En un estudio publicado recientemente por la revista Food and Chemical Toxicology sobre los riesgos causados por el consumo de alimentos transgénicos o genéticamente modificados, se describe por primera vez que un grupo de ratas que fueron alimentadas durante dos años con maíz transgénico NK603 (producido por la empresa Monsanto y de consumo frecuente en USA) desarrollaron tumores mamarios masivos, daño renal y hepático, junto a otros problemas de salud.
La investigación fue considerada tan “caliente” que según el diario francés Le Nouvel Observateur “los investigadores utilizaron correos electrónicos encriptados, prohibieron las conversaciones telefónicas e incluso lanzaron un estudio de señuelo para impedir el sabotaje”.
Parece que todo esto no fue suficiente para evitar que las presiones sobre el semanario motivaran la retractación del cuerpo editorial, diciendo que, “la muestra fue demasiada pequeña como para permitir conclusiones claras y además el tipo de ratas utilizadas en el experimento es conocida por su alta incidencia de tumores”.
Los autores del estudio ratificaron sus hallazgos y denunciaron presiones de científicos ligados a las empresas transnacionales productoras de híbridos y transgénicos, lideradas por Monsanto. Chile no ha estado ajeno a la discusión sobre el uso de alimentos transgénicos.
En estos momentos se discute en el congreso la Ley Monsanto-von Baer, sobre los derechos de obtentores vegetales, ley que, según sus detractores, solo favorece a los intereses de las grandes empresas privadas, ya que obliga a los agricultores a usar semillas protegidas.
Junto con esto, sus opositores argumentan que la futura ley, al permitir la producción tanto de semillas híbridas como transgénicas, transforma al proyecto en una forma encubierta para introducir este último grupo de semillas en nuestro país.
Las ratas viven pocos años. Los seres humanos vivimos alrededor de 80. Esto significa que se necesitan décadas para tabular los posibles daños que este tipo de alimento podría producir en personas.
Este reciente estudio en ratas, a pesar de la controversia, es una evidencia más sobre los riesgos de los transgénicos, que nos obliga a poner en práctica el principio de “protejámonos lo antes posible” y evitar de esa manera el posible efecto deletéreo de los alimentos genéticamente modificados.