“A casi tres años el mega terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, la Red de Monitoreo Sísmico de Chile presenta una fragilidad preocupante”.
Así comienza el extenso y casi didáctico comunicado que el jueves 24 de enero publicó en su página web el Servicio Sismológico de la Universidad de Chile.
Pero esta situación no sólo es alarmante en sí misma, sino que al ver el contexto en que se ha desarrollado, resulta aún más preocupante.
Durante los tres años de la actual administración, han habido tres directores de la máxima institución técnica en emergencias del país-ONEMI.Los últimos dos en carácter de subrogantes.
A fines de 2010, los cerca de 18 millones de dólares asignados por el gobierno anterior a la Universidad de Chile, a objeto de fortalecer la red sismológica, fueron inexplicablemente solicitados de vuelta por ONEMI, en ese entonces dirigida por Vicente Núñez, sin que al día de hoy se haya conectado ni uno de losinstrumentos adquiridos con dichos recursos.
Cerca de 600 instrumentos (la red a la fecha tiene cerca de 150), permanecían almacenados en bodegas de ONEMI y el presupuesto de la nación para 2013 no contemplaba los recursos necesarios para su instalación a la red sismológica de la Universidad de Chile. Señal inequívoca que su destino era cualquiera, menos ser parte del monitoreo sísmico.
Desde agosto de 2012 la Universidad de Chile ha realizado innumerables gestiones para sensibilizar, alertar a la autoridad sobre la fragilidad y necesidades de robustecimiento de la red sismológica. Sin embargo, si hablamos de medición por resultados, ninguna de esas gestiones formales sirvieron para que los ministros del Interior Rodrigo Hinzpeter y Andrés Chadwick respectivamente, así como los Directores (S) de la ONEMI, pasaran de los puntos de prensa y anuncios, a lo concreto, es decir, traspasar los dineros para robustecer la red sismológica nacional.
Un Convenio que debió asegurar la continuidad operacional y robustecer la red a partir del 1 de enero, simplemente no se materializó en su debido tiempo.
Para coronar esta serie de sorprendentes actuaciones, ahora debemos sumar las declaraciones del recientemente asumido Director(S) de ONEMI, quien ha señalado “mi impresión es que hoy estamos mejor que nunca”.
Sin desconocer la cuota de optimismo que toda autoridad debe tener, claramente no se condice con la realidad existente.
Resulta extraordinario que hoy, para financiar las comunicaciones esenciales para que las estaciones transmitan su información al centro de procesamiento, y así también a la comunidad internacional, como por ejemplo al Centro de Alerta de Tsunami del Pacífico, PTWC, se deba prácticamente recurrir a la caridad internacional, pues tal como ha señalado el Director Científico del Servicio Sismológico, actualmente han debido solicitar ayuda económica a sus redes internacionales.
Conversaciones con las máximas autoridades del país por cerca de seis meses, además de un mega terremoto, no han bastado para tomar las medidas necesarias para robustecer la red sismológica nacional, pues en definitiva los recursos económicos están, el problema es que hasta el momento no en las manos correctas, por más explicaciones que intente dar el Director(S) de la ONEMI, quien ha estado lejos al menos de demostrar conocimiento del sistema de emergencias y la red sismológica nacional.
Destacable es la acción tomada por la Universidad de Chile, pues junto con informarnos sobre el riesgo existente, de manera anticipada y no posterior a una catástrofe, rompe una dinámica común y no menos habitual, que suele traducirse en actos de transparencia que se realizan como consecuencia del daño ya causado, de acciones de fiscalización o simplemente como un acto obligado por una tercera institución.
Ahora corresponde a otros cumplir con su trabajo, a nosotros como ciudadanos activos, exigiendo a las autoridades soluciones concretas, y por cierto a las instituciones fiscalizadoras, esperando que su desempeño sea al menos mejor que el mostrado por quienes tienen a cargo velar por nuestra seguridad.