14 dic 2013

Dos biografías, dos ideas de país

A pocas horas de la segunda vuelta presidencial, la derecha instala dos ideas: sería un milagro ganar a Michelle Bachelet, y todos sabemos que los milagros, si los hay, son escasos, y la otra, habla de la legitimidad de quien sea elegida si hay un aumento de la abstención respecto de la primera vuelta.

Esta última es contradictoria con el objetivo que Matthei y su comando se han trazado , con el 1+1, lograr que voten por Matthei el doble de los electores de la primera vuelta para alcanzar el 50% y ganar la elección presidencial.

Por tanto, si hay mayor abstención este 15 de diciembre, ella corre por cuenta de la derecha incapaz de movilizar a su propio electorado que en las municipales y parlamentarias obtiene entre un 8 y un 12% más del magro 25% de Matthei en la primera vuelta.

No hay un tema de legitimidad de quien sea elegida en segunda vuelta y esta afirmación aparece más como otra de las múltiples maniobras del juego sucio, con que Matthei ha marcado su campaña para intentar ensombrecer el triunfo de Michelle Bachelet.

Como bien dice el analista René Jofré, la segunda vuelta no es una elección nueva, es una continuación, la segunda parte de una misma elección, donde Bachelet ya obtuvo un 46,7%, 22 puntos más que Matthei, y donde votaron el 55% de los electores posibles, descontados, de un padrón no depurado, las personas fallecidas y los chilenos inscritos que residen fuera de Chile y que, dado que la propia derecha ha impedido hasta ahora una ley que permita el voto en el exterior, no podrán sufragar en estas elecciones presidenciales.

Las candidatas que disputan la presidencia adquieren la calidad de tales en la primera vuelta y, por tanto, la segunda vuelta, el ballotage, es siempre una segunda parte que se dirime con quien tenga más del 50% de los votos válidamente emitidos. René Jofré agrega que ello está además solventado en la conquista de una mayoría en ambas ramas del Congreso Nacional por parte de la Nueva Mayoría.

Es sabido que en países con voto voluntario, son 95 en el mundo, hay una mayor abstención y ello no deslegitima la elección de los presidentes porque quien no vota expresa una protesta, su indiferencia, su malestar o una pereza electoral, pero no concurriendo de alguna manera acepta, valida, que quienes sí lo hacen, decidan.

De hecho en Portugal, Aníbal Cavaco fue elegido en una elección donde participaron solo el 46% de los electores. En Austria Heinz Fischer fue elegido con el 79% de los votos pero sufragó solo el 49% de los electores, en Polonia votó el 46%, en Colombia el 49% y en España las encuestas dicen que podría producirse una abstención histórica donde vote un tercio del electorado.

Se trata de un dato tendencial en democracias que no logran conectar o dar confianza a la mayoría de los ciudadanos. Es un fenómeno complejo que va mucho más allá de si el voto es o no voluntario.

Ciertamente, en una segunda vuelta donde una candidata se presenta con un 46,7 y otra con un 25% obtenido en primera vuelta, cifras extrañas a un ballotage, puede haber menos interés en electores que estiman que la elección ya está decidida.

Sobre todo cuando la mayor parte de los electores de los 7 candidatos que quedaron atrás tienen una tendencia a favor de Michelle Bachelet o, un par de ellos, han llamado a abstenerse, dejando a la candidata Matthei con un margen casi nulo de crecimiento en los 6.7 millones de personas que ya votaron.

Lo principal es que este domingo se enfrentan dos biografías y dos visiones de país muy distintas.

Evelyn Matthei representa a la vieja derecha y es impuesta por la UDI como candidata presidencial en la cuarta opción, sin haber participado en las primarias y despojando así a Andrés Allamand que era obviamente el candidato legítimo después de la bajada dolorosa de Pablo Longueira.

Hija de un miembro de la junta militar, vota y es rostro activo del SI en el plebiscito y, por tanto, sufraga a favor de que Pinochet permaneciera en el poder hasta 1997.Es símbolo de lo que Piñera llamaría los “cómplices pasivos” de la dictadura.

Su vida política ha estado marcada por hechos bochornosos, por participar en montajes en los años 90 para destruir políticamente a sus adversarios dentro de su propio partido, incluido al propio Presidente de la República.

Nadie podía pensar que, al cumplirse 40 años del golpe militar, que el país vivió con una liberadora expresión comunicacional y con especial emoción, esto no afectaría la imagen de una candidata que es hija de la dictadura en su sentido más estricto y que no se restarían de su campaña, como ha ocurrido, quienes en la derecha han sido víctimas de sus maniobras.

El Presidente Piñera apoyó su proclamación como candidata presidencial, pero ello es visto más bien como una decisión de quemar una carta, frente a una derrota evaluada como irreversible, y dejar el camino abierto al propio presidente que saca con la derrota de Matthei no solo a ella del juego sino a los líderes de la UDI que no tienen hoy un liderazgo capaz de constituirse en una alternativa viable para el 2017.

La política como maniobra, tan característica de Matthei, esta vez se ha vuelto contra ella y son innumerables los gestos del Presidente, de parlamentarios y líderes de RN, que cada día dificultan, opacan, contradicen, una candidatura nacida en la ilegitimidad en su sector, que nunca ha logrado colocar ideas programáticas que muestren que en la derecha se abre una expectativa nueva.

No bastaba, en segunda vuelta, con sacar a Lavín del control de la campaña y entregarla a Evopoli y a un grupo de líderes jóvenes que no tienen raigambre e influencia real en los partidos y en el electorado de la derecha, para cambiar la imagen que los electores tienen de una candidata agresiva y derrotada.

