03 jul 2013

Democratacristianos, unidad y dignidad en la derrota

La Democracia Cristiana es un partido político que encauza a cientos de miles de personas que creen en un humanismo de inspiración cristiana, que promueve la reforma social a través de la democracia política.Hoy puede y debe contribuir a un cambio político, que enfrente la doble crisis de distribución por los frutos del crecimiento económico y de representación política que hoy golpea a la sociedad chilena. Nos parece que ese es el reclamo movilizador de las grandes mayorías que protestan en las calles o han votado masivamente por la centroizquierda.

Es cierto que la Democracia Cristiana ha sufrido una fuerte derrota electoral, pero ella sólo se ahondará si se le suma una nueva querella interna irreflexiva y mezquina.

Para nosotros lo ocurrido el día domingo 30 de junio del 2013 es fruto de la incapacidad reiterada de una comunidad política de tomar decisiones razonables y de aplicarlas con seriedad. Si alguien cree que aquí hay un solo responsable, y que de ser sancionado todos los errores comunitarios serán expiados, a nuestro juicio, se equivoca y mucho.

La Democracia Cristiana era y es un partido cuya votación gira en torno al 16 por ciento de los votos. Por ende para contribuir a crear gobiernos de mayoría por el cambio social y político demandado, debe ser parte de una coalición mayor.

Así su tarea era y es contribuir a crear esa mayoría, dotada de una plataforma programática tan justa como viable y que obtenga un respaldo claro en las elecciones parlamentarias, poniendo fin a la democracia bloqueada que vivimos.Esta es una tarea muy difícil, no sólo por la existencia de un sistema electoral binominal.

Por esta razón, la Democracia Cristiana tiene un pacto programático con la Concertación de Partidos por la Democracia y una alianza estratégica con el Partido Socialista de Chile.

Hasta ahora nos han unido los éxitos y fracasos de los gobiernos de Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y la experiencia de diecisiete años de violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

Nos llenan de orgullo veinte años de gobiernos concertacionistas y sus insuficiencias nos invitan a trabajar más. Nos alegra que incluso en la derrota del 2010 nos hayamos mantenido unidos y no hayamos cedido a la tentación de la diáspora o cambios de coalición. Hasta hoy, no nos avergüenza esta historia y esta alianza.

Es en este marco global desde el que debimos haber mirado con la debida prudencia la reiteración del positivo dato que en abril del 2012 mostraba a Michelle Bachelet marcando el 51 por ciento de intención de votos en la encuesta CEP.

En esa misma encuesta, las dos personas que habían manifestado su intención de ser precandidatos presidenciales por la Democracia Cristiana prácticamente no aparecían. Sin embargo, se impuso la idea que era el momento de mostrar coraje. Que apoyar a Michelle Bachelet era desdibujarnos doctrinaria y políticamente. Se agregó que apareceríamos como un partido oportunista.

Nada mejor que una campaña presidencial para difundir un mensaje y fortalecer un partido. Incluso se nos dijo que favorecería a la propia candidatura de Michelle Bachelet quien así sería elegida por el pueblo y no por un conciliábulo político.

Por último, pero no menos gravitante, algunos creyeron que esta era la forma para proyectar un nuevo liderazgo para el 2018. Lo decimos con claridad: fue tal la contundencia del empuje de los precandidatos presidenciales y de estos argumentos que nunca se votó en una Junta Nacional la conveniencia de levantar una candidatura democratacristiana el 30 de junio del 2013 ,dado que se  apoyó casi por unanimidad.Esto deben evaluarlo quienes reclaman hoy que la directiva nacional debe asumir sus responsabilidades que, por cierto, las tiene.

Hay, entonces, una responsabilidad política colectiva y que, por lo mismo, debe ser asumida por todos. Faltó haber reflexionado, deliberado y decidido de mejor manera una estrategia política, que terminó llevándonos a una derrota que era completamente predecible, aunque no en las magnitudes porcentuales que se produjo, dado el alto número de votantes en la primaria opositora.

Además, hay una responsabilidad mayor que debe ser evaluada en el momento y a través de los procedimientos pertinentes. Estuvimos casi un año, entre marzo del 2012 y enero del 2013, discutiendo quién era el mejor candidato y candidata para asumir tan difícil desafío electoral.

No sólo perdimos meses valiosos, sino que además empezaron a aparecer divisiones -incluso doctrinarias- que se siguen enrostrando públicamente con escaso sentido de la oportunidad.

Esas diferencias, por cierto, poco tenían que ver con las prioridades políticas y socioeconómicas de un pueblo que reclama un cambio de gobierno. Una y otra vez, con humildad pero argumentadamente, les dijimos a nuestros camaradas que habían decidido presentarse de precandidatos en tan desfavorable cuadro, que como mínimo, se imponía que este fuese un acuerdo de todos. Que a lo menos esta decisión los uniera a ellos dos y a sus más directos colaboradores.

