Está sucediendo en Chile que un puñado de personas ha tomado la determinación de ejercer con toda libertad, responsabilidad y dignidad el derecho a cultivar y usar Cannabis en ejercicio de sus derechos esenciales.
Esta inédita, osada y fundamentada acción ciudadana, cursa con apoyo político explícito de un número relevante de senadores y diputados, y se desarrolla en este justo momento en que también se están estudiando en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, dos proyectos cuyo objetivo es que se respete a quienes cultivan Cannabis o cualquier otra planta o fungi con efecto psicoactivo para fines que se enmarcan dentro del ejercicio de la libertad y los derechos Fundamentales para lo que las personas nos encontramos facultadas por Ley.
El derecho a la vida, a construir una vida de acuerdo a las propias convicciones, el derecho a la libertad, de creencia y de culto, a la búsqueda activa de la integridad física y psíquica, el derecho a procurar la salud y buscar el bienestar, el derecho a recrearse, el derecho a aprovechar el bagaje cultural de la humanidad, el derecho a ejercer un oficio, el derecho a reunirse y compartir, el derecho a la solidaridad y la colaboración, entre otros, son Derechos que en Chile y en América se encuentran garantizados por la Constitución Política de la República y por un Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos donde como principio se integra la noción de un ser humano con identidad esencial, con espíritu.
Ahora mismo ya se están afinando las indicaciones que podrían enriquecer el articulado refundido de estas mociones, para que efectivamente corrijan las graves vulneraciones que actualmente se cometen en nuestro país, no solo a propósito de las contradicciones que la Ley 20.000 tiene, sino que también a propósito de una aplicación prejuiciada, arbitraria y contra derecho, que se ha venido realizando por parte de los organismos del Estado: Policías, Fiscalía, Tribunales de Justicia, incluso la propia Defensoría Penal Pública, y que ha sido sostenida también por los ciudadanos, incluidos muchas veces los propios cultivadores y usuarios de estas plantas, que viven su práctica en la clandestinidad convencidos de estar cometiendo un delito.
Todo esto por cierto, se da en un contexto social y cultural donde ha reinado el prohibicionismo en materia del uso de psicoactivos durante los últimos años -bastante pocos comparados con los años que el ser humano las ha empleado- que a su vez es expresión de un modelo imperante cuyo paradigma no incluye de lo humano esencial, de lo trascendente, de lo espiritual, por el contrario lo rechaza en su funcionamiento cotidiano habitual, colectivo o individual, lo que impide una respuesta efectiva, definitiva, a los más graves problemas sociales que vivimos, modelo que va siendo reforzado por todo en la cultura, por el Estado, por la ciudadanía, los medios de prensa y comunicación, que sintonizados con el modelo -se den o no cuenta de ello- perpetúan una influencia en la misma dirección, es la inercia de la cuál somos cómplices sin saberlo.
La inmensa mayoría (el 90%) de los usuarios de Cannabis no son pacientes, no sufren de alguna de las graves enfermedades y dolencias que han visto respuesta en el Cannabis como medicina, sin embargo son personas que también buscan la salud, el bienestar, la armonía, el equilibrio, intuitivamente, a tientas, y encuentran una cierta asistencia en el efecto psicoactivo de esta planta milenaria.
A través de esta práctica de cultivar y -generalmente- fumar Cannabis, las personas pueden buscar bienestar, distensión, recreación, una renovada disposición para el día a día, para lo cotidiano, y también un estado de contemplación y de auto-observación superior, que favorece la religazón con La Totalidad, o buscar mejores condiciones para crear, para desplegar sus artes y oficios, incluso para capacitarse para prácticas profesionales vinculadas con la salud, con la educación, con la convivencia, que se ven enriquecidas sustancial y significativamente cuando el profesional accede y es capaz de incluir más realidad en su conciencia.
Los medios de comunicación no han estado mostrando esta realidad de uso del cannabis, por el contrario, han persistido en expresar una versión deslavada y castrada de esta realidad, pese a que los Proyectos de Ley que actualmente se estudian en la Comisión de Salud de la Cámara y pronto también en la Comisión de Constitución del Senado, se concretaron en torno a la reivindicación ciudadana por un respeto efectivo de los Derechos Esenciales de las Personas, de hecho, los propios legisladores han expresado esto en las sesiones de la Comisión, recogiendo el sentir de la Ciudadanía que ha hecho un firme y consistente trabajo desde los más diversos frentes.
Es en este contexto que se desarrolla la Campaña de Transparencia Ciudadana: Cultivamos Cannabis, www.cultivamoscannabis.cl, para visibilizar a los ciudadanos ejerciendo sus derechos esenciales, sus derechos humanos, sus derechos civiles, sin más justificación que su propia existencia, con la garantía de la transparencia y el reconocimiento de un orden que nos trasciende.
Más de 2.200 Ciudadanos, chilenos fundamentalmente y de otras partes del continente y de Europa, ya han adherido a esta intención, pronunciándose no solo respecto a la legitimidad del cultivo personal de Cannabis, sino que, de fondo, sobre la condición humana con que nuestra cultura debe funcionar, de acuerdo al Derecho, de acuerdo a la Ciencia, de acuerdo a la Sabiduría y al Sentido Común, para cautelar la dignidad de la existencia ciudadana, en el contexto de un paradigma recreado para la evolución de la Cultura.
Y ahora la voz de Ricardo Lagos Escobar, que surge oportuna y viene a sumar en la misma dirección, aseverando que el Prohibicionismo debe levantarse para dar paso a una regulación que desbarate de raíz el narcotráfico, acompañada de una fuerte campaña de prevención del consumo.
Osado y sensato, tanto como antes lo fueron las voces de Klaus Schmidt Hebbel y Eugenio Guzmán, a través de Res Pública y las 95 propuestas para un Chile Mejor (Abril 2013), y mucho antes el economísta y ex-presidente del Banco Central, Alvaro Bardón (2005), entre otros que ya han reconocido la misma salida.
La novedad es que las hace el ex-Presidente Lagos y sube la vara para todos, especialmente para el Gobierno, que se ve exigido por una mirada más despejada y abierta, que parte de la aceptación y no de la prohibición, poniendo el acento en las personas y no en las drogas, en un escenario nacional donde la transformación ya está en pleno desarrollo y sin vuelta atrás.
Sin embargo, y justamente por la prevención que significa la actualización de las responsabilidades esenciales de los ciudadanos, es claramente insuficiente esta propuesta de Legalización, sino se sustenta la noción de Ser Humano consagrada en el Derecho, sino incluye más de la realidad de uso del Cannabis y otros psicoactivos en Chile, más allá del narcotráfico, la adicción y el consumo problemático.
En este sentido, han sido los propios ciudadanos, quienes han venido a aportar para la comprensión social del problema de las drogas, la perspectiva de los usuarios responsables, de los usuarios no problemáticos, y no pacientes, simplemente ciudadanos, ciudadanos ejerciendo derechos y deberes esenciales, propios de la naturaleza humana, que es espíritu en materia, que ha sido reconocida y consagrada por el Derecho nacional e internacional.
Esta perspectiva no es solo el reclamo de una minoría vulnerada que busca desarrollar su práctica sin verse expuesta al prejuicio, la discriminación y la criminalización, es también una mirada, una manera inclusiva de mirar que permite comprender más profundamente la existencia y la relación de las personas con las drogas, y con sus vidas, permitiendo efectivamente emprender acciones de promoción de Salud, de promoción de la Vida, de habilitación para desplegar, cada uno y todos como sociedad, la expresión más elevada de lo humano.