Hace un tiempo atrás cuando un grupo de jóvenes valientes, hacían públicas las denuncias en el caso Karadima, me acordé de aquel dicho. A priori, todos escuchamos a las feligresas romper vestiduras por defender lo indefendible, sin informarse primero y tratando de desprestigiar a los denunciantes.
Con el cambio de Arzobispo, por suerte el caso se aceleró, se acabó el ocultismo, actitud tan común en nuestra querida Iglesia Católica. Así el proceso tomó forma y culminó con la sanción del Vaticano en contra del sacerdote.
Este hecho como también la situación que se vive en el Colegio de las Ursulinas, me apenan. En el segundo caso lo digo porque mis hijas estuvieron en ese Colegio, el que siempre se caracterizó por dar una muy buena educación, con valores, principios, con austeridad y mucho énfasis en el conocimiento.
Recuerdo que en tiempos postreros se podía castigar hasta con la expulsión, si una alumna asistía a fiestas con baile y eran sorprendidas por la Revista Zig-Zag de la época. Incluso Sor Paula era extremadamente estricta en temas como la vestimenta, vocabulario, comportamiento con el sexo opuesto, entre otras cosas.
Posteriormente, Sor Paula Superiora del Colegio Ursulinas, aparece en Alemania, enviada para tapar algunas graves faltas dentro de la comunidad. Empieza una vez más el ocultismo y el celo para tratar el tema, reuniones cerradas, prohibición de comentar el tema, entre otros vetos. Nuevamente, el Arzobispo devela el problema y éste pasa a la Justicia. Hoy, hay más de dos testigos que dicen haber sido violentadas en su intimidad por dicha religiosa.
Ahora entonces leo con espanto que Monseñor Medina, dice que los jóvenes tenían edad suficiente para escapar a estas prácticas sexuales que efectuaba Karadima con ellos. Vuelta atrás, ahora resulta que “el diablo” fue el culpable y no el sacerdote y que los jóvenes lo aceptaban con agrado. Esto me deja claro que a cierta edad, las personas deben sustraerse a dar entrevistas, más aún cuando éstas dañan todo lo andado.
Creo no equivocarme al decir que todos esperemos que el sentido común, y ojalá la Justicia, castigue a los culpables, para detener de una vez por todas, los abusos con los niños de parte de sus “autoridades”.