De los hechos políticos de los días recientes, lo más probable, es que la imagen que haya quedado sea la de ásperas controversias entre los diferentes integrantes del bloque político de la Nueva Mayoría, además, lo más seguro es que ellas pertenezcan a ese tipo de materias de la exclusiva atención de las fuerzas partidistas que se ven involucradas en tales desavenencias.
No cabe duda que es del más alto interés de los propios protagonistas que este ensimismamiento en temas del propósito proselitista de cada uno sea prontamente reencauzado, con vistas a reponer y revigorizar la acción común y las tareas de gobierno de las figuras y formaciones políticas participantes.
Los Partidos deben sobreponerse a las distancias que los separan y reagruparse en la labor de hacer viables las reformas que la sociedad respalda y espera.
La democracia chilena, a través del bloque de la Nueva Mayoría, ha contraído un compromiso de reformas estructurales que encaren decididamente la desigualdad en nuestro país que, sólo son posibles de realizar, con una mayoría nacional que las haga realidad. Sin esa mayoría las reformas sencillamente no son alcanzables.
Esta es la razón que determina que la unidad es irreemplazable, un actor que se reste y la mayoría deja de ser tal.
En consecuencia, ninguna fuerza debiese subvalorar a otra u otras de las partes, así como, ninguno debiese especular con su propia y esencial contribución a la causa común. En la reciprocidad y el respeto mutuo radica la clave del entendimiento.
Esa mentalidad permite valorar la diversidad y no menoscabar los puntos de vista en que se expresen las divergencias, inevitables frente a transformaciones de tanto alcance y trascendencia para Chile.
Todos las fuerzas son necesarias. Nadie puede asumirse en un rol de “partido patrón”, pues ello simplemente haría imposible la permanencia a largo plazo del bloque gubernamental.En tal sentido, los chovinismos partidarios, es decir, el exclusivo celo por la camiseta de cada cual puede ser muy útil para la conformidad de la militancia propia, pero severamente riesgoso para la enorme responsabilidad de gobernar el país y sacar las reformas adelante.
La tarea de gobernar es por su esencia y naturaleza un esfuerzo de alcance nacional, que realizada en democracia tiene fronteras, pues el poder no es ilimitado y con el no se puede hacer cualquier cosa.Los críticos hacia una actitud de diálogo parecen olvidar esta condición básica de la comunidad democrática de la que formamos parte.
De manera que todo esfuerzo por la unidad y el entendimiento, bienvenido sea. Esa voluntad hará posible las reformas estructurales y posibilitará el fortalecimiento de la estabilidad democrática en Chile.