En estos días en que se ha convertido en una moda denostar los acuerdos políticos y en que el debate parlamentario sobre la reforma tributaria enciende los ánimos, me viene a la memoria la figura firme y serena de Bernardo Leighton y su papel en años decisivos en que la crisis embargó los ánimos y las conductas de la mayoría.
Me refiero al hombre público y al diputado que hizo de la política una vocación y un servicio al país, que supo anteponer siempre el bien común a sus propios anhelos y que fue consecuente hasta el final con sus convicciones republicanas y democráticas.
Colocado en la oposición, Bernardo Leighton buscó solucionar los problemas que atravesaba el país en un diálogo franco con Salvador Allende.Siempre fue contrario a las posiciones cerradas de trinchera.Valoraba el diálogo y propiciaba acuerdos que permitieran al país avanzar en el camino de la justicia social respetando el derecho.
El desenlace trágico de la crisis que vivía la sociedad chilena no era inevitable: el dilema no era entre enfrentamiento armado o golpe militar, sino entre democracia y dictadura. Caro pagó el pueblo de Chile esos errores.
Desde joven, siendo universitario, Bernardo Leighton defendió la democracia y se manifestó siempre contrario a toda asonada militar. Afirmaba.
Pienso honradamente que cualesquiera sean los defectos y deficiencias, nunca insuperables, de nuestro sistema democrático, su mantenimiento es inmensamente más ventajoso para el país y en especial, para los hombres de trabajo, que su conclusión o su reemplazo por el gobierno del dictador más inteligente, más amplio y más fuerte que pudiera concebir nuestra fantasía, porque ni aún así, este tipo de gobernante arbitrario se encuentra exento de cometer errores y atropellos que no hay manera de prevenir ni de reparar.
Durante la UP mantiene la misma posición.
Desde los inicios de la Administración de la Unidad Popular, existió el problema que no ha encontrado solución adecuada en el mundo moderno, menos aún en los países latinoamericanos, relativo a realizar un proceso de transformación profunda e inaplazable de la sociedad sin romper los marcos básicos y formales de las democracias actualmente en vigencia.
Hasta ahora, o se ha abandonado el proceso, o se ha abandonado la democracia. Todos comprendíamos que este problema gravitaba simultáneamente, bajo distintos grados de responsabilidad sobre las espaldas del gobierno de Allende y sobre las espaldas de la DC que no en balde era el primer partido político del país desde la elecciones municipales de abril de 1963.
Nosotros, demócratas cristianos, no fuimos jamás adoradores fetichistas de nuestro sistema constitucional que considerábamos deficiente, y por eso, durante nuestro gobierno propusimos y logramos importantes reformas; simplemente pensábamos y pensamos que nuestra larga experiencia de estabilidad jurídica era positiva, adaptable y fecunda, base insustituible para continuar la transformación y el progreso de Chile en libertad y en democracia, vale decir en dignidad cívica.
Siempre, incluso cuando desde mediados de 1972 el país parecía sucumbir en un torbellino de insensatez, rechazó a toda intentona golpista.
Desde hace tiempo, tal vez desde hace más de un año declaré reiteradamente en público y en reuniones privadas del Partido, que si, dentro de las circunstancias que vivía el país hasta el 11 de septiembre, se producía cualquier golpe de fuerza contra el gobierno de Allende, yo no solamente lo repudiaría, conforme al planteamiento invariable de la DC, sino que además me colocaría al lado del Gobierno Constitucional desde el sitio en que materialmente pudiera hacerlo.
Siempre creí que el país se detendría al borde del abismo. No sucedió eso. Caímos en el abismo, pero estamos vivos y debemos luchar. A Dios gracias, tengo bastante claridad de juicio, por lo menos en cuanto a mí como chileno, como demócrata cristiano y como diputado, en los oscuros tiempos que empezamos a vivir.
Ante la Junta Militar, encabezada por Pinochet, sólo cabe la resistencia cívica y la lucha por la restauración democrática. Exclusivamente lo que conduzca a esa finalidad justifica el trato con la Junta. Esta es y será mi línea política.
Invitado a Italia por un importante sector de la DC de ese país europeo, se esforzó por explicar el significado político de los trágicos acontecimientos que Chile estaba viviendo, llamando a la resistencia cívica y a la coordinación de acciones entre las diversas fuerzas políticas, entonces muy distantes.
En septiembre de 1976 milagrosamente escapó con vida de un atentado contra su vida en Roma, planificado y organizado por la DINA, que estremeció a la sociedad italiana y a Chile. Habían intentado asesinar al “hermano” Bernardo”.La razón, su compromiso con la resistencia cívica a la dictadura y la búsqueda de coordinación política entre todas las fuerzas sociales y políticas que luchaban por la libertad.
El sectarismo contribuyó a socavar la democracia en 1973. Las fuerzas políticas fueron incapaces de legitimar en la sociedad la fuerza del diálogo, respetando sus puntos de vista, y alcanzar así acuerdos. Lo que no significa abandonar la regla de la mayoría en el Parlamento, sino deliberar con la mente abierta y sin prejuicios, escuchando la posición del adversario, sabiendo que en materia política nadie tiene la verdad completa.
Para lo cual es fundamental no descalificar. Tampoco cada cual debe encerrarse en sus propias posiciones. El Parlamento está concebido para que se manifiesten las diversas posiciones e intereses y – según H. Kelsen – se busque el mayor entendimiento posible, resolviendo por mayoría las discrepancias existentes.
La minoría parlamentaria tiene derecho pleno a manifestar su punto de vista en las distintas instancias del debate legislativo buscando influir en los proyectos presentados por el Gobierno. Y los parlamentarios que las respaldan también deben buscar con lealtad perfeccionar esas propuestas.
No existe ningún proyecto de ley relevante que no haya salido enriquecido del debate parlamentario. El problema se plantea cuando se enrarece el clima político, priman las pasiones y la discusión sube de tono.
Ciertamente estamos en un escenario muy diferente al que le tocó enfrentar a don Bernardo.Pero su recuerdo puede servir para prevenir ciertas conductas disruptivas y cuidar la democracia cuya pérdida tanto tuvimos que lamentar como país.
Algunos califican nuestra democracia de “tramposa”, sin reparar que desde su restablecimiento el país ha avanzado sensiblemente y se han introducido cambios constitucionales relevantes. Hay que perseverar en ese camino y no plantear “saltos al vacío”, que sólo la fuerza sabe llenar.
La figura de Leighton enaltece la actividad política. La vuelve a su fin propio. Su ejemplo interpela a todas las fuerzas políticas llamándolas a las exigencias de la amistad cívica y el servicio al país.