Con tirria reacciona la derecha chilena cuando algunos dirigentes estudiantiles hemos hecho un público llamado a los parlamentarios a no caer en la política de los consensos entre cuatro paredes.
Desde el retorno a la democracia, las instituciones políticas chilenas no habían sido puestas en tela de juicio, menos aún el modelo neoliberal.
La política de los consensos y el binominal en el Congreso propiciaron un escenario cómodo tanto para la Concertación como para la Derecha, quienes omitieron durante todo este tiempo debates sobre problemáticas de fondo, de carácter estructural, generando un status quo en el país que sólo ha beneficiado a los grandes intereses económicos en detrimento de la mayoría del país.
El llamado relato concertacionista bastó para mantener durante 20 años el sistema en una quietud al amparo de la idea de transición a la democracia, pero no pudo hacerle frente a la necesidad de transformaciones político-sociales que Chile necesitaba, dejando el camino libre a la Derecha y a Piñera para hacerse del gobierno.
Pero este año hemos visto cómo la sociedad ha tomado conciencia respecto a las profundas desigualdades en las cuales vivimos, donde uno de los nudos centrales que sustentan y perpetúan estas desigualdades es el modelo educacional. A seis meses de iniciadas las movilizaciones, no ha habido voluntad política capaz de dar respuestas a las demandas estudiantiles que alcanzan más de un 70% de respaldo popular.
La coyuntura actual tiene un presupuesto de la nación entrampado en la discusión parlamentaria y frente a esto, la Derecha chilena ha hecho un llamado a la Concertación para reeditar la vieja práctica conocida como la política de los consensos.
Por nuestro lado, hemos emplazado a los parlamentarios a no caer en dicha práctica, no porque estemos en contra de los acuerdos per se, sino porque rechazamos la política de los consensos tal como se ha desarrollado durante los últimos 20 años: los consensos han sido generados entre cuatro paredes, a espaldas de la sociedad, considerando solo a una minoría, con una Concertación y una Derecha que solo han representado cualquier interés menos el de la ciudadanía.
Consensos que solo han profundizado o maquillado el modelo neoliberal que sustenta las grandes desigualdades en el país y que, por lo demás, hoy son responsables de la crisis que vive la educación.
La mejor representación de la política de los consensos avalada por estos dos sectores, dentro de la historia más reciente, y conocida por toda la sociedad es el denominado Gran Acuerdo Educacional del 2007, durante el gobierno de Michelle Bachelet, del cual derivó la Ley General de Educación (LGE).
La imagen que nos queda en la retina es ver a todos los presidentes de los partidos de la Concertación y la Alianza por Chile de la mano junto a la Presidenta de la República, celebrando un acuerdo que excluyó todas las demandas de la Revolución Pingüina de 2006, traicionando nuevamente a una sociedad que clamaba por cambios estructurales en educación y que a la larga, solo maquilló el modelo educacional, manteniendo la crisis que presentaba y que hoy nuevamente ha emergido a la luz de las movilizaciones estudiantiles.
Si hoy la Derecha chilena y el Gobierno buscan una salida de las mismas características, sólo contribuirá a intensificar la movilización social, porque ya no se enfrentarán a una sociedad adormecida.
Hoy Chile ha cambiado y esta vez no permitirá que el futuro de nuestro país se acuerde entre cuatro paredes, a espaldas de la ciudadanía.
El Congreso debe saber que hoy tiene una oportunidad para acercarse a la gente y dar una discusión de cara a la ciudadanía, recogiendo sus demandas y representando realmente los intereses de la sociedad y las grandes mayorías.