La distancia que separa la candidatura de Evelyn Mathei con la de Michelle Bachelet, es una brecha amplísima al igual que su aislamiento político y electoral.
Tal realidad ha obligado a la candidata de la derecha a un fuerte remozamiento de su comando de campaña con vistas a la dificultosísima empresa de no debilitarse aún más hasta el 15 de diciembre, sino que, al menos, dar la imagen que remonta en parte la brecha instalada en el escenario electoral.
En efecto, más de veinte puntos porcentuales y un duro conflicto con la figura que podría ser más cercana, como es el caso de Franco Parisi, configuran una situación potencial que podría marcar una diferencia enteramente indeseable, no sólo para las pretensiones relativas a estos comicios, sino que para el anhelado deseo de remontar el año 2017, en las futuras elecciones presidenciales.
Por eso, la Moneda asume el ingrato rol de tomar el timón de la nave que hace agua, de asistir en la emergencia y de evitar su naufragio.Por encima de las sonrisas que venden un optimismo irreal, esa tarea de salvataje es lo que representa la participación de la Primera Dama en el Comando de Mathei.
Junto a ello, las giras ministeriales, los apremios presidenciales en la prensa y otros hechos, indican la urgencia que se otorga en las altas esferas al propósito de ganar algunos “puntitos” para reducir la distancia.
Una vez más hemos de advertir que se ha confundido, ya demasiadas veces, en las alturas del poder, el respaldo político a sus partidarios con el intervencionismo ramplón, que hace uso ilegítimo ya sea de la billetera fiscal expresada en canastas familiares u otros beneficios de tal carácter, o en anuncios grandilocuentes de obras que no tienen sustento, ya que el gobierno que las compromete simplemente se acaba.
En el ancho mundo de la “nueva mayoría” sólo las rupturas, escisiones o ánimos de fronda, podrían opacar la definitiva configuración del triunfo en la segunda vuelta. Las reformas comprometidas exigen la presencia de todas y cada una de las fuerzas que se han constituido en la alternativa de gobierno liderada por Michelle Bachelet.
La nueva correlación de fuerzas en el Congreso Nacional es notoriamente más auspiciosa, pero ninguna de las vertientes que han conformado el nuevo escenario se puede restar, o peor aún, ser excluido.
Desde el histórico triunfo del NO en 1988, que la unidad en la diversidad ha sido la clave para avanzar.
Se trata de protagonistas con identidad diferente, con múltiples fisonomías que hacen del bloque democrático un caudal de propuestas y energías que se debilitaría cualitativamente si faltara alguno de ellos.
De modo especial, articular la reforma educacional con la reforma tributaria para financiarla, pondrá en la agenda ese decisivo desafío de ser capaces de articularse y de unirse, asumiendo la diversidad esencial que configure a la Nueva Mayoría, para concretar una reforma social que cambia los propios paradigmas con que se desarrolla la convivencia nacional, en que los derechos sociales de ciudadanos y ciudadanas ya no depende de la capacidad de pago de cada cual, sino que constituye una inequívoca responsabilidad del Estado.
De manera que poner el acento en lo que une y no en lo que nos separa es la madurez que se solicita de fuerzas y protagonistas que están prontos a alcanzar la enorme responsabilidad de gobernar los destinos del país.