La expresión en inglés “Think Big” ha sido traducida como “pensar en grande” y si bien su origen está asociado al mundo empresarial, no está demás reflexionar sobre este imperativo, desde un punto de vista diferente, en una sociedad como la nuestra.
Llama la atención que en este “pensar en grande”, aparece en primer lugar el “pensar”, una actividad o propensión más escasa, hoy en día, de lo que parece en nuestro medio. Los chilenos nos hemos pensado poco, y hemos olvidado a los pocos que lo han hecho, los resultados están a la vista. Habitamos un país injusto, mezquino y mediocre.
Los pocos compatriotas que se han atrevido a emprender la temeraria empresa de pensar su país y su tiempo, languidecen en el olvido.
La frivolidad suntuaria en que estamos sumidos acalla las sabias palabras de nuestros grandes artistas e intelectuales de ayer y de hoy. De este modo, una actividad normal del ser humano como es el “pensar”, se ha convertido en algo exótico, enclaustrado en universidades o centros de investigación.Pensar no está de moda.
El Chile de hoy ha abolido su memoria y lo que ha sido nuestro “pensar”. Esto no es casual: El “pensar” en Chile ha estado asociado a la “crítica”. El estado lamentable de la educación y la degradación de los medios de comunicación en nuestra sociedad está demostrando que a los poderes no les interesa que la gente piense, más bien todo lo contrario, se busca el control social y la domesticación en el consumo: Olvido e ignorancia.
La consigna de hoy parece ser “entretener”.
Si ya el “pensar” ha quedado excluido de nuestro paisaje social y cultural, el “pensar en grande” se convierte en utopía.
Por décadas, los diversos gobiernos han desplegado políticas públicas que solo reafirman una educación y una cultura altamente estratificada y de elite.
Una cultura de nuevo rico que vuelve la espalda a su riqueza, encandilada por todo lo que sabe a “Spanglish”. Digámoslo con todas sus letras: Chile no solo no ha superado su clasismo congénito sino que, en los últimos años, lo ha acentuado. “Pensar en grande” en nuestro país no podría ser sino “pensar con grandeza”, esto es, con cierta elevación moral y espiritual.
Debemos, pues, celebrar el reclamo estudiantil por una educación pública gratuita y de calidad.
Se trata de un genuino balbucir de las nuevas generaciones que contiene la simiente de otro Chile.
No nos engañemos, nos aproximamos, después de décadas, a tiempos donde será imprescindible “pensar en grande”.
Lo que está en juego va más allá de lo económico, más allá de los avatares políticos. Estamos hablando, ni más ni menos, de un nuevo horizonte histórico y moral para nuestro país en este siglo que despunta.