El viernes recién pasado asistí a una charla dictada por Gustavo Stiglitz, psicoanalista argentino de la escuela Lacaniana, llamada “Otras miradas: lo que el psicoanálisis tiene que decir sobre el autismo”. Expondré lo planteado ya que las cifras entregadas por el Journal Pediatrics dan cuenta que una de cada 88 personas se encuentra dentro de este espectro, y aún así existe un amplio desconocimiento acerca del autismo: la sociedad ha tendido a invisibilizarlo, apelando que las personas autistas “no nos dicen nada”, “dicen poco” o “hacen siempre lo mismo”.
El psicoanálisis comenta que para acompañar al autismo debemos comprender que para las personas autistas todo es hostil ya que carecen de una “pantalla mental” que amortigüe los estímulos, que les permita defenderse.
La defensa suele ser la repetición (de conductas, de sonidos, etc.), además suelen tener una relación de apego a los objetos que es muy particular (les da un uso diferente), fundamentalmente la relación que establecen con la palabra, y el lazo con los otros, se ve afectado.
La concepción será que el autismo no es más que una posición del ser (cabe destacar que en psicoanálisis la normalidad como tal, no existe), una posición que debemos respetar, que no debemos intentar educar, reformar, sino revisar lo que nos dice tomando en cuenta que las personas autistas:
- Tienen una relación con los otros, claro que es una relación que carece de respuestas esperadas.
- El uso que les dan a los objetos es un sostén para cada uno (en lugar de sostenerse en la palabra, se sostienen del objeto).
- Cualquier iniciativa de un otro se toma como una disrupción.
El autismo es visto desde el psicoanálisis distinto a cómo lo ven las otras disciplinas: la mirada tiene que ver con establecer (con la persona autista) una distancia que permita “estar”. No es mirado como un déficit, sino como una invención, una producción, un intento que lleva a tener esta posición en la relación con el lenguaje.
Por lo tanto, la clínica desde el psicoanálisis es una clínica de la producción, no se ocupa de remediar, sino que se ocupa de usar este “invento” de cada uno para ampliar los horizontes, que esta “diferencia” sirva para que puedan manejarse en la vida, de esta manera aprendemos de la persona autista, ya que existen tantos tipos de autismo como personas con autismo existen.
La batalla del autismo es una batalla desde el niño con el mundo, una batalla que es por incluirse (sin embargo, cada respuesta que se da genera rechazo).
El psicoanálisis da una batalla con el autismo, contra miradas reduccionistas, contra el localizar el malestar en la biología (existen tantas causas del autismo como la imaginación lo permita).
El psicoanálisis no sabe la causa que más trabaja con el autismo, lo mira como una invención que acompañar, acompañar para inventar un camino que le permitirá (al niño) sostenerse en la vida adulta (no normalizando sino desde la diversidad), fomentando una compañía y no un ALGUIEN que diga cómo se deben hacer las cosas.
En el fondo se requiere escuchar y preguntar ¿qué nos dicen los autistas?, un niño puede hacer pocas cosas más, pero de todas maneras podemos escuchar qué dice desde su singularidad. Es ahí donde se quiere llegar.
El cuestionamiento final a este encuentro fue “¿por qué nadie dice esto? ¿por qué nadie lo cuenta? ¿por qué los invisibilizamos?
Me pregunté lo mismo. No es la intención presentar al psicoanálisis como una panacea, sino como una posibilidad.