Matthei, que ha enfrentado, y este es su mérito, con viento y marea una campaña electoral en las peores condiciones políticas históricamente conocidas dentro de la derecha, ha terminado recurriendo a la vieja campaña del terror y , tal vez, el hecho más bochornoso y risible es el intento de colocar a Bachelet en la Alemania del muro, como la llama, y a ella como la Merkel chilena, sin reparar que su programa y ella misma como figura es la antípoda de la líder alemana y que Merkel encabezará, después de su reciente triunfo electoral, un nuevo gobierno con la socialdemocracia con un programa que recoge aspiraciones del mundo sindical y verde al cual Matthei jamás adheriría.

El periodismo se ha encargado de colocar al desnudo esta falacia y Bachelet no ha tenido que molestarse siquiera en responderle.

Matthei no es la continuidad ni siquiera de Piñera. Su programa es más conservador y no da cuenta, culturalmente, de los cambios que el país ha experimentado en su subjetividad en estos años.

Mientras en las encuestas el 74% de los chilenos, muchos por tanto electores de derecha, se pronuncian a favor de un cambio constitucional, ella sostiene que eso es una tontera que no tiene ninguna importancia.

Es decir, tener una Constitución moderna, legítima, que nos represente a todos, que cancele la herencia institucional que aún resta de la dictadura, no tiene cabida en su pensamiento. Ello es coherente con su postura que lo que hubo en Chile fue un régimen militar y no una dictadura y en la negación de ella está su intrínseca adhesión a una idea de democracia restringida y de un modelo económico concentrador de la riqueza y abusivo que la dictadura y la derecha dura han impuesto al país.

Matthei se enfrenta a Michelle Bachelet que tiene una biografía y un programa completamente distinto.

Su padre, general de la República, fue asesinado por la dictadura, ella y su madre fueron encarceladas, torturadas y exiliadas y ha sido una mujer que ha demostrado un sólido apego a la ética pública y al reencuentro de los chilenos en cada uno de sus gestos. Michelle volverá a ser Presidenta de Chile porque la sociedad así lo ha impuesto.

Su programa es el más avanzado de los planteados por la Concertación, hoy ampliada a Nueva Mayoría, pero es realista porque se adecua a los tiempos.

Una reforma tributaria tiene hoy plena legitimidad en la sociedad y los propios empresarios saben que la desigualdad es un peso en el cuello de botella que el país tiene para alcanzar su desarrollo y que esto si no se enfrenta hoy o mañana Chile será escenario de grandes revueltas sociales.

El país apoya una reforma que garantice gratuidad y calidad para todos, cualquiera sea el lugar de origen de un estudiante. Detrás de ello hay no solo un tema económico sino básicamente filosófico, de integración social en un país profundamente desigual.

El país necesita una Nueva Constitución como condición para proyectarse al futuro como una democracia sólida y participativa.

Esto es lo que está en juego este 15 de diciembre. Dos biografías, dos programas. O seguir anclados al pasado o construir, con la inmensa mayoría, un cambio profundo, estructural, con gobernabilidad ya que ambas, el cambio y la gobernabilidad, son condiciones para progresar como país.

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13 dic 2013

Todo listo para el domingo, ahora a votar

Llegamos al fin de una extensa campaña presidencial que duró nueve meses y que comenzó con un discurso de nuestra candidata Michelle Bachelet, en la comuna de El Bosque, en la cual destacó y explicó los motivos por las cuales quería volver a La Moneda y porqué esto se debería hacer en el marco de una Nueva Mayoría que incorpore a los nuevos actores que habían surgido, ya sea desde el movimiento social y ciudadano como también desde otras fuerzas políticas.

El primer desafío que nos planteó nuestra candidata, fue la construcción de un programa que tuviera como base una amplia participación social por medio de diagnóstico, ideas y propuestas que puedan enriquecer lo que ella nos planteó: cambiar las bases del modelo chileno.

Es así que uno de los principales ejes ha sido enfrentar el tema de la desigualdad, pero no sólo se quedó en el diagnóstico, sino que también nos señaló los cambios estructurales que debemos realizar para conseguir esos objetivos.

Una reforma educacional, una reforma tributaria y una Nueva Constitución, nacida en democracia con una amplia participación, validada por la ciudadanía y en el marco legal que corresponda.

El segundo desafío fue tener elecciones primarias en el marco de la creación de una Nueva Mayoría que respeto de forma republicana y aceptó los resultados colocando a casi todos los postulantes a trabajar de manera directa para el triunfo de la oposición.

El resultado de ese trabajo se reflejó en la victoria que se logró en la primera vuelta: diputados, senadores, consejeros regionales y en la presidencial.

Nuestra candidata nos pidió que recorriéramos Chile y así lo hicimos. Es por esos que las regiones tienen un lugar importante en el programa y han dicho con mucha fuerza que debe existir más descentralización y se debe otorgar poder para que las regiones puedan decidir de manera directa.

También hemos destacado que se acabó un ciclo político social y es por eso que ahora nuestro desafío, luego de ganar la elección, es comenzar a proyectarse para los próximos 8 o 12 años, ya que muchas de las demandas que hoy se platean deberán ser implementadas en más de una administración y a eso debemos abocarnos y ser muy claros en explicar a la ciudadanía estos temas.

Este periodo electoral estuvo marcado por la campaña del terror orquestada desde La Moneda con ministros despreocupando sus obligaciones para atacar a nuestra candidata.

