07 ene 2016

¿Es el pueblo mapuche culpable de la violencia?

Comentando en una radio, un panelista de extrema derecha acusaba al pueblo mapuche de violentos y de ser responsable de la muerte de dos colonos calcinados.Opiniones como esas han generado una estigmatización hacia el pueblo mapuche.

Se hace inevitable aclarar estas dudas de una vez por todas. En Chile, algunos creen que la autoridad se impone como la verdad, siendo que es la verdad la que debe imponerse como autoridad y es justamente esta verdad la que se oculta.

En efecto, los que hacen la política en el seno del poder sembraron la ignorancia sobre los acontecimientos en el sur, ya que el mayor de los crímenes lo cometió el Estado de Chile en 1881 bajo el nombre de la Pacificación de la Araucanía, lo que arrojó tres veces más  muertos que la dictadura de Pinochet.

El pueblo mapuche lleva a cabo acciones de reivindicación de derechos territoriales y políticos. Y cuando un grupo humano no es escuchado por los administradores del Estado, se ven en la obligación de solicitar el diálogo denegado mediante desobediencia civil y movilización social.

Así lo han hecho los estudiantes, los profesores, los funcionarios públicos, los camioneros y las organizaciones homosexuales. ¿Por qué no lo podría hacer el mapuche?

¿Por qué se nos estigmatiza como subversivos o terroristas cuando reivindicamos nuestros derechos?

Para nosotros la paz es el camino, no el fin. A diferencia de los empresarios agrícolas que hablan de la paz por métodos no pacíficos, usando guardias armados o grupos armados antimapuche (paramilitares). La génesis del problema nace justamente con la violencia ejercida por el Estado chileno de mano de Cornelio Saavedra en la Araucanía y de Vicuña Makenna en el congreso, cuando decía “gradualmente se deben colonizar las tierras de los bárbaros Araucanos.” (1864)

La violencia no partió del pueblo mapuche.

Nos quieren hacer creer que la toma de predios a forestales y el corte de caminos son el centro del problema. Con ello se intenta transformar un problema político en un problema de delincuencia o judicial, queriendo hacer creer que se resuelve en tribunales y con una mayor dotación policial.Sin embargo, el verdadero problema nace de una negación de derechos ancestrales arrebatados a un pueblo y su territorio.

¿Son los mapuche delincuentes y terroristas?, No, ninguna movilización o acción reivindicativa se puede comparar con un delito y si así fuera se trataría de crímenes derivados de otros; nacerían de los crímenes cometidos por el Estado desde la violación del tratado de Tapihue de 1825 (reconocimiento de la Nación mapuche), de la invasión del territorio con el genocidio de la pacificación de la Araucanía, junto a la ley de colonización de Manuel Bulnes en 1845.

No somos terroristas. El terrorismo infunde temor en la ciudadanía y en este caso ninguna acción de reivindicación es contra la ciudadanía, sino contra particulares dueños de forestales o empresarios agrícolas. El mismo relator de la ONU Ben Emerson ha informado que no existe terrorismo en la Araucanía.

Por lo tanto, la situación de los colonos y empresarios agrícolas es un problema que asumió el Estado en el gobierno de Bulnes, cuando se dictó la ley de colonización y se comprometió a entregar tierras y recursos. Por ende, los latifundistas y los colonos tienen un problema con el Estado, no con el pueblo mapuche, porque los mapuche nunca le entregamos la tierra.

Y los que hablan de igualdad ante la ley deberían demostrarlo, ya que la ley no es igual como se ha demostrado en el último tiempo. Basta un solo ejemplo, la ley o justicia no es igual para un político como Jovino Novoa que para un mapuche o para el joven Bastián Arriagada, de 22 años que fue condenado a cárcel por vender CD piratas y murió calcinado en la cárcel de San Miguel, mientras Novoa quedó en libertad aun reconociendo que cometió delito tributario.

La segregación política del pueblo mapuche, la pobreza e indigencia de los sectores postergados son consecuencia de un sistema corrompido e implementado por el Estado, por lo tanto, ni los chilenos ni los mapuche somos responsables de la miseria ni de la segregación política y económica de Chile.

El gran desafío que tenemos como país es resolver la situación mapuche y para ello se debe comprender que los que administran el Estado se deben reunir con el pueblo mapuche. El problema no se resuelve si las autoridades se reúnen solo con los colonos y carabineros.

Para poder construir un diálogo debe haber una conducción política que tenga la voluntad de resolver el problema histórico y esto se hace a través de participación política en la toma de decisiones,  reconocimiento constitucional, autonomía política y el reconocimiento de la deuda histórica del territorio.

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07 ene 2016

La lengua de la tribu

Obviamente la música paró, pero yo pensaba qué desagradable la loca, se junta con gente a ver un partido que no quiere ver y obviamente te amargai, porque estai haciendo algo que no querí hacer, entonces estaiamargácon gente que quiere estar entusiasta, entonces no funciona la cosa. De ahí se puso a postiar cosas desde su celular y no la pesqué más porque ya había empezao el segundo tiempo” (92).

El fragmento corresponde a la novela Discursos desde la juventud contemporánea (Los Libros de la Mujer Rota, 2015), del debutante Álvaro Bley (1990).

El texto incorpora deliberadamente el lenguaje de la tribu, el registro oral y fonético de los jóvenes, el argot adolescente: “cachai”, “bacán”, una prueba “pelúa”, “jotiar”, “ponceo”, el “loco” es “tela”, “en volá”, “¿te motivai?”, el clásico “po” chileno para rematar cada frase.También incluye numerosas abreviaturas como “boti” por botillería, “tener perso” por tener personalidad, “u” por universidad, “pa” por para y“pal” por para él.

Nota aparte merece el “en verdá”.Esto, en mi tiempo, era una marca de clase, la muletilla –junto al “demasiao”– de los cuicos, la contraseña de quienes vivían en el confort y el privilegio, de quienes provenían de un colegio particular pagado. Ahora es solo una marca generacional, al ser adquirida y sobreutilizada por todos los segmentos de la clase media.

El autor, asimismo, añade de un modo gráfico los diálogos de  WhatsApp, algo delicado pues las tecnologías varían en un tris y las señas de actualidad en esas materias quedan obsoletas a los pocos años. Fue lo que sucedió de algún modo con Por favor, rebobinar (1994) de Alberto Fuguet que, aunque en su momento era un guiño a la cultura norteamericana del Blockbuster, ahora remite a la era pre-digital.

Dado que el autor dialoga con un público tan definido, podría pensarse que el título de la novela es disuasivo para tales lectores. Sin embargo, la nominación tiene pleno sentido al reparar en una de las intenciones explícitas del volumen: ser un discurso generacional.

