El viernes 10 de mayo hubo una escena fuera de lo común en el ingreso del Tribunal de San Fernando. Un hombre adulto lloraba desconsoladamente porque no entendía como su hermano, un joven trabajador, solidario y amistoso, (según sus propias palabras) podía estar preso acusado de un robo con violencia.
El joven tenía razones para llorar. Las pruebas que el Ministerio Público presentó para acreditar la necesidad de la prisión preventiva eran no menos que pintorescas.
Sin embargo, lo más desconcertante fue la resolución del tribunal que accedió a la privación de libertad del imputado, pese a la oposición de la defensa fundada en que todo el tramaje para llegar al joven era una cadena de incoherencias.
Hubo un asalto en San Fernando. La víctima se entera de que su asaltante conducía un Peugeot rojo y que después evadió un control policial.La mujer asaltada consigue la patente de ese vehículo con la policía y ella (no la policía ni el Ministerio Público) investiga los datos de la propietaria. Obteniendo el nombre ingresa al facebook de la dueña y revisa sus fotos hasta que encuentra la de un sujeto (amigo de la dueña del auto) que según la víctima, es el asaltante.
Con ese sólo dato el Fiscal formaliza al joven de la foto de facebook domiciliado en Santiago, que dicho sea de paso, al saber que estaba siendo notificado de audiencias en San Fernando se fue a presentar voluntariamente a la PDI sin sospechar que quedaría detenido, que sería formalizado por un robo con violencia – y peor aún – la jueza accede a conceder la prisión preventiva por que lo califica como “un peligro para la sociedad”.
Por otro lado, hubo un antecedente que no avisó el fiscal a los intervinientes; no se lo dijo a la jueza y no lo supo la defensa: “el auto en cuestión había sido robado el mismo día del asalto”, lo que constaba en la carpeta de investigación.
El sujeto estuvo 5 días preso hasta que la Corte de Apelaciones de Rancagua dispuso su libertad por no existir “antecedentes que lo vincularan al delito”.
Hace unos días TVN dedicó un reportaje al caso y los detalles extraños o freaks continúan pues un fiscal dice ante las cámaras que: “Si él me dice que estaba en otro lado tendrá que establecer su coartada”.
En palabras sencillas, el principio de inocencia en San Fernando no existe, pues si usted o yo somos víctimas de una acusación ridícula, la policía o el Ministerio Público no tendrán que probar nada, pues corresponde al acusado buscar la prueba de su inocencia.
Como corolario avala el reconocimiento fotográfico de la mujer asaltada con la siguiente frase: “Si toda aquella víctima que es asaltada con violencia poco ve, no tendríamos ningún imputado, no podríamos descubrir nada y tendríamos que tener cámaras de televisión en todos lados”.
Es un hecho demostrado – a estas alturas de funcionamiento del sistema – que las víctimas de delitos violentos por causa de su experiencia traumática en general “no ven”, “no recuerdan” y son altamente influenciables.
De allí que un gran número de personas inocentes han pasado días o meses en la cárcel por reconocimientos fotográficos y procedimientos policiales anómalos.
En síntesis querido lector, cierre su facebook.