Nosotros nos hemos dedicado a poner ideas, propuestas y la candidatura del gobierno jamás defendió su programa, sino que se dedicó a criticar de manera reiterada el programa de gobierno de la Nueva Mayoría abusando de sus atribuciones y sus declaraciones.

La mejor demostración de esto fue cuando el Ministro Larroulet acusó que el programa de gobierno de nuestra candidata estaba afectando la inversión.

La afirmación fue rechazada por los analistas internacionales ya que la desaceleración del país se viene dando mucho antes que se entregara el programa de gobierno.Ni siquiera la candidata de la derecha pudo sostener esta afirmación y un organismo autónomo como el Banco Central ya había clarificado las causas de la desaceleración.

A partir del lunes tendremos una nueva presidenta electa. Es por eso que a partir de ese día nos dedicaremos a trabajar en cumplir con el programa de gobierno que la ciudadanía ampliamente ha respaldado y que junto a ellos deberemos construir una gran alianza que nos permita destrabar ls nudos de la desigualdad que hoy afectan a nuestro país.

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13 dic 2013

La estrategia del desgaste prolongado

La derecha ha terminado por movilizar todo lo que tiene para la segunda vuelta electoral.En realidad, llegó a encontrar un sentido a sus desvelos en la búsqueda de un desgaste anticipado de Bachelet.Esto lo puede conseguir de dos maneras: consiguiendo un resultado inesperado (aunque no, obviamente el triunfo) o desacreditando el resultado final.A final ambas cosas son compatibles y posibles de obtener.

Lo del resultado inesperado se refiere a obtener un porcentaje de votos que estuviera en el promedio de la votación histórica de la Alianza en este tipo de comicios.Como a Matthei todos la daban por derrotada de antemano, que se ubique sobre el cuarenta por cierto es bueno.Del mismo modo, siempre se puede argumentar que ha votado poca gente y lanzar hipótesis sobre lo que la ausencia en las urnas significa para la vencedora (y únicamente para la vencedora).

Desde luego lo que se espera es relativizar el mandato de cumplir con su programa que haya obtenido Bachelet con su victoria.Desde esta perspectiva, el resultado sería algo así como que el que ganó en realidad perdió y el que perdió en realidad ganó.El mundo al revés, pero bien argumentado.

Como se ve los preparativos están dando para todo. Sin embargo, cualquiera sea el juego que se haga con las explicaciones de los resultados, para lo que más importa lo cierto es que en democracia se decide por mayoría y eso es lo que cuenta.

Por lo demás, lo único que hubiera puesto al sistema político en una verdadera dificultad habría sido que un conglomerado consiga un nítido triunfo al obtener una abierta mayoría en el parlamento y, no obstante, perdiera la elección presidencial. Pero nada de esto es lo que se avizora.

La Nueva Mayoría se está imponiendo en las cuatro elecciones: presidencial, de senadores, de diputados y de Cores. Se está dando la coherencia en los resultados y eso pesa más que cualquier interpretación.

Los estrategas del oficialismo no son tan ilusos como para pasar por alto estos aspectos gruesos que definen el escenario político. En realidad la campaña se ha ordenado, pero no son sus actores visibles ni sus protagonistas quienes están definiendo el rumbo. En realidad, lo que pasa en la Alianza se explica mucho más por la campaña presidencial siguiente que por la que tenemos ahora en desarrollo.

Es el gobierno quien le ha dado consistencia a la candidatura oficialista, y esto empezó a ocurrir una vez que quedó en evidencia que un deterioro excesivo de la candidatura Matthei le sería atribuido a Piñera y le jugaría en contra en un futuro próximo.

La estrategia de desgaste en curso no tiene por función rendir fruto en pocas semanas sino en cuatro años. No tiene como propósito impedir que Bachelet llegue a La Moneda sino que su salida al final de su mandato represente el final de un breve retorno de la centroizquierda al poder.

En otras palabras, lo que desde “algún sitio” de la Alianza se está preparando es “facilitar” el fracaso del gobierno que asuma, tras la ya esperada victoria electoral de la Nueva Mayoría este 15 de diciembre.

Una planificación de este tipo no es un completo despropósito. Tiene una probabilidad de tener éxito. Al fin y al cabo, la necesidad de responder de inmediato a altas expectativas sociales, unido a una economía en desaceleración, contando con un presupuesto muy restringido, no es el escenario más promisorio con el que un gobierno espera asumir sus funciones.

Pero nada de lo que se planifique desde la Alianza por sí sola puede tener el resultado esperado.Se necesita adicionar a las restricciones mencionadas la acumulación de errores propios de la nueva administración. No se fracasa por hacer frente a las dificultades sino por sucumbir ante ellas. Por eso lo que siga de este punto está por verse y corresponde a lo que suceda en el futuro.

Lo central de lo que está ocurriendo es que la derecha parece haberse acostumbrado a la idea de la pérdida del poder. Sabe que no tiene alternativa, que ocurrirá de cualquier forma y eso ha traído –por contraste- una cierta tranquilidad a los ánimos.Hay más resignación que angustia.Lo que queda es volver a intentarlo en la próxima oportunidad y para eso hay que empezar desde ahora.

Sin embargo, ningún intento desde la Alianza tiene destino mientras no sea capaz de mirar de frente sus defectos. No es usual que un sector político termine un gobierno, al mismo tiempo, con buenas cifras y con respaldo minoritario de los ciudadanos. El hecho de que se parezca afirmar que todo ha estado de maravilla excepto que se perderá la elección es algo que no tiene ninguna lógica en política.

