En el año 1919, el General Douglas MacArthur se convirtió en Superintendente de la Academia Militar en West Point, lugar donde se formaba la elite militar de entonces.Cuando el General MacArthur tomó su lugar en la Academia, ésta requería de profundas reformas y por ello ordenó cambios drásticos en aspectos tales como la modernización de los planes de estudios, atléticos y disciplinarios. En pocos años West Point resurgió como una de las mejores academias militares del mundo, manteniendo hoy esa tradición.
En virtud de la anterior, estos cambios permitieron al General MacArthur detectar en los diversos cursos que se impartían, a aquellos alumnos sobresalientes en la carrera militar, de acuerdo a sus capacidades y méritos. Estos alumnos serían conocidos como los generales de MacArthur, y fueron ellos los que ganaron la Segunda Guerra Mundial.
En el caso chileno, pero en el ámbito diplomático, la actual administración ha instaurado un proceso paulatino de reformas con el objeto de modernizar la Academia Diplomática “Andrés Bello”. Los diplomáticos celebramos esta iniciativa tanto en materias de actualización de la malla curricular, como también la extensión, renovación y creación de medios de comunicación tanto escritos como digitales.
En ese sentido, y con el fin de seguir aportando a esta modernización paulatina, es fundamental que se mantengan en 20 los cupos para ingresar a la Academia, considerando que existe un déficit de aproximadamente 100 funcionarios que requiere el servicio exterior. Para simplificarlo, tenemos muchos generales y poca tropa.
En este punto, cabe señalar que este año las postulaciones a la Academia Diplomática se incrementaron un 20%, en relación a procesos anteriores, lo que demuestra que todavía hay interés de los jóvenes universitarios por esta profesión.
No obstante lo anterior, es necesario recalcar que aún existen temas que ameritan con urgencia una pronta solución. Un claro ejemplo de estos aspectos son los bajos sueldos que percibirán durante sus primeros años los alumnos a la Academia Diplomática. Sus sueldos son casi equivalentes a lo que el Estado gasta en la mantención y cuidado de nuestros reclusos o presos.
Desde este punto de vista y ya desde una perspectiva del cruel mercado laboral, es inconcebible pretender que los mejores egresados de nuestras universidades, que disponen de posgrados y hablan adecuadamente al menos un segundo idioma, perciban tan bajas remuneraciones.
A lo anterior, es necesario agregar como agravante de lo expuesto, que estarán sujetos a una carrera funcionaria fosilizada y dirigidos en muchos casos por embajadores vitalicios.
En definitiva, si la Cancillería no modifica el actual escalafón funcionario, permitiendo con ello una mayor movilidad en la carrera funcionaria, nos transformaremos en un futuro cercano en un verdadero “Jurassic Park”.
Además, tal como lo señaló el doctor Alberto Sepúlveda en el cierre del Primer Congreso de la Asociación Chilena de Especialistas Internacionales -ACHEI- “los diplomáticos chilenos se han transformado en la elite del sector público, en consideración a los requisitos académicos que deben reunir para poder ser admitidos a nuestra reconocida academia diplomática”.
Es importante y urgente diseñar una visión estratégica de mediano plazo en la Cancillería, la cual necesita contar con medios económicos y humanos acordes a la agenda internacional. No es posible conservar la misma estructura orgánica y recursos humanos que datan desde los años 70 y con un presupuesto similar sin grandes variaciones cada año, lo que no se condice con las necesidades de una nueva Cancillería.