Los ingenieros políticos del oficialismo, han movilizado una voluminosa cantidad de recursos humanos y materiales con el propósito de apagar el incendio que ha arrasado las relaciones políticas entre los dos partidos que sustentan el actual gobierno. No lo han logrado, pero al menos han tenido un mínimo resultado; al parecer Renovación Nacional tendrá que resignarse una vez más, y la Unión Demócrata Independiente le impondrá su voluntad. En esta ocasión la candidatura Matthei.
Desde La Moneda se han movido los hilos para que la sumisión sea lo que prime en la derecha.
La amenaza del desorden definitivo en sus filas, como término de una gestión gubernativa totalmente caotizada por los conflictos internos, determinó que se pasara por encima de cualquier consideración o escrúpulo. RN debía someterse cuanto antes.
Está en juego para la autoridad gobernante, no sólo el resultado presidencial del 2013, sino que también un horizonte más lejano, aquel correspondiente al 2017 que preocupa intensamente en la cúspide del poder.
Sin embargo, hay un dilema mucho más profundo en debate. Se trata de si RN será capaz de actuar con su propio criterio frente a disyuntivas tan esenciales como el reemplazo del sistema binominal y las reformas institucionales que permitan avanzar hacía un pacto constitucional que tenga el mérito de concluir en una nueva institucionalidad, redimensionando y renovando profundamente el sistema político y configurando las bases conceptuales que permitan una nueva Constitución en Chile, “nacida en democracia”.
El desorden aliancista radica en la disidencia de sectores gravitantes en la centro derecha hacia la imposición de un inmovilismo político e institucional enraizado en el núcleo hegemónico que dirige la UDI.
Por el contrario influyentes opiniones concluyen que RN debe recuperar con urgencia una actuación con un espacio autónomo y que deberá atreverse a caminar hacia un pacto constitucional con las fuerzas que hoy son de oposición y que mañana serán de gobierno.
Se ha establecido la convicción mayoritaria en Chile que transcurridos más de treinta años, Chile no puede seguir amarrado al esquema institucional impuesto por Pinochet en 1980.
Más allá de las escaramuzas vinculadas a la imposición de la candidatura Matthei, un flujo de poderosas corrientes subterráneas seguirá estremeciendo a la derecha chilena.
Como he señalado, se trata de concluir la despinochetización de la institucionalidad del país. Con ese propósito hemos propuesto una vía institucional.
Lo anterior es razón más que suficiente para seguir en el esfuerzo de configurar una potente mayoría democrática que abra paso a las reformas y transformaciones que afiancen a largo plazo, por la vía del cambio, la estabilidad democrática en nuestro país.
La perspectiva que se presenta a la nación es materializar las reformas que afiancen la gobernabilidad que la derecha con sus conflictos insolubles no puede asegurar en un horizonte estratégico para Chile. Ese objetivo exige un nuevo gobierno el 2014, y las mayorías parlamentarias que lo respalden.