La derecha busca el desgaste de Bachelet porque ha sido su propio desgaste político el que la está haciendo abandonar La Moneda. Al día de hoy este sector político parece más concentrado en el deterioro anticipado del adversario que en enfrentar las grandes deficiencias propias.

Sin embargo, lo lógico sería que abordara las fallas estructurales: cultivo sistemático de las diferencias por sobre las acuerdos; falta de plan de gobierno y propensión constante a la improvisación; existencia de vetos internos para afrontar grandes acuerdos nacionales.

No obstante lo más probable es que en la Alianza se vayan, nuevamente, por el camino fácil.

Cuando ha sido tanto el retroceso parlamentario y tan magro el apoyo a la continuidad presidencial, lo sencillo es apostar a un liderazgo fuerte. Esta es la apuesta de Piñera. Consiste en quedar como la única carta en pie, tras la debacle. Pretende que el contraste con lo que viene termine por hacer que el electorado añore su regreso, embellecida su administración en el recuerdo como una época de oro, apreciada en su momento como era debido.

Como casi siempre ocurre, lo más probable es que ninguno de los planes que se han diseñado con cuidado en estos días se pueda implementar al gusto de los creadores. Si algo hemos aprendido unos y otros es que, cuando el país cambia con celeridad, clavar la rueda de la fortuna es un intento vano y desmedido. Las fallas estructurales aprendidas volverán a hacerse presente y a producir efectos.

El que sigue el camino del caudillismo se puede encontrar con otros caudillos en el camino.Si este sector político no aprende a regular sus conflictos, entonces la competencia puede llegar a ser tan dura como se pueda esperar.

En este punto es de toda justicia hacer un reconocimiento. La Alianza ha perdido mucho con el retiro de la actividad pública de Pablo Longueira. Desde hace un tiempo a esta parte los pasos que se dan desde el oficialismo han dejado de corresponder a criterios de largo plazo.

Desde luego, se ha perdido también la fuerza que ordenaba a la UDI quien, a su vez, ordenaba –a veces de manera ruda- al propio gobierno. El pésimo resultado del gremialismo en la elección parlamentaria lo revela, fue el partido que más retrocedió en cuando a número de diputados y el que perdió ambas senatoriales en la Región Metropolitana.

El revés no ha sido solo electoral sino básicamente político.Los líderes del gremialismo ya no despiertan el espíritu de cuerpo de otrora, sino la crítica cada vez más desembozada dentro y fuera de sus filas.

Con estos antecedentes se puede afirmar que el futuro de la derecha sigue siendo incierto y la estrategia del desgaste prolongado no es suficiente para disipar las dudas.

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13 dic 2013

El fin de la transición sin fin

Ya finaliza la campaña de segunda vuelta y nos preparamos para asistir a las urnas este domingo 15 de diciembre. Se pone término a una prolongada contienda presidencial entre Evelyn Mattei y Michelle Bachelet.

Si triunfa la abanderada de la Nueva Mayoría, como estoy seguro que sucederá, se inaugurará un nuevo ciclo político caracterizado por las reformas estructurales que promueve la Nueva Mayoría y donde se propina una estocada certera a uno de los regímenes políticos más inmortales de la historia reciente del país, la llamada “transición a la democracia”.

La transición a la democracia en Chile ha sido un proceso que se ha prolongado por más de dos décadas y que ha sobrevivido a variados intentos por ponerle fin.

Políticos de diverso signo, cientistas sociales e incluso un ex Presidente han recurrido a distintos argumentos para señalar que en Chile ya vivimos en una auténtica democracia.

Hace siete años se afirmó que la muerte de Pinochet dejaba en el pasado todo vestigio de la dictadura y que las reformas constitucionales que acababan con los llamados enclaves autoritarios (senadores designados, rol tutelar de las FF.AA. y el COSENA, entre otros) implicaban la conquista de un sistema efectivamente democrático. Pero la realidad indicó otra cosa.

En Chile no habrá una auténtica democracia mientras nuestro ordenamiento político se sustente en la Constitución de 1980.

Entre los principios fundamentales de dicha constitución destacan la inviolabilidad de los derechos de propiedad del gran capital por encima de cualquier consideración política o humanitaria, la brutal violación de la soberanía popular a través del sistema binominal y la coerción de las facultades del Estado para intervenir el mercado en aras del bienestar común.

Por eso es que la resilente transición a la democracia sólo llegará a su fin cuando los chilenos gocemos de una constitución nacida en democracia y elaborada a través de mecanismos ampliamente participativos, como es la Asamblea Constituyente.

Son muy valorables las declaraciones que Bachelet hizo en el reciente debate de Anatel, donde dijo que la discusión de la nueva constitución “no puede ser de élite” y fijó para el segundo semestre del 2014 el envío de un proyecto de ley sobre el tema.

El programa de la Nueva Mayoría significa un gran avance para combatir la desigualdad que ha llegado a niveles abismantes.

En algunos sectores, como la educación, las políticas que se promueven conllevan una ruptura abierta con las políticas de libre mercado que se han impulsado en los últimos cuarenta años.

En este ámbito, la nueva constitución también es clave, porque una Carta Magna que garantiza derechos a través del Estado y respeta las decisiones soberanas de las grandes mayorías nacionales, genera condiciones para una ruptura con el conjunto del modelo neoliberal.

Puede ser que una ruptura de tal envergadura supere temporalmente los cuatro años de Bachelet, pero debo insistir en que la nueva constitución es fundamental para una profundización democrática que deje atrás definitivamente al neoliberalismo en Chile.

