En la opinión anterior revisamos algunos datos que reflejan la profunda desafección juvenil con la política y sus actores. En ésta observamos la negativa valoración que existe hacia las instituciones políticas y el impacto que puede tener para nuestra democracia representativa.
En esta segunda parte, quiero indicar aspectos que nos pueden ayudar a comprender esta situación.
Estos aspectos tienen que ver con la cultura política predominante, la estrechez del sistema binominal y la crítica percepción de la política en un cuadro nacional donde la movilización social ha crecido durante las últimas semanas y qué decir de la última manifestación que convocó a más de 80 mil jóvenes sólo en Santiago y a más de 300 mil en todo el país.
Algo pasa y el voto parece no ser la única forma elegida por la juventud para manifestar el rechazo. Veamos.
En primer lugar, hoy tenemos un problema con la cultura política y que afecta directamente a la participación en los asuntos públicos. La participación política, entendida como la actividad de los ciudadanos orientada a intervenir en la designación de sus gobernantes, ha perdido relevancia o significado para una parte importante de la población.
Se hace evidente que la cultura política en el país atraviesa por una valoración negativa hacia el sistema político. En esta línea, la valoración y los sentimientos de la población hacia el sistema político, explica el desencanto.
Por cierto, el debilitamiento de la participación política es un problema bastante más amplio que excede un solo elemento o factor. Hay una cultura cívica en que predomina la desconfianza respecto de las instituciones políticas y hacia los políticos.
La crisis en la cultura política está determinada por una serie de factores que sumados afecta la participación política.
El antipartidismo presente en la sociedad, el resabio anti participación provocado por el régimen autoritario, las características de la transición a la democracia que afectaron la imagen de la política, los medios de comunicación que se sumaron a la crítica destemplada contra los partidos y los políticos, mermando así la confianza en las instituciones políticas y el factor ideológico orientado a fomentar la idea que el desarrollo y el bienestar personal sólo es atribuible al esfuerzo individual, más que un esfuerzo colectivo o de conjunto.
Esto se traduce que la necesaria actitud favorable hacia la participación sea más bien escasa y acentuada por la negativa confianza en las personas y la participación social. Todos estos elementos sumados han repercutido negativamente en la cultura cívica de las nuevas generaciones, por lo menos, así lo demuestran las cifras y los hechos.
En segundo lugar, otro factor que influye en el comportamiento político juvenil está dado por la estrechez del sistema electoral binominal y los incentivos que produce para el sistema político. Cuando un sistema electoral tiene problemas de legitimidad ocasiona dificultades para todo el sistema político.
Se podría señalar que el sistema binominal produce dos resultados. Primero, la escasa posibilidad de incidir o participar en la elección de los candidatos. Y, segundo, la elevada predictibilidad del sistema que tiene como consecuencia la disminución en el interés por participar en las elecciones.
En esa lógica, la competencia entre partidos políticos se desplaza hacia dentro de las coaliciones.
No olvidemos que las instituciones y las reglas ayudan a ordenar el debate y la toma de decisiones colectivas. Estas instituciones y reglas encuadran la conducta en la esfera pública.
Por ende, el sistema electoral no es neutro y tiene consecuencia en el modo de participación. En esto coincidimos con los argumentos planteados en la dirección que sostienen que el sistema electoral en Chile genera distorsión y carece de neutralidad, tanto en sus orígenes como en los objetivos a alcanzar.
El sistema electoral binominal ha generado una situación de moderación del sistema político chileno, que a ratos parece más a restricción, por el alto umbral electoral que exige.
En suma, es evidente lo que perciben los jóvenes en cuanto al modo de elección de las autoridades políticas, se trata de un sistema regulado y poco competitivo que se sustenta sobre la base de algunos mecanismos institucionales que evitan o bien acotan la elección de las autoridades por parte de la ciudadanía.
En tercer lugar, otro factor surge de la percepción crítica de la juventud hacia la política.
Así, la política se ve como una actividad distante, poco útil y donde participan actores que poco y nada tienen que ver con la realidad y las demandas de la juventud. Esta actitud tiene como resultado la no participación y, en concreto, el abstencionismo electoral.
Para comprender el elevado número de jóvenes que opta por no ejercer su derecho a voto es necesario subrayar la presencia de un significativo clivaje generacional.
Al respecto, los jóvenes comparativamente con el resto de los conciudadanos poseen un perfil distinto respecto a la valoración de los temas económicos, sociales y culturales. Y que, por su parte, la configuración actual de las coaliciones políticas que estructuran la competencia partidaria en Chile no genera espacios para que este quiebre generacional cristalice en la oferta programática de ambas coaliciones.
Pero volviendo al punto, la abstención electoral tiene consecuencias. Si bien la abstención constituye una prerrogativa de los ciudadanos y que también demuestra un estado de ánimo tal cual como los mismos votos emitidos para apoyar a las fuerzas políticas en competencia, no podemos dejar de mencionar las consecuencias que este comportamiento conlleva.
Estas consecuencias tienen que ver con la disminución de la representatividad de los elegidos, el afectar la legitimidad democrática por cuanto el sufragio es la principal forma de expresión y poner en entredicho la legitimidad de las decisiones adoptadas por las autoridades respectivas.
Finalmente recordar que el voto ha sido considerado como una revolución para las sociedades modernas, como símbolo de la manifestación democrática sustentada sobre los valores de la igualdad y la libertad y que, para llegar hasta el sitial de hoy, en el camino hubo muchos sacrificios.
Al parecer, bajo la mirada actual de los jóvenes, el derecho y el deber de votar está en cuestión o a lo menos en entredicho. Pero los que tenemos confianza en la democracia y valoramos el voto como manifestación activa sobre el espacio de todos, se hace necesario seguir enarbolando la bandera de la participación para lograr una mejor democracia para las actuales y futuras generaciones de jóvenes.
Esta opinión recoge algunas reflexiones de un artículo publicado en www.asuntospublicos.cl