02 mar 2015

Hablando de Festivales, en Viña, ganó el de Sanremo

No es un hecho casual que, desde que el Festival de la Canción de Viña del Mar se convirtió en Internacional, las propuestas italianas hayan ganado ya en 10 ediciones el primer lugar de la competencia, sólo 2 por debajo del local, Chile.

En orden cronológico, estas victorias itálicas en la Quinta Vergara son: 1974 «Immagina» con Annarita Spinaci de Giancarlo de Bellis; 1987 «Kiss me» con Desà de Antonio y Annamaria de Salvatore; 1988 «Senza te» con Marco Del Freo de Maurizio Piccoli y Gino Mescoli; 1990 «Non devia bbandonarmi mai» con Piero Cotto de AngelaTarenzzi; 1993 «In questo mondo» con Claudio Cirimele de Giuseppe Garibo; 1996 «Aria, ariò» con Paolo Meneguzzi de       Botoni, Melotti, Isgro y Meneguzzi; 2008 «La guerra deitrent’anni» con Domenico Protino de Domenico Protino; 2010, la misma noche del terremoto del 27 de febrero, en el Festival de Festivales, «Nel blu dipinto di blu (Volare)» con Simona Galeandro de Domenico Modugno y Franco Migliacci; 2012 «Grazie a te» con Denise Faro de Bruno Robino, Giuseppe di Tella y Denise Faro y 2015, «Per fortuna» con MicheleCortese del conocido  cantante Franco Simone.

Este fenómeno y tantos otros que ha generado la música italiana tienen que ver, como lo hemos explicado en columnas anteriores, con el potente impulso del Festival de Sanremo, inaugurado en 1949 en la hermosa ciudad italiana ubicada en la Región Liguria que le dio su nombre.

En esta iniciativa, desde sus inicios aunaron sus esfuerzos la televisión pública, RAI, Radio Televisione Italiana, la Sociedad del Derecho de Autor, el Gobierno Regional y el municipio. En el entorno también se sumaron las organizaciones periodísticas especializadas,  las nacientes casas discográficas y algunas cámaras de comercio, que en Italia eran y siguen siendo públicas y obligatorias. 

En síntesis, como en casi todos los sectores industriales de la península, segunda potencia manufacturera de Europa sólo después de Alemania, el Estado, los privados y los ciudadanos generaron una potente alianza para que la producción musical italiana conquistara los mercados mundiales. Y vaya que lo lograron.

Durante tres décadas dominaron gran parte del mercado disquero mundial, generando segundas versiones en otros ámbitos lingüísticos.

En el anglo, era frecuente que estrellas como Elvis Presley recurrieran a la creatividad italiana para mantenerse en la cumbre. Su gran éxito “It’s now or never” (Ahora o nunca) es un cover del clásico “O’ SoleMio”.  Y no sólo eso. El Rey del Rock’n Roll incluyó en el repertorio de sus últimos días el hermoso tema de Pino Donaggio”Io Che Non Vivo Senza Te” bajo el título “You dont’ have to say you love me”. Diana Ross y Marvin Gaye también tuvieron éxito con esta romántica canción italiana.

Tom Jones, por su parte, replicaba en su idioma la canción “Io uno dei tanti” del italiano Joe Sentieri, con su traducción en inglés: “I who have nothing”. Engelbert Humperdinck daba un salto en su carrera con el éxito de Gigliola Cinquetti  ”Quando m i innamoro” bajo el título “A  Man without love”, también grabado por el grupo vocal estadounidense The Sandpipers. El mismo Humperdinck replicaba con “Quando, Quando, Quando” del italiano Tony Renis. Décadas después haría lo mismo el ítalo-canadiense MichelBublé.

Agreguemos los ítalo-estadounidenses como Dean Martin con “Volare” de Domenico Modugno, la canción italiana con más galardones en los Billboard de Estados Unidos, de la cual Barry White hizo una versión muy especial. Al Martino con “Suona Piú Piano” (El Padrino). Frank Sinatra con “Torna a Sorrento”. Connie Francis (Concetta Franconero) con “Zingara” y decenas de covers de temas del “Bel Paese”.

Esta cultura industrial es la que apreció el ítalo-chileno Carlos Ansaldo cuando fundó el Festival de Viña del Mar. Quería impulsar la industria discográfica y musical chilena. Y estuvo a punto de replicar el éxito italiano durante los primeros años del certamen viñamarino. Pero después vino la utilización política, primero con la Unidad Popular y luego con la Dictadura, y la actual absorción televisiva del certamen, con la lucha mortal por  el rating. Entonces el Festival se degradó culturalmente y se perdió su finalidad principal, a saber, el desarrollo de la industria musical chilena.

Y no sólo eso. Poco a poco desapareció también el periodismo de espectáculo y el periodismo musical.

Hoy es el “show” de Viña, el “piscinazo” y la farándula.

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