Por eso resulta tan importante ir a votar el 15 de diciembre por Michelle Bachelet, pues se trata de terminar de una vez por todas con el nefasto legado de la dictadura militar y culminar con la misión democratizadora que desde 1990 dejó pendiente la transición pactada a la democracia.

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13 dic 2013

La fuerza de la Unidad

Hace 24 años, Patricio Aylwin, el candidato que representaba el NO al continuismo de la dictadura, derrotaba contundentemente a su antípoda, Hernán Büchi, el ex ministro de Pinochet que pretendía eternizar su herencia autoritaria como mandatario civil.

Esta semana he visitado en su casa a don Patricio, en reconocimiento de su contribución política determinante para alcanzar el objetivo esencial de recuperar la democracia en nuestro país. Con su inigualable sencillez, me ha señalado, “le agradezco”.

Qué enorme distancia existe entre la estatura política y moral de un estadista como Patricio Aylwin, respecto de quienes conciben la tarea política como un mero escalamiento personal en sucesivas posiciones de poder.

Lamentablemente, muchos ajetreos exclusivamente individualistas han ocasionado que el “animus societatis” con que se aseguró la conquista de los propósitos fundamentales de la transición democrática se ha debilitado considerablemente.

Sin embargo, a pesar de ello, la cultura concertacionista de colaboración y entendimiento entre diversas vertientes de pensamiento y de acción política, aquel gran espíritu unitario que permitió el triunfo del NO el 5 de octubre de 1988, logró perdurar en la conducta y el comportamiento de diferentes protagonistas del escenario nacional y se ha proyectado en el bloque de la “Nueva Mayoría”. Todos sus actores son decisivos y ninguno puede ser excluido.

Sin embargo, es perfectamente posible observar que ya no se asigna la misma gravitación al factor de la unidad. Incluso, hay quienes ven tales esfuerzos como algo ya “pasado de moda”, engorroso, como un esfuerzo estéril que provoca innecesarias pérdidas de tiempo.

En el peor de los casos se llega a confundir el tema de la unidad de los demócratas chilenos con la llamada “política de los consensos” que, al inicio de la transición se aplicó para ganar estabilidad institucional, cuando aún el ex dictador permanecía en la Comandancia en Jefe del Ejército.

De modo que resulta necesario, una vez más, reafirmar la dimensión decisiva que adquiere para la concreción de las reformas comprometidas con la sociedad chilena una política estratégica que hace de la unidad de los demócratas chilenos uno de sus objetivos fundamentales.

Subvalorar o despreciar este ingrediente puede conducir a la parálisis del proceso transformador, al restar apoyos que son decisivos para asegurar la mayoría nacional requerida para el proceso de cambios.

En tal sentido, el legado de la cultura concertacionista, de amplia unidad democrática y de lucha coherente para desplazar los enclaves autoritarios no debe causar complejo alguno en sus diferentes actores, sino que proyectarse legítimamente a futuro.

En la fuerza y amplitud de la unidad radica la viabilidad de las reformas y los cambios que se han situado en el centro de la agenda nacional. Resulta especialmente importante subrayar estos criterios antes que concluya la segunda vuelta presidencial de la que, muy probablemente, emergerá un nuevo gobierno de las fuerzas democráticas.

Por cultura y tradición, el pueblo de Chile no se moviliza tras un salto al vacío, sino que tras un programa reformador, que es el articulado en torno al liderazgo de Michelle Bachelet y que se propone reformar la educación, la salud, las normas laborales y tributarias, así como la Constitución del país.

La concreción de ese programa abrirá un nuevo período en la historia democrática de Chile y potenciará las energías creadoras de la sociedad chilena. Por eso, la derecha repudia este programa reformador, manipula los hechos y desfigura ante la opinión pública sus propósitos y objetivos de largo alcance.

Tales avances democráticos se plantean luego de veinte años de sucesivas transformaciones, que han ido modificando, paso a paso, el trasfondo institucional del país. De la pretensión de una “democracia protegida”, bajo tutela, Chile ha ido madurando y permeando las bases constitucionales que lo rigen, hacia el ejercicio pleno e irrestricto de la soberanía popular.

El precepto pinochetista de una “democracia protegida” quedó en el pasado. Lo que falta ahora es dotar a la nación de una nueva Constitución Política del Estado “nacida en democracia”.La maduración de este nuevo objetivo es alcanzable sobre la base del entendimiento y la unidad de las fuerzas democráticas que consiguieron dejar atrás la dictadura.

En la crítica a la tarea democratizadora se argumenta acerca del largo y extenso período cubierto por este proceso. Se condena esa dilación, se añora un vértigo mayor, más intenso y seudo-radicacalizado.

El quehacer en el ámbito de la política es enteramente diverso, en su naturaleza, a una competición deportiva o a un juego de azar.

La esencia de la ética política democrática es resguardar el bien común, proteger y evitar que los intereses nacionales puedan caer en el abismo de una confrontación que desgarre al país y que, luego, en el control de la nación se instalen los grupos de poder vencedores que se reparten el patrimonio que no les pertenece y esquilman a los trabajadores y a la sociedad con cargas o “farras” que se pagan durante décadas.

En América Latina tenemos muchos casos de este tipo: la guerra de las Malvinas en Argentina; el saqueo privatizador de la dictadura chilena; la entronización de estados corruptos y sanguinarios, como lo hicieron los Duvalier en Haití; Trujillo en República Dominicana; Stroessner en Paraguay; Odría y otros dictadores en Perú. En fin, la lista puede llegar a ser interminable.

