Se ha vuelto una costumbre del Ejecutivo lanzar grandes anuncios y eslogans para las fechas emblemáticas. El turno de estos días fue el 1º de mayo, Día de los Trabajadores, para ahora anunciar sendos proyectos para mejorar el seguro de desempleo, el sistema de pensiones, mejorar el acceso al trabajo de jóvenes y acabar con discriminaciones al interior de las empresas.
Es paradojal que estos anuncios se hacen justo cuando el Gobierno le da un portazo a los trabajadores en sus pretensiones de tener un sueldo mínimo que sea digno y justo en el contexto económico actual. Es difícil comprender la ortodoxia de la derecha, pero esa inflexibilidad lleva a algunos de sus líderes a pensar que un trabajo de 300 mil pesos, sin derecho a negociar colectivamente, incluso sin contrato fijo ni cotizaciones, es un trabajo “de calidad”.
Para qué hablar del sueldo mínimo. Bueno, esa es una de las diferencias centrales entre la derecha y quienes proponemos una mirada más inclusiva. Para ellos, las personas están al servicio de los indicadores, al servicio de una economía que beneficia principalmente a su sector; para la oposición, la economía debe estar al servicio de la gente.
Datos de la Fundación Sol indican que el 55% de los empleos creados en los últimos 3 años son para mujeres, de los cuales el 71,4% corresponde a trabajos subcontratados, servicio doméstico y empleos por cuenta propia. En tanto, la encuesta de empleo de la Universidad de Chile mostró que entre 2011 y 2013, el ingreso de los empleadores subió 56,3% mientras que el de los obreros sólo lo hizo en un 13,3%.
¿Dónde está la calidad del empleo entonces?¿Qué país ve la derecha?¿Qué país quiere la derecha?Cuando más de un millón de trabajadores en Chile no tienen acceso a un contrato de trabajo, no se puede hablar de condiciones de pleno empleo o de “paraíso laboral”. Nadie desconoce los avances, pero hay que ser cautos en vender una imagen que dista mucho de ser idílica.
Si a eso le sumamos serias dudas respecto de cómo el Gobierno presenta sus logros y éxitos con mediciones puestas en tela de juicio, entonces tenemos un panorama que nos obliga siempre a ponernos de parte del más débil.
Un sueldo mínimo de 205 mil pesos no es ni de calidad, ni responsable, ni justo. Hay opciones, principalmente entregando instrumentos de promoción a las pymes para que puedan compensar estos mayores costos, con trato preferencial de parte de las grandes empresas y también del Estado.
La oportunidad de levantar un gran acuerdo nacional pro pyme, con la posibilidad de elevar el sueldo mínimo, está a la vuelta de la esquina.
Si el gobierno no quiere legar sólo fiascos, puede poner sobre la mesa un sueldo mínimo de 250 mil pesos más una batería de medidas de apoyo y facilitación para las pymes que van desde el tema tributario hasta la tramitación de permisos.En suma, que lo que se ha hecho para las grandes empresas, también se pueda replicar para la pequeña, micro y mediana empresa.
Eso reflejaría una agenda laboral coherente que sumaría elementos de crecimiento con el de justicia social, simetría entre las partes y una mejor distribución de los éxitos económicos.