Esta intencionalidad se aprecia en la diatriba que instala el protagonista, Sebastián, con la música de los noventa. Señala: “Peter seguía tocando Los Tres y, aunque no quiero saber más de canciones de Los Tres –y no porque no me gusten, sino porque siento que no me corresponden a mí generacionalmente; deberíamos tocar como Teleradio Donoso o Gepe” (106-107). Más adelante vuelve sobre el punto: “[S]olo pensaba en qué tenía que pasar para que tocaran música del 2000” (120).

La reflexión sobre lo generacional se cruza con los estereotipos de la juventud. Expresa, “pero estaba sintiendo que por fin estaba disfrutando de mi juventud. Eso me habían dicho las películas y los libros: que tomai, que fumai, que no entendí nada lo que pasa, que agarrai, que te sentí bacán y que los demás son unos imbéciles. Por fin me estaba sintiendo así.” (118)

Al finalizar el libro, no obstante, el protagonista ha salido del cliché que retrata la industria del espectáculo cuando aborda la adolescencia, y logra elaborar una percepción del mundo más equilibrada, reduciendo las infundadas expectativas de una vida intensa solo por ostentar cierta edad:“Es como normal estar así, soltero tomando chela. Igual estoy triste. Pero no sé si triste por lo que pasó o por lo que no pasó. Estoy triste como por lo común de la vida” (173).

La temática de la narración hace ineludible, no obstante, el otro gran cliché de este rango etario, que tras el nihilismo de los noventa, encarnado en la frase “No estar ni ahí”, pasó en el nuevo siglo a irrumpir en la escena de lo público mediante el movimiento estudiantil.

Si bien ninguna de las dos posturas es justa ni exacta (ni la abulia de la transición ni la repolitizaciónpostransicional), el abordaje al fenómeno es bastante adecuado. Este se presenta de un modo explícito en dos capítulos: “La niña de la micro” y “Asamblea a la hora de almuerzo”, aunque aparece como telón de fondo en buena parte de la novela.

En ambos capítulos, la descripción remite a un movimiento estudiantil desgastado, que decayó irremediablemente luego del fulgor inverosímil de 2006 y 2011. Los actuales alumnos son como veteranos de guerra que ven a las generaciones pasadas que hicieron historia con envidia y desazón.

Ya es 2014, Bachelet es Presidenta y uno de sus ejes es la reforma educacional. La revolución se ha institucionalizado, la calle logró –al menos en parte– los objetivos de su agenda; pero, por eso mismo, los muchachos se encuentran desorientados en este período de transformaciones que los atinge pero que ya no manejan.

Por último, es pertinente hacerse la pregunta por el sentido estético y discursivo de este ejercicio, de cierta radicalidad formal. Porque, curiosamente, veinte años atrás se hablaba casi igual, con los mismos modismos (cachai o bacán), con idénticas abreviaturas (u, pao, pal), con iguales deformaciones verbales (estai o sabí), y hace mucho más que eso se incluyen en la narrativa.

En ese sentido, Discursos desde…, pese a tener anhelos de contemporaneidad, no presenta mayores novedades ni rupturas. De todos modos, es bastante razonable (y meritorio) que el autor haya decido partir con una novela de este tipo, sin pretensiones desmesuradas pero bien escrita, legible y entretenida, y elaborada desde y para los suyos, construyendo un esbozo –a través del habla y de la simpleza de las anécdotas– de las subjetividades de sus coetáneos.

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07 ene 2016

En Haití se está matando gente

Las noticias que llegan de Haití son alarmantes. No se trata de otra epidemia de cólera o de rabia o de la mantención o baja de los índices sociales y económicos del país más pobre de América.

Se trata de que la PNH (Policía Nacional de Haití) está reprimiendo desde noviembre en las calles y matando opositores que protestan contra el fraude electoral del 25 de octubre, en la primera vuelta para elegir Presidente.

¿No vale igual un asesinato político en Port au Prince que en Caracas?

El día 30 de noviembre, la Conferencia Episcopal de Haití se sumó a las denuncias de fraude y reclamó los resultados mañosos  entregados por el gobierno. Luego se creó una Comisión en reemplazo del tramposo CEP (Consejo Electoral Provisional) para investigar la cuantía del fraude y antes que ésta llegara al fin de su trabajo el Presidente de la República, Michel Martelly, anunció recién que la segunda vuelta, que debía realizarse en diciembre de 2015, se hará el 17 de enero de 2016, en pocos días más.

Es el momento más grave desde 2004, cuando fue derrocado por segunda vez Jean Bertrand Aristide. Y tal vez desde 1986, cuando huyó del país Baby Doc Duvalier, tirano, hijo de tirano.

En Chile no ha habido nota del gobierno, no ha habido declaración del Congreso (tan sensible a los atropellos a los derechos humanos) y ningún partido político ha tomado en cuenta la dramática situación actual de Haití.

El gobierno del cantante transformista Tet Kalé (Cabeza Rapada o simplemente Pelado o Pelao) Michel Martelly (2011 a 2015), dejó de ser un gobierno ridículo, estrafalario, grotesco, para transformarse en un gobierno tramposo, represivo y criminal. Se está eligiendo a su sucesor. La cosa es seria.

Tet Kalé asumió hace cinco años de extraña manera. Según observadores prestigiosos, esa vez en la primera vuelta Tet Kalé salió tercero y sin embargo pasó al ballotage. Allí enfrentó a quien había ganado en la primera vuelta y la ganó por amplio margen.

En 2011 la Secretaria de Estado de los EEUU era la Sra. Clinton.

Nadie conocía como político a Tet Kalé o Sweet Micky. Era un cantante popular de konpá, de buenos ingresos y, siendo haitiano, vivía en Palm Beach, Estados Unidos. Visitaba Haití en giras artísticas, especialmente en los carnavales, donde, además de tocar y cantar muy bien, hacía transformismo y habitualmente se bajaba los pantalones y hacía su “cara pálida” o simplemente se mostraba en pañales.

En su gobierno volvieron al país el ex dictador Baby Doc y el derrocado y exiliado Presidente Jean Bertrand Aristide. A ninguno de los dos les pasó algo. Aristide está dedicado a la educación y Baby Doc murió, de muerte natural, sin ser juzgado por sus crímenes.

Durante su mandato (digámoslo así) fundó un partido a su imagen y semejanza: el Partido Haitiano de los Pelados (Parti Haitien Tet Kalé). Fue el partido triunfador de las últimas elecciones. No plantea transformaciones de fondo, como otros.

M. Martelly fue en un principio partidario del retiro de la Misión de la ONU. Ahora es, claro, partidario de que se quede lo que queda. La Misión de la ONU sostiene el aparente “Estado de derecho” y ayuda a sostenerlo a él.

Desde el viernes 20 de noviembre decenas de miles de personas están saliendo a las calles de Port au Prince reclamando en contra del fraude electoral.

El partido de gobierno es una especie de máscara tragicómica de los verdaderos mandamases del actual Haití. Y una organización episódica que tiene como líder aparente al actual Presidente. Habría sido votado en 2011 para mitigar, entre los menos politizados, con canto y baile, los trágicos efectos del brutal terremoto de 2010.

