El premio Príncipe de Asturias a Quino ha sido como una bocanada de aire fresco en un ambiente enrarecido. Herbi-interpretando a muchos-ha dicho que ahora debería obtener el Nobel de literatura.
Mafalda ascendió a los cielos: tiene 6 años y vive preocupada por la suerte de la humanidad durante sus 50 años de vida. Ella encarna esa mezcla tan difícil de encontrar entre espíritu crítico, sensatez y sentido del humor.
Mafalda y sus amigos representan a una generación que se asomó al mundo en la década de los 60 y que desde entonces no ha dejado de bregar por mejorar la vida.
Ahí está Susanita, que aspira a casarse y tener muchos hijos, para recordar siempre que el conservadurismo está presente y a veces, mal que nos pese, tiene sus razones y Manolito, con sus valores materialistas que ayuda a su padre en el almacén sacando cuentas.
Felipe, el tímido enamorado platónicamente, que siempre ve el lado b) de las cosas; Miguelito, el ingenuo que plantea siempre preguntas sorprendentes; Guille, el hermanito menor de Mafalda, que se relaciona poco con el grupo y vive atónito con lo que sucede y Libertad, una especie de Mafalda más radical y pequeña a quien ella conoció en la playa.
Para no hablar de los padres de Mafalda, él empleado de seguros que trabaja duro para mantener a la familia y su madre, Raquel, una dueña de casa que hubiera podido estudiar y no lo hizo.
Es el retrato de una inquieta clase media argentina, hija de la inmigración europea, que alcanzó dimensión universal. A muchos nos recuerda la tira de Charlie Brown y Snoopy de Charles Schulz de los años 50. Hay un hilo conductor entre ellos, tal vez sin que lo advirtieran.
De los volúmenes de historietas de Mafalda hay dos que me han quedado grabadas.En una Mafalda, frente a las oscuras noticias que llegan de diversas latitudes, parada sobre un globo terráqueo, exclama, ¡Paren el mundo que me quiero bajar! ¡Cuántas veces no hemos tenido esa sensación frente a acontecimientos trágicos que escapan a toda lógica!
Por poner un ejemplo actual, ahí está la guerra de Siria con sus decenas de miles de muertos y millones de refugiados, ¿cuándo y cómo terminará? ¿qué bando es “mejor”, el tirano Assad o los rebeldes infiltrados por Al Qaeda? Entonces, frente a disyuntivas sin salida, dan ganas de detener la marcha del mundo y rebobinar.
Otra frase suya, frente a los oscuros tiempos que vivía su país natal y América Latina, es ¿Y por qué habiendo mundos más desarrollados, yo tuve que nacer en éste?
Mafalda nos parece ingenua en su aspiración de ser intérprete de Naciones Unidas cuando grande para lograr que los pueblos vivan en paz.Siempre está dialogando con el globo terráqueo. Pero nos representa plenamente en sus aspiraciones en favor del entendimiento y los derechos humanos o en su admiración por los Beatles. Pareciera que le gustaría subirse al “submarino amarillo” y navegar buscando un mundo mejor luchando contra los “malditos azules”, (no los de la U, por cierto) que atacan desde las partes más inverosímiles.
En la otra tira que recuerdo Mafalda reprende a Manolito o a Susanita (no lo sé con precisión) diciendo que el dinero no es la felicidad, y recibe como respuesta la lapidaria frase, “pero se le parece tanto”.
Efectivamente, para quien tiene un buen pasar asegurado, aunque sea gracias al esfuerzo de un padre trabajador como Mafalda, es fácil pensar en la felicidad como algo más allá del dinero; en cambio, para quien vive en la zozobra del sustento diario, el dinero se parece mucho a la felicidad, y también para los sectores ascendentes que sueñan con realizar aspiraciones no satisfechas gracias a créditos contratados sin medir las consecuencias.
Es verdad, como afirma Mafalda con su idealismo impenitente, que el dinero no lo es todo, pero convengamos que es más fácil aceptarlo cuando se lo tiene a mano. Es fácil filosofar con la barriga llena.
Pero Mafalda no se rinde. Y tiene razón. No le gustan las sopas que le prepara su madre y le encanta salir a jugar con sus amigos en la plaza y reflexionar sobre el mundo que la rodea, sin desmayar ante las dificultades, riéndose de los obstáculos como si el humor pudiera derribar muchas barreras.
Me recuerda esa novela de M. Kundera que lleva por título “La broma” en que el autor demuestra que la risa, la sátira y la burla son un antídoto frente a las dictaduras: expresan el espíritu libre que no se doblega. Una broma puede abrir horizontes desconocidos de libertad.
Es lo que ha logrado Quino. Mafalda nos invita a ser libres y solidarios, más allá de los pesares de la vida. Y lo hace desde un principio inconformista que se abre a la esperanza.
Por interesante que sea lo que hemos vivido, siempre el futuro será más desafiante, con su carga de promesas y posibilidades.
Termino recordando otra frase imperecedera de Mafalda: “No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor. Lo que pasaba era que los que estaban peor todavía no se habían dado cuenta.”