Me ha tocado vivir un duro pero injusto cuestionamiento ante una situación que me es enteramente ajena, la imposibilidad de los partidos de oposición para conformar un pacto parlamentario que incluyera elecciones primarias legales en aquellas situaciones en que fuera “necesario”. Este acuerdo político se suscribió solemnemente el 5 de octubre del 2010 y se pretendía con él refundar una coalición o alternativa de gobierno.
Como es sabido, renuncié a la presidencia del Partido Socialista inmediatamente de concluida la segunda vuelta de los comicios presidenciales que ganó la derecha e instalaron al actual Mandatario en La Moneda.
En tal ocasión, asumí la parte de responsabilidad que me correspondió en la derrota presidencial. Ahora bien, en este nuevo episodio no tuve ninguna responsabilidad ni en la adopción de este acuerdo ni en su implementación.
He defendido, por supuesto, la idea que sin la renovación del acuerdo estratégico entre las fuerzas de izquierda y de centro no se logran generar las condiciones políticas para que se configure una nueva mayoría nacional, social y política, capaz de impulsar, instalar en la agenda nacional, procurar con tenacidad y alcanzar finalmente, las reformas de fondo de efecto estructural para que Chile afiance su estabilidad como nación, robustezca el Estado, sea capaz de potenciar su economía y de hacerse cargo de la desigualdad, que se ha transformado en el gran obstáculo para una comunidad integrada, dotada de un proyecto de país compartido, legitimado y realizado por esa mayoría nacional que le abra paso ante las dificultades que toda empresa o propósito tan ambicioso, inevitablemente, encontrará en su camino.
Estoy consciente que mi punto de vista no es unánime. No podría serlo. Mi reflexión es una manera de conceptualizar y diseñar un camino estratégico, en que es imposible que haya una sola opinión.
Pero, ante la ausencia de otros diseños, me atrevo a esbozar un plan que debe orientar la acción política, con una perspectiva, con pasos sucesivos y coherentes, que expliquen por qué se toman unas decisiones y no otras. Sabemos demasiado bien que sin una carta de navegación se aumenta el riesgo que se desnaturalice la política en un exclusivo afán de poder.
Como Presidente del Senado, impulsé el intercambio de ideas y opiniones, sin limitarme a las fronteras formales de gobierno y oposición. Surgió un fruto muy significativo, que la desigualdad es el desafío esencial del país. Así lo reconocen los centros de estudios y los avances programáticos de las candidaturas presidenciales.
Muchos piensan que el mejor camino para derrotar la desigualdad es una crisis política lo suficientemente profunda para provocar una inestabilidad institucional que genere una Asamblea Constituyente y se cambie de raíz el panorama político nacional.
No pienso así. Eso me genera detractores que me descalifican en lo personal. Es lamentable. Pero aquello no cambia mi convicción, que pensar en una “situación revolucionaria”, como la que generó la Revolución Rusa en 1917 es un error muy profundo, porque los hechos históricos no se repiten y la humanidad ha experimentado un cambio de epoca que recién comenzamos a captar en todas sus dimensiones.
Por eso, mi propuesta es la de reformas sucesivas, como lo hizo Allende por lo demás, pensando en afianzar y renovar la institucionalidad, para lograr que la misma sea capaz de evolucionar y en su fortaleza -y no en su debilidad- reposen las transformaciones que el pueblo de Chile, una mayoría nacional consistente, se vaya dando y generando en un proceso que, tal vez, no tiene la espectacularidad que muchos desearían, pero que en la tradición y las circunstancias chilenas, es el único sostenible para crear y consolidar la mayoría nacional que lo haga realidad y para avanzar hacia una nueva Constitución en nuestro país.
Estas preocupaciones, junto a mi esfuerzo legislativo, me han absorbido. La ley de Pesca y mi esfuerzo para evitar que el mar se entregara a siete familias, la situación laboral en la región de Los Lagos, el drama de la violencia intrafamiliar, la ejecución presupuestaria, en particular lo desfavorable que ha sido hacia las comunidades indígenas. Además, desde el 2010 a la fecha, he publicado tres nuevos libros.
Por tanto, no he tenido participación en negociación ninguna. Pero sí acepté la decisión de primarias legales abiertas. Estas se cayeron y me hacen responsable de tal situación. Me parece una completa injusticia.
Acepto que existan aquellos que rechacen frontalmente mis ideas y opiniones. Pero estoy cansado que los que nunca aportan nada para meditar y definir el rumbo estratégico, se aprovechen para denostarme e intenten, a propósito de esta situación no creada ni buscada por mí, reavivar odios de bajas pasiones.
Soy socialista y moriré socialista. Como tal, jamás me callaré ante la arbitrariedad y la acción irracional, menos aún cuando se diga que esa lesiva conducta se hace por los más pobres.
Rechazo desde mí ser más profundo el paternalismo y aspiro a una sociedad democrática, en que los más humildes sean capaces de decidir su propio destino.