De modo que instalar y consolidar el régimen democrático es el objetivo y la tarea central a ejecutar por diversas generaciones de luchadores, con el fin de enraizar y desarrollar las formas de convivencia que permitan que nuestros pueblos puedan disponer de las libertades y derechos que la evolución de la civilización humana ha puesto al alcance de las naciones en esta primera etapa del siglo XXI.

En este camino, ni el odio ni el resentimiento son buenos consejeros. Al respecto, el ejemplo de Nelson Mandela resulta vital. Su mano generosa, abierta e inclusiva ha impedido que Sudáfrica se trizara de manera irreparable como sí ocurriera, desgraciadamente, con la mayor parte de los procesos democratizadores y de liberación nacional llevados a cabo en África.

Tampoco son aconsejables las consignas maximalistas que dan alas y aumentan el siempre atento mensaje desestabilizador de los grupos más radicalizados en la derecha.

En tal sentido, fijar con precisión el objetivo principal resulta esencial y no desviarse luego de la brega por conseguirlo, en la cual la unidad de los demócratas chilenos es una herramienta fundamental, como lo fue hace un cuarto de siglo para derrotar la dictadura con un lápiz.

El gran esfuerzo debe enfocarse en la lucha contra la desigualdad, como el centro de gravedad de los esfuerzos gubernativos, que permita ganar nuevamente la confianza de amplios sectores ciudadanos descontentos o desencantados, así como restablecer la fuerza y legitimidad del régimen democrático en Chile.

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13 dic 2013

Michelle, 63 por ciento. Matthei, 37 por ciento

Permítanme mojarme.

Hay una gran posibilidad de que me equivoque, pero…si uno no se arriesga no pasa el río.

Saqué resultados aproximados, y a lápiz.

Sabemos que en primera vuelta votaron 6 millones y medio.

Mi olfato me dice que de los 722.000 que votaron por el MEO casi todos se van a abstener, unos 600.000, y sólo unos 100.000 votarán y lo harán por Bachelet.

También me dice que de los 665.000 que votaron por Parisi, unos 500.000 se abstendrán, unos 80.000 (de derecha) votarán por Matthei y unos 80.000 (gracias a ciertas declaraciones suyas y a la “cercanía” con Bachelet que ha mostrado su Jefe de Campaña) votarán por Bachelet.

Los 185.000 que votaron por Claude no irán a votar. Son “rudos” y siguen en la rudeza simplona a don Marcel.

Lo mismo sucederá con las bajas votaciones de Roxana y de Jocelyn. Unos 90.000 no votarán.

Finalmente, de los 154.000 que votaron por Sfeir y los 38.000 que votaron por Israel, otros 100 mil votarán por Bachelet.Sfeir la ha apoyado abiertamente y varios de Israel, lo mismo.

O sea, habrá, casi 1,5 millones de votos menos.

Quedarían entonces 5.000.000 de votantes en esta segunda vuelta. Pero…

A esos 5 millones habría que sumarle unos 200.000 votos nuevos de derecha.La derecha del barrio alto de Santiago casi no se abstendría, después de la campaña de buena publicidad de Matthei.

El total de votantes en segunda vuelta sería de 5.200.000 personas. Ese es el cien por ciento.

De esos votos Matthei, que sacó 1.645.271 en la primera vuelta, vería incrementarse su votación y alcanzaría unos 1.880.000 votos. Eso equivaldría, en porcentajes, a un 36 ó 37 por ciento.

Como el ciento por ciento no es elástico, Bachelet estaría entre el 63 y el 64 por ciento, con unos 3.230.000 votos.

Lo muy distante de esas cifras sería, sencillamente, una gran sorpresa, sorpresas que no suelen darse en las segundas vueltas chilenas.

Lo nuevo, sí, sería la tremenda diferencia de votos, que nunca se ha dado en la historia de Chile: 3.230.000 vs. 1.880.000.

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13 dic 2013

Pascua feliz para todos

Por fin llegó la “Pascua feliz para todos”.

Llegó y cayó del cielo con un inmenso y pesado libro-revista que alrededor de las cinco de la mañana, golpeó el techo del auto activando la alarma y dejándolo con una abolladura casi imperceptible, mientras ladraban todos los perros de la cuadra.

Bueno, en realidad fue el repartidor de diarios quién lo arrojó envuelto con un voluminoso periódico.

Al abrirlo, para mi sorpresa, el libro cantó “Pascua feliz para todos”…Sí habló y cantó, mientras se desplegaba una apabullante “Guía de regalos” a todo color de una gran multitienda.

Pero, por más que lo volví a abrir una y otra vez, porque cantaba cada vez que se cerraba y abría, no cantó:

“El camino que lleva a Belén

Baja hasta el valle que la nieve cubrió

Los pastorcitos quieren ver a su Rey

Le traen regalos en su humilde zurrón

Ropo pon pon /ropo pon pon

Ha nacido en el portal de Belén el niño Dios”.

¡Qué desilusión!

Sólo encontré la Pascua-consumo que me ofrecía la venta de miles de regalos.Todo a…990 pesos, ¡por suerte!

Esperanzado, tomé mi Biblia, la abrí y sí escuché en silencio la palabra de Dios que relataba el nacimiento de su hijo, Jesús Cristo, en un humilde pesebre de Belén.

A continuación, entusiasmado tomé mi celular y llamé presuroso a la multitienda para proponerles que justo antes de Navidad, empaquetaran la Biblia que canta y habla en silencio.

