y asquerosos olores (no existen en plantas similares en países desarrollados), por las empresas mineras. Todo esto nos tenía crispados.

En esta condición de abuso, con un gobierno -el de Piñera- que, pese a tener muy “buenos números”, alto crecimiento, bajo desempleo e  inflación controlada, llegó al término su mandato con un nivel de popularidad mucho más bajo que el  de los gobiernos de la Concertación que lo antecedieron fue,  qué duda cabe, el catalizador del excelente resultado de la elección de Bachelet.

El gobierno de la Presidenta empezó con un altísimo respaldo para las tres reformas estrellas del programa. Los primeros sondeos establecían apoyos, en todos los casos, sobre el 70% (en alguna de ellas en torno al 80%).

El periodo de gobierno empezaba con un ” relato” inigualable (lo que siempre le faltó al gobierno de Sebastián Piñera).

¿Y qué nos ha pasado en estos 7 meses de gobierno?

Poco a poco empezaron las primeras dudas: al parecer la reforma tributaria no estaba tan bien planificada y a último minuto fue necesario realizarle cambios sustantivos. Cambios que, según trascendió, se acordaron en la “cocina” de la residencia particular de un economista de derecha y, si bien a muchos de nosotros nos pareció que se logró razonablemente salir adelante, la ciudadanía quedó con un sabor amargo y con dudas que van desde los que piensan que se “transó” nuevamente con los poderosos, hasta aquellos otros para los que la reforma aprobada sigue teniendo falencias técnicas importantes.Todo mal.

Ahora le ha tocado el turno a la reforma educacional y aquí la cosa está mucho peor. Ya no es posible seguir tratando de sostener un relato que nos deje satisfechos.  Ayer leía un informe del Instituto Igualdad (no del Centro de Estudios Públicos). Se refería a la reforma educacional, y me permito reproducir sus primeras frases: “A estas alturas resulta bastante claro que el Ministro Eyzaguirre equivocó el orden de los factores en la reforma educativa escolar. El eje de esta –para no hablar del “corazón”- debe ser la reconstrucción de un sistema de educación pública inclusivo, diverso y de excelencia, que se constituya en la columna vertebral de la educación en Chile e impregne con sus valores el tipo de sociedad que queremos construir. Qué educación para qué país, se responde poniendo en el centro de la Reforma  el fortalecimiento y relegitimación social de la educación pública.”

Esta frase contenida en este documento de este instituto del Partido Socialista, representa con meridiana claridad lo que piensa la inmensa mayoría, mas no parece ser lo que el ministerio de Educación está impulsando (al menos no es lo que entendemos nosotros y otro gran número de personas que analizan el tema).

También se pudo ver el pasado fin de semana, una manifestación que recorrió nuestra Alameda Bernardo O’Higgins. En ella participaron, según carabineros, 30.000 personas (usando el parámetro “apreciación de carabineros” fue una masiva marcha). Los que participaban manifestaban su preocupación por la reforma educacional ya que sienten que no va por el camino correcto.

Este ambiente se está apoderando de todos nosotros (me refiero al grupo de amigos que describí al inicio de esta columna).

De la “nueva Constitución” no nos hemos enterado. Ya tenemos bastante con todas las noticias que nos llegan de las otras dos reformas. Sabemos que también hay problemas importantes en el ámbito de la energía, del agua y de la minería.

Sabemos que estos problemas no son responsabilidad de este gobierno, que son temas que se arrastran por años y que nos empiezan a pasar la cuenta ahora. Afortunadamente, a la mayor parte de la ciudadanía aún no los inquietan y por tanto no aportan mucho a la baja de la popularidad del gobierno de la Presidenta Bachelet (nuestro gobierno).

Hoy, los niveles de aceptación ciudadana de las tres reformas estrellas se han desplomado. Han bastado siete meses de gobierno para que, desde índices que superaban los 70 puntos porcentuales, llegasen bajo el 50% y, peor aún, con tendencia a seguir declinando.

Hace unos días, un ex importante dirigente político escribió una carta dirigida a su partido.En ella hace un recuento de lo que en su opinión es la realidad de lo que estamos viviendo y para dónde nos encaminamos. La reacción ha sido dura. Lo menos que se ha dicho es que es un “hombre ya retirado”, que su opinión no es importante, que es un “vendido” al sistema, que es un vil representante de los empresarios y otros peores epítetos.

El punto, creo yo, no está en la discusión respecto a que necesitamos una sociedad más justa, que necesitamos una sociedad más solidaria. No estamos entre quienes pensamos que es discutible una “reforma educacional” y tampoco entre quienes nos oponíamos a que para financiarla se hiciera una reforma tributaria. Más aún, creemos que era el minuto de las reformas “profundas.”

Pero, eso sí, queremos reformas bien hechas.

Queremos reformas que nos permitan que quienes apoyamos y elegimos con sincero entusiasmo esta opción de gobierno podamos transitar con tranquilidad al final del proceso reformador. Que podamos mirar nuestra obra con orgullo y no que, luego de un fallido intento de implantar estas mejoras, terminemos con un país, nuevamente, profundamente dañado.

No estamos en condiciones de exigir a nuestro gobierno una buena gestión, pero sí podemos “rogar” un poco más de eficiencia y prolijidad.

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