Nunca es bueno esconder las dificultades debajo de la alfombra y eso es lo que por estos días enfrenta la Nueva Mayoría. Diferencias que son legítimas, han asomado en la agenda entrampando lo que hasta ahora ha sido un buen Gobierno. No es sano, a mi entender, que estas divergencias políticas lleguen a un punto más allá de lo que es sano en democracia: ataques personales u hostigamientos entre aliados.
La Democracia Cristiana no tiene que dar cuenta de sus actos ante nadie más que la ciudadanía.Y para eso, la historia basta y sobra.
Fue la Democracia Cristiana la que inició el proceso de la Reforma Agraria que devolvió la dignidad a miles de familias del campo que habían sufrido la explotación, la humillación y la pobreza durante generaciones y generaciones.
Cuando esas familias y esos grupos sociales recuerdan lo que fue la gesta de devolver la tierra a la gente que la trabajaba, los nombres de Eduardo Frei, Hugo Trivelli y muchos otros militantes DC imprimieron su sello en esta histórica reforma.
Fue la Democracia Cristiana la que inició el proceso de recuperación del cobre para Chile; sentamos las bases de lo que luego sería la nacionalización del metal que hoy es clave para el desarrollo de las políticas sociales que impulsaron todos los gobiernos desde el retorno de la democracia.
La izquierda chilena le debe mucho a la DC y la DC le debe mucho a la izquierda chilena. Es nuestro sino: colaborar lealmente para que esas transformaciones hayan podido ser carne y llevarse a cabo finalmente.
Esa colaboración está labrada a fuego por nuestra historia común en tiempos de la dictadura, donde el compromiso de la DC para los perseguidos de los partidos de la ex UP pudieran tener un alivio ante tanta atrocidad avalada por una derecha que planeó y financió el Golpe.
Es entendible que las nuevas generaciones obvien esto, pero es deber de los políticos y de los partidos, hacerse cargo de esta historia y de la responsabilidad política que conlleva ser gobierno.
La DC va orgullosa defendiendo sus postulados porque entiende que es su aporte a una mejor política, más completa, más unitaria e integradora.
El mensaje de la Presidenta Bachelet ha sido impulsar la inclusión. Nadie entonces tiene derecho a trabajar en sentido contrario.