Me opongo. Cuando supe que se aprobó el Convenio Internacional para la protección de las Obtenciones Vegetales, que impide a los campesinos guardar sus semillas y volver a sembrarlas, no lo podía creer.
No sólo por el problema de las semillas híbridas y transgénicas, dado que los sembradores deberán comprarlas anualmente y en su mayoría son importadas, sino por la esencia del asunto. El ser campesino, sembrar, cosechar, acopiar, guardar, volver a sembrar, es un ciclo que se ha repetido desde que la humanidad existe.
Por ejemplo, ¿qué pasa con las papas? Nuestras papas, originarias según creo. ¿Me perdí y alguna transnacional las patentó? Todavía tengo la ilusión que comemos papas chilenas y no por nacionalismo. Simplemente, porque ya no hay nada que no se importe, hasta el pan, que llega congelado.Un asco.
Dicen que será ilegal tener semillas propias y hasta podrán ser confiscadas. Me pregunto si a los que las poseen los tratarán como a los infames traficantes de drogas.
Menos mal que hay parlamentarios alertas, atentos, aplicados, que hacen su tarea, como los senadores Ximena Rincón, Alejandro Navarro y Jaime Quintana, que recurrirían al Tribunal Constitucional para impedir la publicación de este Convenio, ya ratificado por la Cámara Alta. Ellos, junto a Jorge Pizarro y José Antonio Gómez, votaron en contra.
Si no lo logran, Chile abrirá sus puertas de par en par a los transgénicos y con ello a las transnacionales, y hasta luego con lo que se ha intentado avanzar en cuanto a comer sano, intentar tener una huerta para recordar, por ejemplo, el gusto, el aroma y la textura de un tomate, y no los de mentira que uno compra que parecen de cartón piedra o de cera, esa que se utiliza para adornar las fruteras. En Chile andamos para atrás.
Dicen que se trata de proteger a “los creadores” de semillas, que pueden ser nativos o extranjeros; me imagino que estarán cubiertos con impuestos, aranceles, patentes o lo que sea. Para eso, no hay necesidad de sobreactuarse con este Convenio con un título cibernético, UPOV 91. Los “inventores” saben cómo cuidarse.
Me extraña que la Sociedad Nacional de Agricultura, no haya dicho nada, para aprobar o rechazar. O los gremios de los pequeños y medianos agricultores. A lo mejor sólo estoy desinformada y ya expresaron su opinión.
Realmente sigo consternada. Si con el tremendo pér cápita que dicen que tenemos (no sé dónde está el mío) seguimos siendo púberes económicos.
Si es un hecho que el pedazo grande del pastel se lo comen unos pocos; si la salud, la educación, la previsión, la vivienda y el transporte son un negocio. ¡Como nos damos el lujo de prohibir el uso a nuestros agricultores-campesinos de sus propias semillas!
Gran dilema ahora con mi mamá que guarda semillas de pimentones o yo, que tengo atesoradas un montón de una enredadera invasiva, pero hermosa, para sembrarlas donde no molesten cuando broten. ¿Me las van a confiscar, si saben? Ni qué decir de unas papas de guarda que están por ahí, para tener mi propio huerto.
Lo ocurrido es tan insólito, que es mejor reír, para no ponernos a llorar.