La hecatombe sísmica de Port au Prince, la capital, fue el 12 de enero de ese año. Mató a un cuarto de millón de personas, dejó a cientos de miles de heridos, y sin techo a la mayor parte de la capital, una ciudad-población de alrededor de 3 millones de habitantes.

Martelly asumió un año después del terrible sismo con el visto bueno del “Comité para la Reconstrucción de Haití”, encabezado por Bill Clinton, el ex Presidente de EEUU, el dirigente norteamericano más interesado en Haití. Y con el apoyo de la Secretaría de Estado de los EEUU encabezada por la Sra. Clinton. Marido y mujer. El Comité para la Reconstrucción maneja los fondos de la cooperación internacional pos terremoto en Haití, revisa los proyectos de reconstrucción y decide las inversiones en un país donde el Estado pesa una pluma.

Martelly hizo campaña apoyado por EEUU y  destacados duvalieristas y a algunos los nombró en su gobierno.

El secretario privado de Bill Clinton, el haitiano Gary Conille, fue nombrado Primer Ministro de Martelly, es decir Jefe de Gobierno de Haití, en 2011.

Además de la ONU, la seguridad del país (limítrofe de los EEUU) la supervisa el Pentágono, que interviene cuando quiere e invade cuando quiere (lo hizo incluso en 2011, cuando llevaban siete años allí las fuerzas de la ONU).

El 25 de octubre de 2015 compitieron, en la primera vuelta, unos 50 candidatos a Presidente y el jefe de la Comisión Electoral Provisional, Pierre Louis Opont, informó que llegó primero el candidato de Martelly y exportador de bananas, Juvenal Moise, del Parti Haitien Tet Kalé, y segundo un cercano al ex Presidente Preval, el ingeniero mecánico Jude Celestin.

Así, la segunda vuelta presidencial del 17 de enero, anunciada por el Presidente, se daría entre Juvenal Moise y Jude Celestin. De seguirse con la línea trazada por las autoridades, que favorecen al candidato del partido Tet Kalé, la segunda vuelta estaría asegurada para M. Juvenal Moise.

Y Martelly, Tet Kalé, el Pelao, después de dejar heredero, volvería a vivir en Palm Beach. Y a cantar konpá, que es lo que sabe hacer.

¿Para eso estamos en Haití ahora?

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06 ene 2016

Nueva Mayoría

Año Nuevo desencuentro nuevo en la Nueva Mayoría. Un traspié consiguió opacar transitoriamente uno de los mayores éxitos de la Presidenta Bachelet: lograr consenso nacional respecto de la gratuidad como esquema de financiamiento público a la educación superior. Ello amerita una reflexión en torno a la coalición gobernante. ¿Logrará sostenerse hasta el término del presente gobierno? ¿Cumplirá su programa? ¿Se proyectará hacia un nuevo mandato?

No son pocos quienes, con buenas y malas intenciones, desde sus flancos derecho e izquierdo y algunos desde su interior, azuzados por aquellos que torpemente pretenden que no cambie nada, se desviven porque la respuesta a estas preguntas sea un rotundo ¡No! Lo más probable, sin embargo, es que todo resulte más o menos bien, lo cual por cierto sería el mejor resultado para el pueblo y el país.

La ciencia política clásica enseña y la experiencia de un siglo lo confirma en Chile y otros países, que en la época de transición a la modernidad, que coincide con la urbanización, la política se desenvuelve en una compleja dialéctica, una suerte de “paso a dos”, entre sucesivas ebulliciones populares que empujan desde abajo y un sistema político que realiza desde el Estado las intervenciones, de menor o mayor profundidad, que en cada momento se requieren para el continuado progreso de la sociedad. Si no lo logran en una determinada coyuntura, los países pueden experimentar regresiones transitorias más o menos dolorosas.

Las ideologías que han movilizado la actividad ciudadana, así como las formas que ha adoptado el sistema político y el Estado mismo, han mostrado una riquísima variedad. Van desde las corrientes más avanzadas del pensamiento ilustrado e instituciones republicanas bastante democráticas, hasta concepciones religiosas bien arcaicas y nacionalismos, más o menos conservadores, y las más diversas variedades de autoritarismos burocráticos, respectivamente. Todo ello adopta formas singulares en cada uno de los países que hasta el momento han realizado este tránsito epocal, el que todavía se encuentra exactamente a medio camino en la humanidad considerada en su conjunto.

La experiencia chilena presenta interesantes rasgos peculiares. Su pueblo ha mostrado una notable sensatez y paciencia junto a una perspicaz percepción de lo que ocurre, sin perjuicio que a cada década en promedio pierde la paciencia, proporcionando con ello la energía requerida para hacer lo que hay que hacer.

El sistema de partidos políticos, por su parte, ha evidenciado una extraordinaria flexibilidad, que casi siempre le ha permitido conformar las alianzas que han logrado impulsar desde el Estado, que a su vez ha adoptado formas democráticas adecuadas a este tipo de interacción, las transformaciones que ha demandado cada una de las coyunturas de cambio. Ello ha significado que la transición chilena a la modernidad ha cursado en general por cauces singularmente pacíficos, legales y democráticos, incluso en periodos de cambios mayores. Ello ha ganado a este pequeño y remoto país el respeto universal representado en la figura del Presidente Allende y la condena igualmente universal al traidor Pinochet.

Solo en dos ocasiones en el curso del último siglo, el sistema de partidos políticos no estuvo a la altura de las circunstancias y en ambos fue la burocracia militar la que asumió el mando. En 1924, empujada desde abajo por una movilización popular en alza, concretó en breve tiempo la creación de las principales instituciones del Estado moderno. En 1973, imponiendo el orden que demandaba una ciudadanía cansada tras varios años de agitación revolucionaria que ya había logrado sus objetivos fundamentales, pero trágicamente un orden contrarevolucionario que representó un violento retroceso en todos los ámbitos de la vida nacional, que casi medio siglo más tarde todavía estamos empeñados en terminar de reparar.

Una de la causas del fracaso del sistema político en 1973 fue el marco internacional de guerra fría, el que aparte de resultar decisivo a la hora de volver a los militares en contra del proceso desarrollista que ellos mismos habían iniciado medio siglo antes, facilitó la división del pueblo y los partidos políticos progresistas, de inspiración socialista y socialcristiana; explicación que por cierto no puede excusar la responsabilidad de los actores, puesto que otros procesos han superado con éxito coyunturas internacionales muchísimo más adversas.

La Nueva Mayoría representa precisamente la superación de la división aludida y está sostenida en la profunda asimilación por parte del pueblo y los partidos políticos acerca de sus trágicas consecuencias para todos. Dicha convicción se extendió a partir del momento mismo del golpe. Hay constancia de ello en documentos políticos claves, como la declaración de un distinguido grupo de militantes demócrata-cristianos y los informes políticos presentado por Carlos Lorca y Jorge Insunza a los partidos socialista y comunista, respectivamente, en las semanas posteriores al golpe. Más allá de ello y más importante, el reencuentro en la base entre todos los opositores al golpe y las formas brutales y reaccionarias que evidenció desde el primer momento, se produjo de inmediato.