Recordamos el trabajoso acuerdo entre los parlamentarios que apoyaban a Eduardo Frei M. y Radomiro Tomic R. a principios de los años sesenta del siglo pasado. De esa alianza se logró que un partido unido llevara a la victoria al primero y cuando al segundo le correspondió perder, fue con tal mística que tuvimos partido por treinta años más. Lo anterior no se hizo, y dos comandos creyeron que lograrían no sólo imponer una estrategia, sino que un candidato y un programa que nacía indefectiblemente marcado por la división. Así, las divisiones continuaron.

A pesar de todo lo dicho, nos sorprendimos gratamente cuando votaron 60 mil personas en las primarias de la Democracia Cristiana. Claudio

Orrego fue elegido nuestro candidato y una comunidad política debía apoyarlo con todo. Tenía apenas cinco meses nominales para superar una muy adversa y reiterada intención de votos. Sin embargo, nuevamente se impusieron las querellas internas.

Ahora el problema fue quién dirigiría el partido en un año vital. En esa disputa estuvimos tres meses. Acabamos en una estrecha elección interna, que fue dirimida por escaso margen. Un partido casi dividido por la mitad se enfrascó durante semanas en otra amarga disputa por la integración de la mesa nacional, cuya renuncia algunos ahora piden tras una derrota electoral que todos sabíamos sufriríamos.

En el cuadro anterior ¿alguien puede creer que podíamos aspirar a un resultado electoral distinto al obtenido? Pero, lamentablemente, no hay peor ciego que el que no quiere ver, cegado por la pasión y por el afán de reclamar responsabilidades a los otros.

Hay quienes creen que la derrota electoral se produjo por el discurso de Claudio Orrego.Acusan a su campaña de centrista y conservadora.Sostienen que un discurso más liberal, abierto a los cambios culturales, y un centrismo más progresista en materias socioeconómicas, representativo de políticas socialdemócratas, nos hubiera llevado a un mejor resultado. Curiosamente, lo dicen algunos que desde la primera hora dijeron que estaban con Michelle Bachellet.

Como carecen de mesura, no perciben que el sólo hecho que estemos discutiendo en estos términos, demuestra la magnitud de la derrota doctrinal en la mente de varios de nuestros dirigentes y cultural ante la ciudadanía. Electoralmente está por probarse, si el grueso de los más de dos millones de votantes en la primaria opositora lo hicieron para dirimir un conflicto “conservador–liberal”, que en todas las democracias es de derecha, como en Estados Unidos, donde no hay izquierda.

Lo decimos con total franqueza y a riesgo de molestar a muchos: la Democracia Cristiana no es conservadora porque sea liberal, sino porque es comunitaria y no es centrista porque sea socialdemócrata sino porque es socialcristiana.Reclamarle a Claudio Orrego que no haya sido liberal o no haya apoyado el matrimonio entre personas del mismo sexo es faltar gravemente a lo que la unanimidad de la Democracia Cristiana dijo ser en su último Congreso Nacional.

Como es obvio, esas definiciones están hoy formalmente vigentes. Si hay quienes legítimamente creen que esos acuerdos deben cambiarse, eso no se hace a través de una precandidatura presidencial o de entrevistas marcadas por el dolor de la derrota.

Seamos claros, siempre es triste el ver que todos se declaran generales después de la batalla. Peor es hacer leña del árbol caído. Más si la derrota se dio tanto en distritos electorales de parlamentarios que apoyaron a Claudio Orrego como de quienes apoyaron a Ximena Rincón. La derrota es de todos. Echarle la culpa a los otros, no sólo es un error político por inoportuno y parcial, sino que también hacer errado análisis electoral.

Sin embargo, hay un punto que debemos reconocer en quienes hoy piden renuncias y autocríticas. Obviamente, hay una primera –pero no única- responsabilidad política en Claudio Orrego y en la mesa que dirige Ignacio Walker. Ellos dirigieron este proceso. De ambos sólo esperamos magnanimidad y gestos que nos unan a todos.

De una directiva nacional integrada sólo esperamos que convoque al conjunto del partido en las tareas inmediatas: integración a la campaña presidencial, construcción de una plataforma programática, regional y parlamentaria que genere una mayoría nacional en torno a Michelle Bachelet. Es lo que Chile espera de nosotros.

La derrota de Andrés Zaldívar en las primarias contra Ricardo Lagos, la confianza excesiva de los ganadores y la crisis posterior de la Democracia Cristiana casi llevan al triunfo de Joaquín Lavín en primera vuelta. Eso se evitó por apenas unos 39 mil votos.

Intentar realizar en estos meses una nueva elección de mesa nacional de la Democracia Cristiana sólo nos llevará a querellas internas y a restarnos de las tareas prioritarias. Lo que se espera de nosotros no es mucho: aprender de los errores, unirnos en la derrota, apoyar a la vencedora para que alcance sus objetivos en noviembre que deben ser los nuestros.

Condición imprescindible de lo anterior es, como escribió Weber hace casi un siglo, pasión y mesura. Utilizar el corazón pero también la razón.

Co autor del Artículo es nuestro columnista, abogado y cientista político, Eduardo Saffirio.

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03 jul 2013

¿De qué se trata todo esto?

