El conflicto de Aysén acaparó la atención nacional más que el debate por el aborto terapéutico o los cambios al binominal. Es consecuencia que, aparte de los reclamos de una región que se siente postergada en las preocupaciones centrales del país, está reflejando un efecto más de la generalizada protesta de la ciudadanía sobre la situación global del país, manifestada por variadas movilizaciones no solamente de sectores sociales, sino de las regiones que se suman a un “todos contra Santiago”.
El Presidente Piñera fue elegido en la segunda vuelta electoral por un estrecho margen.
Los votantes que le dieron el triunfo se volcaron a su favor principalmente ante la promesa que instalaría “una nueva forma de gobernar”, ya que traería al Ejecutivo su capacidad de gestión que había permitido su éxito personal y de los grupos empresarios que masivamente lo respaldaron y que fueron, posteriormente, el eje de su equipo de Gobierno.
Los escollos encontrados
La tarea del Gobierno ha encontrado trabas de variada índole.
Los imprevistos han surgido desde el comienzo, lo que ha distraído su accionar, partiendo por el terremoto del 27 de febrero y continuando con otros eventos como los 33 mineros de Copiapó y el accidente aéreo ocurrido en Juan Fernández.
Este aspecto es particularmente sensible en una administración tan atenta a los efectos mediáticos y a seguir la evolución de la coyuntura, como ha acontecido en estos dos años.
A estos sucesos hay que agregar las movilizaciones sociales imprevistas para el Gobierno, tanto en su intensidad como la ocasión en que ocurrieron, desde las estudiantiles hasta las regionales, entre las más importantes.
La gestión pública ha sido particularmente deficitaria y poco eficiente por varios motivos:
1) Piñera llegó al Gobierno con un séquito de ejecutivos que habían tenido capacitación en el sector privado ocupando cargos de diferente nivel, muchos de ellos jóvenes, que creían que podrían mejorar la eficiencia del trabajo gubernamental.
Dos problemas: no solo carecían de conocimientos suficientes sobre las normas y procedimientos del sector público, tan diferente a lo que acostumbraban, sino que su desmedido orgullo sobre sus destrezas tendieron a menospreciar las capacidades de los mandos medios de la burocracia estatal, que en su mayoría, no eran “operadores políticos” que querían “atornillar al revés”.
2) La falta de previsión y de anticipación a los conflictos ha resultado asombrosa. La situación de Aysén refleja que después de dos años no se ha avanzado mucho en aprendizaje, especialmente cuando se observa que hay demasiados elementos similares a lo acontecido en Magallanes meses antes. Al parecer, no se aprendió mucho sobre el origen, desarrollo y término del fenómeno .
Las movilizaciones estudiantiles tampoco fueron previstas por el Gobierno, a pesar de los antecedentes existentes que advertían que ellas podían ocurrir. Hoy ya es un lugar común la falta de contactos con el mundo social, que le lleva a tener un insuficiente conocimiento y asimilación del acontecer ciudadano.
3) Muy cercano a lo anterior, o bien su consecuencia, es la falta de una estrategia clara y consistente para enfrentar las movilizaciones. En el caso de las estudiantiles, llevó a la caída de dos ministros de Educación -entre ellos un líder destacado de la UDI- que no supieron trazar una línea clara, consistente y compartida por todo el Ejecutivo y sus parlamentarios.
Esta carencia se tradujo en contradicciones; cambios; oscilaciones continuas entre diálogos y dureza que desconciertan; tránsito desde la utilización de los medios de comunicación hasta el diálogo directo como mecanismos de acercamiento; la ausencia de intermediarios valiosos en estos casos, situaciones que reflejan una ausencia de destreza para manejar los conflictos.
4) El resultado de los elementos anteriores no puede ser más desfavorable para el país, entre un Gobierno y una Oposición que carecen de estrategias claras y la carencia de interlocutores que faciliten el diálogo y acerquen posiciones, aunque debe reconocerse el papel cumplido en la última fase por los parlamentarios de la región, en especial los dos senadores, en la búsqueda de una solución.
En definitiva, los resultados de los conflictos han terminado por crear un clima en que se postergan los problemas de fondo, que están en el origen de las movilizaciones, dando espacio a meras soluciones de parche, como el optimizar el sistema de becas y créditos para los estudiantes universitarios, pero sin realizar las reformas que requiere el Sistema de Educación Superior y la necesidad de mejorar sustancialmente la calidad de la Educación pre universitaria.
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