El Ministro de Relaciones Exteriores Alfredo Moreno presentó en diciembre pasado la Cuenta Pública de su gestión, abarcando en su más de hora y media de exposición, sus casi cuatro años al mando de esa Secretaría de Estado.
Comienza su presentación con un video, para luego explicar que Chile es un país pequeño(1) (discrepo de este punto), moderno, abierto, que progresa, con valores permanentes y predecibles y con una Política Exterior de Estado(2) que respeta el derecho y los tratados internacionales, que defiende y promueve los derechos humanos y la democracia, y con un énfasis en la integración regional y vecinal.
Los hitos de su mandato podrían resumirse en la elección de Chile como Miembro no Permanente al Consejo de Seguridad de la ONU; la conformación y la presidencia de la CELAC; la constitución e impulso de la Alianza del Pacífico; la inclusión de Chile como “acompañante” en las negociaciones de paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC; la cooperación de Chile en materia espacial; las giras, visitas y reuniones presidenciales con líderes mundiales tales como el Presidente Barak Obama, la Canciller Angela Merkel, el Papa Francisco, entre otros.
La participación de Chile en los organismos y foros internacionales como ONU, UNASUR, OEA; reelección de Chile en el Consejo de Derechos Humanos; el permanente apoyo del Gobierno al Sistema Interamericano de los Derechos Humanos y a la democracia, en general.
Considero que todo aquél que tenga interés por conocer la política exterior de Chile debería analizar esta cuenta pública, independientemente que comparta o no su contenido.
Por otra parte, la Cancillería y el Ministro Moreno, a partir de la Asamblea General de la OEA en Cochabamba (2012) han sido los mejores evaluados del Gabinete Presidencial por la opinión pública, según la empresa encuestadora Adimark. Esto se ratificó nuevamente en la encuesta de diciembre del 2013, donde ambos obtuvieron un 65 % y un 80% de aprobación, respectivamente.
Hago presente que esta alta valoración ciudadana se produjo a menos de un mes de la notificación de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
No obstante lo anterior, me gustaría recordar una anécdota que puede reflejar el sentimiento de normal inquietud y expectación que provoca una controversia judicial de esta naturaleza.
Llevaba poco tiempo de regreso en el Ministerio cuando me encontré en el ascensor con dos trabajadores que estaban trasladando unos bidones de agua. Uno de ellos le preguntó al otro, maliciosamente:
Oye, compadre ¿éste es el ministerio de Relaciones Exteriores?
Sí, claro ¿por qué?
¿A quién le preguntamos cuánto mar vamos a perder con los peruanos?
Y en ese momento, se largan a reír ruidosamente, siendo observados atentamente por el resto de los usuarios del ascensor, todos funcionarios de esa Secretaría de Estado.
Recuerdo que esbocé una sonrisa cómplice y pasiva, porque pese a las declaraciones oficiales de las autoridades competentes, la opinión pública nacional ha mantenido aprensiones del resultado del juicio propiamente tal como también, de la competencia de la referida Corte de la Haya para resolver esta controversia marítima con el Perú.
En ese sentido, ¿cómo explicarles a esos dos trabajadores y/o a la ciudadanía en general, que el Ministerio de Relaciones Exteriores es un mero ejecutor de la Política Exterior del Gobierno de turno, la cual es diseñada por el Presidente de la República?
¿Cómo explicarles que la Cancillería requiere con urgencia una reestructuración o modernización? porque dicho Ministerio es débil en lo institucional y carece de una visión estratégica de largo plazo, transformándose en consecuencia en una organización eminentemente reactiva, como consecuencia de falta de voluntad política para llevar a cabo esas reformas.
¿Cómo aclararles que existe una notoria frustración entre sus funcionarios/as derivado de la fosilización (estancamiento) de la carrera funcionaria. En ese sentido, ningún organismo público o privado puede cumplir su misión institucional con tales deficiencias.
De la misma manera, el cambio de Gobierno ha agudizado un soterrado conflicto al interior de esta repartición pública.
Dos facciones, por un lado, los que apoyan el status quo representado por los Embajadores vitalicios, quienes apelan a su experiencia funcionaria.
En el otro, un grupo ya no tan joven de diplomáticos, denominado los fundacionales, quienes argumentando un necesario recambio generacional, demandan cambios estructurales y mayores responsabilidades aduciendo su capacidad profesional. Es decir, se replica en menor escala lo que ocurre con los candidatos al Congreso.
En este contexto, no pretendo justificar ni un eventual triunfo o derrota ante La Haya.Simplemente creo oportuno hacer presente que los temas vinculados a relaciones internacionales deberían ser atendidos con mayor detención e interés no sólo por los Poderes Ejecutivo y Legislativo, sino que también, por la propia ciudadanía.
Finalmente, no debemos olvidar que la Cancillería debe velar por la integridad territorial y los intereses permanentes del país; protege a los chilenos en el exterior (como lo es el caso del chileno hospitalizado en la isla de Fiji que podría ser repatriado próximamente), proyecta la imagen de Chile en el concierto internacional, entre otras funciones que no son del caso detallar por ahora.
(1)No coincido en su apreciación sobre que Chile es un país pequeño, ya que a mi juicio, nuestro país debería ser categorizado como mediano, en atención a la superficie de territorio (ocupa el lugar 38 a nivel mundial) y con un PIB nominal de USD 270 millones ocupa el puesto número 37, entre otros índices.
(2) Hoy está muy en boga expresar -en especial en la clase política- que “la Política Exterior es una Política de Estado”, sin embargo, pocos entienden su real sentido y alcance.