El sociólogo argentino José Luis De Imaz acuñó el término “los que mandan” para ilustrar a quienes ostentaban el poder en su país. En estas notas se intentará señalar algunas características de sus similares en Chile, aunque estos rasgos difieran significativamente de los vecinos.
En el pasado, los que mandaban en Chile conformaban una clase social de origen básicamente rural-agraria, como los describen los historiadores; eran austeros, escasamente ostentosos, orgullosos de sus tradiciones, cerrados con respecto al ascenso social, clasistas y alejados del estudio de las profesiones liberales y, más aún, del mundo científico. Algunos grupos de altos ingresos podían diferenciarse emigrando por períodos hacia el viejo continente, pero los “europeos” recibían una mezcla de reproche y envidia.
Durante el siglo XX, la situación fue cambiando, mediante la formación de una clase media que se incorporó a la ciudadanía gracias a la educación y la industrialización (“el ascenso segmentado”), lo cual se incrementó con la Gran Crisis y el proteccionismo creciente, que hizo surgir a otros empresarios diferentes. El desplazamiento de “los que mandan” se agudizó definitivamente en el Gobierno de Frei con la Reforma Agraria y de Allende, con la pérdida del control de las principales industrias y bancos.
A pesar de varios intentos por recuperar algunos patrimonios al comienzo de la Dictadura, ya la sociedad había cambiado y la apertura del país al exterior terminó por aplastar a los que mandaron en la primera mitad del siglo XX.
El cambio político y social se agudizó durante el régimen dictatorial y los 25 años siguientes, de manera tal que el poder quedó radicado en segmentos con otros valores, en que la austeridad fue sustituida por el individualismo, la competitividad, el consumismo y el arribismo como sus características más notorias. Tal como lo ha descrito Eugenio Tironi, Chile ha ido reemplazando la influencia cultural francesa por la norteamericana.
Haciendo una simplificación, se puede señalar que después del golpe militar y la crisis económica de 1982-83, en Chile había muy pocos empresarios, lo cual ha dado origen a una gran variedad de personas de altos ingresos de naturaleza muy diferente, desde los empresarios “shumpeterianos”, innovadores, hasta una amplia gama de fortunas provenientes de la especulación financiera, que generan un escaso valor agregado, los modernos “pirañas”.
El cuarto de siglo desde el retorno a la Democracia ha sido acompañado por un rápido crecimiento del ingreso nacional, aunque muy mal distribuido. En consecuencia, aparecieron grupos empresariales con enormes riquezas personales que deben encontrar un destino, especialmente si se busca la necesaria diversificación, pero Chile es un lugar muy pequeño. Tal como lo señaló Jacobowsky, “compran y compran; no saben qué hacer con la plata y, por lo tanto, buscan adquirir pertenencia y membresía”. Otros aspiran a formar parte de los “poderes fácticos”, bautizados por Allamand, y adquirir éxito y prestigio.
Por ello, buscan variadas formas para manifestar el poder empresarial, revelándose –especialmente- en el mundo político, económico y social.
Otra expresión menos agresiva es el mundo de los “hobbies”, es decir, las aficiones secundarias que tienen “los que mandan”, las distracciones que los motivan, que por su carácter también cumplen el papel de distinguirlos de los demás y, por lo tanto, son materia de la competencia por ser el mejor, “imitado pero jamás igualado”.
N de la E :Algunos de estos gustos distintivos son abordados en la versión extendida de esta columna: http://www.asuntospublicos.cl/wp-content/uploads/2014/11/1167.pdf