13 ago 2015

El “realismo sin renuncia”

Después del cambio de Gabinete, que implicó la designación de un nuevo equipo político, incluido el ministro de Hacienda, se esperaba una nueva orientación en la estrategia gubernamental. Sin embargo, en los meses siguientes se  ha creado un ambiente de confusión que no permite claridad sobre el futuro del país. En ello ha influido la falta de claridad que se desprende de las interpretaciones de las palabras de la Presidenta en diferentes ocasiones, tales como el contenido de su lema “realismo sin renuncia”, su exposición en el llamado “Cónclave” y su entrevista a “La Tercera”.

Esta falta de comprensión que se ha creado lleva a diferentes interpretaciones, sobre las razones que ha tenido la Presidenta para dejar que los hechos ocurran sin mayores precisiones.

En su intervención en el “Cónclave”, no se refirió ni adoptó posiciones en materias tal esperadas como las políticas económicas, el proyecto de ley laboral que se discute en el Parlamento, ni el camino y contenido de la Reforma Constitucional. Puede obedecer a que en el ambiente existente entre los partidos de la Nueva Mayoría, una definición en asuntos controvertidos agudizaría los conflictos y era preferible delegarlos en sus ministros, tal como ocurrió con Hacienda respecto a la Reforma Tributaria y el proyecto de negociación colectiva y fortalecimiento sindical, y con Educación en relación a la gratuidad de la Educación Superior. En ese sentido, la mandataria actuaría más como Jefe de Estado que como Presidenta, lo cual crea dificultades en un régimen presidencial como el chileno.

La debilidad de los partidos políticos de la Nueva Mayoría puede haberla llevado a la creencia que no podrían subsistir con éxito fuera del Gobierno, especialmente cuando están ya cercanas las elecciones municipales y parlamentarias. Tal como lo graficó acertadamente Ascanio Cavallo, “el que se mueve no aparece en la foto”, lo cual también fue expresado por la Senadora Allende al señalar que “estamos todos en el mismo bote, y el que quiera salirse, se hunde”. Esa creencia fortalecería su poder e independencia personal, pero tampoco puede extremar sus posturas formales y explícitas.

Su lejanía con los temas económicos le llevó en su anterior Gobierno a delegarlos en el Ministro Velasco y, en el actual, en el ministro Arenas, ambos determinantes en la confección de los respectivos programas. Una indicación ilustrativa es la pertinaz referencia a su Programa, pero olvidando que en esa carta de navegación también se considera explícitamente que, al término de su ejercicio, no habría déficit fiscal, lo cual la obligaría al ingrato papel de postergar varios programas sociales, dejando de cumplir los actuales valores ciudadanos que enfatizan los derechos pero no los deberes.

También se puede plantear la hipótesis que la Presidenta Bachelet no ha resuelto su contradicción entre su corazón “retroexcavador” (“sin renuncias”) y su racionalidad, que le lleva a admitir que es necesario fijar prioridades y alterar algunas urgencias.

En este sentido, su enérgico rechazo a que el cambio de gabinete implicó “un giro al centro” o un “cambio de rumbo” encontraría una explicación. Sin ir muy lejos, en el pasado se reflejó en su accionar como ministra de Salud en el Gobierno del Presidente Lagos y en el de sus sucesoras durante su anterior Administración y en el actual, al seguir políticas  caracterizadas por un profundo estatismo.

Otra interpretación obedece a la aspiración a cumplir su Programa, el símbolo de su  Gobierno, ya que es la instancia para asegurar lo prometido, sino también de implementar lo que no pudo realizar en su anterior Administración. Sin embargo, se podría argumentar que pocas personas en Chile pueden mostrar una trayectoria tan exitosa como la Presidenta Bachelet: ministra de Defensa respetada, que reivindicó con sus méritos la figura de su padre; fue elegida como mandataria y terminó su tarea con una asombrosa popularidad; tuvo una destacada tarea en las Naciones Unidad, siendo sindicada como posible Secretaria General de la entidad; ganó su reelección sin oponentes serios y con un aplastante respaldo, sólo le falta finalizar este gobierno con un respaldo claramente mayor  al actual.

La Presidenta ha sostenido que cree más en la cercanía y el contacto con los ciudadanos que en las encuestas de opinión; aquí puede estar la convicción que se puede repetir el proceso ocurrido en su anterior Gobierno, en que tuvo un respaldo minoritario después de las movilizaciones estudiantiles, para terminar el período con una masiva aprobación.

La Presidenta Bachelet ha señalado orientaciones que es necesario considerar para las tareas que realiza el Parlamento, a partir de su lema “realismo sin renunciar”, pero anunciando al mismo tiempo que “va a ser necesario jerarquizar y darles mayor gradualidad a algunos aspectos de nuestros compromisos”. Ese contexto es necesario adecuarlo a su afirmación “sin crecimiento no hay reformas sustentables”, a lo cual se agregó la necesidad de ser “fiscalmente responsable”.

En definitiva, se trata de mantener las líneas centrales del Programa comprometido con la ciudadanía, utilizando con eficiencia los recursos fiscales, de manera de lograr conjuntamente una contribución al crecimiento económico y reducir la desigualdad que existe en la sociedad chilena.

Para ello es necesario terminar con “la arritmia” y las “señales contradictorias” mencionadas por los diputados Auth y Tarud y, aunque le cueste, ratificar la delegación de poder  que significó la designación de los Ministros Burgos y Valdés.

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