Por rara casualidad al mismo tiempo que diversas organizaciones sociales de base de distinto tipo, hacen un llamado a marchar en conexión con el movimiento Indignados, que ha surgido en distintas partes del mundo, simultáneamente pues, se organiza una marcha de los católicos en función de la alegría de creer.
Ojalá que esta sospecha sea solamente eso, una equivocación.
Uno lo piensa, porque hemos visto como, desde las elites de poder y el gobierno y los distintos medios, se ha intentado de todo por eludir el fondo de sus reclamos y reivindicaciones, para intentar reducirlo a expresiones de mera delincuencia social, de mero extravío utopizante, de jóvenes que quieren hacer desórdenes y no estudiar.
El señor Kast por ejemplo, pretende demostrar que los católicos sí saben manifestarse con “entusiasmo, alegría y en familia”.
De seguro no ha estado en ninguna marcha estudiantil por lo visto.
Estas des-calificaciones además, como se sabe, encuentran en la inmoral y desproporcionada concentración de los medios de comunicación, sea televisión, prensa o radio, su eco y diseminador por todo el país.
Como decía S.Hessel, el autor de 94 años, resistente en la Segunda Guerra Mundial, co-autor de la Declaración de los Derechos humanos de 1948 en su manifiesto ¡Indignez-Vous! record de ventas en varios países: “Los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente”.
Es algo visible. Algo que quedó aun más claro en la versión de El Mercurio el pasado domingo, respecto a la marcha de los católicos por la alegría de ser católicos.
Hay varias cosas que comentar al respecto.
Primero, queda claro que al interior de la comunidad de creyentes hay diversas interpretaciones sobre cual es el signo y mensaje central de la fe y la acción de Jesucristo.
Segundo, que también hay muchos cristianos y católicos en el movimiento social estudiantil, o contra las represas en HidroAysén, o por recuperar la iniciativa ciudadana de base frente al poder unilateral de las elites.
Tercero, esta situación no es nueva. Es decir, la pretensión de la elite de poder por señalar cuál es la fe correcta, la ortodoxia adecuada, el verdadero equilibrio entre apoliticismo y creencia aquí y en todos partes.
En cuarto lugar, no es raro, que se generen visiones comunes entre la elite que se dice católico-cristiana y las elites de poder (ahí tenemos los personeros del Opus Dei o los Legionarios, que al mismo tiempo son dirigentes de la UDI).
Ambas comparten muchas veces una visión restringida del quehacer político, más bien de corte autoritario y tecnócrata, poco reflexiva y a-crítica (son y fueron adalides del pinochetismo, por lo demás).
Comparten también el ideario de una democracia protegida y restringida, así como la naturalización del orden social y económico, de las desigualdades existentes.
Podemos decirlo así, se ha buscado permanentemente deslegitimar y enredar las causas y acciones del movimiento estudiantil, pero también, el movimiento social de los Indignados, dentro y fuera de Chile.
Hoy ese movimiento está nada menos que actuando en el corazón mismo de Wall Street, donde también, como no, han sido reprimidos.
Las justificaciones que proporciona S.Hessel para motivar a los jóvenes a la indignación son mundialmente validas en el día de hoy.
Y esos motivos pueden muy bien asumirse y sostenerse desde el compromiso cristiano.
Hessel señala, entre otros, las luchas por la libertad de prensa, es decir, por una independencia crítica en la información que no esté ligada al poder económico-financiero, o a la “gente pudiente” como le llama.
¿Quién es la “gente pudiente”?, se pregunta el presentador del texto de Hessel. Pues, se responde, “los que se han apoderado de lo que es de todos”.
Y como es de todos, está en nuestro derecho y nuestro deber recuperarlo al servicio de nuestra libertad. Una verdadera democracia necesita entonces una prensa crítica e independiente. Pero no sólo eso.
Hay un motivo aun más fuerte para la acción de los Indignados: “los responsables políticos, económicos , intelectuales y el conjunto de la sociedad no pueden claudicar ni dejarse impresionar por la dictadura actual de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia”.
Frente a lo que ocurre hoy en el mundo la peor actitud es la indiferencia, la cual resigna una muy importante facultad del humano: la capacidad de tomar conciencia, de ejercitarse en una distancia crítica respecto a lo que sucede con millones de seres humanos, y con la misma naturaleza.
La dictadura de los mercados financieros, así como la concentración de los medios de prensa en manos de los pudientes, vistas bien las cosas, tienen como trasfondo – según Hessel-, un “pensamiento productivista, auspiciado por Occidente, que ha arrastrado al mundo a una crisis de la que hay que salir a través de una ruptura radical con la escapada hacia delante del “siempre más”, en el dominio financiero, pero también en el de la ciencia y la técnica”.
Clarividente visión para una globalización que bajo conducción neo-liberal alienta la explotación sin límites del medio ambiente y del así llamado “recurso” humano, urbi et orbi.
¿Podría acaso el cristianismo auténtico no sumarse a este ejercicio de una conciencia que se indigna frente al hambre, la miseria, la exclusión o el engaño, y a la resistencia no-violenta que suscita?
Al parecer, si el cristianismo de Jesús hubiera sido nada más que expresión de mera “alegría” de creer, esa comunidad originaria probablemente no hubiera trascendido como lo hizo.
Ya es hora, nos sugiere de nuevo Hessel, de que la preocupación por la ética, por la justicia, por el equilibrio duradero prevalezca. Puesto que los más graves riesgos nos amenazan, y por su intermedio ponen en peligro la aventura humana sobre la tierra.
Sin embargo, las elites de poder económico-financiero, mediático y político, transnacionalizadas, defienden sus intereses propios y parciales en primer y último lugar, y muchas veces además, pretenden hacerlos pasar como expresión de una fe cristiana.
Por eso mismo, frente al estado de cosas actual, tendríamos que parafrasear a Hessel y decir, “creer y crear es resistir. Resistir es crear y creer”.
En la necesidad de promover esta nueva conciencia a favor de la dignificación de la vida y una ética del bien común, no se está sólo: nos acompañan, entre otros, los testimonios de Monseñor Romero, o de la comunidad jesuita de San Salvador.
También, el de aquellos como André Jarlan, Jose Aldunate sj, o el mismo Cardenal Silva Henríquez.
Por lo mismo, en la lucha por una sociedad justa y decente, no nos falta la esperanza ni la alegría…