38 mil italianos residentes en Chile hemos sido llamados a votar en junio en un referéndum que decidirá si en Italia se elimina la ley que permitiría la instalación de plantas nucleares, si se deroga la norma que impide que el agua sea considerada un bien público y si se termina con la disposición que permite al Premier y a los Ministros no comparecer en audiencia penal durante su mandato.
Junto a nosotros sufragarán casi 4 millones de italianos distribuidos en los cuatro distritos electorales establecidos en todo el mundo y, por supuesto, los 47 millones aproximados de electores que residen en el territorio peninsular.
Esta modalidad con que Italia enfrenta los desafíos de la globalización no es nueva. El puntapié inicial lo dimos el año 2006, en las elecciones políticas en las que tuve el honor de ser candidato al Parlamento italiano. Desde esa fecha hemos participado en dos referéndums y en otra elección parlamentaria que tuvo como resultado la instalación del actual gobierno que preside Silvio Berlusconi.
La mejor forma de ilustrar los fundamentos de esta política de “globalización política” de los italianos la podemos encontrar en la frase del líder del Tercer Polo, el diputado y ex Presidente de la Cámara, Pier Ferdinando Casini: “Nuestra riqueza más grande la tenemos en nuestros ciudadanos en el mundo”. Se trata entonces de una política de Estado que convoca transversalmente a todos los sectores políticos, económicos, sociales y culturales que conforman la nación italiana.
No fue fácil poner de acuerdo a los italianos en esta materia. Pasaron por lo menos 20 años de polémicas y de iniciativas frustradas. Los impulsos también fueron transversales, destacando los aportes del senador DC Gilberto Bonalumi y especialmente del diputado de Futuro y Libertad (ex aliado de Berlusconi) Mirko Tremaglia, conocido como el “pater” del voto de los italianos en el exterior.
En Chile esos 20 años ya están cumplidos. Desde que se instaló la democracia en el país y la Concertación en el Gobierno se viene discutiendo sobre el derecho al voto de los chilenos en el extranjero.
La Derecha criolla y el Gobierno de Piñera, tan complacientes con la globalización económica, no asumen sin embargo la importancia que tiene para el país la instalación en el mundo de una red de ciudadanos chilenos, perfectamente habilitados en sus derechos políticos. Ellos pueden representar un soporte fundamental en los proyectos de internacionalización de la economía, de la cultura y de la presencia de Chile en todo el orbe.
Esperemos que no pase mucho tiempo antes de que estos derechistas “miopes” miren bien el proceso italiano, que finalmente les “caiga la teja” y dejen de condicionar inútilmente las oportunidades de que el país pueda emprender como otros una acción globalizadora integral, apoyándose también en ese Chile que vive y trabaja en el mundo entero.