Más de alguien me ha preguntado si todo el esfuerzo puesto para instalar y sostener una candidatura presidencial, que sabíamos no podía triunfar, tiene sentido. ¿Qué lógica puede tener competir en una campaña cuyo vencedor se conoce antes de comenzar?, la pregunta se vuelve más inquisitiva cuando el resultado conseguido es menor que el esperado. ¿De qué se trata todo esto? Se interrogará más de alguno.

Siempre he creído que la vida que vale la pena es la que se sostiene en convicciones profundas, en el sueño que aspira a convertirse en realidad.

Pertenezco a una generación que creció en dictadura y que luchó duro por terminar con ésta y recuperar la democracia.Luego dimos una nueva lucha para que el gobierno que nos dimos lograra derrotar la pobreza, abrir oportunidades y mejorar la calidad de vida de las personas. Es natural por lo tanto, que no nos sea indiferente el ver palidecer nuestra democracia y percibir su agotamiento. ¡Luchamos tan duramente por construirla!

Por esa misma razón, una parte de nuestra vida se juega permanentemente en abrir puertas a la participación, en trabajar para reconectar a la democracia con la ciudadanía, en esforzarse por enriquecer el debate público y la calidad de las decisiones.

Eso es lo que para nosotros representó esta elección primaria. Tras un largo camino de declinación de nuestra práctica cotidiana de participación y compromiso cívico, e incluso en medio de un ambiente político y social crispado, durante poco más de 60 días logramos que un número significativo de líderes debatieran en torno a sus sueños para el futuro de Chile, expusieran los caminos concretos para alcanzar esos sueños y presentaran con claridad sus diferencias. Lo hicieron con vigor, recorrieron el país y tuvieron que dar cuenta de sus trayectorias y defender razonadamente sus posiciones.

Tres millones de chilenas y chilenos nos han señalado con claridad que ese camino fue el correcto. Que cuando de verdad se abren espacios a la participación, cuando se entiende que la amistad cívica no es excusa para no debatir con pasión y presentar con claridad las propias ideas, cuando recuperamos para la política la pasión, la honestidad y el diálogo, es claro que un futuro mejor vuelve a ser posible.

Es cierto, mi candidato presidencial perdió. El resultado que obtuvimos fue inferior al esperado.

¿Pero, es posible recuperar la fuerza de nuestra vida democrática, si no nos atrevemos a promover liderazgos e ideas por temor a no vencer en una competencia?, ¿es posible que nuestro debate público se acerque nuevamente a la experiencia vital de las personas si es que rehuimos la confrontación de ideas?, ¿puede abrirse espacio a la renovación de la política si sólo participan de ella los mismos de siempre?

La respuesta es un no categórico.

Habrá tiempo para analizar en detalle las causas de los resultados. Entre ellas, sin ninguna duda, la adhesión fenomenal que transversalmente genera la figura de la ex Presidenta Bachelet.

Pero mientras tanto, celebro de corazón la experiencia de estar abriendo espacios para nuevas formas de participación que hagan posible el sueño de la comunidad de iguales que constituye la verdadera democracia.

De eso se trata todo esto.

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03 jul 2013

Matrimonio igualitario, la lucha por la igualdad de derechos

Como es evidente, la discriminación en Chile no se elimina solamente con una ley anti discriminación. Si bien fue un primer paso importante, su fuerza se ve disminuida si no se adoptan medidas paralelas para eliminarla y prevenirla. Una evidencia de la falta de medidas en este sentido, es la existencia de otras leyes vigentes en Chile que constituyen, en sí mismas, una discriminación. Un ejemplo, por estos días muy comentado, es la legislación sobre matrimonio civil entre personas del mismo sexo.

El Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas y, más recientemente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, han interpretado que la discriminación en razón de orientación sexual o identidad de género es arbitraria, y por tanto prohibida por los tratados de derechos humanos pertinentes.

Por ello, la existencia de legislación que otorga derechos diferentes a heterosexuales y a homosexuales, cualquiera que ésta sea, sería contraria a las normas de derechos humanos.

La lucha por el matrimonio igualitario no es una defensa del matrimonio. Tampoco está relacionado necesariamente con el amor que pueda o no profesarse una pareja. Hoy un hombre y una mujer pueden casarse por una variedad de razones: porque creen en la institución del matrimonio para toda la vida o porque es un contrato útil para la regulación de sus bienes; porque se aman o simplemente por interés; con o sin intención de tener hijos. La ley no distingue, y todos y todas tienen los mismos derechos. Siempre que sea entre un hombre y una mujer.

Lo que hay detrás de la lucha por el llamado “matrimonio igualitario” es, simplemente, la lucha por la plena igualdad de derechos. Una ley que otorgue determinados derechos, cualquiera que éstos sean, excluyendo de esos derechos a determinadas personas sólo por su orientación sexual o identidad de género, no es aceptable y constituye una discriminación arbitraria.

