El 18 de enero de 1919 en Roma la Democracia Cristiana daba a luz su primer partido político en el mundo: el “Partito Popolare Italiano” – PPI. Don (título otorgado a los curas párrocos en Italia) Luigi Sturzo y Alcide De Gasperi, uno de los tres padres de la Unión Europea, fueron sus primeros líderes.
Inspirado directamente en la Encíclica Rerum Novarum y surgido de una difusa red de organizaciones sindicales, campesinas y católicas diseminadas en todo el territorio italiano, el PPI proclamaba un programa político laico y transformador.
En efecto, el PPI se hizo rápidamente fuerte política y electoralmente gracias a la buena difusión de la Acción Católica en el Norte, las organizaciones campesinas en el Centro y la Sociedades Mutualistas en Sur.
Sus principales banderas fueron la defensa de la integridad familiar amenazada por la sobre-explotación económica, el voto femenino, el reconocimiento jurídico y la libertad de organización de clase en la unidad sindical, la defensa de la pequeña propiedad rural ante las amenazas del latifundismo, la legislación social nacional e internacional, la descentralización administrativa y la autonomía de las entidades públicas, la reforma tributaria basada en el impuesto progresivo, el sistema electoral proporcional, la libertad de la Iglesia, el predominio del multilateralismo internacional a través de la Sociedad de las Naciones y el desarme universal.
Esta primera Democracia Cristiana, que fue disuelta por el fascismo imperante en Italia el 5 de noviembre de 1926, fundó un periódico, Il Popolo (El Pueblo) haciendo patente ya en esos tiempos su convicción acerca de la importancia central de las comunicaciones en la actividad política.
En su mejor momento electoral, 1921, eligió 108 parlamentarios de un total de 535 y se convirtió en el más grande partido opositor al naciente régimen de Mussolini en el Parlamento.
Por expresa voluntad de Sturzo, el partido era abiertamente laico, admitía católicos y no católicos, además de interclasista, que tenía su inspiración en la Doctrina Social de la Iglesia, pero que no quería depender de la jerarquía católica, la que fue hostil en los primeros meses de su aparición en la vida política italiana.
Su corta vida terminó cuando el fascismo precipitó con violencia un régimen dictatorial, momento marcado dramáticamente con el asesinato por parte de los escuadrones negros del diputado socialista Giacomo Mateotti en 1924. Todos sus dirigentes tuvieron que buscar asilo en el extranjero.
Pese a lo breve de su primera vida, este Partido Demócrata Cristiano (7 años en total), su experiencia incidió a fondo en la sociedad italiana. El historiador Federico Chabod definió la aparición del PPI como el acontecimiento más notable de la historia italiana del siglo XX.
Por su parte, el comunista Antonio Gramsci escribió que con el PPI “el pueblo italiano habría asumido una forma orgánica y se habría encarnado en las masas el proceso de renovación italiano”.
Es importante destacar el año, 1919, en el que el “comunismo internacional” no existía. La Revolución Bolchevique todavía no consolidaba su dominio sobre el territorio propio (la futura Unión Soviética). Por consiguiente, la Democracia Cristiana no nació para combatir a un comunismo incipiente, sino para superar la explotación capitalista como lo señalaba claramente el mandato de la Rerum Novarum, dictado que fue confirmado en 1962 por el Concilio Vaticano II.
Recordar la corta pero impactante vida del primer Partido Demócrata Cristiano del mundo debiera hacernos reflexionar sobre nuestros orígenes verdaderos y sobre nuestra misión política de servicio al bien común, en vez de confundirnos con cantos de sirenas mercadistas por muy “sociales” que quieran aparecer.