El derrumbe de la Lega Nord, el partido secesionista aliado de Berlusconi, es considerado como la última palada en el funeral de la II República en Italia, (para muchos mal) parida en 1992.
La II República no cuajó nunca durante los 20 años de su tortuosa existencia. Surgió para reformar la política, sanearla de la corrupción y, a fin de cuentas, no le llegó ni a los talones a su antecesora, la I República que, protagonizada por demócratas cristianos (DC) con De Gasperi, comunistas (PCI) con Berlinguer y socialdemócratas (PSI), sustrajo a Italia de la miseria del “dopoguerra”, la convirtió en una nación fundadora y conductora de la Unión Europea y la llevó a los primeros sitiales de las potencias industriales del mundo.
Es cierto, los excesos cometidos por la I República en medio de un mundo convulsionado fueron los factores que decretaron su término.
Estos usos, considerados abusivos, de poder y de fondos públicos, efectuados en medio del enfrentamiento mundial Este-Oeste y además en el combate político y policial a la criminalidad organizada de las Mafias – “re-exportadas y re-potenciadas” desde los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial – quedaron en evidencia y ya no fueron “perdonados” ni comprendidos cuando se produjo el declive del mundo comunista y el final de la Unión Soviética.
Todavía están frescos en la memoria los procesos a “Tangentopolis”, “Mani Pulite” y el largo procesamiento a unos de los artífices de la concluida etapa política, el DC y actual senador vitalicio Giulio Andreotti, finalmente sobreseído completamente por los Tribunales italianos de todos los cargos formulados.
En definitiva, esa I República no pudo resistir la acción fiscalizadora de los magistrados y sus pilares políticos, la DC, el PCI y el PSI de Craxi, sucumbieron y comenzaron un largo proceso de trasformaciones que, en algunos de estos partidos, aún continúa.
El sistema electoral se cambió drásticamente desde un proporcional a uno mayoritario con el firme propósito de imponer el bipartidismo, ansiado tanto por la Derecha como por los ex comunistas.
Un dato para la causa: bajó el nivel de calidad académica de los parlamentarios. Los honorables con título universitario cayeron del 80,5% al 68,5%.
La II República entonces se convirtió en una “sillita musical” que alternó en el poder al populismo empresarial de Silvio Berlusconi aliado al secesionismo norteño, la Lega Nord de Umberto Bossi, con una Centro izquierda en constante mutación, representada por Massimo D’Alema y Romano Prodi, que partió como el Olivo, siguió como La Unión y que hoy reúne a ex comunistas con algunos ex DC en el Partido Democrático.
Entre estos dos polos fue creciendo lenta pero resueltamente un centro político, liderado por el ex presidente de la JDC, Pierferdinando Casini. Hoy esta agrupación se llama el Tercer Polo y se está convirtiendo en una fuerza determinante en el futuro político italiano.
El entorno escandaloso de Silvio Berlusconi y la presión financiera internacional catapultaron el advenimiento del gobierno del tecnócrata Mario Monti y el alejamiento sin retorno de Il Cavaliere, quien entregó su partido actual, el Pueblo de la Libertad, a la conducción del joven parlamentario Angelino Alfano.
Pero quedaba de pie, orgullosa y agresiva, la lega Nord de Bossi, uno de los dos últimos productos políticos vigentes de la II República. El otro es Italia de los Valores del ex magistrado Antonio Di Pietro, famoso por “Mani Pulite”.
Hasta que tres fiscales pusieron al descubierto los manejos incorrectos de los dineros públicos obtenidos por el partido separatista. Su tesorero, el genovés Francesco Belsito, desvió esos fondos para extrañas inversiones en Tanzania, automóviles de lujo y títulos universitarios para un hijo del líder Bossi y arreglos en la residencia del mismo.
Umberto Bossi no duró ni una semana al frente de su Lega Nord y renunció a su jefatura en forma indeclinable en medio de enfrentamientos con los periodistas a quienes amenaza e insulta sin temor alguno al juicio público. Más del 70 por ciento de los encuestados por una empresa de televisión, La7, estima que la agrupación norteña ya no tiene ningún futuro.
Cae la Lega, se esfuma el sueño de la Padania – la nación imaginaria que comprendería las regiones más prósperas del Norte Italia – y fenece definitivamente la II República.
Hoy Italia cifra sus esperanzas políticas en cuatro hombres: el Premier Mario Monti y los líderes políticos Angelino Alfano (centro derecha), Pierferdinando Casini (centro) y Pierluigi Bersani (centro izquierda).
¿Serán estos 4 “fantásticos” los artífices de la III República?