Esa es la razón por la que el proyecto de Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) es una solución parcial. Sin duda que puede significar un avance moderado en dar reconocimiento legal a parejas de un mismo sexo. Es posible, también, intentar que la legislación que se apruebe contenga derechos lo más parecidos posibles al matrimonio civil, reduciendo así la brecha de la discriminación.

Sin embargo, mientras exista, en paralelo al AVP, la institución del matrimonio civil otorgando derechos diferentes que quedan vedados para parejas del mismo sexo, la discriminación no deja de existir. Se continúa dando la señal de que se trata algo “fuera de la institucionalidad”, una anomalía, que no puede ser tratada legalmente de la misma manera que una pareja “normal”, perpetuando el perjuicio y la estigmatización, y por ende, profundizando la discriminación.

Por la misma razón, sería aún peor que se legislara para que el AVP sea aplicable exclusivamente a parejas homosexuales, consagrándolo definitivamente como un “matrimonio de segunda clase” para parejas que “no son normales”.

Es perfectamente razonable que se opte por tener dos alternativas – AVP y matrimonio civil – para que las parejas puedan optar por uno u otro, por las razones que sean. Pero todas las parejas debieran tener la posibilidad de optar por cualquiera de ellas.

Y si, en definitiva, el AVP y el matrimonio civil otorgaran los mismos derechos, no se vería ninguna razón para llamarlos de manera diferente.

Por eso, la consigna del “matrimonio igualitario” no es en apoyo al matrimonio. Es la consigna por la igualdad de los derechos humanos.

Un dato:Si quieres firmar por el Matrimonio Igualitario, ingresa en este link y completa con tus datos:http://www.amnistia.cl/web/formulario/MatrimonioIgualitario/formulario.php

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03 jul 2013

Las protestas acordes con el Evangelio

“Los obispos del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal de Brasil, reunidos en Brasilia del 19 al 21 de junio, (de acuerdo con el Papa Francisco) declaramos nuestra solidaridad y apoyo a las manifestaciones-mientras sean pacíficas-que han sacado a la calle a personas de todas las edades, sobre todo a los jóvenes”.

“Son testigos de que la solución de los problemas del pueblo brasileño sólo será posible con la participación de todos…fortaleciendo la participación popular en los destinos de nuestro país y sean un anuncio de nuevos tiempos para todos. Que el clamor del pueblo sea escuchado”.

La mayoría de los jóvenes quieren un Brasil, nuevo, más justo y solidario”.“El mensaje de Cristo está en sintonía con esas reivindicaciones del pueblo. Por eso debemos estar presentes. En la calle la gente, de hecho está viviendo el Evangelio”.

Palabras valientes que convocan llenas de sueños, pasiones y por sobre todo de la nueva fe, esa que moviliza a millones.

Cuando se recrimina a la DC por su pobre resultado producto de su creciente descapitalización de valores, identidad y sentido, se le hace ver muy equivocadamente que el discurso conservador de su candidato Orrego, lo fue básicamente al proclamar valientemente su creencia en Dios, con un matrimonio entre hombre y mujer, y no claudicar frente al aborto, por violación.

Esta posición, le habría quitado votos frente al agnosticismo liberal, casi neo conservador del candidato Velasco, y frente a la candidata agnóstica, socialista ex-Presidenta Bachelet.

Error garrafal, ¿o ustedes creen que la gente al votar pensó sólo en estos aspectos, antes de marcar o cruzar la línea?

De partida, los jóvenes casi no votaron, y no por las causas anteriores.

El problema, especialmente para Orrego y otros, fue que no fueron capaces de ser héroes mayores, valientes y provocadores levantando un discurso que no dudara en representar radicalmente las necesidades del pueblo, por el pueblo y para el pueblo contra el “fetichismo del dinero” en la dictadura de una “economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”, “donde el hombre se reduce sólo a una de sus necesidades, el consumo”.

Es decir, por una lucha contra el afán de poseer y poder que se han vuelto hoy sin límites, “a través de una mayor justicia social y solidaridad real de quienes tienen los recursos, los más ricos”.

Estas citas son del Papa Francisco, sobre la necesidad de una “Reforma Financiera Mundial”. Sólo había que repetirlas y creerlas con fe, convicción y confianza.

“En la calle, la gente está viviendo el Evangelio”.

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03 jul 2013

Las vírgenes suicidas

En los últimos años, Chile se ha convertido en el segundo país de la OCDE en que más ha aumentado la tasa de suicidios en el mundo. En el caso del grupo adolescente, para el año 2020 , y según cifras del ministerio de Salud y el INE, se espera que cada día un joven se quite la vida en nuestro país.

Según estas mismas fuentes, si en el año 2000 se suicidaban 4 de cada 100 mil adolescentes, esta cifra en el 2010 se elevó a ocho, y se estima que para el 2020 llegará a doce, lo que representa un incremento del 200 por ciento. Esto pone a Chile en el nivel de suicidios de adolescentes más alto de América Latina y en el mundo, solo superado por Corea del Sur.

