Antes de perder la memoria, de Ana María Jiménez y Teresa Izquierdo no es un libro cualquiera y no constituye uno más de los centenares de textos testimoniales escritos con motivo de las horrendas experiencias sufridas por los presos políticos durante la dictadura militar.
Antes que nada, es una narración y, como tal, debe juzgársela en términos literarios y tras una primera, una segunda lectura –la relectura, ya lo sabemos, es la prueba definitiva del valor de una obra- pasa sobradamente la prueba y podemos decir que se sostiene como una pieza de la literatura de la imaginación, aunque por desgracia los hechos ahí evocados son reales, son por momentos tan espantosos que se hace difícil tener una actitud equilibrada ante la biografía de estas dos mujeres que se atrevieron a rememorar cosas que todos, o casi todos preferimos olvidar.
El título dice mucho, porque la memoria es la más maravillosa de las aptitudes humanas y sin ella, no seríamos lo que somos, no nos podríamos comunicar, no tendríamos arte, no habría ciencia, careceríamos de las habilidades mínimas como para llamarnos seres humanos. Por algo, para los griegos la facultad de retener nuestro pasado era el don supremo que poseemos, lo que nos permite respirar y por algo Mnemosyne, diosa de la memoria, se entregó a Apolo y de la unión entre ambos nacieron las musas, inspiradoras de la cultura.
Amnesia, amnistía, amniótico, se hallan entre las tantas palabras derivadas de la potencia del alma por medio de la cual hombres y mujeres preservan y rememoran lo vivido. Muy conscientes de que en los días que corren es indispensable luchar contra la desmemoria, Ana María y Teresa han elaborado un bello y emocionante trabajo, no menos bello y emocionante por las terribles cosas que cuentan, sino, muy al contrario, realzado en su belleza precisamente por la verdad de lo que relatan. Y han escogido un método muy eficaz para llevar a buen puerto el proyecto que se propusieron: escribirse cartas. De modo que Antes de perder la memoria conforma un conjunto de misivas, que a lo largo de varios años, ambas se han estado enviando. Sin duda, este volumen es una de las mejores muestras de la actual literatura epistolar chilena.
Ana María y Teresa fueron fundadoras del MIR, participaron activamente en el ascenso del movimiento popular que hizo posible el triunfo de Salvador Allende y después del golpe de Estado, formaron parte activa de la resistencia contra el gobierno militar. La primera estudiaba piano en el Conservatorio, para lo cual estaba muy dotada, pero abandonó la carrera musical para dedicarse a la política revolucionaria a tiempo completo.
La segunda proviene de una antigua familia de agricultores y empresarios, estudió en el liceo Manuel de Salas y, en lugar de obtener una profesión, digamos, convencional, prefirió transformarse en pobladora y vivir junto a los más pobres entre los pobres de este país. Las dos sufrieron pérdidas tan horrorosas que cuesta creer que estén vivas y vaya que vivas están.
Hugo Daniel Ríos Videla, compañero de Teresa, figura en la fatídica lista de 119 detenidos desaparecidos conocida como Operación Colombo. Manuel, el hijo de esta unión, falleció años después como consecuencia de un accidente; Teresa ha podido sobrevivir a lo peor que puede pasarle a alguien gracias al apoyo de su hija Mariana y su compañero Paul. Fue detenida y luego expulsada a Francia.
Por su parte, Ana María enfrentó el rigor de la DINA y las sesiones de tortura que abruman a la mente humana que se practicaban en la Villa Grimaldi. Las dos se conocieron e hicieron amigas íntimas hace 40, 50 años,y la amistad ha superado gloriosamente el paso del tiempo, las desgracias, las separaciones, los malentendidos, las diferencias al interior del MIR y una serie interminable de factores que habrían quebrantado cualquier relación, si bien la de ellas ha superado todos los escollos imaginables.
Así, aparte de ser un atestado en torno a la vida de Teresa y Ana María durante las últimas décadas, Antes de perder la memoria es la crónica vital, contradictoria, espiritual, repleta de un anecdotario infinito, de la amistad entre estas dos mujeres tan distintas y, paradójicamente, tan parecidas.
Con todo, no debe creerse que este valiosísimo y único ejemplar consiste en un epistolario lleno de lamentos, imprecaciones, denuncias o expresiones de agravio e indignación frente a tal o cual injusticia, contra tales o cuales inequidades, con motivo de tantas adversidades por las que tuvieron que pasar.
Ana María y Teresa son demasiado inteligentes para caer en el panfleto, demasiado astutas como para descender a la descripción obscena y detallada de lo mucho que padecieron. Con lucidez, humor, a ratos en forma elegante, a ratos de modo elíptico, nos entregan nada más ni nada menos que un recordatorio esencial del ayer reciente, muy, muy reciente, más de lo que pudiera pensarse: en estas páginas vívidas y extrañamente modestas, encontramos lo que fuimos, lo que somos y lo que seguiremos siendo si es que este país y sus sucesivos gobiernos continúan pasando por alto una época que marcó a fuego al siglo XX chileno.
De esta forma, Antes de perder la memoria pierde su carácter eminentemente subjetivo para convertirse en un documento que, como poquísimas revelaciones de su tipo, nos interpela, nos sacude, nos conmueve en cada una de sus partes. Y esto sucede, entre otras razones, porque Teresa y Ana María se niegan a la complacencia, no se atribuyen roles protagónicos, tienen la franqueza de reconocer sus errores y, más aún, poseen, desde el principio, la clarividencia para interpretar la naturaleza totalitaria de ciertas formas de actuar, señalando, sin perder la brújula, cuáles fueron las falencias de un movimiento por el cual se sacrificaron tantas personas jóvenes y valerosas, tantas almas puras que solamente querían cambiar la anquilosada estructura de clases chilena.
El atroz y violento destino que tanto las castigó jamás pudo doblegarlas: Teresa es miembro del directorio de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi y participa en forma activa en el movimiento de los derechos humanos. Ana María no le va en zaga y en la actualidad dirige el Coro de Ex Prisioneros Políticos que se formó en la cárcel y se reconstituyó en 2013. O sea, en lugar de retirarse a sus cuarteles de invierno, siguen bregando, ya maduras, en favor de la causa que les hizo perder la existencia a tantas personas, perdonándolas a ellas gracias a la buena suerte o al dios de los disconformes.
A propósito de esto último, Antes de perder la memoria no sería lo que es sin el desfile de, a lo menos, un centenar de personajes inolvidables, aun cuando hayan sido relegados al baúl de los objetos perdidos por las versiones públicas, aunque el Chile del presente trate, una y otra vez, de eliminarlos de los archivos oficiales, porque molestan, son una lata en medio de la supuesta prosperidad, la aparente solvencia política y económica de una nación que hace agua por todos lados.
Para publicar este volumen se necesita el coraje de vivir de dos mujeres que refutan lo que nos dicen a diario y se atreven a indagar en lo que a muy pocos les interesa saber.