Es bien conocido el heroico papel que jugaron las iglesias y los abogados en su mayoría demócrata cristianos, que sin vacilar un momento y desde el golpe mismo asumieron la defensa de las víctimas. Menos difundido es el hecho que ello constituyó un impresionante y conmovedor fenómeno de masas. Desde el instante del golpe se generó un tupido tejido de discreción y lealtades inquebrantables entre todos los opositores del golpe, que desde ese mismo instante abarcaron la mayoría de la población.

Gracias a ello fue posible proteger a los perseguidos y organizar la resistencia a la dictadura en todas partes y desde el primer momento. Ello se extendió y profundizó sucesivamente hasta que, nuevamente impulsados por un gran momento de ebullición popular en los años 1980, el más difícil, extendido y sacrificado de todos, el sistema de partidos políticos logró reconformarse y establecer nuevas alianzas que permitieron poner término a la dictadura.

Sobre estas sólidas bases forjadas en los años duros y en el seno del pueblo, las dos alianzas progresistas que se han conformado a partir de ese momento han logrado superar la vieja división del pueblo y partidos, entre socialistas y social cristianos, y han sido las más amplias que registra la historia. Especialmente la Nueva Mayoría, coalición que finalmente ha incorporado al más antiguo de los partidos populares de inspiración ilustrada, el Partido Comunista de Chile.

Por diversos motivos, la responsabilidad de todos los actores, influencias externas mediante, no pudo lograrse al término de la dictadura, con severas consecuencias respecto del carácter de la transición y la legitimidad del sistema político que le sucedieron.  Al respecto solo cabe recordar que de haberse conformado entonces algo así como la Nueva Mayoría, ésta habría arrasado en las primeras elecciones en 1989, logrando mayorías parlamentarias más que suficientes para reformar la constitución, puesto que el sistema binominal se hubiera vuelto en contra de sus creadores. Igualmente habría que haber avanzado con precaución, la política nunca camina sobre un sendero tapizado de rosas, pero la transición chilena ciertamente habría tenido un contenido muy diferente, que quizás hubiese ahorrado algunas de las penurias actuales, como sucedió en otros países tras la caída de sus dictaduras.

El éxito del gobierno de la Presidenta Bachelet y su proyección en un nuevo mandato de Nueva Mayoría —coalición que por la fuerza de los acontecimientos debería ampliarse hacia su izquierda y el centro— van a depender principalmente de cómo se mueve en su complejo “paso a dos” con la agitación de la ciudadanía. Si es capaz de asumir su conducción  aprovechando la inmensa energía que libera mientras se mantiene en alza, para enfrentar con determinación los desafíos y realizar los cambios que hay que hacer, que son varios y considerables como renacionalizar el cobre por ejemplo, para luego, cuando aquella inevitablemente amaine, con la misma decisión frenar y consolidar lo avanzado: son las lecciones de la tragedia de 1973.

La experiencia de nuestros padres y abuelos —de todos los colores del espectro político sin excepción— enseña que ello es posible y que ciertamente la mejor forma de avanzar es mediante estas grandes coaliciones progresistas, como las que han encabezando y llevado a puerto a cada una de las olas de participación ciudadana masiva que han impulsado el progreso de la sociedad. Lo más probable es que se logre nuevamente, entre otras cosas, porque las alternativas no son las mejores.

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06 ene 2016

La coyuntura Burgos como operación política

El viaje a La Araucanía y la renuncia de Jorge Burgos no sólo le pone la guinda a un año malo, como lo ha mencionado la Presidenta en varias oportunidades, sino también da cuenta de un conjunto de situaciones que el oficialismo no ha podido resolver y que se repiten cada cierto tiempo.

Sin duda, no es un hecho aislado ni sorpresivo. Se ha dicho que fue un error político, otra improvisación, una torpeza, que así funcionan los sistemas presidenciales, que es una expresión más de los problemas de gestión y de descoordinación. Sin embargo, esta decisión y manera de operar no puede ser un hecho fortuito con efectos no previstos, o mal previstos. Conviene, por tanto,  analizar la “coyuntura Burgos” como una operación política orientada a fines.

Se sabe, que el segundo piso, los asesores, organizó el viaje y tomó la decisión de dejar a Burgos no sólo fuera de la comitiva, sino también sin saber que tan importante visita se iba realizar. El problema no es tanto no haber ido a la gira, lo que se podría haber conversado, sino el hecho de no ser informado y de que a sus espaldas se organizaba un viaje presidencial a una zona emblemática. Que todo se hiciera en sus narices y sus cercanos no pudieran informarle es al menos, extraño. Es más, da cuenta de una situación de malestar y desconfianza entre La Moneda, el Ministro y sectores del oficialismo.

En esa dirección, surge una pregunta política clave.

¿Por qué el jefe político no sabía y no podía saber de la “visita a La Araucanía” cuando es un tema en el que ha estado involucrado de manera significativa?

La respuesta preliminar se encuentra en los tres objetivos que se buscan: debilitar al Ministro Burgos, devolverle a la DC algunos excesos de los matices, gratuidad, reforma laboral, etc. y fortalecer nuevamente, el programa de las reformas estructurales.

El debilitamiento del Ministro tiene que ver con que Bachelet no podía ser opacada en La Araucanía ante el “brillo” que podría haber alcanzado Burgos en la región. De hecho, el Ministro no sólo había estado varias veces en la zona, había negociado con los camioneros, se había reunido con actores del conflicto y tiene una particular visión de la situación, sino también ha ido cultivando un perfil presidencial que no se podía seguir potenciando. Lo claro, era que Bachelet y Burgos eran incompatibles en la visita presidencial a la zona.No podían estar los dos en La Araucanía.

De modo paralelo, con este hecho se golpea al partido del Ministro, a sus sectores conservadores y neoliberales, que con sus “tesis de los matices” y de posicionar su identidad ha generado muchos problemas al gobierno para ejecutar su programa y aprobar las leyes que lo sustentan. La Falange sintió el golpe. Ello, explica la rápida respuesta corporativa y el apoyo inmediato que le dan a Burgos. Una vuelta de mano a la fuerte oposición interna que ha liderado un sector del partido.

Para la DC, el problema suscitado fue de máxima gravedad. Su respuesta fue rápida y tuvo tres ejes: la renuncia, no aceptada, de Burgos, el “revival” de los fantasmas y las amenazas de que se irían del gobierno y la “cuasi” proclamación presidencial de Burgos que hace Orrego y que Pizarro no descarta.