¿Por qué se suicidan los adolescentes? Distintos estudios muestran que existen ciertas patologías prevalentes asociadas al suicidio, incluyendo trastornos del ánimo, esquizofrenia, adicciones al alcohol y las drogas, problemas conductuales, trastornos de la alimentación y de la personalidad. El bullying en sus distintas formas ha tomado cada vez más relevancia en esta área, especialmente con el uso cada vez mayor de las redes de Internet.

El problema del suicidio en adolescentes homosexuales sin dudas que tiene un carácter especial. En la juventud y primera adolescencia cualquier manifestación homosexual (percepción, conducta, atracción o discordancia sexogenética) aumenta hasta en veinte veces el peligro de suicidio o conductas autodestructivas.

Desde el siglo XIX , distintos investigadores han sostenido que el suicidio es un peligro más grande para los jóvenes con algún rasgo homosexual que para la población general. Las causas principales son: soledad, aislamiento social, desesperanza, depresión, miedo al rechazo, falta de apoyo familiar, baja autoestima, baja autoconfianza, baja autoaceptación, y heterosexismo social, que se manifiesta como denigración constante de la vida de los homosexuales.

Para los homosexuales, la adolescencia es un período más difícil que para el común de los jóvenes.Temen la hostilidad y la incomprensión de los suyos. Se recela la familia, la escuela no es muy amigable, y en una época donde los amigos juegan un papel central, gays y lesbianas no pueden confiar sus secretos en la gente de su edad. Los pensamientos suicidas, los intentos de suicidio, y las conductas de autodaño, que son endémicas en la juventud en general, en la juventud homosexual y bisexual son más frecuentes.

Ninguno de los ámbitos de contención de la juventud (familia, escuela, clubes, e incluso organizaciones de prevención e intervención en problemas juveniles) está preparado para enfrentar esta dimensión del problema.

¿Que rol debemos jugar los profesionales del área de la salud en esto? Es nuestra responsabilidad preparar a los futuros profesionales de la salud para que puedan identificar y aceptar la diversidad en la sexualidad adolescente , dándoles las herramientas técnicas que les permita ayudar en la orientación, en la consejería profesional multidisciplinaria y en la derivación oportuna a profesionales especializados.

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02 jul 2013

Lo que queda de las primarias

Sin lugar a dudas las primarias del pasado domingo remecieron el escenario político, tanto la oposición como el oficialismo, tienen que tomar nota de lo que decidieron los tres millones de chilenos que fueron a votar.

Definitivamente, el gran perdedor de esta primaria fue la Alianza, por más que en la UDI se celebre el triunfo de Pablo Longueira, la falta de apoyo ciudadano le pasó la cuenta a la derecha.

La muestra más latente de este divorcio entre los chilenos y la Alianza fue la votación de Michelle Bachelet en las regiones azotadas por el terremoto y tsunami. Pese a la insistente campaña del terror, las constantes acusaciones con solo un afán politiquero, los chilenos y chilenas ledieron la espalda a los candidatos de RN y la UDI.

Será interesante conocer el nuevo diseño de campaña del abanderado de la Alianza, ya que el “centro social” solo quedó en una frase de slogan y así lo hizo saber el presidente de RN, Carlos Larraín.

Nueva Constitución, Gratuidad en la Educación, Reforma Tributaria, Sistema Binominal, Voto en el Extranjero, serán algunos de los aspectos, en que Pablo Longueira y la derecha tendrán que abrirse a discutir, sino continuarán totalmente desconectados de la molestia de los chilenos.

En la Nueva Mayoría, más allá del tremendo éxito de sus primarias y del gran triunfo de Michelle Bachelet, tendremos el desafío de traspasar el apoyo nacional de nuestra candidata a la lista parlamentaria, ya que para lograr los cambios que el país exige se requiere de un Parlamento que responda a esas propuestas.

Por esta razón, no se puede restar nadie y se deben incluir todos. Ya lo dijo la ex Presidenta Michelle Bachelet en su discurso el domingo pasado. “No sólo necesitamos ser Gobierno. También necesitamos una gran mayoría en el parlamento”, y para eso es urgente que desde los partidos haya muestras de generosidad, que salga a flote la buena política, la inclusión, con miras al nuevo Chile que todos queremos.

Estamos en un escenario absolutamente favorable y no podemos desaprovechar la oportunidad de generar las reformas que den un paso fundamental en una mejor calidad de vida para los chilenos.

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02 jul 2013

Políticos, no traten a los votantes como “amigos con ventaja”

El domingo cumplí con mi deber cívico dirigiéndome a mi local de votación para sufragar en las primarias. En mi peregrinación medité sobre el escenario político que se armó en estas últimas semanas, extrayendo algunas “lecciones de las elecciones”.

En primer lugar pensé en el origen del nuevo y polémico eslogan “centro social”, el cual fue conquistar más números de personas pertenecientes a la clase media y baja. ¡Contradicción!, me dije al ver los resultados, el discurso social y popular se cayó al suelo cuando vi que esta consigna arrasó en las comunas acomodadas como Vitacura, Lo Barnechea y Las Condes. Al parecer seguimos con afirmaciones sin sustentación.

