¿Qué tienen que ver el Mundial de Fútbol y la Reforma Educacional? Las celebraciones que se han producido por los triunfos de la Selección chilena han dejado en evidencia un desconcertante comportamiento en algunas personas, especialmente cuando se trata de acciones cometidas en masa.
El exceso de consumo de alcohol, la violencia, peleas y agresiones a personas, saqueos a locales comerciales y destrucción del mobiliario público, son sin duda síntomas de una sociedad a la que algo le pasa. No es normal que una fiesta que debiera ser de alegría y sana entretención, termine con niveles de violencia inaceptables. Del mismo modo, el comportamiento de algunos hinchas en Brasil ha sido al menos reprochable.
Cuando el país debate sobre la pertinencia, la justicia y necesidad de realizar una Reforma Educacional, parece que sólo se inquieta por el tema de la propiedad de los establecimientos educacionales o cuánto lucro estamos dispuestos a tolerar. Sí, es cierto, el Gobierno ha intentado centrar la discusión en torno a la calidad y los mecanismos que permitan que las diferencias de cuna no se cristalicen y eternicen luego en las aulas.
Pero echo de menos un debate más fino, más en “el área chica” de la calidad y de la utilidad social que la educación debe traernos como país.
¿Cómo los planes de estudio, las mallas curriculares y los perfiles de los docentes colaboran en el proceso formativo de una sociedad más sana, con individuos responsables, solidarios, empáticos y capaces de vivir como ciudadanos en igualdad de condiciones y dignidad?
Yo esperaría que la educación cívica jugara un rol más clave desde tempranas horas en la enseñanza de los niños y niñas en los colegios y no fuera condenada por la estrechez mental de algunos de considerar que estamos hablando de adoctrinamiento político. El país, el Estado, la sociedad tienen la obligación y el deber de formar buenas personas, buenos ciudadanos.
Asimismo, el resto de las instituciones deben cooperar con este objetivo que es permanente para el desarrollo humano de Chile.
La transmisión de valores como el respeto a la integridad de los demás, respeto a la propiedad pública y privada, la solidaridad, el comportamiento cívico, es una tarea que el Estado no puede pasar por alto; para ello debe intervenir desde donde le corresponde, que es a nivel normativo.
Por eso es que sería bastante útil que el Gobierno aportara al debate de la Reforma Educacional con datos e información más clara y precisa acerca de cómo vamos a abordar esa tan pretendida “calidad”.
En las manos de los sectores políticos está la responsabilidad de dotar de los recursos y cambios reglamentarios para que el país tenga las herramientas para financiar la Reforma, pero paralelamente sería muy beneficioso ver parte del diseño que nos permita explicarle a Chile cuál es el estándar al que aspiramos.
Como país emergente, no sólo debemos aspirar a jugar como selección europea de fútbol, también queremos sus estadísticas de resultados educacionales.
Debiéramos ser un modelo de país, ganador y alegre en la victoria y en la derrota. Y eso es educación, pura educación.