La “coyuntura Burgos” ha vuelto a generar un malestar en la DC y los sentimientos de sentirse arrinconada, ninguneada y no considerada al interior del oficialismo y del gobierno vuelven a instalarse con fuerza. La DC, sobre todo, sus sectores dominantes y neoliberales, está incomoda en la Nueva Mayoría. El episodio, por tanto, sólo viene a confirmar y consolidar tal situación. Que están incomodos, no es algo nuevo. Tampoco, que se van del gobierno.

Finalmente, en tercer lugar, se buscaba del mismo modo mandar la señal de que la que manda y gobierna es la Presidenta.Sin embargo, no sólo se trata de reafirmar la potestad ejecutiva, sino también de volver a reforzar la tesis de que el objetivo político fundamental del gobierno es la agenda de la igualdad y que el “realismo sin renuncia” se interpreta y ejecuta como ella dice.Burgos, sin duda, es un extraño en Palacio.Burgos, es visto desde Palacio como un agente de la contra reforma.

Comprender la “coyuntura Burgos” no sólo implica indagar en torno a los motivos que tuvo el circulo de Bachelet, incluida la Presidenta, para no informar al jefe político del gobierno sobre el viaje a La Araucanía, sino también insertar el episodio en el contexto de un conjunto de tensiones y diferencias que se han manifestado entre la DC, el gobierno y la Nueva Mayoría desde el mismo momento en que se inicia la gestión en marzo del 2014. Los focos de conflicto se han intensificado desde el cambio de gabinete de mayo cuando Burgos se convierte en ministro del Interior.

En consecuencia, la “coyuntura Burgos”, es un hecho más en este largo inventario de desencuentros que van generando las condiciones para el fin de una coalición que cada vez tiene más dificultades para seguir unida y para impulsar un programa de reformas estructurales sobre la base de consensos básicos y mínimos.

En definitiva, el impasse Burgos es la expresión de los conflictos y los problemas que el oficialismo no ha podido resolver y que reproduce día a día. Aquí, radica la esencia del conflicto y de las operaciones políticas que se ponen en marcha para seguir siendo políticamente relevante. Bachelet, no quiere presidenciables en su gabinete. Bachelet, no quiere sombras en La Moneda. Bachelet, está cansada del “fuego amigo”.

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06 ene 2016

En busca del tiempo perdido

Por cierto no me refiero a la obra de Marcel Proust sino al acontecer de estos últimos años en Chile en los cuales – tanto desde el movimiento de masas en las calles como desde la gestión política y en especial a partir de las iniciativas desarrolladas por el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet en el marco del Programa de la Nueva Mayoría – se hace sentir la voluntad de culminar por fin la transición – transacción y poner término a la desgraciada herencia de la dictadura en todos los planos.

Es que son ya muchos años y se han agotado todos los pretextos conservadores para sostener un modelo de país que sólo ha beneficiado al 1% de la población y ha profundizado la desigualdad social a extremos insoportables. Incluidas las altas tasas de depresión de chilenas y chilenos que nos ubican en un lamentable sitial y además las relativas al suicidio adolescente, a la criminalidad, a la inadaptación, a la falta de confianza en lo colectivo.

Sin duda que nosotros, los de entonces, los que habíamos llegado a la mayoría de edad  al 73, tenemos una perspectiva que permite la comparación entre un Chile no sólo con educación gratuita para todos, laica, de calidad, sino además en que el estudiante universitario tenía derecho a atención médica y dental y, en el caso de la Universidad de Chile, a entrada sin costo a todas las manifestaciones del arte, la cultura y el deporte que estuvieran relacionadas con instituciones o departamentos de esa Universidad. ¡Qué lejos se divisan esos tiempos que abrieron paso a generaciones de profesionales que además dispusieron de los valiosos instrumentos de la cultura!

Y que triste tener que compararlo con un país en que cuesta grandes esfuerzos vencer las dificultades que crean los sectores derechistas para lograr no un tiempo nuevo, sino simplemente recuperar lo que teníamos hace 42 años.

Se habla de la falta de recursos; argumento que suena mal cuando la sociedad es testigo al mismo tiempo de la descomposición de determinados sectores y personajes que han sustraído recursos que permitirían de una vez educación gratuita para todos sin exclusiones y  además pensar en el mejoramiento de la salud pública, en la vivienda popular y hasta reestudiar el modelo de la previsión social.

Es que estamos hablando de miles y miles de millones de dólares despilfarrados.Para hablar sólo de la colusión de los grandes empresarios por una parte y de la sustracción de los fondos “reservados” producto del desvío increíble de un porcentaje de las ventas brutas del Cobre para los institutos armados.

Un ejército en que además mantiene activos hoy a más de 30 ex agentes de la DINA sin explicación alguna. Y en que, sugestivamente, han empezado a conocer de los ilícitos denunciados, jueces militares. Bien sabemos los abogados de derechos humanos de este país que eso es sinónimo de impunidad.

Y ya que menciono derechos humanos, que bien que se haya condenado a presidio perpetuo a un delincuente que mató a un carabinero. Sentencia justa. Pero que mal que, en cambio, estén en libertad los carabineros que degollaron a los inolvidables Guerrero, Parada y Natino y también los que quemaron vivos a Rodrigo Rojas de Negri y Carmen Gloria Quintana.

Y siempre en materia de derechos humanos resulta además difícil entender que no se difunda el inusitado apoyo al Tribunal Constitucional que impulsa el personal en retiro de las  FFAA en busca de resoluciones en favor de los procesados por delitos de lesa humanidad. Han viajado en buses contratados desde la quinta región con lienzos, carteles y consignas. Afortunadamente, hasta ahora les ha ido mal.

Otro aspecto del tiempo perdido se refleja en que hay dificultades para que el Estado sea quien construya hospitales para el pueblo. ¿Pero es que nadie recuerda a las estatales sociedades constructoras de establecimientos hospitalarios y educacionales? Ellas surgieron a fines de los años 30 del siglo pasado, los años de la Corporación de Fomento de la Producción, la Corfo, los años del Frente Popular y del presidente Aguirre Cerda.

¿Qué explica todo esto, porqué llegamos adonde llegamos, porqué retrocedimos tanto, cómo saber de las causas del tiempo perdido? La explicación no es otra que nuestra propia historia.

Empezando por la reacción de las potencias occidentales, en particular EEUU, cuando en el marco de la llamada “guerra fría”y luego del triunfo de la Revolución Cubana, el gobierno transformador de Salvador Allende y la Unidad Popular aparecía como un peligro para los intereses de las grandes corporaciones transnacionales. Y entonces, de la mano de sus conocidos agentes chilenos, Nixon, Kissinger y la CIA desataron el golpe.

Si algún lector piensa que lo que digo no es más que “un cliché comunista”, le pido que busque en internet el “Informe Church” del propio Senado norteamericano y después piénselo.Pero además no bastaba con derrocar a Allende. Había que imponer un modelo de sociedad antagónico al que construía la Unidad Popular.

Y entonces aparecen los “Chicago Boys”, cuyo origen quizás se entronca con el llamado “Plan Camelot” de la Universidad Americana, patrocinado por el ejército de los EEUU y que en los años 60 se comenzó a implementar en Chile y en varios países de América Latina.