¡Una idea genial de micro emprendimiento, porque se las vendería yo primero a la multienda!(Además yo fui el de la idea)

¿Su precio? Sólo ¡1.999!

(Podría ser un éxito después del día 15).

Y si no me creen, pregúntenle a la candidata que va a ganar, si le gusta la iniciativa.

Mal que mal, es nuestro nuevo regalo de Pascua por los próximos cuatro años.

¡Feliz Navidad!

¡Poron ponpero peron!

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12 dic 2013

Los desafíos que implica el kinder obligatorio

Mucho se ha discutido entre las élites sobre la efectividad real del cambio constitucional del kinder obligatorio. Se ha dicho de todo, desde que es un gran avance hasta que es sólo la cáscara, que en nada afecta hacer obligatorio un nivel al que hoy en día asiste el 95% de los niños de 5 años.Incluso se ha criticado a las y los educadores de párvulos y sus respectivas carreras formativas.

Si bien como Fundación consideramos que aumentar la cobertura en un nivel y especialmente en educación inicial es una excelente noticia, el kinder obligatorio nos enfrenta a cientos de desafíos que entre todos como sociedad deberemos enfrentar.

Las universidades deberán revisar sus mallas curriculares de educación parvularia, las y los actuales educadores de párvulos buscar vías de perfeccionamiento, y las fundaciones como las que dirijo deberemos apurar el tranco para dar el ancho a esta nueva ley y presentar nuestras propuestas a las autoridades, y así aportar a políticas públicas en educación inicial que enriquezcan esta normativa en pos del desarrollo armónico e integral de los niños.

Creemos que la obligatoriedad puede tener un impacto positivo tanto en la formación y especialización de educadores, como en la valoración de los niveles de transición en el mundo educativo, pero sigue existiendo un tema esencial sin resolver: el alto nivel de ausentismo de los preescolares chilenos.

El ausentismo crónico en los primeros años, es decir, faltar a más del 10% de las clases durante el año, está directamente relacionado con los resultados futuros de los niños y niñas, afectando no sólo su desempeño académico, sino también aumentando el riesgo de producir dificultades a largo plazo en el transcurso de la vida, como deserción escolar, abuso de sustancias y embarazo adolescente, entre otras.

A través de nuestro proyecto Un Buen Comienzo, hemos podido detectar que gran parte de los motivos del ausentismo en los niveles de transición son culturales, y por lo tanto, pueden ser revertidos si se trabaja en conjunto con toda la comunidad escolar: educadoras, directivos y sobre todo, padres.

Éste es uno de los nudos fundamentales que debemos destrabar para romper con el círculo de la desigualdad y de paso, seguir dándole contenido a esta ley del kinder obligatorio.

Podemos tener los mejores profesionales, la mejor infraestructura, y un currículum perfectamente diseñado, pero si nuestros niños y niñas no asisten a la escuela de forma consistente, nada de esto tendrá sentido.

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12 dic 2013

En la antesala

Refiriéndose a las citas de amor, el Principito decía que el momento más emocionante es el período que antecede al encuentro, cuando florece la imaginación sobre lo que va a suceder en la cita. Es la exaltación de la incertidumbre.

Con las elecciones acontece algo parecido. Durante las campañas florecen los proyectos de futuro, se debate sobre los programas políticos y la capacidad para interpretar los anhelos ciudadanos.Se ponen en juego nuevas ideas y muchos datos que se daban por establecidos son cuestionados.Se conversa sobre “el país que queremos”, como si la voluntad grupal no conociera límites.

La democracia rejuvenece.

En los días que preceden al acto electoral esos debates decantan. Se acerca el momento de la decisión y de la responsabilidad. Aflora en todos la pregunta sobre cómo realizar los ideales tan ardorosamente debatidos.

¿Será posible cumplir el programa? ¿Acaso la sociedad misma – la fortuna diría Maquiavelo – no tiene su propia agenda que terminará condicionando la acción de los gobernantes?

En esta segunda vuelta presidencial el resultado pareciera descontado. Incluso los partidarios de E. Matthei razonan como si su pérdida fuera segura.Adelantándose, como suele ser habitual en él, Sebastián Piñera se prepara para enfrentar “la noche de los cuchillos largos”. Es sabido el aforismo que señala que “la derrota es huérfana”, y el Presidente busca blindar a su Gobierno para evitar que los dardos se dirijan hacia él.

Consecuente con lo anterior, en el bando opuesto y entre muchos analistas del quehacer político, se especula sobre la configuración del nuevo gabinete. ¡Hasta se dan listas completas de posibles futuros ministros, como si M. Bachelet no hubiera descartado de plano tales lucubraciones! Se razona como si la victoria fuera un dato y no fuera relevante el número de votantes.No hay el acicate de la lucha reñida cuyo desenlace depende del parecer de cada ciudadano.

Otras debieran ser, sin embargo, las reflexiones de los ciudadanos en estos días de antesala.

En primer lugar, es importante emitir el voto.Hacerlo es como renovar un compromiso con el país.A los indiferentes o desencantados, que vayan y voten en blanco, pero que voten.Es cierto que no hay una obligación legal, pero sí un fuerte deber moral.

Probablemente en el futuro se facilitará el sufragio, permitiendo el voto electrónico.Tenemos todavía que soportar un sistema bastante arcaico. Pero el impulso del proceso democrático depende en gran medida de que los ciudadanos participen.

