La inscripción de nuestro pacto electoral con miras a las municipales ha estado cruzada por este debate respecto de la muerte de la Concertación y del esfuerzo de una parte de nosotros por llevar al conglomerado hacia posiciones de izquierda. Demos el beneficio de la duda al hecho de que este viraje a la izquierda podría ser necesario, pero dado el cuadro político que se avecina y la incertidumbre ante al comportamiento del nuevo padrón electoral, tal vez nuestra mayor urgencia sea trabajar por la reconquista del centro político.
Cuidado. Asumir a priori que el movimiento social es un movimiento de izquierda puede ser un espejismo. Los dirigentes más visibles del Movimiento Social de Aysén han mostrado claramente sus inclinaciones tanto hacia el centro como a la derecha. De hecho, uno de sus dirigentes que estuvo requerido por la ley de seguridad interior del Estado, resultó ser militante de RN.
Sí sabemos que los dirigentes del movimiento estudiantil tienen perfil de izquierda, pero hay conglomerados menos activos y vistosos, grupos de padres y apoderados que apoyan esta causa, que no adscriben a la totalidad de los postulados de la CONFECH.
Defienden el tema de fondo: la brutal iniquidad del sistema que fomenta el apartheid social, el fin del lucro donde no debe haberlo y la urgencia de una mayor calidad en la educación. El 80% de los chilenos suscribe estas demandas, pero el 80% de los chilenos no son de izquierda.
Suponer que el movimiento social tiene toda la razón y que hay que hacer exactamente lo que la masa movilizada diga, es una actitud al menos pusilánime y no es más que una muestra de falta de convicción y conducción. Los chilenos aspiran a liderazgos que conduzcan, que sepan escuchar e interpretar, pero por sobre todo que sepan resolver, crear y proponer ideas renovadas respecto de demandas urgentes y nuevas.
¿Qué es esto de virar a la izquierda? ¿Es hacer algo distinto a lo que se ha hecho en materia de conducción económica en los últimos años? Desde estos mismos sectores de izquierda se ha criticado la “transversalización” de todo nuestro conglomerado político tras 20 años en el poder.
Ya son varios los que han planteado que la “izquierda” de la Concertación precisamente está fuera de la Concertación y eso es discutible siempre.
El bloque PS, PPD, PR y DC ha concordado en un concepto de sociedad en la que la economía social de mercado, corregida con la mano estatal, ha dado las mayores garantías de continuidad democrática.
Pudimos resolver aberraciones heredadas de la dictadura, pero no fuimos capaces de resolver lo que demandaba la sociedad chilena. La clase media quedó con una deuda enorme que supo cobrar en la elección en la que se volcó a la derecha y eligió a uno de los peores gobiernos de los que tengamos conocimiento.
Hoy, quienes dicen que hay que “matar” a tales o cuales actores de la Concertación y virar a la izquierda, también participaron de la administración del modelo económico que la derecha nos legó.
Esto no es mea culpa oportunista, es una constatación de realidad y de sinceramiento acerca de lo que hemos podido avanzar, las correcciones que hemos podido introducir, el sello social que nos caracterizó en el gobierno, pero también de aquellas otras cosas en las que sencillamente no hemos podido salvar por el candado puesto por la derecha.
El debate parece a estas alturas algo ficticio y sin base real de sustento. Más aún cuando se nos asoma la amenaza de la irrupción de la expresión más acabada del marketing político tras un rostro amable, simpático, “apolítico” y “ejecutivo”, como el de Laurence Golborne.
Podemos ofrecer a Chile un pacto renovado de cambio social. Chile nunca hizo el ejercicio del pacto social en donde concordara con el sector privado reglas claras de incumbencia, estándares mínimos para un desarrollo armónico y, ente todo, justicia social, desarrollo con solidaridad. Pero no olvidemos, que fueron nuestros gobiernos los que ofrecieron al menos atisbos de estos conceptos: crecer con igualdad, equidad, construcción de un pilar social.
¿Cuál fue nuestro sello y aporte? Estabilidad política, económica, crecimiento y lucha constante contra las desigualdades. Esto no puede pasar desapercibido a los actores sociales relevantes, menos aún cuando una de las falencias claras de la actual administración, es no poder resolver la conflictividad social por otra vía que no sea la policial.
La Concertación es sinónimo de estabilidad y sus figuras más descollantes son muestra clara de responsabilidad, altura política, vocación de servicio, preocupación por los más desposeídos y por hacer de Chile un mejor país para todos y todas. Y eso se va a notar cuando vayamos a la elección municipal y cuando resolvamos cuál es el mejor rostro para la presidencial.
Gobernabilidad y equidad es nuestra oferta.