Por otro lado, la Nueva Mayoría sepultó a la Concertación. Mi pregunta es ¿quién le hizo la extremaunción? porque no se notó cuando murió dicho conglomerado y se creó un nuevo referente político, que incluye a los comunistas dentro de sus filas.

También me sorprendió positivamente como los políticos volvieron a conquistar, re enamorar y seducir a los ciudadanos para que fueran a votar, transformándolos en “amigos con ventaja”, una relación sin transcendencia y, por sobre todo, sin compromiso.

En estas semanas escuché muchas frases, que no contaban con un trasfondo, por lo mismo vi como surgió este acuerdo perfecto en épocas modernas, dónde el tiempo es poco y las necesidades muchas.

Al final de cuentas creo que para noviembre ganará aquel candidato que logre pasar de ser un “amigo con raspe” a un novio flamante, que se hinque y pida la mano de su amada ciudadanía con una propuesta real, concreta, con fundamentos y sobre todo, de corazón.

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02 jul 2013

La desprotección laboral y la salud de los trabajadores un tema no resuelto

Lentamente los movimientos sociales y ciudadanos chilenos están comenzando a poner en cuestión la manera en que en Chile se organiza y tutela la salud. Las astronómicas ganancias de las ISAPRES, el costo de los planes de salud privados, el precio de los medicamentos son elementos que han abierto una brecha que nos puede permitir discutir sobre nuestra salud y calidad de vida.

Qué entendemos con esos términos y qué formas y caminos son los más adecuados para tutelarlas y promoverlas, para que sean finalmente, el pilar sobre el cual organizar nuestra sociedad, nuestras relaciones, nuestros tiempos y nuestros espacios.

En esta discusión, existe un punto central que dice relación con la necesidad de analizar los vínculos entre salud y trabajo. ¿Cómo influye el trabajo sobre nuestra salud y calidad de vida? La respuesta a esta pregunta, que ya en otras circunstancias hemos tratado de evidenciar, necesita sin embargo tener en cuenta otro punto de vista, ¿la salud es una preocupación para los trabajadores?

A éste propósito es importante notar que normalmente nos preocupamos de la salud cuando nos enfermamos o cuando alguien de la familia se enferma, o cuando los años comienzan a pesar.

Es decir que normalmente vinculamos estrechamente la salud con la enfermedad, y de esa manera perdemos la complejidad de sus implicancias, su vinculación con las condiciones en que vivimos y trabajamos. De esta forma la salud se torna algo lejano, que de repente está mejor o peor, independientemente de las relaciones de trabajo y de empleo en las cuales estamos involucrados.

Esta situación produce que el tema de la salud esté ausente de los temas que son priorizados por los trabajadores para sus peticiones o demandas de mejoras laborales.

Es más, cuando está presente asume la forma de compensación monetaria, de incentivo en dinero, de bono. De esta forma los logros alcanzados en las negociaciones colectivas llevan a hipotecar la propia salud, no vislumbrando que los logros alcanzados no podrán revertir los daños a la salud productos de las sobre exigencias pactadas: los bonos por no ausentarse (llamados “de presentismo”), por no accidentarse, por trabajar en faenas de riesgo, por ejemplo, provocan que los/as trabajadores/as no realicen reposo por enfermedades o accidentes, asuman o se expongan a riesgos mayores a sus capacidades, se sobre exijan para lograr una meta productiva. A la larga esta dinámica produce daños a la salud física y mental, a causa de la acumulación de estas cargas a lo largo de la vida laboral.

Todo eso no tiene causas naturales más bien responde a las lógicas “voraces” de las empresas, que necesitan mano de obra siempre disponible, sana y dispuesta a todo para garantizar la prosperidad de la empresa.

Por ese fin utilizan exámenes pre ocupacionales para seleccionar a la mano de obra más apta, utilizan los bonos para estimular y garantizar la generación constante de ganancias, que desgastan y enferman a los/as trabajadores/as para volver finalmente a seleccionar nueva mano de obra dejando afuera aquellos que ya han sido dañados por el trabajo.

En este torbellino las personas que trabajan son consideradas como desechables que, en caso de no cumplir con los ritmos y metas impuestas por las empresas pueden ser reemplazadas. Si esta situación se da en los trabajadores formales (considerados aquellos con un contrato y las correspondientes protecciones laborales y sociales), ¿qué pasa con los/as trabajadores/as en situación de informalidad, considerando que sus empleos no cumplen con condiciones legales de contrato ni de seguridad social: vejez, salud, cesantía?

En Chile los datos de empleo nos muestran que solo un 41%(1) del total de ocupados tiene un empleo protegido, es decir con contrato escrito, indefinido, liquidación de sueldo y cotizaciones para pensión, salud y seguro de desempleo.

Al mismo tiempo hay que tener en cuenta que los llamados “falsos asalariados” en Chile llegan a un 18% (1.078.830 personas) los que, aun teniendo una relación de trabajo dependiente, no tienen contrato laboral no pudiendo contar así con el sistema de protección de derechos laborales que caracteriza a un asalariado convencional.