Es cierto que en los tiempos que corren no es fácil revertir cierto desánimo frente al funcionamiento de la democracia, que recorre distintas latitudes. Sin embargo, no podemos dejar de insistir que los problemas y debilidades de la democracia – sus promesas incumplidas – sólo se pueden resolver con más democracia y mejor política, y ello sólo se logra con la acción consciente y masiva de todos.

El llamado “qualunquismo” caracterizado por una arraigada desconfianza hacia la política y las instituciones, es un mal que sólo anuncia involuciones autoritarias de diversa índole.

Otra consideración es que el resultado incidirá en la capacidad política del futuro gobierno para impulsar los cambios prometidos. Es efectivo que el Congreso ya está configurado. Pero no lo es menos que la legitimidad y la autoridad para plasmar las transformaciones importantes dependerán en gran medida del respaldo popular. La abstención ya está siendo usada como un argumento a favor por parte de quienes se oponen a los cambios.

Las mayorías parlamentarias son sensibles a la opinión pública. El mejor aliado del statu quo es la pasividad ciudadana.

Por eso resulta incomprensible que candidatos en la primera vuelta que propusieron reformas de envergadura, ante esta segunda vuelta se limiten a guardar silencio o a evadir su decisión apelando a consignas que para volverse realidad requieren una fuerte confluencia de voluntades al momento del voto.

No es el caso de Alfredo Sfeir. Ni de Franco Parisi. Tampoco de un grupo significativo de dirigentes del PRO. Lo mismo se puede aplicar a Giorgio Jackson y RD.

Todos ellos han manifestado su opción por M. Bachelet sin perder su autonomía respecto de la Nueva Mayoría.

Del resultado de la elección del domingo se puede colegir cual será el futuro próximo del país. Ese debiera ser nuestra preocupación central en estos días de espera.

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12 dic 2013

Elecciones 2.0

El próximo domingo los chilenos y chilenas volveremos a las urnas para decidir quién será la Presidenta, que regirá los destinos de la nación por los próximos cuatro años. Será la oportunidad también de poner a prueba por segunda vez el sistema tecnológico implementado por Servel para llevar adelante el procedimiento electoral y entregar los resultados en tiempo y certeza que otras naciones se lo quisieran.

Resultados en línea actualizados cada siete minutos, millares de consultas por segundo y la capacidad de manejar grandes volúmenes de datos fue una muestra de lo que implementó el Servicio Electoral chileno durante las recientes elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales.

Un proceso que demostró que desde el 17 de noviembre y de ahora en adelante se han instalado las elecciones 2.0, con tecnología de punta, destinada no sólo a la transparencia de los comicios, sino que a la velocidad de la información.

Una muestra del avance que han tenido las TIC en los últimos años en todos los ámbitos de la vida del ser humano, incluyendo temas tan importantes como son las elecciones para escoger al Presidente de un país.

En el último tiempo, en diferentes partes del mundo se ha estado trabajando para que estos procesos sean ágiles y ayuden cada vez más a simplificar la participación ciudadana, lo que ha tenido como resultado varias soluciones que están cambiando para siempre los procesos eleccionarios, ya sea en la transmisión de grandes volúmenes de datos desde cualquier zona geográfica, como la autenticación biométrica del elector, máquinas de votación que imprimen comprobante del sufragio, voto para personas con alguna discapacidad y el voto electrónico.

Mientras Brasil y Venezuela ya están adoptando la autenticación biométrica del elector, con lo cual pretenden poner atajo a la usurpación de identidad de los electores y a la doble votación, el SERVEL sorprendió el pasado 17 de noviembre con la implementación de una tecnología que fue capaz de manejar grandes volúmenes de actas transmitidas en simultáneo, que permitió obtener resultados oficiales cada siete minutos y los cómputos finales, pocas horas después del cierre de la jornada electoral.

Un logro en el que destacó la capacidad que tuvieron los servidores, para resistir más de 500.000 consultas por segundo, sin que colapsaran.

Las recientes elecciones presentaron diversos hechos que levantaron los niveles de exigencia con respecto a las anteriores: un padrón nacional de casi catorce millones de electores; cuatro votaciones paralelas, más de mil candidatos en todo el país y la barrera natural que significa ser una nación con más de cuatro mil kilómetros de extensión.

Sin embargo, los chilenos pudimos informarnos sobre los votos obtenidos por los distintos candidatos sin tener que esperar días, para que ello ocurriera.

Naciones más grandes que Chile tardan más de 24 horas para entregar los resultados o dan los cómputos avanzada la madrugada, pero los chilenos supimos a pocas horas de terminada la elección que deberíamos volver a las urnas el 15 de diciembre, que se habían producido algunos triunfos sorpresivos y algunas derrotas impensadas.

El gran despliegue tecnológico que aplicó el SERVEL para esta ocasión fue garante de un resultado a todas luces inobjetable, en el cual trabajaron más de cinco mil personas para el área informática del servicio, además de los “hackers”éticos, quienes protegieron el proceso de un continuo “ataque” a la página, luego de que el año pasado, durante las elecciones municipales, sufriera el ataque de más de 40.000 piratas cibernéticos.

Para la Asociación Chilena de Empresas de Tecnología de la Información este rol que tuvieron las tecnologías de la información en la entrega rápida y certera de datos resulta, sin lugar a dudas, un orgullo, porque nada de esto habría sido posible sin tecnología avanzada.

Una elección 2.0 como la que tuvimos, sólo nos ratifica la necesidad de que el país cuente con una institucionalidad que asegure la investigación, la innovación y el desarrollo, pero que también vele por la aplicación ética de estas herramientas destinadas a mejorar y aliviar la vida de los ciudadanos.

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