Héctor Llaitul, líder de la CAM, es un preso emblemático. Ha sido seis veces detenido y procesado, se le han aplicado las leyes penales comunes, la ley de Control de Armas, la ley de Seguridad del Estado, el Código de Justicia Militar y la ley Antiterrorista.
En el juicio ante el Tribunal Oral de Cañete en 2010 la Fiscalía solicitó 105 años de cárcel, el Tribunal aplicó 25 y la Corte Suprema, finalmente, zanjó en 14. Llaitul no ha sido acusado de cometer delitos de sangre y nunca ha sido condenado por delitos terroristas.
Sin embargo, fue procesado de acuerdo a normas especiales de procedimiento contenidas en la ley Antiterrorista y por eso sus abogados han pedido la nulidad de su condena a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Además, Llaitul fue procesado en paralelo, por los mismos hechos, por la justicia militar y la justicia civil. La primera lo absolvió, la segunda lo condenó.
Durante su prisión en Angol, la celda de Llaitul ha sido varias veces allanada. Cada vez la prensa oficialista informó de inmediato y con detalle sobre los supuestos hallazgos: croquis, planes de fuga, tenencia de celulares no autorizados. Los recursos de amparo interpuestos han sido favorables a Llaitul y sus compañeros de prisión han mostrado la falacia de esas informaciones. El verano pasado, cuando ocurrieron los incendios en Carahue, las autoridades de gobierno y la Fiscalía intentaron a toda costa, sin éxito, involucrar a Llaitul y su organización, con profusa difusión en los medios.
Los hijos de Llaitul, aún muchachos, estuvieron detenidos por rayar paredes con consignas a favor de la libertad de su padre y, hace un tiempo, un fiscal intentó amedrentar a su esposa por ser ella una profesional que trabaja en el sector público. Un hijo de Llaitul acaba de ser suspendido por treinta días del Liceo de Cañete por participar en una toma ejecutada por los estudiantes para sostener sus demandas.
De sus cuarenta y tres años de vida, Héctor Llaitul, ha permanecido, en total, más de ocho meses en huelga de hambre y varios años en la clandestinidad.
En estos días los familiares de Llaitul han denunciado que se quiere agregar a la condena a 14 años una anterior por 541 días. No obstante, agregan, otras personas condenadas por los mismos hechos, a la misma pena, por el mismo tribunal, han sido beneficiadas con la prescripción de esa pena. ¿Por qué no Llaitul?
Pues bien, el pueblo mapuche es discriminado, Llaitul es, por su parte, uno de los mapuche más dicriminados.Su encarcelamiento ha sido un objetivo largamente perseguido por el Estado chileno.
El diario “El Mercurio” luego del fallo del Tribunal de Cañete publicó, el 24 de febrero de 2011, una crónica sobre el proceso. La condena de Llaitul era un triunfo y un alivio para el gobierno y la Fiscalía.
Según una de las fuentes del cronista la prisión de Llaitul les daría“un espacio de varios años de calma, porque los weichafes tendrían que foguearse en el extranjero para ser lo que es Llaitul”. La realidad ha mostrado lo contrario: el conflicto del pueblo mapuche con el Estado chileno va más allá de un liderazgo, por importante que este sea. No ha habido años de calma, aún con Llaitul preso.
Héctor Llaitul es objeto de una discriminación odiosa y víctima de un uso viciado de los instrumentos legales.
Estamos en presencia de una brutal y arrogante manipulación de las normas. El caso de Llaitul es, antes que nada, una cuestión de justicia ante la cual no cabe la indiferencia.