Su propósito aparente era estudiar los fenómenos sociales de cada país, los factores de exigencia de cambio, pero en rigor era la penetración a nivel académico para intentar revertir toda tendenciaprogresista e infiltrar a los sectores que impulsaran transformaciones.

Pero aunque los “Chicago Boys” tengan o no sus raíces en el Plan Camelot, la creación de un pequeño “grupo de sabios” fue determinante para levantar un modelo que luego consagró la Constitución del 80.Apenas asumido el control del país por los dictadores estos personajes corrieron a ponerse a sus órdenes.

No los olvidamos. Algunos fueron ministros o autoridades académicas como Sergio de Castro, Rolf Lüders Schwarzenberg, ErnestoFontaine, etc. Claro, no eran precisamente buenas personas. Rolf Lüders, ex ministro de Pinochet, por ejemplo, fue encarcelado durante la propia dictadura junto a otros ejecutivos del Grupo Vial por su participación en transacciones financieras consideradas ilegales durante su trabajo para el Banco de Chile.

Allí es donde también hay que apuntar a la hora de las responsabilidades del tiempo perdido por mucho que a ellos, individualmente, les haya ido extraordinariamente bien en sus ingresos económicos como se han jactado.

A este propósito de lo cual, una mención especial merece un destacado economista que también estudió en Chicago pero jamás se compró la pomada de Milton Friedman o de ArnoldHarberger.

Me refiero a Ricardo Ffrench – Davis, militante de la Democracia Cristiana cuya posición profesional y científica, entonces y ahora, ha sido una sola y coherente. Autor de más de una veintena de libros, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, profesor de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, ha dictado clases en las universidades de Oxford, Boston, Madrid, entre otras ; se ha desempeñado como asesor en Cepal y fue cofundador del llamado Cieplan.

A diferencia de sus compañeros de curso en los años de Chicago, Ffrench – Davis no comparte lo del Estado “subsidiario” en la economía, ni cree en el modelo neoliberal, ni en el mito de la autoregulación del mercado y más bien aboga por establecer políticas públicas para el desarrollo, rescatando el papel del Estado.

La conclusión natural de estos comentarios es subrayar toda la importancia que tienen para el futuro de Chile las reformas en curso que impulsa el actual gobierno y que tanto inquietan a la derecha. Y, muy especialmente, el proceso en marcha hacia una Nueva Constitución, con participación de todas y todos y que apunte a establecer un modelo de sociedad diferente del impuesto mediante un genocidio y que tanto daño ha hecho al país.

¿Seremos capaces? En Uruguay conocí una bella canción que dice que “…parece que nos estamos acostumbrando a caminar, retroceder y volver a empezar…” Pero también dice que siempre lo pueblos “...terminan por romper las cadenas”. Así sea.

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06 ene 2016

Año Nuevo en el mar, cuando los municipios se unen

Hemos vivido una nueva fiesta pirotécnica en la bahía considerada como una de la más extensa e importantes del mundo, que comprende a tres comunas. Como transcurrido los años, todo parece normal y evidente, vale la pena señalar que este evento tuvo personas visionarias que fueron capaces de llevarlo a cabo superando muchas barreras, dudas e incertidumbres, las que paso a narrar como un actor directo de las mismas al formar parte del equipo asesor del Dr. Kaplan, Alcalde de Viña del Mar de entonces.

Hasta el Año Nuevo del 2004 esta celebración se realizaba solo en Valparaíso y era para esta ciudad todo un ícono. Ese año, en la gestión de los Alcaldes Jorge Kaplan y Hernán Pinto, se iniciaron las conversaciones para extender este evento. La idea surgió desde el Gobierno comunal de Viña del Mar, para lo cual se debieron realizar  estudios y análisis que posibilitaran convencer a Alcalde y Concejo Municipal de Valparaíso que extenderlo, incorporando a Viña del Mar, no implicaría una pérdida para ésta ciudad, sino por el contrario, una ganancia para todos.

Se hacía evidente que la fiesta pirotécnica, tal como estaba, necesitaba renovarse, dar un salto cualitativo ya que gran parte de las comunas del país estaban realizando sus propios fuegos artificiales e ir a Valparaíso se había transformado en toda una odisea por lo complejo que significaba entrar y salir de la ciudad para cientos de miles de personas y miles de vehículos.

Nos tocó preparar sólidos trabajos y mostrar al Alcalde Pinto y sus asesores lo valioso que significaba para la ciudad su extensión. Recuerdo como importante un encuentro el 19 de septiembre de ese 2004 en una cena en un restaurant de Viña del Mar. Es de comprender que no era nada  fácil convencerlo que no afectaría económicamente a Valparaíso y que la ciudad no perdería este importante icono.

Sin duda alguna hay que reconocer la visión de ambos gobiernos comunales para dar el paso que generara un mayor valor a este evento pirotécnico, y muy especialmente al de Valparaíso que estuvo dispuesto a compartirlo y dar el paso, a pesar de las naturales dudas e incertidumbres, ya que la decisión implicaba compartir su principal espectáculo de fin de año.

Hoy transcurrido 11 años podemos reconocer que todos los estudios que nos correspondió realizar y las argumentaciones dadas a la comuna de Valparaíso fueron válidas y los resultados están a la vista. Hoy son ya tres comunas las que se benefician con el espectáculo y Valparaíso logró no solo mantener su ícono sino fortalecerlo y proyectarlo al mundo.Creo que esta experiencia puede ser útil para otros municipios que pudiesen emprender también desafíos comunes.

Valga también el homenaje entonces a los Alcaldes Kaplan y Pinto por su gran visión de futuro.

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05 ene 2016

Sacar márgenes, progresar y conservar

Es evidente que al interior de la Nueva Mayoría, así como ocurrió con la Concertación, existe más de una visión respecto de la forma de organizar la sociedad, y el mérito político de esta coalición ha sido precisamente poder concordar en los acuerdos mínimos para hacer gobernable su gestión al frente del país, lo que ha significado postergar parcialmente sus ideales en nombre del acuerdo.

Lo ocurrido con el capítulo de la no-invitación del ministro Jorge Burgos a la visita presidencial a la Araucanía es un síntoma más, pero no alcanza a constituirse en un hecho político per se. En estricto rigor, la Presidenta va dónde quiere y con quién quiere. Sin embargo, es ineludible hacer una lectura política respecto al episodio, desde la cual el ministro del Interior aparece desplazado y aislado, especialmente considerando que él se había hecho cargo del tema de la seguridad en la Araucanía.

Habría que investigar si el llamado Segundo Piso se avivó o si actuó con órdenes explícitas.En cualquier caso, resulta claro que alguien en Palacio no siente afecto por Burgos, ni por la Democracia Cristiana. Pero eso no es novedad, como tampoco es novedoso sostener que el sentimiento es recíproco. Lo importante y que no podrá nunca solucionarse de modo definitivo es que en la Nueva Mayoría no hay sentimientos de simpatía, pero existe acuerdo en tragarse las antipatías para poder impulsar la parte común del proyecto que inspira a cada uno de estos partidos políticos.

