Mucho revuelo ha causado el infanticido cometido por una mujer en la prensa local.Crimen terrible, triste y descarnado que nos remueve, sin lugar a dudas.
Parto de la base que esto es un crimen terrible.Parto de la base que esto no debió suceder.Parto de la base que en nuestra sociedad es un delito punible y despreciable.Dejando esos puntos claros, me gustaría compartir mis reflexiones.
El infanticidio es un delito de mucha complejidad.Lo es, no sólo porque cobra la vida de un recién nacido, sino que también, porque hace eco de un sinfín de estereotipos culturales que criminalizan un acto sin ninguna reflexión.
¿Y porqué tendríamos que reflexionar?
Porque no podemos descartar, en su principio, que este crimen está cruzado por una sociedad que no ha sabido acoger la complejidad de lo materno, de la sexualidad y de las mujeres.
Los matinales han hecho un festín a costa de esta mujer, y hemos asistido a una verdadera lapidación pública de ella. Escuché a unos conductores sorprendiéndose de la cara de la joven, que no expresaba ni un mínimo de congoja, ocupando ese dato como gesto culpabilizador.
Escuché también especialistas diciendo “una madre que no quiere tener hijos tiene otras vías.”Alguien incluso dijo “durante los primeros meses de embarazo pudo haber abortado”.Y escuché muchas referencias al “instinto maternal”.
No escuché a nadie preguntarse por el padre.
No escuché a nadie preguntándose qué hubiera pasado si en Chile el aborto fuera legal.
No escuché a nadie preguntándose por las condiciones en que esta mujer debe haber estado, para ocultar 9 meses su embarazo de todo su entorno, tenerlo sola, sin apoyo, escondida, soportando los dolores, para después darle muerte de forma macabra.No escuché a nadie argumentando los niveles de alteración en los estados de conciencia en que esta chica debe haber estado.
En nuestras cárceles, hay muchas mujeres presas por infanticidio, aborto y parricidio.Los parricidios responden en muchos de los casos a historias de maltrato sistemático de sus parejas o abusos.Gran número de infanticidios corresponden a mujeres jóvenes, de escasos recursos, con embarazos productos de violaciones (muchas incestuosas).Muchas de ellas, una gran mayoría, con estados alterados de conciencia.(Convengamos que las mujeres con recursos económicos, por lo general no llegan a presidio).
Y me pregunto: ¿una sociedad que no permite a la mujer decidir de manera segura y sin repudio si lleva a término o no un embarazo, acaso no es cómplice de este crimen?
¿Acaso no lo es el hombre que fecundó a esta mujer y que brilla por su ausencia?¿De verdad creemos que como sociedad hemos dado las condiciones de contención, cuidado, respeto y de no discriminación a las mujeres que se alejan del modelo “mujer-buena-madre” para poder resolver sus dificultades, no temer embarazarse fuera del matrimonio, no sentir que un hijo es algo insoportable por lo que conlleva, no sentir que serán discriminadas?
¿De verdad aún no podemos entender que el instinto maternal no existe y que la maternidad es un proceso complejo –psíquico y social y no sólo físico- en el cual se configuran múltiples variables?
Hay mujeres que en las circunstancias más adversas, toman la decisión de llevar su embarazo a término y criar a su hijo. Otras mujeres deciden llevar su embarazo a término y dar el recién nacido en adopción. Otras , simplemente, por distintas razones –psíquicas, emocionales, sociales- no son capaz de albergar la maternidad en sus cuerpos. ¿Cómo nos hacemos responsables de esas mujeres?
Creo que estos casos tan lamentables, tan extremos y tan tristes nos obligan a mirar nuestra sociedad de manera crítica.De no hacerlo, sólo nos quedamos en la lapidación pública de una mujer que quebró su vida y la de un recién nacido de manera feroz y para siempre.
No es la primera. No será la última. Yo, al menos, no me quedo tranquila. Y culparla sólo a ella, no es algo que me de paz.