Como sujetos y ciudadanos, en este momento del mundo, nos está quedando nada más que la indignación, quizá con ella el asombro, ante tanta información contradictoria, desinformación o manipulación; ante tantas decisiones que revelan el cinismo, el doble estándar, las desigualdades de consideración, trato y poder, ante tanta violencia simbólica o real, en especial, contra los mas desfavorecidos y pobres de la tierra. Pero, no solo contra ellos. Es también una violencia sibilina contra todos nosotros.
El dominio de los medios por el poder económico/financiero, o en su alianza con el poder político (que a veces son hebras de un mismo cordel), nos quieren convencer que nada se puede hacer, que vivimos en el mejor mundo posible, y que cuando hay daños, es decir, represión y muertes, pues, son expresiones de “daños colaterales” nada más. Los hechos y situaciones lamentablemente sobran. Dentro y fuera de Chile.
A nivel internacional tenemos el poder imperial americano y sus aliados de la OTAN poetizando con su “odisea del amanecer” una intervención cruenta e interesada. Esa odisea y ese amanecer tienen como rasgos la destrucción y la muerte, la mayor parte, como siempre, civiles y niños inocentes. Más de cien misiles han caído sobre las cabezas de ese pueblo. Sin embargo, sólo el pueblo libio será privilegiado con ese “nuevo amanecer”. No lo ameritan ni Bahrein, ni Yemen, ni la monarquía de Arabia Saudita, como tampoco la de Marruecos o el reino jordano. Ya podrá sospechar usted por qué tanta delicadeza y atención especial para con los libios.
El doble estándar viaja también por estos parajes y nos quiere convencer que sí, que nosotros podemos ser soberanos e independientes, siempre y cuando, claro está, sigamos el modelo de democracia liberal con capitalismo económico. Pero claro, esos poderes se llenan la boca con prestigiados términos como derechos humanos, democracia, libertades. Indignante.
Pero también tenemos muchas perlas por casa: los años de cárcel para los líderes de comunidades mapuches. ¿Cuántos años de cárcel tienen los carabineros involucrados en la muerte de comuneros mapuches? ¿Cuánta cárcel están pagando aquellos responsables en la colusión de precios en las farmacias, hecho muy grave toda vez que se está jugando allí con la vida de las personas? ¿Quién se hace responsable de las consecuencias medioambientales de la expansión de la minería privada, o de la instalación de represas que modificarán un importante espacio natural?
No solo eso. Mientras presenciamos la tragedia de Japón y sus consecuencias, este gobierno decide -sin consultarnos, una vez mas – dar curso al estudio y eventual uso de la energía nuclear en el país.
Y por supuesto, en medio de todo esto, hay voces que todavía intentan deslavar los crímenes de los servicios de seguridad de la dictadura, como asuntos de poca monta y que ameritan un perdonazo. De nuevo, vergonzoso, indignante.
Más asombroso e indignante aun cuando nos percatamos que mientras todo eso sucede un puñado de connacionales –aliados o no con extranjeros- se hacen cada vez más dueños del país diversificando sus rubros de dominio.
Es probable que cuando los ciudadanos despierten –si es que lo hacen- ya no quedará país para nosotros. Habrá sido privatizado y concentrado su dominio en muy pocas manos. De seguro, la indignación y el asombro no serán suficientes.
Pero, sentir vergüenza e indignarse son ya actitudes importantes, actos que indican que nuestra conciencia ética aun sigue viva y abierta al sufrimiento y despojo de los otros y la naturaleza que está operando la dictadura de los mercados y el capital financiero.
Tenemos que reaccionar, aun si ya podría parecer muy tarde. Los ciudadanos en Túnez, Egipto, Marruecos, Bahrein, Yemen, Argelia, o Arabia Saudita, por nombrar algunos lugares, nos dicen que es posible, que la historia no ha finalizado y que no ha sido dicha la última palabra ante tanta ignominia, mentira, humillación y despropósito en los actos y palabras de las actuales elites de poder. Sí, nos queda todavía la indignación y la esperanza. Habría que ponerlas en movimiento, ¿no le parece a usted?