Otra cosa es que se trate de aprovechar la ocasión y levantar a Jorge Burgos como presidenciable, teniendo en cuenta que no han prendido en las encuestas los otros posibles postulantes de la DC. A nueve meses de las elecciones municipales y a dos años de los próximos comicios presidencial y parlamentario, los partidos comienzan a ponerse nerviosos, sobre todo en un escenario en el que se ha acabado la certeza que daba el sistema binominal y en el que las críticas de la ciudadanía a los partidos se mantienen en un nivel altísimo.

Frente a este panorama resulta natural que se tensionen las relaciones entre los partidos que forman parte de la Nueva Mayoría, porque tienen una responsabilidad mayor que la oposición, diferencias entre sí y son los primeros que tienen que responder al cuestionamiento ciudadano.

Por otra parte, es un hecho de la causa que el Programa de Gobierno -elevado a la condición de sagrado por parte de la Izquierda- contiene propuestas que no fueron debida y anticipadamente consensuadas, y que los partidos lo suscribieron dentro del apuro por tener un documento que presentar al país.

El programa tiene numerosas declaraciones de intenciones que no fueron debidamente explicitadas y que, al momento de ponerse en aplicación, han sido interpretadas de manera distinta porque las posiciones de los partidos lo son.  Esta es la raíz de las diferencias y de las tensiones y la calidad de la gestión es un asunto menor frente a las diferencias programáticas.

En otras palabras, cuando la Concertación entendió que la posibilidad de recuperar el poder tras la derrota frente a Piñera era proponer al país un Programa de Gobierno más progresista que continuista, se establecieron las bases para la fundación de la Nueva Mayoría, y la necesidad ayudó a ocultar las diferencias respecto a esta estrategia.

Ahora resulta que la dosis de progresismo no era totalmente compartida y que algunos creen que también es importante conservar lo que se logró para el país durante el período de la Concertación. Es la eterna discusión respecto del vaso medio lleno o medio vacío que, como ya sabemos, no tiene solución.

En estas condiciones, cualquier asunto que debería resolverse con discreción podría cobrar tintes dramáticos, en la medida que sirva para potenciar las posibilidades electorales de cada partido.

Hay que considerar desde esta perspectiva que no todos los partidos de la Nueva Mayoría compartirían un Programa de Gobierno igualmente audaz para la siguiente oportunidad ni la misma valoración sobre lo hecho en común en el pasado pero, decirlo o no, está supeditado a las consideraciones electorales que se puedan hacer, especialmente cuando la próxima elección parlamentaria no estará sometida al sistema binominal y resulta difícil hacer predicciones anticipadas.

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05 ene 2016

Desafío Pyme, ética en los negocios

La participación total de la Industria chilena en la economía con valor agregado representó un 27,2% del PIB el año 2014, porcentaje bajo la media de los países latinoamericanos que alcanzan el 30% para el mismo año, según el Índice de Sostenibilidad de Chile y sus regiones (Observatorio de Sostenibilidad, Facultad Economía y Negocios de la Universidad de Chile).

Este dato contrasta con la información del Servicio de Impuestos Internos (SII), que señala que el  mismo año las empresas de menor tamaño  (EMT) participaron de  un 15,3% de las ventas totales que se realizan en Chile, cifra que sigue bajando.

Hoy, son alrededor de 820 mil y generan el 64,4% del empleo total del año 2014. Es decir, son el 88,5% de las empresas existentes y se llevan un 15% de la torta. En estas condiciones, ¿quién puede competir, innovar y asumir los beneficios de la competitividad? Además, a ello debemos descontar la inversión de tiempo en asuntos burocráticos y de gestión administrativas.

Sin embargo, un micro y pequeño empresario, además de generar empleos e ingresos familiares, debe hoy estar atento a los cambios del entorno sin descuidar su legítima aspiración de ser rentable y competir en un ambiente, que no está pensado para su desarrollo empresarial, salvo honrosas excepciones. La gran mayoría de los empresarios no se baja de su “bicicleta” y se pasea por tortuosos caminos de altas y bajas pendientes.

Efectivamente, los casos de conglomerados empresariales reñidos con la ética y los desafíos que plantea el calentamiento global, no le son ajenos al pequeño y mediano empresario.

La influencia de la ética protestante y el puritanismo de siglos atrás desarrollaron códigos, que exaltaron el trabajo y la sobriedad “dentro de un sistema de valores sobre los cuales funcionaba un orden social que servía para movilizar a la comunidad y reforzar la disciplina”, sostiene la filósofa española Adela Cortina.

Sin embargo, el interés se convirtió más tarde en uno de los fundamentos éticos de la sociedad moderna, por encima de las necesidades humanas. Así, el deseo de mejorar la situación propia y el egoísmo se convierten en un motor de un sistema que, para algunos, ha generado enormes beneficios para innovar y crecer, mientras que para otros ese mismo interés se autonomizó de las regulaciones de justicia y prudencia, bases de una ética cívica y democrática.

Para muchos, hoy asistimos a un desmoronamiento de un tipo de capitalismo instalado en los estilos de hacer negocios, que no necesariamente se refleja en una empresa ética debido a la incompatibilidad que existiría entre las exigencias de una democracia pluralista y el interés propio.

Adam Smith, en la Riqueza de las Naciones, creyó en un sistema económico que se controla a sí mismo por la competencia del mercado, que crea bienestar y armonía en la medida que el interés propio o privado produzca el bien de todos. Sin embargo, la “mano invisible” parece perturbar un sistema ético, que luego fue influido por el concepto de “utilidad” que enaltece el principio “utilitarista” basado en los costos por sobre el beneficio.

En otras palabras, las utilidades si bien legítimas, se obtienen mejor cuando no consideran el bienestar de todos sino el particular. Pagar la multa o indemnizar por el daño causado quizás sea la expresión más gráfica de este enfoque. Lo anterior aplica tanto a organizaciones como a individuos.

Las pequeñas y medianas empresas tienen una oportunidad gigantesca para recuperar su autoestima y aporte a la sociedad debido a que son las que generan más ingresos familiares y empleos al país, en un momento donde los niveles de desconfianza en Chile aumentan hacia la elite política y empresarial. Existe la percepción de que los abusos llegaron a su fin y que es necesaria una economía, que regrese a la administración de la casa por sobre aquella que solo se preocupa de los objetos y de su intercambio.

Este cambio de enfoque en la economía viene fuertemente impulsado por el desarrollo sostenible o sostenibilidad del desarrollo, donde el Producto Interno Bruto (PIB) empieza a abandonar su liderazgo complementado por índices sociales, ambientales y económicos que dan cuenta que la cercanía.