Además(2) , las cifras muestran que la desprotección en seguridad en salud reportada por los trabajadores llega a un 6% y en salud ocupacional alcanza a un 58,3% (con un 43% en trabajadores y un 52% en trabajadoras).

La informalidad y la desprotección emergen entonces como una realidad presente y difundida en el mercado laboral chileno, poniendo problemas a la hora de considerar sus implicancias en tema de salud.

Para los trabajadores informales el nivel de salud tiene una importancia crucial, dado que es gracias a ella que pueden sustentar el acceso y mantención del trabajo. Se produce en este sentido un perverso mecanismo que hace depender los ingresos y la sobrevivencia del trabajador informal de su capacidad de no enfermarse: la enfermedad puede significar pérdida de la fuente laboral y menos ingresos, así como endeudamiento, necesario para pagar la atención médica.

Nuevamente, una concepción de salud restringida a su relación con la enfermedad provoca su pérdida de valor, ya que el trabajador optará comprensiblemente por esconder o pasar a segundo plano su estado de salud sacrificándolo para mantener ese empleo necesario para su sobrevivencia.

A lo anterior se suma el hecho de que al trabajador informal le sea muy difícil o casi imposible negociar las condiciones de contratación y las de trabajo, y menos aun las condiciones de seguridad y salud laboral, dejándolo sin protección frente a la exposición a riegos para su salud.

En el contexto de estas relaciones de empleo, se generan entonces condiciones peligrosas que empujan a los trabajadores informales a sobre exigirse acumulando de esta forma daños a la salud de distinto tipo.

Los pocos estudios a disposición documentan que por ejemplo los trabajadores informales sufren de desórdenes de salud mental y trastornos psicológicos, como depresión, estrés y ansiedad. Otro orden de daños dice relación con la presencia de dolores físicos (a la espalda en particular) y problemas cardiovasculares, junto con hábitos poco sanos como el tabaquismo y el consumo de alcohol.

El debate que lentamente se está abriendo en nuestro país en torno a la salud y a las mejores formas para tutelarla y promoverla, entonces, no puede obviar el vínculo profundo y esencial que ella tiene con el trabajo.

En particular, dado que ya conocemos con cierta profundidad los impactos en salud provocados por las específicas condiciones de trabajo (los riesgos del ruido, del uso las sustancias toxicas, del calor y del frío, por ejemplo), habría que dedicar especial cuidado a un tema históricamente menos considerado: los impactos causados por las condiciones de empleo.

No da lo mismo para nuestra salud trabajar con un contrato a tiempo indefinido o con una boleta a honorario o un plazo fijo.

No da lo mismo trabajar pudiendo asociarse en un sindicato y negociar colectivamente o estando expuestos al unilateralismo empresarial.

No da lo mismo trabajar con un contrato o sin contrato.

Las relaciones de fuerza y poder que emanan de esas distintas situaciones son cruciales en decidir cuánto tiempo dedicamos al trabajo y a la vida privada, qué márgenes de control tenemos sobre nuestro trabajo y sobre las condiciones de seguridad, hasta el nivel de ingreso que nos pueda permitir acceder a una vida decente.

En este sentido la legítima afirmación de la salud como derecho que comienza a difundirse en los movimientos sociales debiera necesariamente acompañarse por la puesta en cuestión de las relaciones de fuerza y poder que vivimos en el mercado laboral.

(1)Fuente Fundación Sol
(2)Fuente ENETS 2009-2010, MINSAL

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02 jul 2013

No hubo funeral de Estado

Integro la DC hace ya tantos años que ni recuerdo la fecha exacta en que ingresé como pre militante. Soy Consejera Nacional, organismo que estatutariamente tiene rango e importancia, pero que en la práctica se transformó en un grupo de personas que lo único que deciden es a los candidatos a concejales, alcaldes, diputados y senadores. De discutir y decidir sobre temas relevantes, sobre lo que mueve y conmueve a la sociedad, nada. Nada de nada.

En esa condición llevo varios años junto a un pequeño grupo de camaradas defendiendo las ideas y propuestas que nunca el partido ni su elite dirigencial ha recogido. En alguna ocasión un camarada me preguntó ¿no te cansas de perder? La verdad es que sí, pero persisto. Sigo. Volví a perder esta semana con mi candidato Claudio Orrego. Entré a una casa política y, como militante, me sumo a las mayorías, aunque duela.

Y duele porque soy una DC que participa desde el año 2005 en movimientos por una Asamblea Constituyente; porque junto a otr@s insistimos en rectificar el modelo económico, social y cultural; porque dijimos una y otra vez que la Concertación dejó de existir no sólo después de la derrota ante Piñera, sino mucho antes, cuando se abdicó de los sueños de justicia y libertad para establecer una política de consensos que protegió a la derecha política y económica, pero dejó en la indefensión a la mayoría de los chilenos, los mismos que hemos aguantado en silencio por años, pero que fuimos remecidos cuando miles de jóvenes a lo largo del país y líderes locales en el norte y en el sur, nos dijeron con su ejemplo que era posible otro Chile, uno más justo y verdaderamente libre.

