Europa sintió un gran alivio cuando el premier italiano Silvio Berlusconi anunció que presentaría antes del próximo 15 de noviembre un plan de crecimiento económico ante la Unión Europea.
El presidente francés Nicolás Sarkozy sonrió más aliviado aún, poco después de haber contestado con un silencio total y con una sonrisa sarcástica a una periodista que le preguntó sobre la presentación italiana.
El inquilino del Elíseo había incitado a la Canciller alemana Ángela Merkel a seguirlo en este errático episodio de gestos que se interpretaron como una total falta de confianza en la iniciativa itálica. La imagen de esta “humorada” fue reproducida repetidamente por las cadenas más importantes de la televisión en el mundo.
Por supuesto, las reacciones italianas no se dejaron esperar:
El Presidente de la República Giorgio Napolitano recordó a los dirigentes europeos que Italia es nación fundadora de la Unión Europea y que «estamos todos en el mismo barco en un mar en tempestad».
El jefe de Estado reafirmó que “debemos garantizarnos recíprocamente la indispensable solidaridad» sin referirse directamente a coyunturas pasadas como la reunificación alemana que convocaron la colaboración de toda la Unión Europea, y que es oportuno recordar hoy, que el bloque enfrenta una seria crisis económica.
“Nadie está autorizado a ridiculizar a Italia, incluso después de los retrasos obvios y vergonzosos de Berlusconi para afrontar la crisis”, afirmó por su parte Pier Ferdinando Casini, ex presidente de la Cámara de Diputados y líder del partido UDC.
En el plano periodístico, el columnista Ferruccio de Bortoli, en su editorial del Corriere della Sera -periódico de mayor circulación en el país europeo – puntualizó que Italia no es Grecia, es la séptima economía del mundo, la segunda industria manufacturera de Europa, cuenta con más activos que deudas y es dos veces más rica de España*.
Pero el episodio iniciado por el controvertido mandatario galo no quedó ahí. De la economía pasó a la política y de ahí al mundo del deporte, de la cultura y aún más allá.
Simona Aiuti, del diario electrónico “Un Mondo di Italiani”, afirma que los italianos no han sentido nunca un sentimiento de competencia respecto de los franceses.
En cambio, dice, “los primos de allende los Alpes no se conforman con tener que llegar en muchos campos siempre segundos detrás del pueblo itálico. Mastican amargo y tratan de aguijonearnos en cada ocasión, bien sabiendo que somos nosotros los primeros productores de vino en el mundo y no ellos. Y no olvidamos el bocado que tragaron de malas ganas cuando en las últimas Olimpíadas ganaron menos medallas que nosotros, para no hablar del fútbol que nos ha visto descollar con 4 títulos mundiales, distanciándolos aún más de nosotros”.
El escritor francés Philippe Sollers dice claramente que los franceses son envidiosos de los italianos por los 630 quesos exquisitos que la Península ofrece por sobre los 300 “fromages”. “Esos franceses que tienen que compartir con nosotros a Platini y que fingen ignorar el origen italiano de Napoleón Bonaparte, en realidad Buonaparte, nacido en una familia típicamente italiana”, agrega Aiuti.
Y la reacción sigue adelante: “Qué decir de los alemanes, en una Alemania destruida después de la segunda guerra mundial, reconstruida en buena parte por los emigrantes italianos, no siempre bien tratados. Preferimos pensar en grandes mentes germanas como cuando Goethe dijo que si se quiere conocer el arte, hay que conocer Italia, que es arte”.
*(Nota del autor: Todavía no entiendo por qué en Chile se informa sobre la Bolsa de Madrid y no la de Milán, Berlín o la de París).