Flexibilidad para hacer los cambios e innovación son asuntos que tienen valor para los usuarios y consumidores que conscientes de sus derechos ciudadanos, empiezan a preferir la trazabilidad del servicio o producto que consumen sea por razones de salud, educación, medioambiente y mejoramiento en su calidad de vida y  están dispuestos a pagar un precio por aquello.

El desafío pendiente para el mundo de las empresas de menor tamaño es que la empresa hoy regresa a la administración de una casa, donde sus miembros están menos dispuestos a asociarse para grandes causas, pero sí disponibles para organizarse y dar pequeños pasos para el grupo y grandes pasos para la comunidad donde dicha empresa actúa.

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05 ene 2016

Respeto y liderazgo

La visita de la Presidenta de la República a la Novena región ha sido el último hecho político del año 2015 que ha provocado una situación de incomodidad en la Democracia Cristiana y ha dejado una serie de inquietudes en la opinión pública.

Durante seis años tuve la responsabilidad de coordinar y ejecutar la agenda y acciones en terreno del ex Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle. Esto me permite afirmar  que lo sucedido en dicha visita es un hecho de la mayor irresponsabilidad y/o negligencia política que se pueda cometer desde el gabinete de la Presidencia de la República.Es además una acción de agravio y ofensa al ministro del Interior y lo que él representa.

Toda visita presidencial requiere de una serie de acciones previas que involucran a múltiples actores. El Intendente, autoridades regionales y/o provinciales, organismos de seguridad, carabineros, etc. Varias de esas autoridades tienen la obligación de informar al ministerio del Interior sobre la visita de la primera autoridad del país.

En el caso de esta región era de sentido común considerar esta rutina como algo fundamental. La especial situación de conflicto que allí se vive y la dedicación que el ministro del Interior le ha otorgado al tema de la Araucanía debieran haber sido consideraciones más que suficientes para informar al Jefe del Gabinete y además para incorporarlo en lo que había sido una solicitud permanente de diversos sectores de la región en cuanto a la visita de la Presidenta.

No resulta explicable ni política, ni racionalmente que ninguna autoridad subalterna del Ministro haya cumplido con el deber de informar a su superior sobre la programación de la visita presidencial. Una negligencia tan inexcusable  debe ser aclarada.

La primera interrogante que surge es por qué el gabinete  de la Presidenta no se coordinó con el ministerio del Interior en la programación de tan importante visita. Y obviamente no puede quedar sin respuesta la legítima duda de las razones que llevaron a las autoridades regionales y organismos de seguridad a no informar a su superior inmediato de tan importante actividad.

Es aún más incomprensible que por la importancia política y social de dicha visita presidencial, la primera autoridad del país no haya recurrido a su ministro del Interior para coordinar los temas de dicha región, teniendo en cuenta que él conoce muy  bien esa realidad. Menos explicable resulta que su ausencia física no haya producido alguna inquietud de la Presidenta.

Nadie puede desconocer que estos hechos son graves y de difícil explicación en un momento delicado para esa zona del país y por sobre todo en una situación de creciente descontento del partido más importante de la coalición de gobierno con la formas y fondo de muchas de las acciones y/o iniciativas desarrolladas durante estos dos años.

Este hecho puntual viene a poner de manifiesto una forma indebida de actuar y que no es el que caracterizó a los gobiernos de la concertación.

Una coalición política no puede mantener su vigencia si los estilos de trabajo y de relacionarse no son respetuosos respecto a todos sus miembros y en forma muy especial hacia quienes aportan el mayor de los apoyos políticos y electorales. Una coalición no tiene sentido de existir si su accionar va en claro desmedro del potencial político y electoral de alguno de sus componentes.

Este hecho puntual, sumado a otras acciones de errores y desaciertos  es un elemento  que obviamente debe llevar a reflexionar al partido más grande de la coalición de gobierno.

No, es tal vez, el más importante  de los errores que se han cometido durante este periodo, pero demuestra un estilo y una forma de actuar que atenta contra la convivencia que debe existir en una coalición partidaria.

Soy de los que creo que hoy la Democracia Cristiana vive un momento determinante  para su sobrevivencia.

Al analizar todos los estudios sobre el comportamiento electoral de los sectores medios del país en la reciente elección presidencial y la opinión de dicho segmento en las encuestas realizadas durante los últimos dos años podemos comprobar que allí existe insatisfacción respecto a sentirse representados por los actuales partidos políticos y su accionar en el plano de las ideas y propuestas que se han formulado por ellos.

Ese segmento de la población chilena ha asumido una actitud distante de la acción política y de dudas considerables respecto a sentirse representados por las propuestas y accionar de quienes habitualmente contaban con su simpatía.

Esta es una situación que debe llevar a reflexionar muy seriamente  a los partidos del  mundo demócrata cristiano y social demócrata.

La participación y compromiso con un gobierno no puede significar dejar de interpretar y representar las inquietudes de quienes históricamente han encontrado en un determinado sector político el camino para avanzar en su visión de sociedad.

La primera lealtad esta con la gente que ha creído en esas ideas y que las han apoyado históricamente.

La responsabilidad política está en saber demostrar que más allá del poder está el interés en seguir siendo fieles a determinadas ideas y buscar recuperar la fe y la confianza de quienes se sienten hoy decepcionados pero no se han comprometido con otras opciones, sino que están esperando que los que ayer los interpretaban recuperen el  entusiasmo y coraje de proyectar las ideas que ellos aspiran orienten el desarrollo armónico y efectivo de todos los chilenos.

Ser gobierno es saber actuar de acuerdo a las ideas y principios que forman parte del capital que permite contar con el apoyo de un universo de chilenos que han acompañado y apoyado una determinada visión del desarrollo nacional.

Ser gobierno significa saber asumir y representar con seguridad y claridad  las ideas, principios y formas de desarrollar la acción política que ese segmento de la ciudadanía espera de una coalición que debe tener la capacidad de actuar con la sabiduría que el país conoció en otros momentos.

Ser gobierno representa hacer respetar el aporte y capital que se tiene dentro de la pluralidad que existe en la coalición y que se supone que se debe garantizar por todos, especialmente por quien dirige el gobierno.

No será fácil convencer a los chilenos que hoy se han alejado del gobierno por discrepar de muchos de sus contenidos si no se tiene la capacidad de demostrar que existe la voluntad y decisión de hacer valer determinada ideas, principios y formas de gobernar.

Es un deber de la Democracia Cristiana intentar lograr que el gobierno en todos sus niveles recupere esa capacidad de convivir y orientar sus acciones y políticas en un marco de respeto y de efectivo liderazgo supra partidario que hoy por desgracia está ausente.

Solo esa misión y la intención de asegurar el éxito de los compromisos adquiridos y compartidos con los chilenos justifican seguir liderando una acción política que en forma amplia y respetuosa logre las metas propuestas.

Es una prueba para la Democracia Cristiana de su capacidad política y de su compromiso efectivo con quienes representa.

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