El querido y recordado Cardenal Raúl Silva Henríquez nos señalaba que el nivel de desarrollo y la economía como ciencia social, debe estar al servicio del hombre y no de los grandes intereses capitalistas quienes solo observan las cifras macroeconómicas y los resultados financieros de sus operaciones productivas y comerciales. El crecimiento no es un mero problema económico, nos recordaba el Cardenal Silva, “sino que se inscribe al interior de un problema ético, de justicia social redistributiva y como un instrumento para resolver la desigualdad social”.
Tanto el Papa Francisco como el Cardenal Silva Henríquez nos instan y nos interpelan para que el mundo social y político, junto a la Iglesia, asuman un rol protagónico en la construcción de una humanidad en que reine la justicia y la paz.
La Iglesia Católica, a través de estos dos grandes pastores, buenos pastores, remueven nuestras conciencias y nos recuerdan con vehemencia que todos nosotros tenemos responsabilidad en la construcción del Reino de Dios a través de la justicia y el amor a los más pobres.
Todos nosotros somos responsables de rescatar “la supremacía del hombre, la inviolabilidad de todos sus derechos, su derecho a la tierra y a la vivienda, su derecho a la educación y a la salud, su derecho al trabajo digno y al descanso, su derecho a sindicarse y agremiarse, su derecho a expresarse e informarse, su derecho a participar responsablemente en las decisiones ciudadanas, su derecho a elegir en conciencia su camino y su fe”, nos enseña el cardenal Raúl.
Y ahora el querido Papa Francisco en la misma línea del Cardenal Silva nos dice que el futuro de la humanidad está fundamentalmente en las manos de los pueblos; en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción el proceso de cambio.
“Los acompaño. Digamos juntos desde el corazón, ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez. Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias. Y, por favor, les pido que recen por mí.”
Es admirable constatar la similitud de pensamiento y acción del Cardenal Silva y el Papa Francisco, genuinos representantes de la Iglesia Santa de todos los días.
Junto al Papa Francisco y al Cardenal Raúl Silva Henríquez digamos:
No a una economía de exclusión.
No a la inequidad.
No a la supremacía del dinero.
No a una economía que mata.
No a una economía que destruye la Madre Tierra.
Pero también junto con ellos digamos.
Sí a la encíclica Laudato SI.
Sí a la protección de los pobres.
Sí a la justicia social.
Sí a la colaboración respetuosa con los movimientos sociales y populares.
Sí a una economía al servicio de los pueblos y sus anhelos de justicia y paz.