¿Lo de Orrego fue una derrota previsible? Sí. Siempre supimos que Michelle Bachelet ganaría y siempre nos conformamos con tratar de ser el mejor segundo, pero ¿era posible con un discurso que en lugar de acoger rechazaba la diferencia?

¿Era más importante oponerse el matrimonio entre homosexuales, el aborto, que proclamar sin ambages lo que la mayoría del pueblo DC quiere: educación pública de calidad, salud digna, término de las AFPs, de las Isapres, del abuso del empresariado con el trabajador?

En la balanza de la elite DC era más importante un discurso que apeló a valores tradicionales, que se atrevió tímidamente a enfrentar temas que a los ciudadanos de a pie nos duelen todos los días.

Nos derrotó el discurso, una máquina partidaria que ya no funciona, que se envejece y una elite que se aferra con dientes y uñas a la posibilidad de acercarse de nuevo al poder.

Es una elite transversal, por ello generosamente se ofrece a Escalona la posibilidad de ser senador “por alguna región”, la que sea, con tal de reservarle una cuota de ese poder que este club sordo, ciego, excluyente e insensible aún cree de su propiedad, casi como un derecho divino. No será con mi voto. Desde ya anuncio que me opondré a esa posibilidad.

No quiero más dinosaurios que se negaron a dar un entierro digno a la Concertación y que hoy ven cómo, ante sus ojos y sin posibilidad de influir de forma importante, se alza una Nueva Mayoría, más inclusiva, más desafiante, más dispuesta a oír el clamor de la gente, esa que sufre el Transantiago, que vive ahogada en deudas, que trabaja día a día para que al final, la mayor parte del fruto de ese esfuerzo sirva sólo para que un grupo muy pequeño arranchado, más bien parapetado, en el distrito 23 sepa lo que es realmente vivir.

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02 jul 2013

Fin de la ley del cobre, entre el estancamiento y la falta de convicción

El financiamiento de las Fuerzas Armadas ha mantenido un modelo de asignación presupuestaria y de gestión, a través de la ley reservada del cobre, que no se condice con el estándar de un estado moderno ni con la necesaria transparencia que exige nuestro sistema democrático.

La denominada “ley del cobre” asigna el 10% de las ventas de CODELCO para gasto militar, en una modalidad de recaudación directa que no tiene el mismo tratamiento o discusión que el resto del presupuesto público y que, por lo mismo, ha sido cuestionado por la OCDE desde 2004.

Esta suerte de “piloto automático” del gasto de Defensa no tiene ninguna justificación plausible, excepto evitar que exista un marco de debate amplio e informado sobre un tema que es de incumbencia de toda la ciudadanía.

En 2009, la Presidenta Michelle Bachelet envió a la Cámara de Diputados un proyecto de financiamiento de las Fuerzas Armadas que se ponía a tono con la imprescindible modernización del sector y buscaba poner término a una ley, cuyo carácter de “reservado”, es de por sí cuestionable.

La propuesta también era un paso natural, considerando que el propio ministerio de Defensa había sufrido una profunda reorganización y la nueva estructura se orientaba a afianzar la masa crítica para evaluar y ponderar futuras adquisiciones militares.

Durante el actual gobierno esta iniciativa sufrió algunos cambios, pero finalmente logró aprobarse en 2012, en primer trámite, con 107 votos a favor. Si bien el proyecto tiene aspectos opinables, como el establecimiento de un mecanismo presupuestario plurianual y un “piso” de financiamiento que muchos no comparten, es claro que es un avance sobre la situación vigente.

En su tratamiento en el Senado, la iniciativa en la práctica se paralizó.Dentro de la muy limitada agenda de Defensa que se ha promovido a lo largo de este gobierno, este tema ni siquiera figura en la cuenta final del Presidente Piñera, pese a que no hay otro en el plano sectorial de la misma importancia.

Esta omisión sugiere que no habría iniciativa política para materializar la nueva ley, dejando el tema indefinidamente postergado y expuesto a planteamientos que bien pueden derivar a propuestas populistas. Para un gobierno que ha estado preocupado prematuramente de balances y legados, resulta curioso, por decir lo menos, que los dos proyectos emblemáticos de la Defensa, como la Estrategia de Seguridad y la sustitución de la ley del cobre, terminen literalmente durmiendo el sueño de los justos.

Ambas iniciativas indicadas fueron promovidas con el criterio de la más alta trascendencia, en virtud que permitirían cubrir y proyectar las necesidades estratégicas en materia de seguridad y defensa. La realidad y ausencia de resultados pareciera indicar que este planteamiento carecía de la convicción que el gobierno pretendió exhibir en su oportunidad.

A estas alturas del año legislativo, elecciones de por medio, todo parece indicar que la dictación de una legislación transparente y moderna, una vez más quedará pendiente, como viene ocurriendo, por desgracia hace más de dos décadas.

Con razón un mal pensado tiene derecho a preguntarse si en definitiva los gobiernos terminan sintiéndose cómodos con la ley secreta del cobre.

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